CAPÍTULO 7
MAXHUEL O’CONNELL:
La ansiedad tomó dominio de mi desde la madrugada de hoy...por que por fin conoceré a mi futura esposa, con mis manos sudadas por tanta ansiedad abrí las puertas de aquel lugar para darme de lleno con una familia demasiado ¿conocida?
Todos me miraban detenidamente, pero yo solo pude mirar a la bella mujer que estaba parada ahí con ese vestido lila muy ajustado a ella, sus facciones delataban claramente su enojó, tal cual siempre es.
Se veía tan hermosa, pero lo que más me sorprendió es que era ella, era mi linda Ana, pero ¿como? Ella no es una princesa, entonces me casare con alguien que no es una princesa o que esta sucediendo aquí.
“Ella necesitara mucho apoyo...” Las palabras de la reina resonaron en mi mente, caigo en cuenta, ella...
—hijo te presentó a tus suegros, y su bella hija Sofía—presentó mi padre viniendo a mi y jalándome hacia adentro.
No sabía que contestar, Ana, era ella, que es lo que siento ahora es ¿felicidad? Aun no lo se.
— mucho gusto— extendí mi mano hacia él padre de Ana
Pero este empezó a sonreír y me abrazo, no un abrazo cualquiera si no uno muy fuerte, más que felicidad parecía enojo hacia mi.
—el príncipe es un buen muchacho Augusto, se que cuidara muy bien a Sofía—declaró la madre de Ana con lágrimas en los ojos.
— madre no me digas Sofía, sabes que lo odio—refutó Ana enojada.
Me límite a mirar agraciado por todo su berrinche, hasta que mis padres hablaron
—Debemos irnos a la fiesta, quédense a hablar un segundo y conocerse mejor, para evitar contratiempos—dijo mi padre con su voz sería.
Salieron de aquel despacho todos pero antes mi bella madrastra me guiño el ojo, y así nos quedamos solos ahí, ella sin más soltó un suspiro de alivio, me voltee a verla y observe sus zapatillas en otro lugar.
—No dejaras una aquí y luego escapadas ¿verdad?—dije en broma.
Ella me miro desafiante y de mala manera.
—No lo haría jamás, después de todo igual me atraparían—dijo mirándose las uñas.
—Veo que no estas contenta...
—Claro que estoy contenta Maxi—dijo imitando la voz fina de raíza—¡Claro que no estoy contenta imbécil! ¿Acaso tu lo estas?
“Si lo estoy”—quería responder pero no lo hice.
— para nada, más creo que me están imponiendo un castigo—mentí.
—¡Oh! ya veo, estas en las mismas que yo...
—¿Entonces a ti también están obligando?
— No Max, yo estoy profundamente enamorada de ti y planee todo esto, y así tenerte por vida - lo dijo con bastante sarcasmo.
Sonreí ante su acto tan infantil
—Y yo creí que me odiabas—le seguí el juego, pero ella me arrojó lo primero que hallo en la mesa. Lo esquive por suerte...
—¡Estas loca!—exclame con una mano en el corazón por el susto que me dio.
—Si lo estoy ¿y tienes algún problema?
—Claro que si, seré tu esposo me debes respeto…—mencione jugando—además nunca te vi tan salvaje antes…
—¡Idiota! Antes no te respondía porque pensé que podrías hacer algo en contra de mi madre, pero ahora no tengo más miedo—explicó.
—¿Entonces me tenías miedo?—me burle.
—Cállate soquete o te mató aquí mismo…
Se veía claramente como siempre estaba a la defensiva, y es porque ella piensa que le haré algo, talvez lo haga, después de todo ahora ella será mi esposa y ahora estamos en la fiesta de compromiso, un beso no es tan malo en una pareja de comprometidos.
—Ya se en lo que piensas— me habló ella.
—Dime ¿en que crees que pienso?
—Piensas en que me molestaras dándome un beso hoy—¿como lo supo?—pero te advierto algo Max, si lo haces yo haré algo peor, lo juro.
Me amenazó con una prepotencia que nunca antes había visto.
—Bueno esta bien no lo haré, pero...— ella blanqueo ojos—dime, la verdad ¿por que me casare contigo si no eres una princesa?
Ella se hizo a las ofendidas para luego sonreír amargamente.
—Soy una princesa—susurro para ella pero la oí, y después reí por su broma.
—Vamos te dije que con la verdad…
—Hay ya tú si no me crees, pero para mi mala suerte si soy una maldita princesa, por mala suerte soy la hija de el rey de España Augusto Márquez y la reina Susana—dijo casi casi gritando.
Abrí los ojos en sorpresa, ella era ¡j***r! Ella era la princesa pérdida de España, cerré los ojos cayendo en cuenta su nombre es Ana Sofía Márquez de Cruz.
—Esto es una estupidez, deberíamos volver a la fiesta, quiero que se acabe pronto para irme a mi casa a dormir—habló ella pasando por mi lado.
—¿dormir en tu casa, no te lo dijeron?—ella negó—bien te lo diré, desde ahora tu vivirás en Palacio, Ana, ya no volverás a tu casa.
Y por primera vez observe a Ana desmoronarse ante mis ojos…