9. DECISIONES.

1098 Words
9. DECISIONES Desde ese día, cada vez que pueden Byron y Stand se escapan juntos. Stand le entrena duro, luego en los descansos se retan con diferentes pruebas de habilidad: Quien es más rápido, quien escala mejor o quien tiene más fuerza, todo lo que se les ocurra. Uno y otro se alterna las victorias como si hubieran planeado turnos. Un día Stand reta a Byron a un quinto desafío para romper el empate. Algo dentro de Byron le hace hablar. —Dejemos a un lado los desafíos normales y corrientes —dice preguntándose si Stand se atreverá a aceptar, de todas formas, no puede sacarle la mirada de encima—. Hagamos algo verdaderamente diferente… Stand le mira intrigado. —¿Qué sugieres que hagamos? En ese momento, los ojos radiantes y celestinos de Byron brillan mientras, Stand se inclina hacia él. —Seamos algo más que amigos —Byron susurra con una voz dulce y sensual y casi, casi llega a darle un beso en la boca. Stand se sonroja ante su cercanía. —Pero esto está prohibido… —Eso no importa. Un día eso va a cambiar y podremos ser lo que queramos, seremos amigos, novios, amantes de quien queramos… sirvientes, SS, cardinales. Dará igual… —Byron suelta de una todos sus anhelos, a Stand poco a poco le va encantando la idea. —Me gusta. Suena bien. Podremos ir a dónde se nos dé la gana… En ese momento Stand recuerda algo y rápidamente saca del bolsillo un libro dorado y se lo alcanza. —Hey, Byron. Toma, esto es para ti. Byron se queda admirando la cubierta. Tenía escrita con tinta dorada el nombre “Stand de Lind” —Espero que no te importe que tenga mi nombre. Byron está completamente embelesado ante el libro. —Es el libro oficial… —susurra, Byron. Stand no esperaba tanta emoción por el obsequio, le agrada ver lo contento que se pone. —Como vi que vas en serio pensé que debía obsequiártelo. Es el manual completo, tiene todos los secretos que solo los SS poseen sobre las artes físicas. —Gracias… gracias ¡Un millón de gracias! —Byron, eufórico, le abraza y le da un breve, pero intenso beso en los labios, en ese momento, los dos sienten el magnetismo. Es como si la vida los hubiera juntado en ese momento para cumplir con un destino, todavía desconocido por ellos. —No tienes que agradecerlo, es lo que quise hacer, además tu sonrisa me dice que hice lo correcto. Esa noche Byron vuelve a su dormitorio emocionado, tanto que no puede dormir. Abraza el libro con mucho afecto, pero enseguida se da cuenta que eso era peligroso, con Marcus metiendo sus narices, corría bastante riesgo, por eso lo guarda entre sus ropas para que nunca nadie pudiera sacárselo. Está al tanto como todo el mundo que están prohibidos los libros que no sean de la escuela, pero habría querido dormir abrazado a él, de no ser por el temor a que Marcus se lo quitase. Al otro día Byron despierta con un mal presentimiento. Al salir del dormitorio escucha los gritos de Marcus, a esa hora los regentes aún no bajan, el maldito lo sabe y por eso hace lo que hace. —¡Miren lo que la cabeza hueca tiene en su closet! —Marcus levanta muy alto la bolsa en el que Byron había guardado el libro. Byron está furioso, no lo piensa muy bien, fue hasta Marcus y le propina un fuerte golpe en el vientre, eso dobla en dos a Marcus. —¿Te—te a—atreviste a golpearme? —dice con la voz entrecortada, pero no suelta la bolsa. —¡Devuélvemelo! —Byron se prepara para seguirle golpeando. —¿Lo quieres de vuelta? ¿Es tan importante esto? Me pregunto qué será —hace un ademán de abrirlo, aunque es una de esas bolsas con clave, se deja llevar por la ira y el miedo. —Te dije que me lo devuelvas… Esta vez Marcus bloquea su golpe y Byron va a parar al suelo. Marcus y sus amigos se ríen de él. —¡Quiero que beses mis botas, cabeza hueca! —le exige con demencia. En ese momento Byron piensa romperle la cara, pero antes tiene que recuperar el libro que le ha obsequiado Stand, no quiere meterlo en líos. No es justo. Sus manos se queman de calor. No lleva puesto el controlador, se lo ha sacado el día anterior antes de ir con Stand y ahora el calor sofocante va en aumento. Byron tiene sus ojos fijos en el bolso, busca encontrar la forma en que todo termine bien. —No lo haré, Marcus. Solo devuélveme lo que es mío. —Haces lo que te dije o voy y se lo entrego a Arles, quiero escuchar lo que dirá al ver que tienes algo prohibido. Byron sabe que es capaz de hacerlo, sin un mínimo de piedad hacia él, piensa en Stand y todo el daño que le haría si tan solo Arles descubre que tiene algo suyo en su poder. Byron tiene que decidir entre salvar su orgullo y el bienestar de Stand. Entrecierra los ojos y lo hace. Byron se pone de rodillas y se acerca a las botas de Marcus. Al verlo sometido, Marcus se jacta. —¡El suelo es tu lugar, cabeza hueca! —y pisa su cabeza hasta estrellarlo fuertemente con el suelo. En ese momento por la consternación de la escena, nadie se anima a decir algo, el pasillo ha quedado en silencio, hasta que unos pasos resuenan y se van acercando a ellos, ajenos a lo que está ocurriendo. Byron teme que sea Arles, en ese momento, lentamente pierde la noción de todo, está siendo superado por el factum mentis, y la fuerza oscura comienzan a salir de él para dañar a todo el que esté cerca. Pero en ese momento una voz le hace recobrar la noción. —¿Byron? Byron reconoce esa voz. Es Stand que entiende rápidamente lo que pasa y se va acercando. Marcus y sus amigos, al ver que se trata de uno de último año, se van rápidamente, Byron se incorpora adolorido por los golpes, y esquiva la mirada de Stand. Junta rápidamente el bolso que tiene el libro. —¿Qué te han hecho? Stand se acerca un poco más, pero esta vez Byron sale huyendo, no soporta que lo hubiera visto en esa situación tan humillante.
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