El destino no pregunta

606 Words
CAPÍTULO 2 Caminé sin rumbo durante varias cuadras, con el corazón latiendo tan fuerte que sentía que cualquiera podía escucharlo. El ruido de la ciudad pasaba a mi alrededor, pero yo seguía atrapada en esa mirada, en esa voz grave que todavía parecía rozarme la piel. —Solo fue un desconocido —me repetí—. Nada más. Pero mi cuerpo no entendía razones. Me detuve frente a un semáforo, respirando hondo, intentando ordenar mis pensamientos. Justo cuando la luz cambió a verde, escuché unos pasos detrás de mí. Firmes. Seguros. —Valeria. Mi nombre. Mi sangre se heló. Me giré lentamente, como si temiera confirmar lo que ya sabía. Ahí estaba él. Tan cerca que tuve que levantar la mirada para verlo a los ojos. La misma expresión intensa. La misma presencia que parecía envolverlo todo. —¿Cómo sabes mi nombre? —pregunté, sin poder ocultar el temblor en mi voz. —Lo escuché cuando pagaste —respondió con calma—. Tienes un nombre bonito. No supe qué decir. No supe si sentirme halagada o asustada. —No deberías seguirme —dije finalmente. Él asintió, como si lo entendiera. —Tienes razón —admitió—. Pero no suelo ignorar lo que siento. Mi corazón dio un salto. —¿Y qué sientes? —pregunté antes de poder detenerme. Sus labios se curvaron en una sonrisa leve, cargada de algo que no supe definir. —Curiosidad —dijo—. Y algo más… que todavía no tiene nombre. El silencio se extendió entre nosotros. Podía escuchar mi propia respiración, irregular, nerviosa. Él no apartaba la mirada de mí, como si temiera que desapareciera si lo hacía. —Me llamo Sebastián —añadió—. Y no suelo presentarme así, en la calle. Sebastián. Su nombre se quedó suspendido entre nosotros, pesado, íntimo. —Yo… no estoy buscando nada —me apresuré a decir—. No es buen momento. Él dio un paso más cerca. No invadió mi espacio, pero lo suficiente para que su presencia me envolviera por completo. —Yo tampoco —respondió—. Pero a veces lo que llega sin avisar… es lo que más marca. Sentí un nudo en la garganta. —Esto es una mala idea —susurré. —Las malas ideas —dijo en voz baja— suelen ser las que recordamos toda la vida. Mi mano tembló cuando él la rozó apenas, como si preguntara permiso. El contacto fue mínimo, pero el efecto devastador. Una corriente recorrió mi cuerpo entero. No retiré la mano. —Valeria… —mi nombre en sus labios sonó distinto—. Dime que me vaya y lo haré. Lo miré. De verdad lo miré. Y en sus ojos vi algo que no esperaba: contención. Respeto. Una lucha interna tan fuerte como la mía. Quise decirle que sí. Quise decirle que se fuera. Pero las palabras no salieron. —Solo… camina conmigo un momento —dije finalmente—. Nada más. Sebastián sonrió. No triunfante. Agradecido. Caminamos juntos sin tocarnos, pero cada paso se sentía cargado de algo que crecía entre nosotros. Hablamos de cosas simples: música, lugares favoritos, silencios cómodos. Pero debajo de todo, algo más profundo se estaba formando. Cuando nos detuvimos, ya estaba anocheciendo. —No sé por qué confío en ti —admití. —Tal vez porque yo tampoco quiero lastimarte —respondió. Nos miramos una última vez antes de despedirnos. Esta vez no hubo promesas. Solo una certeza que me hizo estremecer: Ese encuentro no había sido casualidad. Y sin saberlo aún, el destino ya nos había unido de la peor… y más hermosa manera posible.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD