Cap 4: Luca Russo

932 Words
POV LUCA RUSSO Nunca creí en el destino. Para mí, la vida siempre había sido una cuestión de elecciones, de decisiones que tomas en el momento exacto en que la oportunidad se presenta, ya sea para salvarte o para hundirte. Pero desde que vi a Isadora Valente por primera vez, algo dentro de mí cambió, aunque no lo entendiera en ese instante. Era joven, inexperta, con una mirada que irradiaba una pureza que ya no existía en mí. Y, sin embargo, a pesar de esa fragilidad, había una fuerza en ella que no pude ignorar. Algo que me recordaba a la vez a Seraphina y a la vez todo lo opuesto. Seraphina… mi condena. Mi socia en el pecado y en la oscuridad. Aquel ser retorcido que, al principio, me cautivó con su inteligencia y belleza. Pero pronto descubrí lo que se escondía bajo esa fachada. Una mujer calculadora, ambiciosa, capaz de cualquier cosa para salirse con la suya. Nada de lo que hacía tenía compasión, ni escrúpulos. Y cuando supe lo que planeaba hacer con su propia hermana, la luz se apagó dentro de mí. Recuerdo aquel día con claridad, cómo la noticia me llegó con la misma frialdad que todo lo que tocaba Seraphina. Quería vender a Isadora, la hermana de la que nunca había hablado, a un capo rival. Solo para deshacerse de ella, como si fuera un objeto que ya no le servía. Eso me partió por completo. ¿Cómo podía una hermana hacerle algo así a otra? ¿Cómo podía Seraphina perderse tanto en su propia ambición? No pude soportarlo y dejé de trabajar con ella. Sabía que era una bomba de tiempo, y aunque nunca se lo dije a Isadora, nunca pude sacármelo de la cabeza. La idea de cómo Seraphina estaba dispuesta a destruir a su propia sangre… fue lo último que necesité para alejarme de ella. Pasaron seis meses desde que me alejé de Seraphina. Seis meses en los que, aunque traté de olvidarla, algo seguía doliendo en lo profundo de mi ser. Algo se rompió en mí, pero no había forma de reparar ese daño. Y entonces llegó ella. Isadora apareció en mi vida cuando menos lo esperaba, justo cuando estaba atrapado en mis propios demonios, en mis propios recuerdos de Seraphina. Fue como si el universo me hubiera lanzado a la cara su rostro inocente y pura. Esa dulzura que parecía no encajar con el mundo en el que yo me movía. Y, sin embargo, no pude dejar de pensar en ella. En cómo sus ojos reflejaban una vulnerabilidad que me tocaba, pero a la vez un fuego en su mirada que me decía que ella no sería una víctima. Que no lo era. La vi entrar en mi mansión, con paso firme, como si el miedo no existiera en su mundo. Y eso me sorprendió. La mujer que había sido tan protegida por Seraphina, que había vivido en las sombras de su hermana, ahora se presentaba ante mí como una versión más fuerte, más decidida. Y, sin embargo, sabía que no podía confiar en ella, no del todo. Estaba demasiado conectada con el pasado que yo intentaba dejar atrás, un pasado que me había marcado. No entendí en ese momento lo que me pasaba, pero había algo en ella que me desarmaba. Algo que me llevaba a querer protegerla, aunque no supiera cómo. Algo que me empujaba a confiar en ella, aunque el riesgo fuera demasiado alto. Isadora me miró con esa intensidad que solo las personas decididas tienen. Y me habló sin rodeos, como si todo estuviera claro para ella desde el principio. “Luca,” dijo con voz firme, “sé que tenias una hermana. Y sé lo que le hicieron. Quiero lo mismo que tú: venganza” Me quedé en silencio. Mi respiración se detuvo un segundo, y luego todo en mí pareció encajar. Ya no estaba solo en esta guerra. Ya no era solo mi lucha. Isadora Valente había descubierto la verdad, y venía a buscarme, a proponerme una alianza. No sé por qué, pero algo en su mirada me dijo que no estaba jugando. No lo hacía por venganza personal, lo hacía porque sabía lo que era perder a alguien de esa manera. Lo hacía porque había sentido el mismo dolor. Y me lo dijo sin titubeos. “Sé lo que hizo tu hermana, Luca. Sé lo que le hicieron a ella. No puedo dejar que todo quede impune.” Esas palabras me atravesaron como un cuchillo, como si ella hubiera visto a través de mi alma. Vi esa determinación en su rostro, esa mezcla de rabia y dolor que me unía a ella más de lo que me gustaría admitir. La propuesta era simple: destruimos a todos los que nos quitaron a los que amábamos. Sería una guerra, una lucha sin tregua, sin piedad. Y, aunque nunca lo había considerado, de alguna manera, en ese instante, vi la oportunidad. Vi en Isadora lo que había perdido con Seraphina: una compañera de guerra, alguien dispuesto a ir más allá, a sacrificarlo todo por venganza. Entonces, decidí aceptarlo. Sabía que era una alianza peligrosa, pero ¿quién era yo para rechazarla? Después de todo, Isadora quería venganza. Quería que todo el mundo supiera que ni Seraphina ni mi hermana morirían en vano. Y así, nos unimos en esa oscuridad, dispuestos a arrasar con todo lo que se interpusiera en nuestro camino. Ninguno de los dos tenía algo que perder. Pero a veces, en medio de la oscuridad, las alianzas más inesperadas son las que más fuerza tienen.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD