“La Reina Sin Corona”
POV ISADORA
El silencio se puede oler. Es denso, podrido, cobarde.
Entro a la sala de juntas con la misma calma con la que otros rezan antes de morir. Tacones de cuero n***o marcando el mármol. Traje entallado que dibuja mi figura como un arma. Caderas firmes, espalda recta. Cincuenta y siete kilos de venganza. Mi cabello, oscuro como la noche antes del asesinato de mi hermana, cae trenzado hasta la cintura. Labios pintados de rojo sangre. Ojos felinos, color miel helada.
Tengo veintisiete años. Acabados de cumplir. Un año más que mi hermana, cuando me la arrebataron, mi gemela, mi Seraphina. Se fue tan joven, solo 26.
Todos me miran. Diez capos. Hombres que solían reírse de mí, que me llamaban “la sombra de Seraphina”. Ahora no dicen ni una palabra. Me observan como se observa a un arma apuntando directo al pecho.
—¿Cuál de ustedes me traicionó?
Mi voz no tiembla. No se eleva. No necesita hacerlo.
Nadie responde. Solo un par de miradas se desvían. Culpa en cada parpadeo. El miedo se esconde en las comisuras de sus bocas, en el sudor que les mancha los cuellos de sus camisas italianas.
Sonríe, Isadora. Solo un poco. Lo suficiente para que recuerden que ya no eres la sumisa. Ya no eres la sombra.
—¿No van a hablar?
Camino hacia uno de ellos. Gino Ruggieri. El más viejo. El más cobarde. Le coloco una mano sobre el hombro. La tensión en su cuello es pura dinamita.
—Fue Teo —escupe alguien al fondo. No reconozco su voz, pero tampoco me importa. Está desesperado por sobrevivir—. Vendió información a los Russo. Sobre el envío de armas por el Adriático.
Lo miro. Ni siquiera me esfuerzo en leerle la cara. Ya lo sé.
—¿Estás seguro?
Asiente. El muy idiota cree que eso lo salvará.
—Gracias por tu sinceridad.
Saco la pistola de mi cadera. Un SIG Sauer n***o, silencioso y elegante. Como yo. Disparo sin mirar. El verdadero traidor, cae con un sonido sordo, medio cráneo deshecho contra la silla.
Algunos gritan. Otros retroceden.
Yo solo limpio el cañón con mi pañuelo blanco. Doblado con precisión quirúrgica.
—Ya aprendieron cómo funciona esto. Me traicionan una vez… y mueren rápido. Dos veces… y no les daré ese lujo.
Me doy media vuelta. Salgo. No necesito gritar para que me sigan. Soy la jodida Valente.
La reina sin corona.
Flashback – 6 meses atrás. La noche del asesinato.
La lluvia golpeaba la ciudad como si el cielo quisiera advertirme.
Recuerdo todo. El olor a metal oxidado. La humedad del lugar. La desesperación de los hombres de seguridad tratando de detenerme.
—No entres, Isadora…
Pero ya estaba dentro.
Y ahí estaba ella. Mi gemela. Mi reflejo. Mi todo.
Colgada de las muñecas, suspendida en medio del vacío. Su cuerpo, tan idéntico al mío, ahora irreconocible. Habían arrancado sus uñas. Roto cada dedo. Marcado su espalda con cuchillos al rojo vivo.
“La reina ha muerto.”
La inscripción ardía sobre su piel como un insulto eterno.
—No… no… —creo que lo susurré, pero no lo sé. Tal vez grité. Tal vez solo me quebré por dentro.
Me acerqué. Su rostro estaba destrozado. Ojo derecho reventado. Labios partidos. Pero aún sostenía algo en su mano derecha. Un mechón de cabello n***o.
Lo tomé. Era mi señal. Mi maldición.
En ese momento no lloré. Tampoco grité. Solo sentí que algo en mí se partía. Que una puerta se abría y dejaba entrar todo lo oscuro que jamás pensé habitar.
Entrenamiento.
Durante seis meses me borré del mapa. Nadie sabía dónde estaba. Algunos creyeron que me internaron en un centro psiquiátrico. Que colapsé. Otros decían que estaba en Europa del Este, prostituyéndome. Me importó una mierda.
Yo estaba construyendo mi infierno.
Primero fueron los Balcanes. Contacté a un viejo mercenario que había servido en guerras que ni siquiera tienen nombre. Me enseñó a matar sin piedad. A resistir dolor. A disparar con precisión quirúrgica. Me golpeó. Me rompió costillas. Me enseñó que el miedo se controla con entrenamiento, y el odio con estrategia.
Después vino la mente. Me matriculé bajo un nombre falso en la Universidad de Padua. Estudié psicología criminal. Aprendí a manipular, a leer intenciones, a infiltrar sistemas.
No dormía. No comía bien. Cada noche escuchaba los gritos de Seraphina en mi cabeza. No pedí ayuda. Me hice fuerte.
En Ucrania, maté por primera vez. No por defensa. Lo hice para saber si podía. Para sentir si el alma se fracturaba como dicen. No fue así.
Lo miré a los ojos. Le disparé entre ceja y ceja.
Después vomité.
Pero esa misma noche… sonreí por primera vez desde que la perdí.
Regreso al presente.
Y ahí estaba yo, de vuelta. En la misma sala. Los mismos hombres. El mismo vacío en mi pecho. Pero ya no era la misma.
Ahora era yo quien tomaba las decisiones. La Reina Sin Corona.
Esa noche lo que Luca me contó En ese lugar apartado, en esa bodega que olía a metal y humedad. El lugar donde todo había cambiado. Solo unos pocos sabían lo que realmente pasó esa noche. Nadie más lo sabía, excepto él.
Luca. Él siempre estuvo ahí, en las sombras. Pero esa noche no era un espectador. Fue él quien me encontró. Fue él quien me reveló lo que nunca supe.
—¿Estás lista para escuchar la verdad? —me dijo, su voz baja, pero cargada de un peso imposible de ignorar.
No pude responder. Mis manos temblaban, y mi alma se sentía vacía, rota por la tragedia. Pero lo miré, y su mirada fue la única que no me rechazó.
Me sentó, me obligó a escuchar lo que jamás imaginé que podía ser real. Todo lo que mi hermana había hecho, todo lo que había ocultado… las traiciones, las alianzas, los secretos que habían sido enterrados. Luca me dio el último golpe, el golpe que me transformó. No me mostró solo las sombras del pasado. Me mostró cómo convertirme en parte de ellas.
Me reveló que Seraphina, mi gemela, mi otra mitad, había estado jugando un juego mucho más grande de lo que jamás imaginé. Había tomado decisiones que me cambiaron a mí también. Y me lo dijo claro: "Todo lo que creías saber sobre ella... era una mentira."