Reino de Cristal

Siegfried y Hulrick eran titanes, poderosos hermanos que mantenían el equilibrio del bien y el mal sobre la tierra. Hulrick quería el poder absoluto del universo, por lo que Siegfried creó el "Núcleo Corrupto", una mágica piedra que mantenía los poderes más grandes ocultos, sellados en acero valeriano con forma de anillo. Con el pasar de los años, las cosas fueron colocándose peor. Una lucha se desató en los cielos, Siegfried mató a Hulrick y con el último aliento de su vida creó el libro "Canción de las Tormentas", el cuál tenía la ubicación de su cuerpo, junto al anillo, en modo de códigos. Los siglos pasaron y el comienzo de la Era Media dio inicio. La leyenda de los titanes fue contada de generación en generación, entre cantos e historias de las diferentes etnias que pisaban la tierra. Las Amazonas, mujeres fuertes y fieras guerreras, sigilosas en ataques. Se caracterizaban por usar enormes panteras negras para trasladarse. Su reina Momo Yaoyorozu, sus leales súbditas, Mina Ashido, Kyoka Jiro, Tsuyu Asui, Ochaco Uraraka, Tōru Hagakure, Camie Utsuchimi y Nejire Hadou. Los Hombres, seres mortales, fuertes guerreros de espada, nacidos para convertirse en leyendas. El futuro rey de la r**a Katsuki Bakugō, hijo único de la familia real, su crianza estuvo siempre acompañada de quiénes eran sus guardias reales, Eijiro Kirishima, Hitoshi Shinsō, Hanta Sero, Tenya Iida y Mirio Togata. Sus destrezas y habilidades fueron dotadas por los grandes maestros de la tierra media, Los Licántropos. Los Licántropos, nobles guerreros, con poderosos antepadados. Eran regidos por los astros del sistema solar, por lo que tenían una gran sabiduría. Honrando una alianza de de más de 300 años, los Licántropos se convirtieron en maestros de los hombres. El Gran Lobo Amarillo, Toshinori Yagi el Sol, El Lobo n***o, Shota Aizawa la Luna, El lobo azul, Tsunagu Hakamata, Mercurio, El Lobo Rojo, Enji Todoroki, Marte, El Lobo Café, Taishiro Toyomitsu, Júpiter, El Lobo Gris Hizashi Yamada, Saturno, y El Lobo Celeste Hawks un híbrido de lobo y águila, Neptuno. Eran conocidos cómo Los Sabios de los Cielos. Los Imperiales, también llamados Elfos. Seres inmortales, maestros en la medicina, sabios en estrategias y batallas. Hermosos e inteligentes, tenían un gran desarrollo en hechicería, creían en la deidades de la naturaleza y los dioses antiguos. Rei era la soberana del Imperio Elithen, sus hijos Fuyumi, Natsuo y Shotō, éste último era el Gran Oráculo, aquél que podía verlo todo. Denki Kamninari era su maestro en los rituales. La Guardia Real estaba compuesta por Izuku Midoriya, Tamaki Amajiki, Yuga Aoyama y Mashirao Ojiro, un híbrido de elfo y bestia. ~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~• Los dos soles sobre el cielo anunciaban que pasaban del mediodía, se encontraban cerca del bosque mágico, o cómo ellos lo conocían, "el bosque maldito". Las leyendas que eran contadas, decían que ahí vivían criaturas poderosas que mataban con sigilo, nadie salía vivo de ese lugar. -¿Porqué mejor no regresamos?. A la reina no le gustará saber que estuviste merodeando por estos lados. Además nos castigarán a todos por tú culpa. -Vamos Eijiro, ¿ahora eres un cobarde?. Mí madre no tiene porqué enterarse que estamos aquí. -¿Y qué se supone buscamos?- preguntó Shinsō. -Quiero saber sí son verdaderas las historias que cuenta nuestro pueblo- respondió adentrándose al bosque. -Somos sólo niños, no creo que podamos hacer mucho- les dijo Iida. -¡¡Oh vamos!! Algún día seremos grandes guerreros, ¡claro que podremos defendernos!- les dijo Togata. -Deberían comportarse cómo Mirio- les dijo Bakugō. -Él es suicida- respondió Sero. El bosque era mágico, tenía una extraña aura de misterio y una poderosa magia se cernía sobre la vegetación. Bakugō y los demás seguían avanzando, sin embargo el cenizo tenía un inquietante presentimiento. -Hay un viento extraño- dijo Iida. -Deberíamos volver- les dijo Sero- Somos niños, nos pueden matar. -¡Por todos los dioses!- gritó Katsuki- Tengo una espada, podemos defendernos. -Sí- dijo Hitoshi- Una espada que es de tú padre. Estará feliz de saber que se la robaste. -Yo también estoy armado- habló Togata con una sonrisa. -Ajá, una espada de tú abuelo. Ustedes no son buen ejemplo- les dijo Kirishima. -Maldita sea, cierren la boca y caminen. El bosque era hermoso, pero esa belleza también podía ser peligrosa. Los seis niños de cinco años, seguían adentrándose al bosque, cuándo de pronto, todo oscureció. -¡Carajo!- gritó Kirishima, todos rodearon a Bakugō. -¡Protejan al príncipe!- ordenó Mirio. -¡¿Y qué se supone hagamos?!- le gritó Iida- ¡¡No tenemos armas!!. -¡¡No sé!!- le gritó Sero casi llorando. Una enorme bestia demoníaca se cernía sobre los seis mortales. ¡Las puertas del Inframundo han caído!. ¡Qué el mal surja desde las cenizas del Tártaro!. Un fuerte temblor sacudió la tierra, las aves comenzaron a volar del bosque, arrancando del miedo y la magia negra que salía desde la oscuridad. Aquél demonio miró a los mortales. Sus ojos eran las llamas vivas del infierno. -¡¡Morirán!!. Los seis niños estaban en guardia, listos para atacar con apenas dos espadas que pesaban demaciado para ellos. El demonio alzó su mano y golpeó a los cinco que protegían al cenizo. -Los malditos mocosos te cubrían. Tú tienes sangre real, ¡voy a comerte!. Bakugō miró a su alrededor, los cinco chicos trataban de levantarse del suelo, algunos golpeados, otros quemados. Las heridas eran graves, el golpe fue mortal. Katsuki se quedó quieto mirando al demonio elevarse frente a él. De pronto una fuerte luz los cegó, el demonio lanzó un estruendoso alarido que heló la sangre de los presentes. Los seis mortales se agruparon, para protegerse de la nueva amenaza que llegaba. Un retumbar se sintió en el bosque, y luego un silencio sepulcral. Los mortales abrieron los ojos viendo a seis chicos, tal vez unos años mayor que ellos, con una vestimenta extraña. Cada uno brillaba con su propia luz. -¿Y estos?- dijo Sero mirando a los seis chicos -Mejor dicho quiénes son ustedes y que hacen en nuestras tierras- habló un bicolor, enfundado su espada. Todos se quedaron callados, el cenizo se abrió paso entre sus amigos y se puso en frente. -Me llamo Katsuki Bakugō, príncipe del Reino del los Mortales. ¿Con quién hablo yo?. -Soy Shotō Todoroki, príncipe de las tierras Imperiales Elithen. ¿Qué los trajo tan lejos de su hogar?. -Curiosidad- respondió el ojirubí, mirando esas profundas orbes heterocromaticas. -¡Shotō!- la voz potente de un elfo adolescente lo llamó. El medio albino se giró. -Mí señor Valwen- dijo haciendo una reverencia- Son hombres del Reino de los Mortales, bueno, más bien niños- corrigió. -¡¡¿Quién es niño?!!- le gritó Bakugō. -¡¡Podemos pelear si quieren!!- le secundó Togata sacando su espada. Sero se puso pálido. -Basta- dijo Valwen. Era un elfo bastante atractivo, de largos cabellos blancos y ojos penetrantes- Soy el rey del Gran Imperio Élfico. Estaba con mí guardia real viendo los alrededores de las tierras de las montañas y sentimos la fuerte presencia de un demonio. ¿Han sido ustedes?- preguntó. -No mí señor- respondió Todoroki- Ellos sólo jugaban en el bosque. Apareció un demonio que habló del Tártaro. Lo hemos derrotado. Valwen miró a los seis mortales. -Váyanse de aquí- les dijo- Ustedes no deben estar en éstas tierras. Shinsō y Mirio se llevaron a Bakugō, que iba todo enojado lanzando mil maldiciones a los imperiales. El elfo bicolor sólo los vio alejarse. -Regresen a Elithen y avisen a la reina- ordenó Valwen- Daré aviso a los reinos de las montañas y el lago, debemos estar alertas. -¡Sí señor!. GRACIAS POR LEER