CAPITULO 3

2413 Words
Camila Stuart. Inquietud. Me duele la cabeza. No he podido dormir correctamente porque Mel me llamo a noche para informarme sobre un pequeño accidente de una de las gemelas, por ende, ambas están mal. Bueno, no mal, no fue nada grave, pro ellas disfrutan hacer el drama, además me siento una pésima hermana mayor porque mi insomnio no se debe a la situación de mis hermanas. Mi inquietud y falta de sueño se debe a lo que sucedió ayer cuando el señor Greco me trajo de vuelta a la ciudad. Todo parecía ir bien, pero a mitad de camino recibió una llamada que no se tomo muy bien y eso lo puso de mal humor. O tal vez solo son especulaciones mías por lo tensa que me sentía de estar tan cerca de él. El punto es que, durante la llamada dijo un par de cosas que no supe como interpretar, habló sobre bodegas y que alguien debía encargarse de que otro alguien no hablara o algo así. Desde mi perspectiva fue como si estuviera hablando con alguien peligroso sobre un tema en el que no debería meter mis narices. Así que decidí que debía alejarme en ese momento, le pedí que me dejará en una calle cerca del centro y lo hizo sin mirar o hablar, apenas había puesto los pies en el pavimento y él ya estaba arrancando. Tuve que tomar un taxi para llegar a mi departamento y una vez aquí, caí en cuenta de que mi jefe se había llevado los planos en el auto, por lo que, yo no podía hacer nada sobre mi trabajo. Al menos hasta que me los devolviera, cosa que espero que haga ahora mismo que estoy caminando a su oficina. - Buenos días, Su ¿Podrías anunciarme con el jefe? – pido usando mi mejor tono meloso y sonrisa amable para que no pueda decirme que no. - Está ocupado ahora, no puedes pasar – responde seca después de echarme una ojeada por sobre sus lentes, me parece que no le caigo muy bien. O solo está enojada, da igual, no tengo tiempo para eso. - Escucha, debo ponerme a trabajar en afinar los detalles de los planos que serán presentados a los inversionistas esta tarde Susan, los planos están con el señor Greco, ¿podrías anunciarme ahora? - Ya te dije que está ocupado. - Es importante – espeto con molestia. - Pidió que no lo molestaran, espera allá y déjame hacer mi trabajo – determina mas severa, abro la boca con indignación y mi mente rememora la llamada de ayer. ¿Y si está ocupado con la otra persona de la llamada? La curiosidad me gana y decido que lo mejor es esperar fuera de la oficina, así, cuando salga quien sea que esté ahí dentro, tendré una pista que seguir en este misterio. - Bien, esperaré, pero si me regaña por perder el tiempo gracias a ti, vas a lamentarlo – no reparo en su reacción, doy un par de pasos y me siento en el sofá, extraigo mi teléfono del bolsillo y adelanto papeleo para no desperdiciar mi tiempo por completo. No sé cuanto tiempo pasa cuando por fin escucho la puerta de la oficina de mi jefe abriéndose, levanto la vista al instante y me congelo en mi lugar cuando veo a la pelinegra de ojos cafés que sale sonriente y sonrojada. - Que tengas un lindo día Susi – se despide de la secretaria, quien no se inmuta en responderle y le tira dagas con los ojos cuando le da la espalda. La odia, eso es seguro, la pregunta es porque, además, ¿ese es mi misterio? No puede ser, seguro es la novia de Leonardo y seguramente estaban follando ahí dentro, por eso salió así de contenta. Una molestia que no entiendo de donde viene se asienta en mi pecho, tal vez se debe a que entraré a una oficina que debe estar impregnada de olor a sexo y eso me asquea. - ¿Ahora si me puedes anunciar? – le pregunto a Susan, tuerce los ojos y toma el teléfono para hablar con el jefe. - Señor, la señorita Stuart está aquí, ¿la hago pasar? Asumo que la respuesta es, sí, porque Susan cuelga el aparato, se pone de pie y me abre la puerta de la oficina. No me equivoque, a pesar de las ventanas abiertas, el aire acondicionado y el tenue ambientador, el olor a sexo esta más que presente en el ambiente. ¡Que asco! - Señorita Stuart, ¿para que soy bueno? – pregunta regresándome al planeta. Elevo el mentón hacia él y me acerco al escritorio solo lo suficiente. - Ayer se llevo los planos en su auto, los necesito para poder afinar detalles para la presentación con los inversionistas – suelto sin rodeos, quiero salir de este lugar rápido. Tanta es mi incomodidad que ni siquiera me detengo a mirarlo, el saber lo que estuvo haciendo antes de que yo entrara me hace querer lanzarle algo a la cara. - Cierto, deben seguir en mi auto, no recuerdo haberlos tomado. - Entonces puedo acompañarlo al estacionamiento para que me los entregue y yo pueda trabajar señor. - Me temo que no será posible – centro la mirada en él, furiosa, ¿Cómo se atreve? - ¿Por qué? – me cruzo de brazos sobre el pecho enarcando una ceja, lo veo inclinarse sobre el escritorio, apoya los codos sobre la madera y el hecho de que solo lleve la camisa permite detallar como se tensan sus músculos a través de la tela. - Porque ese auto es el estacionamiento de mi edificio – responde mirándome con un deje de malicia y diversión. - Enton… Corta mi oración levantando la mano. - La recogeré en la entrada de la constructora en diez minutos, le aconsejo llevar su Tablet, iremos por los planos y regresaremos justo a tiempo para la reunión, debe hacer el trabajo en el camino. - Señor, no necesita llevarme con usted para traerlos, yo… - Irá conmigo porque no soy ningún mensajero, no voy a llevarle sus responsabilidades a su oficina, viene conmigo o mire como le hace para presentar los planos desde cero en cinco horas. Es un hijo de… Antes me gustaba, ahora lo estoy odiando, ¿Qué tan lejos vive como para que tenga que hacer mi trabajo en el auto si para la junta quedan cinco horas? Maldigo su nombre diez mil veces antes de asentir y salir echando humo por las orejas hasta mi oficina. Tomo la Tablet y todo lo que necesitaré, me las arreglo para llegar a la entrada en el tiempo estimado y veo aparecer un BMW último modelo a unos pasos de mí. El de ayer era un Aston Martin, en definitiva, Leonardo Greco nada en dinero. - Suba rápido que no tenemos todo el día – me subo sin decir nada. Sigo sintiéndome incomoda y molesta con él, aunque lo segundo ni sé porque, pero estoy molesta con él. No pongo atención al camino por el que vamos, me concentro en lo que debo hacer, me las apaño para trabajar en los detalles por escrito en la Tablet mientras ojeo los planos antiguos para hacer las anotaciones necesarias. El camino se da en completo silencio mientras hago malabares cuidando de no hacer un desastre, siento que mi jefe me mira y se burla internamente por mi incomodidad, el muy maldito. Hago una cuarta parte de mi responsabilidad cuando el auto se adentra a un estacionamiento subterráneo y decido que me quedaré en el auto mientras él va por los planos actuales. - No baje por nada del mundo – su voz se escucha lejana. - ¿Eh? – pregunto intentando captar sus palabras, dejo la Tablet de lado y me centro en él. - No se le ocurra bajar o hacer algo estúpido señorita Stuart – sentencia severo, con una mirada que me baja la sangre a los talones. - No pensaba hacerlo señor, vaya por los planos, yo espero aquí – digo sin entender porque tanta insistencia en que no baje. - No haga ruido – ordena y baja del auto con la espalda tensa. Lo miro a través del vidrio polarizado y se detiene a unos pasos de una camioneta negra, parece blindada, como esas que salen en las películas de mafiosos y… Corto el hilo de mis pensamientos cuando de la camioneta descienden dos hombres vestidos completamente de n***o, con armas en mano y pose amenazante. No puedo escuchar lo que se dicen, pero seguramente no se están dando los buenos días, noto que Leo se tensa más y yo me encojo en mi asiento cuando otro auto entra al estacionamiento y bajan a un hombre amordazado y esposado. ¿Qué mierda está pasando? Mi corazón late de forma errática y acelerada, bombeando sangre a mil kilómetros por hora dentro de mi pecho, temo por mi vida y lo único que quiero es largarme de aquí. Leonardo tensa más la espalda y da ordenes al parecer, sus brazos se mueven agitados y los hombres suben al pobre hombre a la camioneta de nuevo y se retiran del lugar. No sabia que estaba llorando hasta que una lágrima cayo directamente sobre mi mano, estoy asustada, en extremo, ¿Qué diablos acabo de ver? Tengo mil preguntas y ninguna respuesta, quiero salir corriendo ahora mismo, pro temo que si bajo del auto alguien saldrá de las sombras y me pegará un tiro en medio de las cejas. Leonardo desaparece de mi campo de visión y yo me pongo más nerviosa. ¿Y si le hicieron algo? Mi cuerpo tiembla y suprimo el sollozo que quiere salir de mi garganta, no puedo ponerme así, no puedo derrumbarme, debo mantenerme firme y serena si quiero saber qué diablos está pasando. Respiro con lentitud, inhalo, exhalo, uno, dos, tres, cuatro, cinco, poco a poco el retumbar de mi alocado corazón se vuelve más estable, mis pulmones distribuyen el oxígeno correctamente. busco mi reflejo en el espejo retrovisor y limpio el rastro de lágrimas, me abanico el rostro y pongo orden en mis cosas, me centro tanto en la tarea que casi brinco del susto cuando la puerta de mi lado se abre de un momento a otro. - Baje – la voz de Leonardo me espabila y lo miro con desconfianza - ¿está sorda? Baje ahora – ordena mirándome con tanta frialdad que me congela los huesos. Me obligo a moverme cuando da un paso atrás, bajo del auto y él cierra de un portazo echando a andar delante de mí sin detenerse a verificar si o sigo o no. El temor de que me ataquen por la espalda sigue presente y camino apresurada para alcanzarlo, llegamos a un elevador privado y lo veo introducir una llave antes de marcar el número del pent-house y subimos en completo silencio. Cuando las puertas se abren sale antes que yo y lo sigo deteniéndome en el salón recibidor. Si no estuviera tan asustada probablemente ahora estaría detallando cada rincón del lugar, pero mi mirada se mantiene en su espalda que se pierde en un pasillo. Una mujer de mediana edad emerge del pasillo por donde se fue Leo hace unos minutos. - ¿Camila? – pregunta mirándome, hago un asentimiento con la cabeza y ella me sonríe – ven conmigo por favor – pide extendiendo el brazo. Camino con ella y descubro que el pasillo misterioso es la entrada a la cocina, Leo está en la mesa con los codos apoyados en el mármol y la cabeza inclinada hacia delante luciendo afligido. - Toma asiento – pide la mujer de servicio y lo hago con timidez, procurando estar lo más alejada de mi jefe. - Sirve el té y déjanos solos, no quiero interrupciones – ordena Leo desde su lugar sin elevar la cabeza, la mujer obedece poniendo una taza frente a mí y desaparece en el pasillo. Coloco mis manos alrededor de la taza y la calidez es un alivio para mis manso heladas por el susto. - Te daré a escoger porque me agradas – rompe el silencio ganándose toda mi atención – sigues trabajando para mí y no abres la boca sobre lo que viste, dejas de trabajar para mí y mantienes la boca cerrada a cambio de una buena cantidad de dinero o pierdes la vida. ¿Qué? Parpadeo varias veces intentando asimilar lo que acaba de decir. - Necesito que tomes una decisión pronto, no tengo tiempo que perder – sentencia elevando la vista por fin, sus ojos me atraviesan con la intensidad que denotan. Veo miles de emociones reflejadas en sus orbes y la verdad no sé qué dedo responder porque no entiendo nada, y no me gusta la incertidumbre. - Tomaré una decisión cuando me explique qué fue que sucedió allí abajo – sentencio con seguridad y mirándolo a los ojos. - No necesitas saber nada. - Si lo necesito, me pide que tome una decisión que puede terminar con mi carrera o, peor aún, con mi vida, y pretende que lo haga a ciegas, sin conocimiento del porque y yo no estoy dispuesta a hacerlo. - Camila, hablo enserio. - Yo también, Leonardo – ya que abandonamos las formalidades. Lo veo bacilar sobre lo que dirá a continuación y parece pensárselo mejor antes de tomar un sorbo de su té y volver a centrarse en mí. - Acompáñame al despacho – dice por fin después de un largo silencio. Me bajo el banco y llevo la taza conmigo cuando empieza a caminar y lo sigo a pocos pasos. Llegamos a un par de puertas de roble y entra dejando la puerta abierta para mí, una vez dentro pone el pestillo y se encamina al enorme escritorio indicándome con una seña muda que me siente frente en las sillas dispuestas para invitados. - ¿Y bien? – pregunto tomando un sorbo de té antes de dejar la tazo sobre la madera. - Lo que quieres saber es muy peligroso, ¿estás segura de querer escucharlo? – pregunta escrutándome con la mirada, su pregunta me pone a temblar las entrañas, pero no dejo que se dé cuenta. - De no estar segura no estaría aquí, ¿o sí? – pregunto de vuelta, mi voz sale firme y segura, aunque por dentro esté temblando de temor y expectación. - Bien, está es a verdad….
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