Siguieron conversando mientras caminaban por el parque, ella tomó su rumbo con los amigos y él, se desvió para continuar con sus labores. Ibrahim no deseaba comentarle nada a Sharis, ella estaba en contra de todo lo que él cree y apoya, en caso de llegar a ser más sincero con ella en ese particular, está seguro que sería capaz de abandonarlo todo, ella no dejará de ser esa chica que solo sabe vivir metida en las drogas, inmersa en ese mundo oscuro de donde no ha buscado como salir y que luego, puede ser peor.
En el seminario, Ibrahim comienza su día con la oración, luego se preparan para la misa matutina. Al finalizar la misa, entra a clases, por las tardes siempre tienen un momento para la recreación y el deporte, él no es un estudiante interno completamente, vive aparte, fue el convenio desde Londres a Estados Unidos. A veces Ibrahim se queda a comer y después de la oración de la tarde regresa nuevamente a su hogar.
Todos los días en las mañanas hace su rutina, los días jueves por la tarde, es cuando debe cumplir con sus misiones. Los padres de Ibrahim, el señor Romano Lincolai y su esposa, la señora Samantha Santos, tienen muchos años de casados, su familia está constituida por sus padres, sus abuelos Martha y Teodoro que son los maternos y Rodrigo, su abuelo paterno, Miriam, su abuela (fallecida) y una hermana llamada Leonora, que estudió ingeniería en Londres.
El señor Lincolai, es uno de los fundadores de varias iglesias católicas, él dice que en todo sector, ciudad, lugar, debe haber un monumento eclesiástico. Como su hija también es ingeniero en construcción o civil, trabajan juntos, aparte, el papá tiene negocios de alimentos en sociedad con un primo, ellos transportan alimentos en el mismo Londres.
Ibrahim es el orgullo de su familia, es muy educado, juvenil, piensa de manera correcta y tiene un gran corazón, es una persona culta, casta, pues su vocación no le permite ningún tipo de relación amorosa.
Cuando se dieron cuenta de la vocación de su hijo, lloraron de alegría y felicidad, no podían creer que su hijo sería sacerdote, ellos aconsejan mucho a Ibrahim para que tome el camino correcto y no se desvíe por ningún motivo y menos por el amor mundano o el pecado.
La tarde del jueves, después de hacer su rutina diaria en el colegio de seminaristas San Pedro, Ibrahim, va a Harlem a visitar a todas las personas que viven en el barrio. Al llegar, fue directo a la casa de Sharis, allí tocó un par de veces, ella salió, parecía estar haciendo una siesta.
—Disculpa, me parece que… ¿te desperté? —le dijo Ibrahim.
—No, no te preocupes… Ya estás aquí, ¿quieres pasar? Anda entra, ¿deseas un poco de agua?
—No gracias, venía tomando mientras llegaba hasta aquí, ¿qué tal si nos ponemos a trabajar? —expresa Ibrahim, esperanzado.
—¿Esto es un trabajo? ¿Te pagan por hacer esto?
—No, es una manera de decirte que puedo contar contigo para esta misión… Necesito saber quiénes son las personas que requieren más alimentos, medicinas, ropa, calzados, etc. Es algo parecido a un censo ¿Sabes lo que es?
—Soy ignorante, pero no tanto, Ibrahim, Eso es cuando se cuentan las personas que hay en una casa, en este caso, para repartirse luego las cosas.
—Bueno, ya que sabes a lo que me refiero, entonces, manos a la obra, no hay tiempo que perder. Empezaremos, umm… Por los más necesitados, ¿Te parece bien?
—Aquí todos estamos muy necesitados, pero creo que hay unos muy mal.
—¡Perfecto! Llévame hasta dónde están esas personas, vamos… No perdamos tiempo, la tarde vuela.
Ambos se fueron a hacer el censo, se llevaron toda la tarde, prácticamente, terminaron muy cansados, la mayoría de la gente de ese barrio es de color, en tiempos de la colonia africana ese lugar lo llamaban barrio n***o… Eso remonta por los años 1658, los orígenes para ese entonces eran allí en Nueva York, cuando llegaron a este lugar.
—¡Ya no podemos más! Es suficiente por hoy, luego volveremos, por supuesto, debemos continuar para que nadie quede sin censarse, además hay muchos niños, el futuro de este país está en peligro. —expresó el estudiante, un tanto preocupado. —El próximo jueves vendré de nuevo y tú volverás a acompañarme, esto es un trabajo en equipo—sugirió Ibrahim.
—Esperaré con gusto… Ahora, deseo hacer una pregunta, ¿podré?
—Tú dirás… ¿De qué se trata la pregunta? Veamos.
—Me gustaría saber, ¿para qué y con qué propósito estás haciendo todo esto?
—Buena pregunta Sharis, fíjate, simplemente esa noche vi como estabas en ese sitio tirada, sin reconocer a nadie, moribunda, eso me causó mucho dolor. El hecho de verte ahí, tirada como un animalito indefenso. —Contestó Ibrahim, mirándola a los ojos.
—Me imagino, que fue muy feo, a veces pienso que debí haberme quedado allí y morir de una vez… Con eso acabaría mi dolor.
—¿Cómo puedes decir eso? Debes pensar de otra manera, mira lo que hemos hecho hoy… ¿No te place haber sido útil en bienestar de los demás?
—Creo que tienes razón, el haberte puesto en mi camino… Ayudó para salir un poco de ese agujero, pero no del todo, ¿Será que saldré algún día de esto?
—¡Sí, lo harás…! Esa será tu meta, ya verás que sí, si no te has dado cuenta, ya estamos trabajando en ello. Ahora jovencita, debo irme, mañana he de madrugar.
—Bien, si ya es hora, entonces adiós Ibrahim y, gracias.
—No tienes que agradecer, es mi misión, yo debo agradecerte a ti, es más, es algo que hago de corazón y te felicito, hiciste un buen trabajo.
Sharis, por primera vez sintió que había hecho algo útil. Ayudar a Ibrahim fue lo mejor que pudo sucederle, él es un muchacho muy agradable, se le nota lo educado, por otro lado, ella piensa mucho en él por las noches, su mente vuela de buena manera, sin pensar mal, solo cierra sus ojos y piensa que acaricia su rostro como a un niño, con manos suaves, tiernas, esos pensamientos de Sharis, la llevan a sentir ilusión.
« ¡Cómo me gustaría acariciar su cara… él es tan diferente, tan dulce, se preocupa tanto por mí!», pensaba mientras suspiraba.
Sharis es una chica hermosa, ya tiene la mayoría de edad aunque nunca le ha llegado el momento para el amor, siempre ha pensado que los hombres solo sirven para hacer sufrir a las mujeres, ella no sabe de esas experiencias, ya que nunca las ha tenido… Pero con el solo hecho de ver a su madre, ya se imagina lo demás.
Siempre la escuchó decir lo mal que la pasó con su padre, lo que hace considerarla y entenderla, quizás con un poco de sororidad femenina, también debió haber sufrido mucho para dejarlo como lo hizo.
«No le importaron sus hijos, ni a ella dejarnos sin padre, ni a él por maltratar a mi madre», pensaba Sharis, decepcionada.
La verdad que si algún día apareciera en la vida de esa familia que se alejó después de tantos sufrimientos, no se imagina cómo reaccionarían. Quizás nunca llegue a suceder.
— Hola madre, no te vi llegar, estuve allá afuera por un buen tiempo.
— ¿Qué andabas haciendo a estas horas?
— Lo mismo que hago siempre a esta hora, ¡Nada!
— Sharis, me gustaría saber ¿Por qué me tratas de esa manera? ¿Aún me reprochas lo de tu padre? ¿No te parece que ya es suficiente? Tú bien sabes cómo fueron las cosas.
— Esa es tu versión, pero yo ahora necesito saber la de él, aunque ya sé lo que me dirás, madre… “Eso no sucederá”. No necesitas recordármelo, ya vi la intención en tu cara. No entiendo nada, esas razones no son suficientes para evitar que yo quiera saber.
— No hay nada que decir, ni que entender, la verdad es solo la que ya conocen todos.
— ¡Basta! Abuela, ¿que hay para comer? Tengo hambre.
— Mira nieta mía, sabes que yo a duras penas como algo, ve que encuentras en el refri, pueda que tu madre haya traído algo para comer.
— Encontré una manzana, esta será mi cena, la doctora que me atendió me dijo «Puedes ser modelo», si sigo así me pondré mucho más delgada de lo normal, ¿Cuántos kilos puede pesar una modelo?
— Debe pesar lo mismo que yo, 35 kilos, soy una vieja, lo que me pesan son los huesos, mi piel guinda como ropa tendida en una cuerda —bufoneó la abuela.
— Hija, ¿Eso te dijo la doctora? Creo que tiene mucha razón, eres muy linda, sabes qué te digo yo… No dejes que tu color de piel te detenga, puedes ser lo que tú quieres ser, es tu vida, ¡Vívela cómo quieras! Sin abusos, claro… Piénsalo, hija, es una buena oportunidad.
— Eso es costoso, mamá, ¿Quién gastaría dinero en mí? Además, las academias en Nueva York son costosas, deja ya de soñar, madre… Eso no es tan fácil hacerlo cómo decirlo.
— Hija, algún día tu vida ha de cambiar, solo necesitas salir de este barrio, no tienes las agallas suficientes para aventurarte, andar sola sin tener que tomarte de la mano, eres una mujer, tu tiempo de niña caducó.
— Me gustaría tener un celular en mi poder —anheló Sharis.
— Esos aparatos son peligrosos, explotan en las orejas. —Balbucea Abigaíl.
— Abuela, ¿de dónde sacó usted eso? Necesitamos estar comunicadas. Ibrahim tiene uno, se comunica con sus padres, tenemos que estar con la tecnología, eso dicen mis amigos…
— ¿Qué van a saber esos inútiles? No hacen nada para adquirir uno, los roban para cambiarlos por drogas, esa vida no los va a llevar sino a la tumba, ruego por ti, Sharis, ¡Ojalá el sacerdote pueda ayudarte!
— ¿De qué hablas, abuela? ¿Cuál sacerdote? Si por aquí tiene años que no pasa uno, antes lo hacían para ver quienes habían tomado la comunión, el bautismo y todas esas cosas, a veces me pregunto, si eso sirve de algo.
— ¡Ay, mija! Me gustaría que tuvieras mucho cuidado de andar con ese joven para arriba y para abajo, eso puede traerte consecuencias… Tambien para él de igual manera, quizás peor, porque cuando un hombre tiene una vocación y de esa índole debe estar pendiente, puede perderlo, después de todo, el amor es como la mentira, tiene patas muy largas, y atrapa a cualquiera.
— Abuelita, mejor vete a regar las cuatro plantas que tienes en la cocina, puedes aprovechar de hacerme, unos huevos revueltos, vi unos en el refri… ¡Anda abuela! ¡Tengo hambre! ¡Compadécete de mí! Mira que cuando sea millonaria te compraré todo lo que desees.
— Sharis, tus sueños están muy bien, pero cuando eso suceda yo no estaré aquí, estoy vieja y cansada, compra para ti y tu hermano Songo.
—Usaré mucho maquillaje, me compraré vestidos elegantes a la moda neoyorquina, zapatos y carteras de marca, seré muy rica, abuela, ya lo verás y si no me puedes ver, también lo seré… Prometo llevarte muchas flores, todas las que no te he dado.
—Recuerda comprar protector solar, tú no eres tan oscura de piel, es el sol que tiene tu piel muy quemada, maltratada, la piel se marchita pronto, sino mírame a mí, estoy hecha una pasa, mis arrugas ya no pueden sanar y lo que llevo por dentro, será sanado cuando Dios purgue mis pecados.