Las dos chicas salieron en busca de la droga, ellas solían ir los días jueves casi a la misma hora, hoy se fueron más temprano porque tenían un plan, pero a Sharis no se le ha olvidado la cita con el chico desconocido, eso a ella le emociona mucho, buscaba la manera de sonreír un poco a pesar de las circunstancias que puede haber en su barrio. Las dos llegaron al lugar, entraron por un callejón solitario, ya estaban acostumbradas a hacer siempre lo mismo, Wiss las esperaba con la mercancía lista para distribuirlas en el sector.
Ellas buscaban la droga ya paga, tenían una lista que Wiss le suministraba para que todo estuviera entregado sin problema alguno, ese tipo de trabajo es sumamente delicado, él les pagaba el servicio y ellas se alejaban sin ningún problema.
Muchas veces se quedaban un rato más consumiendo lo mejor que ofrecía el hombre, pasaban la nota por un rato y luego se marchaban sin novedad. Sharis ese día olvidó por un momento el encuentro con su ángel, al darse cuenta de la hora ya era demasiado tarde, estaba drogada.
Pero de la misma forma se acercó al lugar, observó con la mirada ida, perdida, estaba en la nada… Se tiró al suelo dando golpes muy fuertes casi enloquecida, el clima que disfrutó durante unas horas del día, se transformaron en mucha lluvia en la noche, Sharis se puso a pensar… «Pasaría o aún no habrá pasado» Ella levantó la cabeza con su rostro mirando la negrura del cielo, las gotas de lluvia le caían en el hermoso rostro, sus lágrimas estaban confundidas con cada una que le golpeaba como si sintiera quemar sus parpados.
Por un instante, cuando se proponía a levantarse no pudo, sus piernas le flaquearon y cayó nuevamente golpeando su hombro izquierdo muy fuerte, lloró hasta más no poder, sus ojos hinchados, de su fina nariz salía la mucosidad confundida con el agua de lluvia, lo que hacía era lamentarse, pero de pronto observó a lo lejos una silueta de un hombre, ella asustada se acurrucó ocultando su cabeza completamente pegada a sus rodillas. Aquel cuerpo varonil se acercaba poco a poco, ella en su delirio pudo haber creído que era una visión por el estado en que se encontraba.
Sharis pensó en aquella silueta «lo sé, todo es producto de mi imaginación» en sus bolsillos llevaba unas pastillas, al ver desaparecer aquella imagen, sacó la droga y la consumió no le importaba su vida, definitivamente el destino de esa chica era querer acabar definitivamente con su infierno.
Término Sharis tirada en el sitio, nuevamente empapada, está vez no fue ultrajada por ninguno de los malhechores… Esos chicos vagabundos no se encontraban por el sector.
De pronto el hombre visto a lo lejos, se acercó mucho más, la tomó en sus brazos y se alejó con ella cargada, se podía llevar a kilómetros caminando, pues la mujer no pesaba mucho, por lo menos unos 40 kilos.
La noche solitaria, vestida de oscuro sazón pasó dejando otra huella en el corazón de Sharis, su ángel había pasado y ella no estaba lúcida para recibirlo, era para ella como su primera cita, una en mil, pero el vicio la llevó a perderla. Muchas veces la vida te pone las cosas muy difíciles, otras muy fáciles y la mayoría de esas oportunidades no las vemos. Nos envuelve el miedo, el temor, la ignorancia en algunos casos esos pensamientos que van y vienen de pronto.
El día apareció muy claro, la lluvia había cesado, Sharis despertó en un sitio diferente al hospital, tal vez era un centro de esos donde desintoxican a los consumidores de estupefacientes, alcohol o quien sabe, pero al darse cuenta de que no era nada de eso, se levantó enseguida del sofá, descalza con una toalla encima usada para absorberle la humedad del agua.
—¿Hay alguien por allí? —Preguntó Sharis con la voz muy baja —¿Dónde estoy? Sintió ruido en otro lugar de la casa y se acercó… ¡Hola!
—Buenos días señorita, le traje algo para comer ¿qué le parece? tiene jugo, café, si toma por supuesto y unas frutas, venga por aquí, no se asuste ¿me reconoce, se acuerda de mí?
—Sí, usted es el ángel, ¡volvió a rescatarme con vida!
—¿Acaso deseaba morir?, está muy joven para pensar en eso, nuestro Señor no hará tal cosa, hasta que le toque viajar para no volver a este mundo terrenal.
—¡Usted habla bonito! Como esas personas que andan hablando de Dios y todo aquello. (risas)
—Eso se lo digo a las jovencitas que quieren morirse ¡así como usted ahora!
—¿Por qué me trajo aquí, puedo saberlo? sé que lo esperaba, pero…
—Pero volvió a drogarse de nuevo, diga que le sucede, tiene muchos problemas en casa ¿Puedo ayudarla? es mi rutina diaria.
—Puede, pero no debe, no me conoce y yo a usted muy poco, sé que es mi ángel salvador y por segunda vez.
—¡No diga eso! cualquiera puede hacerlo, usted estaba en mi camino, yo simplemente la ayudé, me gustaría seguir ayudando está muy indefensa, véase, mírese su vida vale mucho y si le he rescatado es porque Dios le tiene algo bueno guardado antes de morir.
—¿Cuál es su nombre? Yo lo llamo Ángel, pero debe tener un nombre.
—Claro, todos lo tenemos, soy Ibrahim, para mis amigos soy Ibra, pero llámame por mi nombre completo.
—Veo que tienes muchas cosas religiosas, esto parece una iglesia ¿Es la casa de tus padres?
—Lo fue hace un tiempo, ahora viven en otro lugar, pero aquí en Manhattan solo estoy yo… ¿Puedo preguntarle algo, señorita?
—Soy Sharis, mucho gusto… ¡Oh! bueno ya debo irme ¿Puedo decirle una cosa?
—Puedes, pero sé prudente en lo que dirás… No debes decir cosas feas.
Con un poco de vergüenza Sharis le hizo un cumplido.
—Está usted muy guapo… Ella sonrió con un poco de picardía.
—Gracias, pero vamos al grano ¿Deseas que te ayude o no? Eso forma parte de mis estudios y trabajo.
—… Y ¿cómo será la ayuda? ¿Debo ir a un sitio en especial? ¿Me encerrarán en unos de esos sitios donde la gente enloquece?
—Muchas preguntas, pero nada en concreto de la ayuda prestada, te diré algo, debes salir de ese mundo, el hueco que has abierto lo debes cerrar tú misma, yo solo seré el mediador, eso sí lo deseas ¡Claro! Piénsalo bien y luego me dices.
—Bien, así lo haré, debo marcharme ¿Estoy muy lejos de donde me encontraste?
—¡No! Estás relativamente cerca, sino no hubiese podido traerte en brazos, a pesar de tu delgadez, eres pesada, pues los huesos también pesan… (risas) —No lo tomes a mal.
—No, no lo hago… Adiós, eres muy amable gracias por el desayuno, hacía tiempo que no, no…
—Tranquila señorita Sharis, no tienes por qué decirme nada, lo hice con gusto yo te ayudo, tú me ayudas… Así lograremos lo que deseamos, tu recuperación definitiva, necesito preguntarle ¿Puedo visitar su hogar? Sería para mí un agrado ayudarlos a todos.
—¿A mi casa? ¡No lo creo! Apenas cabemos en ese lugar, usted ni se imagina lo pobres que somos, no tengo ni agua para ofrecerle.
—¡Usted no se preocupe por nada de eso! Usted solo piense en sí misma por ahora — le sugirió Ibrahim con firmeza.
—Debo poner de mi parte, todo va a depender de poder hacer bien las cosas y de seguir el consejo dado por mi ángel.
Sharis se marchó de la casa del estudiante de sacerdocio (seminarista) Ibrahim Lincolai, ella sin saber lo que en realidad estaba pasando a su alrededor y extrañada de haber visto tantas imágenes, nunca se imaginaría que su ángel estaba estudiando para ser cura, los santos en el hogar de Ibrahim, no la llevaron a pensar nada al respecto.
Sharis se estaba ilusionando por alguien que solo la ayudó en el momento cuando más lo necesitaba, comenzará a confundirse, a ver las cosas de otra manera ¿Qué podría hacer el seminarista de veinte años al respecto? Su ayuda hacia la señorita es algo que él hace a diario, los preparan para ciertas misiones y es lo que está tratando de hacer con Sharis y su familia.