La oportunidad de conocerse

1644 Words
Por un momento Sharis le tomó la mano y él delicadamente, la desplazó hacia otro lugar de la pierna, ella al darse cuenta, pensó « ¿Será que le doy asco? Tal vez es gay o, pueda que no le gusten las chicas de color? Probablemente, no le gustaría tener nada con nadie, pues está estudiando, trabajando y no tiene tiempo para nada más», estaba confundida, lo cierto es que ya Sharis no seguiría con eso, tal vez esperará que sea él quien lo intente, pero lamentablemente eso no sucederá. — Hablaré entonces con tu padre, su nombre es Emilco ¿cierto? — Emilco Briche, te diré dónde encontrarlo, por lo que sé, se encuentra en el centro de la ciudad de Nueva York. — Podré ayudarte con eso… Solo dame unos días para poder hablar con tu padre, lo arreglaré todo y cuando te diga el momento que puedes acercarte a hablarle, estés lista para cuando te reciba y conocerse, esperemos que sea pronto. — Debes arreglarte bien, disculpa que lo piense así, pero sería bueno vestirte un poco mejor, dejar esos pantalones de colegiala y vestir acorde a tu edad, oye Sharis, no es crítica, simplemente necesitas un cambio… ¿Quién crees que puede ayudarte? — Creo tener la persona indicada, es una modista, ella trabaja en su casa, mi madre la conoce, hablaré con ella para ver si recomienda algo para mí… de seguro tiene algo en su taller. — Buena idea, entonces no se hable más… Los planes van bien, primero hablar con tu padre, segundo convencerlo para que ese día sea pronto, hacer el cambio para presentarte ante él y esperar si tu papá en verdad te quiere en su vida. Aunque hay otra cosa, dejar las drogas para siempre… Ojalá eso pase. — No quiero hacerme ilusiones, pero debo intentarlo, pienso cómo será ese encuentro con mi papá, no puedo sacarlo de mi mente a veces no concilio el sueño, trato de imaginarlo, ver su rostro, sus ojos, sus manos, su sonrisa. — Sharis deja la ansiedad, pronto sabrás de todo eso ten calma —le recomendó Ibrahim para tranquilizarla. Una tarde pasó el seminarista por un centro comercial, observó una tienda de celulares, pensó en Sharis, deseaba regalarle uno muy bonito que vio, pero pensó «Podrían robárselo» siguió caminando de pronto se devolvió, entró a la tienda y compró el equipo. Esperó cierto tiempo, lo mantuvo en la casa, cuando volvieron a verse quiso entregárselo, lo llevaba en su mochila. — Hola Sharis, ¿cómo estuvo tu día? Gracias por venir, deseaba hablar contigo. — ¡Hola! ¿Ya fuiste, me tienes noticias…? — No, no he podido estoy muy ocupado, esta semana sacaré un tiempito y me llegaré hasta allá, pero ahora deseo preguntar por tu cumpleaños, ¿Cuándo cumples? — ¡Ah! Este mes entrante ¿por qué? — Este mes y ¿qué día? — El catorce, no entiendo el interés, no celebro cumpleaños, eso no es para mí, nunca me celebraron uno. — No debes preocuparte por eso, muchas veces vemos a otros niños celebrar todos los años y no es algo que desees, sino simplemente lo deciden tus padres. Ya Ibrahim sabía lo que quería, ya le tiene el obsequio. Falta la aceptación del mismo, ella es un poco complicada, pero tratará de convencerla. Pasada la semana, Ibrahim se dispuso a visitar al señor Emilco, con todos los datos que Sharis le había averiguado. Esperaba ser atendido por él mismo. Esa tarde llegó a eso de las 4:30 pm, estaba entrando a un edificio comercial, cuando vio a un caballero acercarse a la salida, lo esperaba un auto frente al edificio. Ibrahim le llamó la atención, pero el señor iba a pasos agigantados, sin embargo, pudo alcanzarlo. — Buenas tardes, disculpe señor Briche, usted no me conoce, pero… ¿Podríamos hablar un momento? Solo le quitaré cinco minutos de su valioso tiempo. Ibrahim reconoció al padre de Sharis por su rostro, el parecido era bastante evidente. — Pues diga, llevo prisa, ¡Ah! si no lo conozco… ¿Cómo es que sabe mi apellido? — Es precisamente de eso que deseo hablarle. — Bien muchacho, te daré solo cinco minutos dime ¿Quién eres? ¿De qué quieres hablarme? — ¿Más bien de quién? Señor Emilco Briche, gusto en conocerlo, soy Ibrahim Lincolai. — ¿Lincolai? —repitió el señor Briche, como reconociendo el apellido. — ¿Le suena o algo así? Soy de Londres. — Me parece reconocer ese apellido, pero ahorita no tengo tiempo para eso, ¿diga que quiere? — Soy amigo de Sharis, ¿le dice algo ese nombre? —comentó Ibrahim. — Sharis, no lo recuerdo bien, hay muchas con ese nombre supongo. — Supone mal señor, ese nombre pertenece a su hija, aquella niña que dejó hace mucho tiempo. — ¿Cómo sabe usted eso? ¿Quién se lo dijo? —contestó Briche un poco nervioso. — ¡Ya le dije!, somos amigos ella desea verlo cuanto antes, me pidió ayuda y se la estoy brindando. — Pero joven ¿Cómo supo que era yo? — Su rostro lo delató, esa chica es su vivo retrato, tiene el mismo color de sus ojos y su fino perfil y casi su color de piel, ella solo desea conocerlo, ¿Podría usted darle esa oportunidad?, aunque sea solo para verlo, son casi 18 años sin saber de ella. — Mire muchacho, si hubiera estado interesada en mí ya lo habría hecho, desde hace mucho tiempo. — No lo hizo por su madre, ella nunca le habló de usted, es por ello que no pudo buscarlo, pero su mayoría de edad le permite hacerlo si así lo desea. — Hagamos algo, señor Ibrahim, dígale a ella, que puede venir a verme, hablaré con Sharis, la pondré en su lugar, no pienso ceder a ninguna de sus peticiones, sé por dónde viene, no lo permitiré a ninguna costa. Buenas tardes. — No crea señor Briche, su apellido también es el de ella y, por supuesto, el de su hermano, espero no lo olvide, estamos en Estados Unidos. El señor Emilco Briche, se sintió amenazado por aquel joven que salió de la nada, abordó su tiempo… Le hizo perder los estribos, pero en parte tenía razón, llevan el apellido, eso no lo puede negar y menos alegar en ningún sitio. Ibrahim, estaba molesto por la actitud del padre de Sharis, se notaba que el hombre tiene un temperamento endemoniado, en solo minutos se alteró, juzgó, amenazó, se descontroló solamente por nombrarle a su hija. Los padres no deberían actuar de esa forma, los hijos no son culpables de sus errores, siempre los señalan y pagan toda su vida, un delito de ruptura amorosa entre la pareja sin tener culpa de ello. Se había hecho noche, el seminarista llegó cansado a su hogar, pidió por la paz de ese hombre, se notaba su desequilibrio emocional, ¿tanto odió a la madre de Sharis para actuar de esa manera? Se supone que la ruptura fue por maltratos, ese hombre le hizo la vida imposible, la señora Loray de alguna manera lo detesta, si llegasen a encontrarse… de seguro se matarían. Era fin de semana, Ibrahim pasó por casa de la familia Briche, tocó un par de veces, quizás era demasiado temprano para molestar, pero necesitaba hablar con ella. — Buenos días, —siguió golpeando, Sharis necesito hablarte… Responde por favor. Sharis abrió la puerta, casi con los ojos cerrados por la claridad de la luz del día. — ¿Que pasa Ibra, que haces aquí tan temprano? ¿Qué apuros tienes de verme? — ¿Invítame a pasar? O más bien vamos allá donde está el árbol, debemos hablar. — Espera me abrigo, está un poco frío allá afuera. — Anda ve, te espero bajo el árbol… —decidió Ibra, más bien estar fuera de la casa de Sharis. — Dime ya estoy aquí… ¿Cuál es el escándalo? — No exageres, no formé ninguno, dime si sigues dormida para irme y volver luego. — No, disculpa creo estar soñando aún… Ven siéntate en esta piedra, sabes ¿cómo llaman esta roca? — No, ¿cómo podría saberlo? — La llaman la piedra filosofal… cumple todo lo que pidas, tus deseos, sueños… ¡todo! — ¡Ay, Sharis! ¿Cuándo vas a madurar? Bueno bien escucha con atención hablé con tu padre ayer por la tarde, salía del edificio en ese momento, lo alcancé y pudimos hablar. — ¿Qué? ¿hablaste con mi padre? ¿cuéntame desea verme? — ¡Cálmate mujer! Respira… Sí, desea verte, pero en la forma odiosa. — ¡No entiendo, explícate mejor! — Sus palabras fueron “Dile que venga a verme la pondré en su sitio”. — Lo sabía no desea saber de mí, es muy cruel de su parte —Sharis entristeció y se puso a llorar como una chiquilla. — No te pongas triste, no llores por favor, me parte el alma verte así, pero no está del todo perdido, él desea verte de alguna manera, ahí tendrás la oportunidad de decirle todo lo que piensas de él, de su abandono, no te das cuenta… es la oportunidad no debes desperdiciarla. — Pero Ibra, me lo acabas de decir, no desea verme ni en pintura. — No te cierres, ve habla con él, de pronto el momento lo tomó por sorpresa y actuó de esa forma, no juzguemos como él lo hizo. — No Ibrahim, fue una ilusión, ese señor nos odia. — Hazme caso, yo puedo acompañarte, seguro está más calmado, entonces y, pensando la situación, le dejé claro lo del apellido, pienso que lo debe estar asimilando de alguna manera, ya verás las cosas diferentes. — ¿Me acompañarías? — Claro que lo haré, cuenta con mi apoyo incondicional.
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