Capitulo 1
Ámbar
Como cualquier día, me encuentro en la oficina de mi jefe con una tablet en mis manos, tratando de organizar todas sus citas porque, de la noche a la mañana, a su esposa se le ocurrió irse de vacaciones en plan de pareja. Tengo que conseguir una niñera para sus hijos, pues la que ya tenía la esposa de mi jefe la corrió porque, según ella, coqueteaba con mi jefe. Estamos hablando de una mujer de más de 50 años y sí, así han sido los problemas constantemente con ella. Soy una mujer eficiente; si no fuera por eso, estoy segura de que ella en cualquier momento me hubiera corrido, pues prácticamente le resuelvo la vida. Soy asistente personal de uno de los CEOs más importantes de Estados Unidos, Asher Rossi.
—Ámbar, ¿qué tenemos para ahora?
Él entra como un torbellino. Yo volteo y lo miro, y mi sonrisa se hace grande, pero esa sonrisa se borra cuando entra la mujer de sus sueños, que es la misma de mis pesadillas. Camina como si estuviera en una pasarela y me mira de arriba abajo con una ceja alzada. Yo solo suspiro y trato de no hacer una mueca. Volteo a ver a mi jefe y me acerco a él hasta quedar de frente, dando completamente la espalda a la mujer que sí, no se guardará sus comentarios despectivos.
—Asher, cariño, llevas mucho tiempo con tu secretaria. Ámbar, se llama, ¿cierto?
Él la mira confundido y asiente. Yo no me muevo del lugar en el que me encuentro. Ella suspira, algo dramática, y toma asiento en el sillón. Los ojos de mi jefe llegan a los míos y una pequeña sonrisa apenas perceptible se forma en sus labios.
—¿Qué sucede, Serena? Sabes perfectamente que Ámbar lleva muchos años a mi lado. Esto ya lo habíamos hablado, así que no quiero que empieces con tus escenas de celos. Ámbar es una mujer muy profesional y muchas veces hace tu trabajo.
Yo cierro los ojos y no digo absolutamente nada. Suspiro cuando empiezo a escuchar de nuevo sus tacones acercándose al escritorio. Escucho que lo golpea y me estremezco. Cuando volteo a ver, está roja de coraje. Lo señala muy molesta, mientras mi jefe solo la mira con los brazos cruzados.
—Me estás ofendiendo, Asher Rossi. Yo he sido una esposa y madre en toda la extensión de la palabra. ¿Quieres que el maldito viaje se suspenda? Dime que no quieres irte conmigo de vacaciones y no importa, yo lo hago sola, pero me estás humillando y jamás voy a permitir que lo hagas. Soy una mujer inteligente y hermosa; cualquier hombre importante quisiera estar a mi lado.
Él suspira y pellizca el puente de su nariz. Yo sé que mi jefe la adora y haría cualquier cosa por ella, y estos son los chantajes que ella utiliza en contra de él. Pero últimamente me he dado cuenta de que sus peleas son muy constantes, ya que lo que dice mi jefe es verdad: sus hijos, por lo regular, pasan los fines de semana en mi departamento. Le soluciono cada problema que hay en su casa, pero obviamente ella es la esposa y no hay punto de comparación entre ella y yo, el le sonrío con toda la paciencia del mundo y se acerca a ella. La toma de las manos y le deja un pequeño beso en sus labios.
—Amor, deja de comportarte como una chiquilla. Anda, ve a comprarte algo bonito para nuestro viaje y prepara todo, de acuerdo.
Ella hace un puchero y lo besa como si quisiera devorarlo, obviamente todo ante mi atenta mirada. Y no voy a mentir, al verla hacer esto, mi corazón se rompe un poco, así que solo cierro mis ojos y me repito en la mente: es un hombre prohibido, no debo de pensar en él de esa manera. Trato de tragar el nudo de mi garganta; creo que me estoy haciendo mucho daño al permanecer a su lado, pues jamás me metería con un hombre comprometido, por muy víbora que su esposa fuera. Soy una mujer decente, pero también soy consciente de que si no me marcho, jamás lo voy a olvidar, pues todos los días veo algo maravilloso en él. Si es lo mejor, renunciar.
—Ámbar, ¿anda, estás bien?
Yo abro mis ojos, volteo a verlo y le sonrío. Mis mejillas se han puesto color carmesí porque ni siquiera me di cuenta en qué momento Serena se fue y él ya se encontraba a mi lado, tomando mi mano. Yo de inmediato la retiro y carraspeo.
—Lo siento, jefe, no te escuché. ¿Podemos proseguir?
Él me sonríe y asiente. Camina tras de su escritorio y tomé asiento. Cuando lo hace, suspira y cierra sus ojos, entrelaza sus manos y, antes de que yo pueda decir algo, él empieza a hablar.
—Ámbar, lamento esta situación. Es muy vergonzoso, pero conoces a Serena y sabes que es muy celosa. A pesar de que sabe que ella es el amor de mi vida, siempre tiene desconfianza. Discúlpala. Tú eres una mujer increíble, cariñosa, inteligente, y estoy muy feliz de que estés aquí conmigo.
Yo respiro hondo y cierro mis manos en puño. Le sonrío, pero mi sonrisa no es tan sincera como quisiera, así que simplemente lo suelto.
—Asher, creo que es momento de irme. He soportado por tanto tiempo los desplantes de tu esposa y sabes perfectamente que jamás he insinuado algo para que ella crea que tú me interesas. Jamás pondría mis ojos en ti. Eres, ¿cómo decirlo?, el hermano que no tuve. Lo lamento, pero creo que este será mi último día contigo. De igual manera, no tienes que preocuparte; ya todo está arreglado. Contraté una niñera que se haga cargo de tus hijos en el tiempo en que estén de vacaciones. He reprogramado todas tus citas. Tu secretaria se puede hacer perfectamente cargo. Gracias, Asher, por la oportunidad, pero creo que mi tiempo aquí terminó.
Él me ve con los ojos muy abiertos y empieza a negar. Suelta una carcajada y suspira. Cuando se tranquiliza, me ve directo a los ojos con un poco de preocupación, pero lo disimula muy bien.
—Muy graciosa, Ámbar, muy graciosa. Mejor dime de una vez qué es lo que tengo para hoy, aunque realmente agradezco la niñera para mis hijos.
Yo guardo silencio por un momento y después suspiro, carraspeo un poco y le sonrío.
—El día de hoy solamente tienes tres citas, pero son después de la comida. Lo hice para que todo lo que tuvieras pendiente para el viaje lo arreglaras por la mañana. No tienes que agradecer por la niñera, pero también hablo muy en serio cuando te digo que me voy. Es lo mejor. Por la tarde te pasaré mi carta de renuncia y de corazón agradezco todo lo que has hecho por mí. Fuiste un buen jefe. Adiós, Asher.
Yo me doy la vuelta y empiezo a caminar hacia fuera de la oficina. Cuando estoy por abrir la puerta, alguien me jala y la cierra. Mis manos quedan en su pecho, nuestro rostro queda demasiado cerca que puedo sentir su aliento. Él me mira a los ojos y, cuando se da cuenta de su cercanía, de inmediato se aleja y da un paso hacia atrás. Yo suspiro y muerdo un poco mi labio porque, aunque eso se sintió bien, sé perfectamente que está muy mal. Voy a darme de nuevo la vuelta cuando levanta su mano y niega.
—Espera, Ámbar, no te puedes ir. No me puedes dejar con tanto trabajo y justo ahora que salgo de vacaciones. ¿Qué harán en ese tiempo en la oficina? Escúchame, sé que han sido muchos años soportando a Serena y la verdad es que lo agradezco, pero no te voy a obligar a que te quedes en un lugar que no quieres. Pero, por favor, espera a que regrese de vacaciones. Son solo dos semanas. ¿Podrías hacer eso por mí? Créeme que te compensaré muy bien. Por favor, ¿podrías?
Él junta sus manos en forma de súplica y realmente sé que no le puedo negar nada, así que simplemente sonrío y asiento. Y antes de que pueda decir algo, él me abraza y me susurra: "Gracias, gracias, de verdad, eres lo mejor que me ha pasado". Cuando nos separamos, yo me doy la vuelta y salgo de la oficina. Camino hacia los baños. Cuando llego, me veo en el espejo y sonrío. Comparada con Serena, no soy absolutamente nadie. Sí, no lo voy a negar, tengo bonitos ojos y bonita figura, pero ella es una mujer de clase, con elegancia, aunque lo más importante, que es la inteligencia, le falta demasiado. Cierro los ojos y dejo de pensar tonterías. Me refresco un poco y regreso a la oficina de mi jefe, pues para mi desgracia, ese es mi lugar de trabajo. Toda la tarde la pasé sin dirigirle la palabra. Él fue a sus reuniones y yo me dediqué simplemente a trabajar. Cuando llega la hora de salida, camino por el lobby. Ha oscurecido un poco. Apenas piso el primer escalón cuando escucho unos gritos. Volteo a ver de dónde provienen y sonrío. Los conozco perfectamente; ellos vienen hacia mí corriendo. Cuando Malú, que es la más pequeña de los cuatro, llega conmigo, se lanza a mis brazos. Apenas tiene 3 años y es un encanto. Yo me siento en el escalón y la coloco en mis piernas. Ella acaricia mi rostro y besa mi mejilla.
—Hola, Tamber.
Yo quito algunos cabellos de su rostro y beso su frente. Es tan parecida a su madre y a la vez tan diferente, aunque aún es pequeña.
—Hola, mi pequeña Malú. Pero, ¿qué hacen aquí? ¿Por qué no están con la niñera?
Todos los demás se juntan a mi alrededor y empiezan a hablar todos a la vez. Yo solo me pregunto cómo Serena no puede amar este tipo de momentos. Ella aborrece estar con sus hijos y yo amo estar con ellos. Me da pena pensar que tendré que despedirme, aunque solo la vida sabe por qué hace las cosas.