Ámbar Estaba preparando la comida para mis niños. Ya había llamado a la modista y en dos horas tendría que verla. Ella, muy amable, me había pasado el contacto de la maquillista y la peinadora, pues al parecer no era muy buena idea que yo misma lo hiciera. No voy a mentir, sigo nerviosa por lo que pueda suceder, pero también quiero pensar que todo saldrá bien y en unos días más estaremos viajando hacia nuestra luna de miel. Siento que alguien me toma por la cintura y sonríe. Él besa mi hombro y puedo sentir su aliento golpear en mi oído. —Buenos días, amor. ¿Qué haces en la cocina tan temprano? Yo me volteo y lo abrazo por el cuello. ¿En serio me está diciendo que es temprano? Yo suelto una carcajada y niego. —Asher, es más de mediodía. Los niños no tardan en llegar del colegio, así q

