— No sabes de lo que hablas — fue lo único que dijo antes de ponerse de pie — debo hacer compras.
Literalmente había salido huyendo de su nuevo hogar, se sentía hiperventilada mientras corría a las escaleras de emergencia, bajo un par de pisos hasta que las piernas la vencieron entonces cayo sentada en los escalones, se cubrió la boca con una mano, el temblor en su cuerpo, las lagrimas contenidas y el dolor era evidente en su rostro.
— Perdón, perdón, perdón — se repetía a sí misma buscando calmarse.
Luego de ese día el tema no fue tocado de nuevo, ella acepto comportarse como una esposa real, un anillo llego a decorar su mano, debían hacerlo real, fue lo que su esposo dijo, aunque no compartían la cama, ella no lo permitía, cosa que molesto mucho a Nathan, pero cansado de pelear tan solo decidido aceptarlo.
Una tarde Fleur llego tarde a su casa, ocupo su día en visitar a su hermana con quien las cosas parecían mejorar, estaba especialmente de buen humor, quería contarle a Nathan que en su salida había adquirido un libro de recetas con varias opciones de postres, en los últimos días su gusto por la repostería había aumentado, por alguna razón cocinar le daba paz, asi que quería contarle de ello a su esposo.
Con una sonrisa arribo a casa, entro como siempre encaminándose a la sala donde asumió su esposo ya la esperaba, si llegaba antes ahí solía esperarla para cenar juntos, pero cual fue su sorpresa cuando no tan solo lo encontró a él, si no que vio a una rubia extravagante en las piernas de él besándolo con pasión, ninguno había reparado en la presencia de Fleur hasta que dejo caer las cosas al suelo provocando un ruido que se extendió en el área.
— Ah, llegaste — dijo él sin inmutarse.
— ¿Qué es esto? — pregunto señalando a la mujer.
— Te dije que tenia necesidades, Fleur, si no las cumples tú, conseguiré quien lo haga — la mujer sonrió burlona y desafiante.
Las manos de Fleur temblaron, pensó que estaba funcionando su matrimonio, se había sentido feliz, verdaderamente feliz, incluso considero que podían enamorarse otra vez, que podía ser algo real, pero ahí estaba él, demostrando lo contrario y ese justo momento tenia dos opciones, llorar o encarar la situación, poco a poco formo una sonrisa en sus labios, una que contrastaba mucho con los ojos decepcionados que portaba.
— Yo también…yo también se bien portarme así — le respondió a su esposo—, te lo juro no me vas a encontrar.
Antes de escuchar la respuesta de Nathan salió presurosa del departamento, rebusco en su bolso, ahí en el fondo encontró lo que quería, las llaves de su pequeño departamento, su refugio cuando quería alejarse de su mentira matrimonial, el teléfono comenzó a sonar, era él, pero ignoro cada una de sus llamadas, tomo un taxi indicándole la dirección al ingresar, cuando volteo noto que en efecto su marido salió a buscarla.
Una llamada más y otra más, no respondió ninguna, dejo que el teléfono sonara una y otra vez, cuando llego a su vieja vivienda, entro al pequeño piso, camino directo a su armario, rebuscaba entre las prendas ahí dentro, hasta que encontró lo que buscaba, un vestido de tirantes color rojo carmesí, agradeció encontrarse en verano, un momento ideal para usarlo.
Peino su cabello con ondas definidas y su maquillaje fue mas detallado en esta ocasión, desvió la mirada al teléfono, tenia un nuevo mensaje, lo acerco para poder leerlo.
“No hagas una tontería, esta bien, lo admito, me sobrepase”
Pensó en responder, luego se observo en el espejo completo, el vestido aun le quedaba a la perfección, moldeaba su cuerpo, sus caderas, el busto, sus piernas se veían mejor con los tacones que las estilizaban, ese mismo vestido que cinco años atrás en la fiesta donde se conocieron fue su arma más letal, el mismo que su esposo admitió más de una vez lo dejo hechizado.
— Me queda mejor ahora — se dijo a sí misma.
Volvió a salir de casa, visitaría bares esa noches, en ese momento era una mujer despechada, engañada por su marido, ese hombre en quien comenzaba a confiar otra vez y que de nuevo rompió su confianza, los celos la guiaron a eso; viajo al centro donde miles de bares se empezaban a llenar de hombres y mujeres, entro en el primero que vio, era de alto nivel, se notaba por la decoración asi como los clientes, no tardo en atraer miradas masculinas, con elegancia se encamino a la barra del bar, sonrió a un par de hombres.
— ¿Qué le sirvo señorita? — pregunto el barman.
— Vino tinto — pidió ella coqueta—, el mejor que tengas.
Embobado, el bar tender le sirvió de su mejor vino, algunos hombres trataron de entablar conversación, despacho a cada uno de ellos, ninguno era lo que buscaba, quería al mejor de todos ellos, en un momento se desvió para ver la pantalla del teléfono, las llamadas acaban de cesar, entonces le atrajo la atención un hombre rubio, de muy buen porte, la invitaba a bailar, lo pensó un momento, pero termino aceptando, fue a bailar con ese sujeto, le preguntaba cosas que apenas y respondía, no le ponía demasiada atención al sujeto, solo quería vengarse de Nathan.
Como obra del destino, su esposo apareció en ese bar, estaba hecho un manojo de desesperación, por lo que noto se recorrió algunos antes de encontrarla en ese lugar, sus ojos se ensancharon al verla en ese vestido rojo bailando con otro hombre, si no fuera un hombre tan correcto habría armado toda una escena en ese lugar, pero claro, su esposo no era esa clase de hombre, con toda propiedad fue a ellos.
— Me temo que debo llevarme a mi esposa — le dijo al rubio.
— ¿Esposa? — pregunto el otro incrédulo—, me ha dicho que es soltera.
— Una mentira por desgracia — le era demasiado difícil mantener la compostura, mas con la sonrisa burlona de su esposa—, solo hemos discutido un poco, cosas de cualquier matrimonio.
Fleur no respondió, tampoco cuando la llevo fuera del bar, prácticamente tirando de su brazo, no iba a hacer un escandalo en aquel sitio, le gusto su ambiente, estaba segura que volvería alguna noche con o sin compañía.
— ¿Qué significa esto? — pregunto apretando los dientes de la ira, mirándola de arriba abajo.
— Yo te creí — entonces hablo Fleur—, estaba esforzándome, estaba siendo una buena esposa ¿Fue porque no abrí mis piernas? Pensé que te gustaba lo difícil que soy, porque te gustan los retos ¿No era eso lo que decías? Yo pensé…— se apartó un poco mostrándose frustrada—, mierda, lo anhele, anhele que hubiera una oportunidad, una sola, pero sigues siendo el mismo patán de siempre, pues bien, ve y mete a todas las mujeres que quieras, es mas ¿Qué hay de ella? — mencionar eso hizo que Nathan se mostrara sorprendido— ¿Crees que no lo supe? Su compromiso estuvo en las revistas por semanas, todo mundo lo sabía, en menos de una semana me habías reemplazado, hazlo de nuevo entonces.
— No sabes de lo que estás hablando, Fleur.
— Claro que lo sé, porque yo sufrí por ello.
Al no obtener una respuesta concreta de su marido que tan solo la miraba en busca de las palabras correctas, ella rodo los ojos, alzo una mano en señal de vencimiento para darse vuelta comenzando a caminar, él no dudo en avanzar justo detrás suyo, como si fuese un guardaespaldas, paso varios bares pero no tenia ganas de entrar a ninguno, prefirió irse a sentar al parque mas cercano, era pequeño, en ese momento no necesitaba nada mas grande, tan solo tomo asiento, junto a ella lo hizo su esposo.
— Perdóname — dijo él—, actúe mal…quería que te dieran celos.
— Me siento decepcionada— decir eso hirió mucho más a Nathan—, quería darte una sorpresa hoy, un nuevo libro de postres… quería sentirme una esposa de verdad por una noche.
— Lo arruine, lo se…perdóname — la miro de reojo con arrepentimiento genuino—
— Tal vez ya es tarde para todo eso y solo quiero terminar con toda esta situación, no volveré a hacerme alguna idea en la cabeza, soy solo una adquisición para ti, me terminaras dejando tarde o temprano, no sería la primera vez finalmente — alzo los hombros—, vamos a casa, quiero dormir.
— Fleur…solo déjame explicar…
— No quiero escucharlo, eres libre de hacer lo que te plazca, Nathan — ahora fue ella quien lo observo—, solo ten en cuenta algo, nunca escúchame bien, nunca voy a darte hijos.
— ¿Tanto me odias? — pregunto casi con temor.
— Si
Nathan sintió una nueva grieta formarse en su corazón, los ojos de ella no le eran sinceros, aunque sus palabras dijeran que si lo odiaban, él la conocía bien, sus bellos zafiros le gritaban que no lo odiaban pero que tenían miedo, ahora tenían miedo del amor.
Tendría que demostrarle que esta vez seria diferente y que no desperdiciaría esta oportunidad que el destino y la vida le dieron para recuperarla.