PRÓLOGO

2343 Words
Ya no sé si arrancarte el alma o deshacerme de tu ropa. Aunque te confieso que lo segundo me gusta más y es más tentador. Sabía que ella acabaría con mi vida, debí suponer que mi presencia en ese lugar cambiaría todo por completo. Eso no cambia el hecho que ahora mismo esté disfrutando ver la cara de horror que pone la mujer que tengo contra la pared. Al carajo con el llanto descontrolado que tiene, ella sabía perfectamente lo que podía pasar si me rechazaba, se lo advertí, sus amigos lo hicieron y no hizo caso a ninguna de ellas por su jodida terquedad. Ahora le toca vivir en el infierno de incertidumbres que amenaza su cabecita al no saber qué haré con ella en este lugar. Soy el peor de todos, vivo entre llamaradas del infierno consumiendo todo a mi paso como si fuera un ser infernal. Y ella se ha topado con el más cruel de los hombres. Soy un hombre dispuesto a hacer absolutamente todo con tal de conseguir lo que quiero y ella es lo que quiero justo ahora. No soy como los estúpidos que la rodean, proclamando amor, rosas y esas boberías. Yo no la besaría con delicadeza, soy de los que te arrancaría la ropa mientras te follo sobre un escritorio susurrándote palabras que te hagan mojar. No me voy a poner a sus pies como si fuera una jodida reina la cual los plebeyos deben obedecer. Yo no caigo en encantos de mujeres hermosas. Si alguien me jode, puedo asegurarle que lo haré el doble y lo que me estorba lo saco de mi camino a punto de tiros. Soy un egoísta que la ha condenado a una oscuridad total. Lo irónico de todo esto, es que no paro de mirarla a los ojos, queriendo destruir ese azul intenso que tanto me persigue por las noches cuando cierro los ojos imaginándola. Odio que alimente estas ganas, este deseo de estrangularla y hacerla mía nuevamente al mismo tiempo. Sabe perfectamente quien soy, ha escuchado de mí, me ha conocido en mi peor faceta y de todo lo que soy capaz de hacer con las personas que me traicionan, que me brindan una cara y luego se arrepienten. Tienen la respiración acelerada y se le dificulta más cuando estoy cerca de ella, los latidos son más fuertes y el cuerpo le tiembla, no tiene miedo, siente deseo. Me gusta acercarme a ella de forma sigilosa, apreciando con cada detalle como puedo tener el control total de cada uno de sus sentidos. — Te lo dije desde un principio, principessa — el tono es bajo pero intimidante — ¡No debiste rechazarme! — se sobresalta con el tono fuerte de mi voz. Mis labios se pasean por el borde de su oído, el cuerpo se le tensa, traga grueso y siento como pasa saliva con dificultad — Las advertencias estaban echadas sobre la mesa, nunca me escuchaste y ahora quieres escapar ¿es eso? — No me lastimes, te lo pido — suplica — No quiero que me lastimes, yo no lo sabia. — ¡Claro lo sabías! — mi aliento se funde con el suyo . — Tengo miedo — le tiembla la voz. — No lo tuviste cuando te tenía entre mis brazos — ella provocando que quiera saborearla toda — Te advertí que no te burlaras de mí — le recuerdo mis palabras — No me hiciste caso, ahora no vengas a suplicarme y hacer el papel de victima — no para de sollozar — Tu sabías quien era, conociste mi historia y aun así, no te importo las advertencias de un hombre como yo. — Lo siento — se disculpa y eso logra que me enoje más con ella. Suplicas y suplicas que me solo me hacer reír — Nunca quise hacerte daño — miente — Pero, tienes que entender que ya no te... — ¡Mientes! — pierdo la compostura — ¡Deja de mentirle a la cara de una puta vez! — la tomo por el cuello obligándola a que me mire. — Yo... — ¿Te he dejado sin palabras? — solloza nuevamente. Es el lado de ella que más odio — No sabes cuánto odio esa boquita llena de mentiras, Hamilton. — No estoy mintiendo — trata de defenderse. — Estoy imaginando las cosas que puedo hacer con tu cuello — salivo con sumiedo y abre los ojos con miedo — Ya que tu falta de cojones a la hora de afrontar las cosas te saca el lado pendejo y no enfrentas lo inevitable — sigo — Quita esa cara de espanto que saber muy bien que no te he hecho nada... todavia — el llanto la hace temblar detestándola más de lo que ya lo hago. Que me tenga miedo es una de las cosas que o estaban en mis planes junto a ella. Si, la he amenazado, pero jamás le he puesto un puto dedo encima de una manera que ella no ha querido que lo haga. No he sido capaz de hacerlo ni siquiera la primera vez que la conocí. Y es por eso que estamos teniendo está discusión ahora, que no he podido hacer con ella lo que haría con otra y es echarla de mí vida. — Te lo pido, Arthur — súplica con mi nombre en su boca — Necesito que me dejes ir, todos deben estar preocupados — se desespera — ¡Entiéndelo! — Quién ¿El estúpido de tú novio? — golpeo la pared que tiene detrás encogiéndola más. A mí no va a verme la cara de pendejo, sé perfectamente lo que pasa entre esos dos y me ha estado mintiendo a la cara haciéndolo pasar por su novio. Si el imbécil ese alardea de una falsa relación entre ellos dos, no es mi problema, lo que me jode es que ella le de poder a algo que es mentira totalmente, más cuando sabe que es solamente mía. En este momento daría todo lo que tengo, para saber que piensa y tener la seguridad de qué sus palabras son reales. Qué no le importo, que no me quiera y que le cause miedo. Pura mierda. Lo he dicho un millón de veces y es que yo no puedo cambiar lo que soy, no puedo dejar de ser el hombre siniestro, cruel y despiadado que ella conoció. Por darle una imagen de uno que le lleve flores, la llene de verdades a medias y todas esas mierdas. No, este soy yo y es en lo que me he convertido. Tengo su cuerpo aprisionado con el mío y mis brazos están a ambos lados formando una especie de cárcel con ellos. — ¡Mírame a la cara, cobarde! — da un brinco cuando subo el tono de voz — No te imaginas lo mucho que te odio — mis labios rozan los suyos que tiemblan por el llanto reprimido — Detesto que me mires como si tú… — «como si tú realmente me odiaras». Aprieto los dientes enfurecido por no poder decirle lo que pienso. Vuelve a cerrar los ojos privándome de tener grabado ese color azul en mi cabeza. — ¡Mírame! — Otro golpe a la pared la hace espabilar — Déjame ver ese azul, principessa. — Lo único que te pido es que me dejes en paz — sigue con lo mismo — Que no me sigas lastimando. — Yo nunca te he lastimado, Samantha — le recuerdo — Nunca te he hecho daño ni física ni emocionalmente — no es del todo cierto, pero sabe que no la he golpeado, lo que paso le trae lágrimas empapandole la cara y quiero ver ese azul para que me dé un motivo real y poder arrancárselos. — Quiero irme — dice — No quiero estar contigo. — Sabes perfectamente que eso no es lo que quieres, Samantha — confieso lo que no quiere aceptar — Te lo voy a decir por última vez, no vuelvas a mentirme. Abre los ojos con lentitud mirándome fijamente a los ojos. EL impacto es el mismo que sentí desde el primer momento en que la tuve cerca, sintiéndome totalmente acorralado por no cumplir mi palabra de destruirla y tenerla aquí, aprisionada con mi cuerpo, respirando su aliento, sintiendo su falso temor y la forma como tiembla ya que mi cercanía le afecta más de lo que quiere admitir. Las ganas de arrancarle los labios con los dientes, esa forma tentadora de alimentar las más intensas perversidades que pasan por mi mente y que ella lo sabe. Quiero reírme por su osadía, por ese acto de manipulación que usa para distraerme. — Ni siquiera lo intentes amor — sé lo que trata de hacer — Yo no soy un niño con el que puedas jugar ¿Lo tienes claro? — Déjame ir — susurra las palabras poniéndome a millón. Ella logra que todo sé me revuelva por dentro, que las ganas que tengo de venganza se multipliquen y lo haga de única forma que solo yo lo sé hacer. Me gustaría ser tan malvado, que pueda estrellar esa bonita cara en el concreto y acabar con esto de una buena vez. — No te irás de aquí — acaricio sus labios con mi pulgar — Quiero que entiendas, que nadie se burla ni juega con Arthur Wolf, nena — paso mis dedos por su bello rostro con mis manos enguantadas. Un mechón desordenado cae por su cara y mi instinto es tomarlo entre mis dedos y meterlo detrás de su oreja. Mis ojos bajan hasta sus labios y siento su respiración rozar con los míos. Quiero morder esa boca que me tienda a hincar mis dientes allí y sangrar hasta que pida que la suelte. — Déjame ir, por favor — ya no se escucha tan suplicante — Veras que estando solo podrás hacer lo que quieras, si me dejas ir... — me mira los labios convenciéndome que le encanta esto, tanto como a mí. — Nunca — aseguró con firmeza — Y lo mejor es que te hagas a la idea que a partir de ahora, tú vida será un infierno junto a mí — se deshace en llanto y blanqueo los ojos exasperado por su ridiculez. No le he puesto un solo dedo encima y hace un show lloriqueando como una bebé. La voy a ahorcar si sigue con lo mismo. — ¡Cállate! — Exploto. Se lleva las manos a la boca y se las quitó sin ninguna delicadeza. — ¡Solo te pido una sola cosa! — grita — ¡Tienes que ser capaz de dejarme en paz! — Nunca lo haría — lo sabe — Sabes muy bien lo que deseo — mi fuerza de voluntad se va por un retrete cuando mis ojos recaen nuevamente en esos ojos, en ese cielo que atrapa mi infierno. Y odio, detesto que mi corazón le atraiga tanto como lo hace, que me guste como me gusta y que me convierta en un debilucho que no ha sido capaz de cumplir su palabra. Y aquí viene ese vómito verbal que causa sensaciones estúpidamente extrañas haciéndome sentir que me ahogo en ese azul infinito de sus ojos, aquellos que no logran apagarse ni siquiera teniéndola contra la pared. Le sujeto las manos encima de su cabeza y restriego mi cuerpo con el suyo, para que sienta como estoy. — No — forcejea para que la suelte, pero no lo obtiene y me limito a tomarla del mentón — No huiste cuando te lo pedí, ahora no vas a poder deshacerte de esto que siento por ti — la vista se me pierde en sus labios rosados y húmedos por las lágrimas. Besarla trae recuerdos a mi cabeza que debería borrar, que quisiera sacar de mi cabeza, pero eso es imposible. Sin embargo, todas las advertencias que dan vuelta en mi cabeza las dejo de un lado y sin más, me inclino hacía ella chocando mis labios con los suyos en un beso urgente, desesperado, cargado de deseo y desafío, infierno y oscuridad. Por más que intenta soltarse, no puede. Soy más fuerte que ella y mi beso la maltrata, ya que la beso con furia y rabia. Con ganas de querer acabar con esta porquería que ella ha iniciado. Mi cuerpo se pega más al suyo y en últimas le suelto las muñecas acariciando su cintura. Esta mujer me hace perder la cordura. — Arthur, detente — forcejea poco — No hagas esto, detente — me aparto para decirle algo. Cuando la veo con los ojos cerrados, los brazos a los lados inmovilizada y la falta está más arriba de sus muslos. ¡Jodida mierda! ¿Qué demonios estoy haciendo? No quiero que ella crea que la estoy abusando, nunca he sido un hombre que pierda los estribos de esta forma con una mujer, mucho menos con mi ángel. Si, quiero apretar sus cuello con mis manos y cavar con su tonta vida. Pero, no de esta forma no así. — ¡Sal de aquí! — Un gruñido sale de mi garganta y le doy la espalda. No escucho que se mueva o haga el intento de irse. ¿No me estaba pidiendo que la dejara en paz? — ¡Dije, que te largaras! — grito más fuerte y no le queda más que salir corriendo. No veo en la dirección que se va, no será difícil para mí tener acceso al lugar donde se esconde, Ella entenderá las consecuencias de haberse burlado de un demonio como yo, con una forma casi humana y que no la dejara ir de sus brazos tan fácilmente. Hay pactos que no se pueden disolver ni retractar y este es uno de ellos. El ángel ha hecho un pacto con el demonio que le ha quemado las alas. ╔━━━━━◆ SINIESTRO ◆━━━━━━╗ ❤️ Holiwis Holiwis ❤️ Si quieres saber más sobre mis historias sigueme en ** Nailu28_2015 Besos. Las quiero. Nailu P. ❤️
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