Camila no podía dejar de pensar en lo que había sucedido entre ella y Samuel en su última salida. La conexión que sentía con él era única, un sentimiento que no podía ignorar. Esa noche, se sorprendió imaginando un futuro en el que Samuel fuera más que una compañía ocasional; un futuro en el que él, con su vida sencilla y su calma contagiosa, formara parte de su vida permanentemente.
Durante el día, mientras revisaba los contratos en su oficina, esa idea seguía creciendo en su mente. Era un pensamiento audaz y completamente alejado de la aprobación de su familia, pero quizás eso era lo que hacía la idea tan atractiva. Samuel era todo lo que ellos despreciarían: era humilde, sencillo, y aparentemente sin ambición por el poder. Aun así, se había ganado su corazón de una forma que nadie más había logrado.
Finalmente, al final de la tarde, no pudo contener más su impulso y le envió un mensaje a Samuel:
> "Samuel, ¿nos vemos esta noche? Tengo algo importante que hablar contigo."
Unos minutos después, su teléfono vibró con la respuesta.
> "Claro, ¿dónde te gustaría encontrarnos?"
Camila pensó por un momento. Esta vez quería un lugar donde nadie los interrumpiera, un sitio privado. Decidió que era hora de invitarlo a su departamento.
> "¿En mi departamento? Te enviaré la dirección."
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Esa noche, Camila estaba arreglándose, tratando de controlar el nerviosismo. Por primera vez, alguien fuera de su familia y de sus conocidos más cercanos vendría a su hogar. Samuel llegaría en cualquier momento, y aunque había ensayado mentalmente las palabras que le diría, sentía que en el momento se quedarían atoradas en su garganta.
Finalmente, el timbre sonó. Camila respiró hondo y fue a abrir la puerta.
—Hola, Samuel —dijo con una sonrisa.
—Hola, Camila. —Samuel la miró con una expresión calmada, aunque parecía un poco sorprendido por el ambiente elegante y moderno del departamento. Observó el lugar con curiosidad, pero sin ser invasivo—. Gracias por invitarme.
—Gracias a ti por venir —respondió ella, llevándolo hacia la sala de estar.
Samuel se acomodó en el sofá mientras Camila preparaba dos copas de vino. Se sentó a su lado y lo miró directamente, tratando de transmitirle la importancia de lo que quería decir. Samuel notó su expresión seria y dejó su copa en la mesa, atento a lo que ella iba a decir.
—Samuel, quiero que sepas que he estado pensando mucho en ti… en nosotros —comenzó Camila, notando cómo él la miraba en silencio, expectante—. Eres una de las pocas personas con las que me siento libre, con quien no tengo que fingir.
Samuel la escuchaba con una concentración profunda, y asintió, alentándola a continuar.
—No quiero perder esto que tenemos —dijo ella, finalmente—. No quiero que seas solo alguien con quien pueda escapar de vez en cuando. Quiero algo más.
La declaración flotó en el aire por unos segundos. Samuel la miró sorprendido, pero su expresión era suave y reflexiva.
—Camila, sabes que yo también valoro lo que tenemos —dijo, eligiendo sus palabras con cuidado—. Pero no sé si soy el tipo de persona que tu familia aprobaría.
Camila soltó una risa suave y sacudió la cabeza.
—Eso es precisamente lo que quiero, Samuel. Que seas alguien fuera de su aprobación, que seas alguien… —hizo una pausa, tratando de expresar sus sentimientos—. Alguien que no esté ligado a sus expectativas ni a sus imposiciones.
Samuel la miró con una mezcla de admiración y seriedad.
—Camila, eso es… muy significativo. Pero ¿entiendes lo que significaría? Si de verdad vamos a dar este paso, hay cosas de mí que aún no sabes.
Ella sintió una ligera punzada de curiosidad. Sabía que Samuel guardaba secretos, que había un pasado y una vida que él no había compartido con ella, pero en ese momento no le importaba.
—¿Estás casado o tienes algún compromiso que no me has contado? —bromeó ella, tratando de aliviar la tensión.
Samuel soltó una risa suave, pero en su mirada había un destello de duda.
—No, nada de eso —dijo, sin profundizar más.
Camila sintió que él estaba a punto de decir algo importante, pero se contuvo. No quería presionarlo. Si él tenía secretos, estaba dispuesta a aceptarlos, siempre y cuando pudiera tenerlo a su lado.
—Entonces, quiero que consideres esto —dijo ella, con un tono resuelto—. Samuel, ¿te casarías conmigo?
Las palabras salieron con una firmeza que incluso la sorprendió. Había pensado en cómo decirlo, pero ahora, mirándolo a los ojos, se sentía segura de cada palabra. Sin embargo, el rostro de Samuel mostró una sorpresa sincera. Él no se había esperado una propuesta así de directa.
—¿Casarnos? —preguntó, mirándola fijamente, como si intentara leer sus pensamientos—. ¿Por qué, Camila?
Ella suspiró, sabiendo que tendría que explicarse mejor.
—Porque quiero compartir mi vida contigo, Samuel. Pero también porque… —hizo una pausa, midiendo sus palabras—. Porque sé que este matrimonio podría ser mi forma de finalmente ser libre de mi familia. Si me caso contigo, podré demostrarles que puedo tomar mis propias decisiones, y no basarlas en sus exigencias o estrategias. Quiero a alguien con quien pueda construir algo auténtico, no solo una alianza de poder.
Samuel parecía procesar sus palabras, su mirada profunda y seria. Aquel silencio se llenó de un peso que parecía envolverlos a ambos, pero Camila no dudó en sostenerle la mirada.
Finalmente, Samuel tomó una respiración profunda.
—Camila, debo decirte algo antes de que tomemos esta decisión. Tú sabes muy poco de mi vida, de quién soy en realidad. —Su tono era suave, pero tenía una intensidad que la dejó en suspenso—. Si acepto tu propuesta, entonces habrá cosas que tendrás que aceptar sin preguntas… al menos por ahora.
Ella sintió su corazón latir más rápido. ¿Qué clase de secretos ocultaba Samuel? Sabía que su pasado era un misterio, pero ahora parecía que había algo más profundo, algo que él no podía revelarle.
—¿Por qué no me dices ahora lo que necesitas contarme? —preguntó ella, con una mezcla de ternura y curiosidad—. No quiero que haya secretos entre nosotros.
Samuel bajó la mirada y sonrió con una mezcla de nostalgia y misterio.
—Hay cosas que no puedo decirte, no todavía. Lo que puedo prometerte es que nunca haré nada que te perjudique, y que puedes confiar en mí.
Camila asintió lentamente, sin saber exactamente a qué se refería, pero sintiendo que él hablaba con sinceridad. No era común en ella confiar en alguien sin cuestionar, pero Samuel despertaba en ella una confianza que no podía explicar. Tal vez, al final, el misterio era parte de su encanto.
—Entonces, ¿es un sí? —preguntó ella, con una sonrisa expectante.
Él sostuvo su mirada, como si quisiera asegurarse de que ella comprendía la magnitud de lo que estaba proponiendo. Finalmente, tomó su mano y la miró con una ternura que llenó de calidez el espacio entre ellos.
—Sí, Camila. Me casaré contigo —respondió en voz baja, sus palabras llenas de una promesa que trascendía cualquier duda.
Ambos sonrieron, y en ese instante, el mundo parecía reducirse solo a ellos dos. Era un pacto que rompía con todas las expectativas, con todas las reglas de la familia Valenzuela, y Camila sintió una libertad que nunca había conocido. Era una decisión que sabía traería consecuencias, pero estaba lista para enfrentarlas.
Antes de que Samuel pudiera decir algo más, ella se inclinó y lo besó, sellando aquel acuerdo con un gesto que dejó de lado todas las palabras. Fue un beso profundo, cargado de una mezcla de amor y desafío, de todo lo que ella no podía decirle pero que él parecía entender.
Cuando finalmente se separaron, Samuel la miró con una expresión extraña, como si en su mirada se escondieran promesas y secretos aún por descubrir.
—Camila —susurró él—, no sé si entiendes del todo en qué te estás metiendo. Pero te prometo que haré todo lo que esté en mis manos para protegerte.
Ella le acarició el rostro, sintiendo que ese sería el inicio de una vida diferente, de una vida que, por primera vez, sentía verdaderamente suya.
—Entonces protégenos a ambos —respondió ella con firmeza—. Vamos a desafiar a todos los que se interpongan en nuestro camino.
Y en ese instante, Camila supo que había cruzado un umbral del que no habría vuelta atrás.