Matiz de la realidad

1010 Words
Athenea Mi cabeza duele, como si hubiera estado en una fiesta y me hubiera emborrachado, Dios, el dolor punzante me va a matar, me levanto de la cama y me voy a duchar, me quedé dormida con la ropa de ayer, me lavé el cabello con precisión, dejando mi olor a champú de chocolate, salgo con la toalla alrededor de mi cuerpo y voy a la mesita, tomo una pastilla para calmar el dolor. Me sirvo un vaso de agua, decido no ir a trabajar hoy, prefiero estar lejos del trabajo, en mi mente llegan los recuerdos de ayer, matrimonio, Matheo y yo, cena de compromiso, viaje a la hacienda, todo eso no sale de mi cabeza, me visto con un pijama rosa, ni siquiera le informo a Matheo ni a mi secretaria que no iré, me quedaré aquí en mi habitación, en la casa de mi padre, y comprender el grado de la situación. Mi teléfono sonó, cuando lo tomé, vi que era Matheo. Hola - dije al contestar en automático, mi voz aún cargada de la niebla del dolor de cabeza y la confusión. Se que no vendrás a la oficina - comenzó Matheo, y su tono era calmado - Le di el día a tu secretaria - practicidad pura, como siempre - Y ahora voy a tu apartamento a buscar unos documentos que necesito - continuó, como si fuera un martes cualquiera - Y en la noche paso por la casa de tu padre. La normalidad con la que dijo todo eso era casi surrealista. Él tiene una copia de la llave de mi apartamento, como yo tengo una copia de llaves de su apartamento, y el hecho, tan habitual de pronto, resonó con una nueva luz, viéndolo de otra perspectiva... si parecemos pareja. La simpleza de esa realización se instaló en mí con más fuerza que cualquier discurso sobre compromisos, éramos dos personas que ya compartían llaves, rutinas y confianzas profundas, sólo nos había faltado, hasta ayer, el anillo y la promesa de un matrimonio que llegó sin esperarlo y sin anestesia Gracias y está bien estaré en mi habitación o la biblioteca - dije acostándome en la cama Vale —aceptó Matheo—. Trata de descansar y despejar la mente - Hubo una breve pausa, y luego añadió - Y tu padre indicó que el fin de semana será la cena de... compromiso. La palabra flotó en la línea entre nosotros. A través del teléfono, pude escuchar cómo la respiración de ambos se hacía lenta y sincronizada, un ritmo compartido de incomodidad y aceptación. Esto es difícil para ambos, Athenea - continuó, su voz más suave - pero más para ti. - Otra pausa, esta vez más cargada. - Quiero al menos darte algo único que recuerdes... aunque no me ames. Mantuve el teléfono contra mi oído, sin encontrar palabras para responder. Sus palabras no eran una promesa vacía, sino un juramento que, por primera vez desde que todo esto comenzó, hizo que algo dentro de mí se estremeciera con una mezcla de temor y... ¿esperanza? Matheo... está bien con la cena de compromiso. - Las palabras me costaron, saliendo entrecortadas. - No necesito que hagas algo más - añadí, y pude escuchar el peso en mi propia voz Mucho haces... casándote conmigo. - Demasiado, para un hombre que merece algo completo. Al otro lado de la línea, su respuesta no se hizo esperar, firme y clara. No es una condena casarme contigo, Athenea. - En su tono no había rastro de duda, sólo una certeza tranquila - solo quiero que seas feliz, princesa. - La palabra princesa en sus labios no sonaba a condescendencia, sino a un cariño profundo y protector. - Y haré todo lo posible para que todo esto sea un bonito recuerdo para ti. No es necesario... Pero gracias" —dije, y una sonrisa genuina, cálida y ligera como un suspiro de alivio, se dibujó en mis labios, en ese instante, lo supe, él es mi ancla a la realidad, el faro que me guía a través de esta tormenta de incertidumbre. Es necesario - respondió su voz, firme pero llena de ternura - no quiero ser la persona que te lastime. - Cada palabra suya era un hilo de esperanza tejiéndose en mi corazón - por eso quiero hacer las cosas bien y si el amor surge en nuestro matrimonio... sería lo ideal para ser verdaderamente felices. Un nudo de emoción se formó en mi garganta, queriendo decir algo, pero las palabras se negaban a salir. Te dejo, princess - continuó, con esa mezcla de respeto y cariño que solo él sabe dar -Tengo un bosquejo en que trabajar. Está bien - logré decir, y esta vez mis palabras flotaron en el aire, ligeras, como si por primera vez el futuro no pesara sobre mis hombros. Colgué, y en el silencio que siguió, no había vacío, sino una paz que comenzaba a echar raíces en mi pecho. Me quedé pensando en sus palabras, en ese "si surge el amor en nuestro matrimonio". La idea se instaló en mí como una semilla de algo que no me atrevía a regar, pero que tampoco podía arrancar. ¿Sería capaz de volver a confiar? No era una pregunta sobre él, sino sobre mí, sobre esta fortaleza que he construido y que ahora sentía como una prisión Un suspiro escapó de mis labios, bueno, confío plenamente en Matheo, èl ha estado ahí para mí, sosteniendo mis silencios, leyendo entre las líneas de mi dolor, obviamente me conoce, conoce cada grieta de mi alma, cada fantasma que me persigue, incluso conoce el secreto que nadie sabe de mi familia, esa verdad pesada que llevo como una cicatriz y que él carga conmigo sin hacer preguntas. Sin darme cuenta, como un acto reflejo de un dolor antiguo, toqué levemente mi vientre, fue un gesto breve, pero suficiente para que los recuerdos dolorosos vinieran a mi mente como un ejército de sombras, amenazando con devorar la frágil paz que comenzaba a construir.
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