La Cita

2066 Words
Capítulo 2 La Cita la noche había resultado trascurrir con una tranquilidad casi inexplicable, así lo fue para Leandro, sin embargo, no había sido este el caso de Diana, con mucha prisa, ella había salido de la facultad, caminaba algo ansiosa hacia el edificio de las residencias universitarias donde estaba viviendo, y sin darse cuenta hasta ese momento su celular no había parado de sonar hacia unos minutos, sintió un escalofrío al darse cuenta de la llamada, pero decidió contestar, la voz de un hombre enseguida le hablo. —Aló¡, Diana te he estado esperando…— —No te imaginas lo que me paso, enserio perdón¡— —No entiendo, ¿te sucedió algo? O ¿lo olvidaste? — —No, no lo olvide, perdí mi gorrito y estuve buscándolo… sabes que es importante para mí…— contesto Diana reprochando la respuesta de Hernando; él era un joven mayor que ella, tenía 25 años y se había graduado de administración de empresas hacía ya un año, desde que terminó sus estudios tuvo la oportunidad de ejecutar una idea de negocios que había sido muy bien recibida en su ciudad natal Villavicencio, y debido a esto tenía la posibilidad de ayudar a Diana con dinero para continuar con sus estudios, gesto que para ella había sido muy importante en un momento de dificultad. Pero la partida de Diana no lo había puesto muy contento, pensaba que era un gesto de ingratitud, las dicciones y peleas eran parte de la rutina en la relación de los dos jóvenes, lo cual los llevo a terminar su relación pocos días antes del viaje de Diana, pero habían concordado seguir siendo amigos, aunque esto molestara mucho a Hernando. Diana, después de contestarle así y finalizar la llamada, camino aún más rápido para llegar a su habitación, al llegar y tras tomar un respiro, con más calma intento llamar a Hernando, pero este no contestaba, “ahora que estará pensando este señor…” pensó Diana molesta, tomando su rostro con ambas manos, al cabo de unos minutos de meditar la situación, respiro profundo, y con una expresión más calmada comenzó a sacar de su bolso los cuadernos y útiles que necesitaba, no sin antes tomar el gorro de lana color carmesí y recordar por lo que la hizo pasar ese día, con molestia lo boto a un lado de la cama, pero su mirada se detuvo por un segundo, tomo de nuevo el gorro y en un momento de silencio, el recuerdo de Johanna la llenaba de sentimiento, en su memoria se había guardado con detalle el día en que junto con su padre Óscar compraron el gorro de lana para su madre Johanna, Diana solo tenía 16 años y su madre había sido hospitalizada, como consecuencia de un estado avanzado de cáncer, había perdido también parte de su cabello y el gorro de lana carmesí ayudaría a protegerle del frío penetrante de las habitaciones de hospital, pero Johanna perdió la batalla contra la enfermedad y falleció semanas después, dejando a Diana sola con su padre, él en medio del dolor se había vuelto frío y distante, y ella desde entonces atesoro con el corazón el gorro de su madre como símbolo de su memoria; Diana al ver sus lágrimas caer sobre el tejido carmesí, se reincorporó en el momento, limpio las lágrimas de sus mejillas y tratando de despejar su mente enfoco su atención en sus apuntes de clase, pero su mente no estaba tranquila, finalmente decidió que lo mejor era intentar dormir. Leandro despertó temprano como de costumbre y sintiéndose algo ansioso tras compartir con sus padres un momento, salió de casa rumbo a la universidad, era aún temprano, pero él pensaba con complicidad que si llegase temprano tendría la probabilidad de encontrarse con su misteriosa nueva amiga, reunido con sus compañeros poca atención prestaba a lo que conversaban, su mirada curiosa de vez en cuando revisaba la entrada de la facultad, pero no tardó mucho en llegar la decepción al joven curioso, pues paso el tiempo y debió entrar a su clase, y el inocente muchacho no sabía que a Diana se le había hecho tarde, pues al no dormir bien, había despertado a solo 10 minutos antes de su clase, ella solo mira con molestia el reloj y dijo —ash, ya que…— mientras se daba vuelta y se acomodaba para dormir un poco más; llegado el medio día Leandro por poco olvida su compromiso con Angela, salió a su encuentro no sin antes, aun con la curiosidad, ojear los pasillos en busca de la dormilona joven que todavía se encontraba en casa. Él había quedado de encontrar a Angela en el paradero del autobús, cuando se acercó vio que ella ya lo esperaba y al notar su presencia ella señaló con impaciencia su reloj. —Estoy cansada de esperar, me pudo pasar algo, estaba muy preocupada…. Llevo acá 5 minutos¡, eres un descarado, y llegas así no más, sin darme un abrazo— Reclamo Angela sin dejarle contestar nada, para finalmente acercarse a él y darle un cariñoso saludo. —¡Deja el escándalo¡, no me demore nada—al fin pudo contestarle Leandro— ven acompáñame— le dijo él. Angela tomo de gancho a Leandro y juntos fueron a comprar algo de comer mientras charlaban por el camino de las cosas que tanto quería Angela hablar con él, al llegar a un parque cercano tomaron asiento y su conversación continuó. —Y entonces ¿Qué piensas hacer? —pregunto Leandro indeciso —Honestamente no lo sé— —Podrías averiguar otra carrera que te guste, y donde podrías estudiarla—respondió él —Pues es algo que aún debo pensar— contesto tristemente Angela— Pero dime, ¿Cómo te fue con la muchacha el fin de semana?, se llama Marcela ¿no?— pregunto Angela con mucha impaciencia, Leandro río de ver a su curiosa amiga. —Más o menos honestamente, no creo vuelva a salir con ella— —Pero es compañera tuya ¿no?— —Si, pero no la veo seguido, solo la veo en las prácticas, es solo una compañera— respondió él con sencillez —¿Y la muchacha de anoche?— —No sé, hoy no la he visto— Dijo Leandro fingiendo despreocupación. Angela noto sin embargo que su amigo podría estar fingiendo, había notado la noche anterior un pequeño entusiasmo que hace mucho no sentía en su amigo. Terminaron la conversación, pero Leandro decidió acompañar a Angela de nuevo a la parada del autobús, luego de una amable despedida, Leandro le aconseja con cariño. —Ten paciencia niña— —Eso mismo te digo… niña— Contesto Angela rápidamente y río al subir al autobús pese a la mirada seria de su amigo que se le quedó viendo avergonzado con las demás personas que pudieron escuchar la burlona respuesta, él, fingiendo no haber escuchado nada y siguió su camino de vuelta a la universidad. Volviendo a la universidad, Leandro caminaba un poco más deprisa y concentrado, pues estaba sobre el tiempo para la clase de la tarde, pero Diana a un paso apresurado lo alcanzo y lo sorprendió. —¿Siempre caminas tan serio?, pareces enojado— le dijo Diana, frunciendo el ceño imitándolo. Él no pudo ocultar la gracia y la ternura que le provoco ver a la joven tratando de imitar sus gestos con sus ojos marrones y sus cachetes tiernos, pero pensó “otra persona que se burla de mi hoy” antes de contestar el pintoresco saludo. —jajaja No¡, no estoy enojado, voy un poco tarde, y ¿tú?, ¿apenas vienes llegando? — —Si, me he despertado tarde esta mañana, no dormí muy bien anoche— contesto ella naturalmente. —Es bueno tomarse un respiro si algo te preocupa— Ella no pudo evitar dejar escapar una sonrisa, pese a seguir pensando en los problemas que se habían presentado la noche anterior; ambos caminaron hasta la puerta de la facultad, ella tomando una dirección distinta, se despido distraída, pero él reacciono diciendo. —Oye, ¿quieres tomar algo?, ¿más tarde? — Ella detuvo sus pasos de golpe, y cruzando sus miradas ella contestó. —Quizá tenga sed— Leandro tras la inconclusa respuesta de la joven siguió su camino y se incorporó en el grupo de compañeros que iban entrando a su salón de prácticas, aunque en su mente daba vueltas la curiosa respuesta de Diana, este no le presto más atención y quiso concentrarse en sus labores. Llegada la tarde Leandro salía de la facultad en medio de su grupo de compañeros que reían y conversaban entre ellos, distraído y sin recordar su espontáneo encuentro, siguió caminando hacia la salida, pero por un segundo al ver una muchacha que caminaba con un café, recordó rápidamente a Diana y sin escatimar en despedidas se alejó de sus compañeros y volvió deprisa a la facultad, ella ya se encontraba en la cafetería, tenía su bolso sobre la mesa y despreocupada revisaba su celular, Leandro llego fingiendo estar relajado, pero se notaba que había quedado sin aliento por volver casi corriendo a la cafetería. —¿Por qué corriste?, ¿me olvidaste?— dijo ella riendo para sí misma. —No¡— contesto al instante un poco dudoso y avergonzado. —Yo te vi salir de la facultad, me dio mucha risa que lo olvidaras—seguía ella riendo sutilmente, —pero quise esperarte un rato—aclaro. —Lo siento, no lo olvide, es que…— —Tranquilo ya estás aquí, me alegra volvieras— El joven sin hallar una disculpa apropiada para su error, tomo asiento y ofreció a la joven pedir ambos un café, pero ella insistió en querer una bebida aromática, mientras tomaban sus bebidas cálidas la conversación se hizo más amena, entre gustos y opiniones el hielo entre los dos se fue rompiendo, pasaron un par de horas, el teléfono de Diana había sonado un par de veces, pero ella no le presto importancia, sin que se dieran cuenta los encargados de la cafetería habían ya recogido todo y habían hecho tiempo para que ellos se retiraran, hasta que uno de ellos se acercó a la pareja y tranquilamente les aviso que cerrarían, ambos jóvenes avergonzados tomaron sus cosas y salieron, la facultad ya estaba desierta, parecía eran las últimas personas en salir del edificio, pero a ninguno de los dos les pareció importarles, pero volviendo a la realidad el frío de la noche era inclemente la joven temblaba en ocasiones y ambos comprendieron la necesidad de ir a cada uno a su casa. —Me gusta mucho hablar contigo— dijo Leandro de un momento a otro. —A mí también, me agrada hablar contigo—contesto ella como si hubiese esperado también decirlo — Te agradezco mucho la invitación, aunque casi me dejas plantada…— replico Diana recordando el descuido. —Lo lamento mucho, no me volverá a pasar— —Ojalá no pase nunca, me enojaría mucho si lo hicieras… no es un buen detalle para una primera cita— dijo ella coqueteando. —¿Una cita?—pregunto sorprendido, ella bajo la cabeza al notar que pudo haber dicho algo incómodo, pero él, al percatarse de su silencio, se respondió a sí mismo. —Si es una cita, debí haberte traído un detalle… espera— la joven confundida vio que su amigo buscaba en su maleta con paciencia, hasta sacar de ella una bufanda negra. —Toma, debes cuidarte del frío, esta ciudad es mucha más fría que la tuya y te puedes enfermar— tomo la bufanda y con ambas manos, rodeando a la joven la coloco sobre sus hombros cubriendo parte de su cuello. —Gracias— dijo ella con timidez, levantado la mirada para ver a Leandro a los ojos, los tiernos ojos de Diana inspiraban en él un sentimiento de paz, y por un segundo sus ojos lo traicionaron y bajaron la mirada hacia sus labios, sintió que el momento era cómplice, pero desistió de su pensamiento, al ver que Diana aparto su mirada, al mismo tiempo que ajustaba la bufanda en su cuello y decía. —Ahora si es una cita—.  
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