Capítulo 2.

2757 Words
▪️2.- MADELEINE WEAVER. En algún lugar de Francia…… —Les dije que no estaba bien sincronizado, ahora tenemos todo un maldito lote desperdiciado, ¿Quién se lo dirá a mi madre?, ¿Eh?, estas son piezas sumamente delicadas. Una joven estaba sumamente molesta, era realmente hermosa pero aterradora, tenía una bonita melena rubia y unos ojos azules realmente encantadores, apenas tenía 20 años de edad, pero eso no era impedimento para que manejar NIE, la empresa náutica de su madre, que a lo largo de los años se había desarrollado y pasado a ser una de los mayores fabricantes de naves náuticas y de aviación. —P-po-podemos arreglarlo, salvamos las piezas que no están dañadas y… —Pues háganlo, y la próxima vez que decidan no tomar en cuenta mi opinión les descontaré las pérdidas de sus sueldos— advirtió la joven a los gerentes, la joven se acomodó el cabello y se dirigió a la salida. —Espero un reporte para mañana, ¿Entendido?— preguntó antes de salir. –Si– respondieron los cuatro hombres que estaban en aquella sala de juntas. Los gerentes no se atrevían a responderle, no por que fuera la misma hija de William Weaver, el hombre que revolucionó la inteligencia artificial, si no por que en verdad la respetaban, era muy joven, pero eso no le restaba inteligencia, era una líder, siempre lo había sido, además era capaz de resolver cualquier problema ella sola. La joven de tierno aspecto caminó hasta la oficina de Presidencia y antes de entrar su asistente le dijo que su padre estaba adentro esperándola, Madeleine sonrió y se apresuró a entrar. —¡Papá!, ¿Cuándo llegaste? — preguntó mientras se acercaba a abrazar al hombre que estaba de pie junto a la ventana, ver a su padre siempre la emocionaba, lo admiraba con gran fervor, siempre fue su mayor inspiración en la vida. William la recibió y le dio un beso en la frente, para él siempre sería su niña pequeña. —Llegué hoy, le marqué a tu madre pero no respondió, ¿Sabes donde podría estar?— preguntó el señor William un poco melancólico, Madeleine negó con la cabeza y se sintió un poco triste, —Mamá estaba muy enojada, ¿Qué fue lo que pasó?. William se aflojó la corbata y respiró hondo, odiaba que su esposa se molestara con él, pues era una completa tortura no estar cerca de ella, la amaba demasiado, ella aún era una mujer muy hermosa, no parecía una mujer de 45 años, tenía una piel envidiable y un cuerpo de infarto, William aún tenía miedo de que consiguiera a alguien más y se fuera de su lado, confiaba en ella, pero aún así a veces se sentía un poco inseguro de sí mismo. –Fue una tontería, tu madre quiere que los gemelos estudien aquí en Francia, y se quiere venir a vivir aquí, yo no puedo quedarme, así que, tuvimos un pequeño enfrentamiento – dijo William no muy orgulloso de lo que había ocurrido. Diana nunca antes se había ido de su lado sin avisar, pero hacía cuatro días que no volvía a casa y tuvo que rastrearla. —Tal vez mamá se siente un poco asfixiada— comentó Madeleine mientras hojeaba un libro de economía y se acomodaba en su silla de escritorio. —¿Asfixiada?, ¿Crees que yo la asfixio?— preguntó William un poco preocupado. —Un poco, sólo piénsalo papá, tu siempre estás en la oficina ocupado, y ella está sola en casa, tal vez mamá quiere ocuparse de NIE, tal vez no quiere mencionártelo, si mal no recuerdo, la última vez discutieron por lo mismo, deberías de dejar que mamá trabaje, así tendrá en que distraerse. —Pero estaría lejos. —Déjala qué te extrañe, eso revive la llama del amor, mamá te ama, ¿prefieres tenerla cerca y molesta, o lejos y echándote de menos? — Madeleine cerró el libro y miró a su padre. William a sus 56 años su cabello estaba canoso, pero su físico aún estaba casi intacto, las cicatrices en su rostro lo hacían ver muy interesante y su buen vestir siempre a trajo a las mujeres, en especial a las caza fortunas, tenía unos ojos azules hermosos y algo a su alrededor inspiraba mucha confianza, si, así era él, un hombre confiable. —¿Cuándo creciste tanto, eh?— preguntó William al ver a la niña de sus ojos, ahora su hija le daba consejos, no podía creerlo. Madeleine iba a responder cuando la puerta de la oficina se abrió, el corazón de William latió con fuerza al ver a su esposa y trató de no correr a su encuentro, por otro lado Diana la esposa de William se quedó estática unos segundos al ver a su esposo ahí de pie, durante el vuelo su coraje se apaciguó y ahora se sentía culpable por haber iniciado una discusión tan tonta, había estado a punto de volver y disculparse con William, pero ahora que él estaba aquí, tenía que hacerse la víctima, respiró hondo y se negó a verlo o cedería ante él, lo amaba tanto que si él se lo pidiera segúramente se tiraría de un edificio. —Mi amor, ¿Podemos hablar?— preguntó William. —¿Cómo supiste que estaba aquí?— preguntó Diana usando un tono de voz molesto. —Usaste la tarjeta de crédito, pero eso no importa, por favor no te enojes, ya lo pensé y haremos lo que tu creas que es mejor—dijo William mientras se acercaba a ella, además él solo cumplía la promesa que le hizo, “No importa a dónde vayas, siempre iré a buscarte” eso fue lo que él le prometió antes de casarse con ella, ya una vez la había perdido por mucho tiempo y no quería que eso volviera a pasar. Diana lo miró con coraje, —¿Por qué me haces quedar como una villana frente a nuestra hija?, tuve que huir para que me dieras la razón, estoy cansada de esto William— dijo ella mientras lo miraba con furia, quería ahorcarlo con la corbata que colgaba de su cuello. —¿Cansada?, entonces… ¿Quieres dejarme?— preguntó William con cautela, aunque ella respondiera que si, él jamás le daría el divorcio. Madeleine miró a su madre con asombro, temerosa de que ella dijera que sí, estaba por intervenir, cuando Diana caminó hasta William y lo miró con desesperación. —Por supuesto que no, solo quiero que me dejes tomar algunas decisiones sin cuestionarme, se que eres un hombre inteligente William, pero siento que no me dejas decidir nada, ¿Acaso no confías en mi?, ¿Y que si me equivoco?, solo quiero que me apoyes, eso hacen los esposos, apoyarse el uno al otro. William se dio cuenta de que estaba siendo muy egoísta, quería a Diana a su lado y no le importaba nada, pero ahora se daba cuenta que ella también necesitaba su espacio y su libertad, —Me disculpo, no sabía que te sentías así, ¿Podrías perdonarme?, dime que quieres hacer y estaré de acuerdo, Diana te amo… y si quieres quedarte aquí en Francia entonces lo aceptaré, dejaré que te quedes. Diana miró al hombre de sus sueños y fue directo a sus brazos, él siempre sabía cómo arreglar las cosas, se besaron con pasión y Madeleine aunque disfrutaba de ver como sus padres aún se amaban tanto se sintió un poco incómoda. Se aclaró la garganta y Diana y William la miraron un poco divertidos. —Bueno ya que mamá se quedará, podrás ocuparte de la empresa, en lo que estoy en Corea, ¿No tendrás problemas o si mamá?. —Por supuesto que no, ¿Acaso olvidas quién te enseñó? — preguntó Diana, William sonrió y miró a su hija, —Saluda a Daniel de mi parte, y no te metas en problemas. Madeleine sabía a que se refería su padre, pero no estaba segura de sí los problemas no se meterían con ella. ……………….. Llegar a Corea le traía buenos recuerdos, la primera vez que viajó a ese país fue a la edad de cuatro años, pero hacía dos años que no pisaba el suelo asiático, acomodó su cabello y se alisó el bonito vestido rosado, tenía listones blancos adornando su peinado y unas bonitas zapatillas Gucci color block, se veía tan tierna y aparentaba la edad de una joven de 17 años, tenía un rostro encantador y sus ojos eran el deleite de la gente. ‘MADELEIN WEAVER’ La joven miró el letrero con su nombre y la persona encargada de recibirla se apresuró a tomar sus maletas después de que ella se presentó con elegancia. —La llevaré a su hotel señorita—dijo el chofer. —No, aún no, quiero que me lleves a Lingshe— dijo Madeleine mientras miraba por la ventana. El chofer obedeció y al llegar al imponente edificio que era Lingshe, Madeleine se bajó del auto y fue directo a la recepción, sólo tuvo que decir su nombre y mostrar su identificación para que la dejaran entrar, todos admiraban a la bonita joven, algunos la conocían y otros querían tener la oportunidad de conocerla. —Esto parece un desfile de modas, primero el guapísimo de Ezra y ahora Madeleine con su bonito rostro— comentó una empleada mientras veía a la joven ir directo a la oficina del CEO. La bonita joven tocó a la puerta y no espero respuesta, simplemente entró, Daniel miró a la chica y sonrió. Madeleine se parecía mucho a su madre Diana, sin duda sería una mujer realmente hermosa, William y Diana sin duda le pasaron sus buenos genes. —¡Tío Daniel!—exclamó la joven emocionada e hizo una reverencia. Daniel se puso de pie y saludó a Madeleine. —Que alegría verte, debes estar cansada, no tenías que venir aquí. —Tonterías, no podía no venir a saludarte primero, mi padre te manda muchos saludos. —Si, hace un rato hablé con él—. Daniel miró sobre el hombro de Madeleine y dijo:—Shuan-yan, ella es la joven de la que te hablé. Madeleine giró sobre su eje y su corazón latió muy rápido al ver a aquel joven, usaba un traje n***o impecable, tenía una piel blanca hermosa, y un cabello n***o hermoso peinado hacia atrás, tenía un aspecto serio, y los labios más atractivos que ella había visto en un hombre, tenia rasgos asiáticos encantadores, la altura y el físico perfecto, sin duda fue amor a primera vista, Madeleine podía escuchar el canto de los ángeles en su cabeza, así que sonrió como una tonta. —¿Tú quien eres?— preguntó Madeleine poseída por aquel guapo caballero. —Él es Shuan-yan Yang, es el CEO de Lingshe S. La cede que tenemos en China. Shuan-yan hizo una reverencia y no dijo nada. —Tu padre me pidió que pusiera al mejor guardaespaldas para ti, Shuan-yan es el mejor, alguna vez cuidó de mi hija, su padre es dueño de la compañía de seguridad Opox— comentó Daniel. —¿De Opox?, ¿Tu padre es Qiang Yang?— preguntó Madeleine, recordó que alguna vez conoció al señor Yang, cuando ella apenas iba a cumplir los catorce años, le pareció un buen hombre, en ese entonces era joven, aún no tenía tanto interés por los hombres, así que no le presto mucha atención. —Si— respondió Shuan-Yan. —Mi padre contrató guardias de Opox para cuidar su taller de… investigación— dijo Madeleine aún con la vista fija en aquel guapo hombre. —A sí, me enteré que trataron de robar algunos proyectos de Velatrix— dijo Daniel ignorando por completo que Madeleine estaba cautivada por Shuan-Yan —Si, pero sólo se llevaron algunas placas de titanio. Madeleine sonrió y pensó que está vez su viaje a Corea sería muy placentero. —Me alegro, y espero que no te molestes, le pedí a Shuan-yan que cuidara de ti mientras estés en Corea, así que será tu guardaespaldas, se que no te gusta que te sigan pero se lo prometí a tu padre – dijo Daniel, él esperaba que esa tierna joven se opusiera con sus palabras tan elocuentes que sólo ella podía usar, pero esta vez ella sonrió y asintió. —Está bien—esa fue su respuesta. Daniel arrugó la frente y sólo le tomó un poco darse cuenta de lo que ocurrió, “William, espero que no seas muy celoso “, pensó para si mismo. —Bueno, deberías de ir a descansar, la reunión es mañana, así que ve a dormir un poco. —Muy bien tío, entonces hasta mañana— dijo Madeleine con una sonrisa y salió de la oficina. Daniel no era su tío, pero ella siempre le dijo así desde que tenía uso de razón, y a Daniel no le molestaba en lo absoluto. Los dos jóvenes salieron de Lingshe y cuando iban a llegar al auto en el que había llegado Madeleine, ella se giró sin dar aviso, eso hizo que Shuan-yan quedara muy cerca de ella, la miró sin ninguna expresión en su rostro y dio un paso atrás, si no fuese un hombre con reflejos rápidos hubiera chocado con ella. –¿En qué hotel te hospedas? – preguntó Madeleine. Shuan-yan le dijo el nombre de su hotel y ella asintió, —Me hospedaré ahí entonces, sube mis maletas a tu auto, ¿Tienes auto verdad?. Shuan-yan asintió y respiró hondo, si hubiera estado en sus manos se hubiera negado, pero no podía decirle que no a Daniel Wong, era su jefe y un buen amigo de su padre, no quería estar detrás de una niña caprichosa y rica, tuvo que soportar mucho con Esther, además tenía otras cosas que hacer. No le quedó más remedio que hacer lo que la joven le ordenó, una vez que terminó subió al auto y se puso el cinturón de seguridad, Madeleine estaba sentada en el asiento del copiloto jugando con su teléfono, y al ver que el guapo Shuan-yan subió al auto, lo apagó y lo guardó en su bolso. —¿Eres soltero?— preguntó Madeleine, —Si. —¿Qué edad tienes?. —Veinticinco. —¿Siempre eres tan serio?. Shuan-yan había heredado el carácter de su padre, siempre se comportaba de una manera fría con la gente, en realidad a él no le gustaba interactuar mucho con las personas, así que se mantenía reservado. —Si. Las respuestas secas que el joven daba sólo despertaban más y más el interés de Madeleine, los hombres de su edad siempre eran demasiado payasos y sin carácter ante sus ojos, pero Shuan-yan era diferente, él era toda su línea. —¿Te gustaría salir conmigo?— preguntó ella sin vergüenza a lo que insinuaba, Shuan-yan no se mostró sorprendido ni entusiasmado. —No eres mi tipo— respondió sin quitar la vista del frente, conducía y no quería tener algún accidente, menos aún, trayendo consigo a la hija de un Millonario. —¿Qué no soy tú tipo?, ¿Entonces cuál es tu tipo?. —Me gustan las mujeres asiáticas. Madeleine se sintió un poco ofendida, pero no se daría por vencida tan rápido, la derrota no era una palabra que estuviera en su vocabulario. —Yo se hablar chino perfectamente, también se hablar, Cantones, shanghaines, tibetano, mongol, uigur… —Está bien entiendo, me refiero a las costumbres— Interrumpió Shuan, tratando de que la chica guardara silencio. —¿Costumbres? – preguntó Madeleine, “¿Costumbres? “, no, en su cabeza no había nada de costumbres chinas. —¿De qué parte de China eres?—preguntó con curiosidad. Shuan-yan la miró y regresó la vista al frente, —Ya te lo dije, no me interesas como mujer, además, ¿Qué edad tienes?, te vez como una niña de quince años. —Las niñas de quince años no tienen este busto— dijo Madeleine y se señaló los pechos, —Tengo veinte, para tu información, ya soy mayor de edad. –Estoy seguro que si. –Pues me gustaste y vas a ser mi novio, así que hazte a la idea– advirtió Madeleine sin darle tantas vueltas al asunto. Shuan-yan no dijo nada al respecto y continuó conduciendo, no le importaba lo que una niña como ella dijera, todo esto terminaría en un par de días y después pasaría a ser un recuerdo más.
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