—No, quiero que me toques. Necesito que me toques. Te he deseado durante meses. Dio un paso atrás, rodeándolo con el brazo izquierdo. Le tomó la mano izquierda y la llevó a su pecho derecho. Luego, lo miró a los ojos y asintió. Miró la mano que cubría su pecho. Su pecho desapareció entre sus grandes manos. La apretó suavemente. Con mucha delicadeza. Cerró los ojos y se empapó de su suave caricia. La primera de un hombre. Su mano era cálida y reconfortante. Presionó suavemente su pecho contra la suya y ella suspiró de placer. Se sentía bien. Volvió a mirarlo a la cara y encontró una sonrisa suave y reconfortante. Le devolvió la sonrisa. —Qué bien se siente, James —susurró—. Puedes apretar un poco más fuerte. Él respondió y ella dejó escapar un gemido. Él acarició su pezón erecto con la

