Amira
Ir a trabajar con resaca apesta, especialmente cuando eres el jefe. En este caso, no tuve opción. Emborracharme era la única forma en que conseguiría dormir algo anoche. Tomó una botella y media de whisky hacerlo. Alta tolerancia y todo eso.
Mientras actúo mecánicamente, mis empleados fingen no darse cuenta de que algo anda mal conmigo. Incluso Temperance me da una gran oportunidad y no menciona nada sobre la recaudación de fondos.
A la hora del almuerzo, siento que finalmente puedo soportar la comida y subo las escaleras hasta el último piso de la destilería, donde tenemos un restaurante increíble cuya tarifa solo se ve superada por la excelente vista de 360 grados de la ciudad. Diseñé la remodelación después de ver imágenes del Gravity Bar en Guinness Storehouse en Dublín, y no es que haya tenido el placer de haber ido.
Con la deuda de Brett y las amenazas de Mount sobre mí, quizás ahora nunca lo haga.
La multitud almorzando en el restaurante es poca. Asiento con la cabeza a un trío de hombres de negocios y charlo durante unos minutos con un par de mujeres que preguntan por mi madre y si a mis padres les gusta Florida.
—Dicen que nunca regresarán, pero ya veremos.
—Viviendo la buena vida. Es tan maravilloso que pudieran mantener el negocio en la familia y aun así retirarse. Es difícil de manejar en estos días.
—Realmente lo es. —Fuerzo una sonrisa en mi cara—. Que tengan un almuerzo maravilloso.
Cuando entro en la cocina y le sonrío a Odile, nuestra jefa de cocina, niega con la cabeza.
—Haré que alguien lleve a tu oficina lo de siempre. No hay razón para que esperes en mi cocina mientras lo hago. Me complaciste atendiendo lo que sea que quieren esas personas ricas para su evento; no hay razón por la que no deba atenderte también a ti.
—Eres una diosa, y esas personas adineradas nos mantienen a todos ocupados.
Responde con un shhh—: Haces eso solo por fuerza de voluntad. Es esa obstinada irlandesa en ti. Ahora, necesitas aprender a usar el teléfono y llamar para ordenar como se esperaría que lo hiciera la CEO.
No puedo decirle que tuve que salir de mi oficina porque el olor de Mount todavía flota en el aire y cada vez que cierro los ojos, lo imagino sentado detrás de mi escritorio o atrapándome en la esquina.
—Mañana. Lo juro.
Evito el ascensor de nuevo a favor de las escaleras. Básicamente es el único ejercicio que hago, y el ascensor hace que me tome más tiempo regresar al sótano.
No estoy segura de lo que pasa en otras destilerías, pero en mi familia, la oficina del sótano significa que el CEO aprendió el negocio desde abajo hacia arriba, y sirve como un recordatorio para que siempre seamos humildes y tengamos los pies en la tierra.
Siempre me ha gustado el sótano por esa razón, hasta el leve olor a moho que se adhiere a las viejas vigas de madera. Pero ahora se siente extraño y amenazador.
Cuando llego a mi oficina, finjo mi confianza habitual al alcanzar el pomo de la puerta, diciéndome a mí misma que no hay razón para temer entrar. Pero tan pronto como abro la puerta, compruebo que estoy equivocada.
La lámpara de mi escritorio estaba apagada cuando me fui, y ahora está encendida. En el charco de luz hay otra nota.
Cinco días
Debajo de ella está la imagen enmarcada de mis hermanas y mía, la cual normalmente está colgada en la pared detrás del escritorio.
Mi instinto es paralizarme de terror otra vez, pero en su lugar fuerzo una declaración entre dientes.
—No me asustas Mount. Me rehúso a acobardarme. Esta vez no hay respuesta desde la oscuridad.
LAS NOTAS SIGUEN LLEGANDO.
Cuatro días, con una foto de Magnolia y de mí del Sagrado Corazón tomada en noveno grado fue dejada en el asiento delantero de mi auto cerrado.
Tres días, con una copia de la imagen de mis empleados y de mi boletín informativo de la compañía, está vez enrollados y metidos en mi buzón de empleados.
Dos días, con una instantánea de mí en mi maldito restaurante, pegada en una caja de copias de papel en el almacén frente a mi oficina.
Un día, con una foto tomada desde la distancia de mis padres en el campo de golf vistiendo la misma ropa que tenían en la selfie que publicaron ayer en f*******:. La encontré en mi bolso, el cual guardo en el cajón con llave de mi archivador que antes usaba cuando necesitaba mi tarjeta de crédito.
Mount dejó claro su punto, y estoy a punto de volverme loca esperando lo que sea que vaya a venir después.
Tomo mi bolígrafo sin poder concentrarme en nada, incluso leo con melancolía el itinerario de la Convención Global Whisky and Spirits. No iré a la próxima semana en Dublín porque Seven Sinners no puede pagar los gastos extra, y mucho menos un gasto tan extravagante. Tal vez el próximo año. Si todavía estoy viva.
Estoy harta de esperar. Harta de preguntarme. Recojo mi teléfono y llamo a la única persona con la que puedo hablar sobre este desastre—: ¿Cómo lo encuentro?
No es una solicitud, es una demanda, y Magnolia responde rápidamente—: No lo encuentras, Ke-ke. Él te encuentra.
—Pero me envió una foto de mis padres que fue tomada ayer.
—Te dije que este tipo no se anda con juegos. —Su voz es tranquila.
—Bueno, estoy harta y cansada de esperar. He terminado. Terminado. Si me quiere, entonces me tendrá, y prometo que deseará no haberlo hecho.
El silencio cuelga en el aire durante unos pocos latidos—: Necesitas cocinar a fuego lento con ese temperamento pelirrojo que tienes, nena. Este no es un juego donde puedes hacer las reglas. Te dije cómo funciona. Él toma las decisiones o…
—O la gente muere —digo, interrumpiéndola—. Lo entiendo. Ya lo dejó claro, y he terminado. Quiero ponerle fin. Solo dime dónde demonios puedo encontrarlo.
—Ke-ke…
—No me digas que no tienes idea, porque no te creeré. Su suspiro es largo y exagerado.
—No estoy segura, y eso no es una mentira. Pero he escuchado que si vas a un bar muy específico en Bourbon y das una palabra clave muy específica, alguien te revisará y podrías ser llevada ante él, si es que quiere verte. Es como la reina de Inglaterra; no puedes simplemente demandar una audiencia.
—Es mejor que me quiera ver. Eso es lo que quiere, ¿verdad? ¿A mí?
—Piensa en esto antes de hacer algo estúpido. El bar y la palabra clave de mierda son todos rumores y habladurías, y para que conste, no lo intentaría si fuera tú. Solo espera. Tienes un día más y hará su jugada.
Es como si Magnolia no me conociera desde que tenía diez años. La paciencia nunca ha sido mi fuerte.
—No. No esperaré más. Iré a la ofensiva. Dime dónde tengo que ir y lo que tengo que decir.
—Esta es una mala idea, Ke-ke.
Mi corazón palpita con fuerza mientras un nudo se eleva en mi garganta, casi bloqueando las palabras. Tal vez es mi sentido común tratando de intervenir. Lástima. Trago y se lo exijo una vez más.
—Solo dime, Mags.
Por unos cuantos latidos, no creo que me lo vaya a decir, pero finalmente recita a toda prisa la información.
—Piensa en lo que estás haciendo, nena. No es un oso con el que te quieras meter. Hay mucha gente en juego aquí, y no estoy diciendo que sea egoísta. Estoy preparada para conocer a mi creador cualquier día de la semana, pero preferiría que no fuera hoy.
Inhalo profundamente y exhalo despacio.
—Te dejaré saber lo que decida. —Cuelgo antes de que pueda tratar de disuadirme otra vez.
Bajando mi celular al escritorio, miro fijamente el pagaré que ha gobernado cada momento de mi vida durante los últimos seis días. El pagaré que me convertirá en una puta para pagar la deuda de mi infiel y bastardo marido muerto.
Un gorgoteo de risa histérica escapa de mi garganta. Suena tan ridículo Nunca creí en el concepto de mierda de que se supone que la vida es justa, pero, ¿cómo es correcto que esto me tocara a mí? Pienso en la época en que escuché la voz de Mount cuando estaba en esta misma oficina hablando con Brett. No fue cuando firmaron la nota, eso es seguro. Fue después.
¿Tal vez discutieron sobre el pago?
Ojalá hubiera sido una mejor fisgona por una vez en mi vida, porque tal vez tendría algún tipo de munición para cuando me enfrente al diablo en su guarida.
Todo lo que puedo recordar es el murmullo de la voz de Brett y la ira en el tono del extraño. Eso no me ayuda para nada. Entonces, ahora tengo el nombre de un bar y una contraseña secreta. Prácticamente al estilo de taberna clandestina salida directamente de Nueva Orleans durante la Prohibición, cuando mi bisabuelo vendía whisky de contrabando para traer alimento a la familia.
Los Clears siempre han hecho lo que sea necesario para sobrevivir, y he heredado ese rasgo.
Pero, ¿significa la supervivencia esperar un día más o ir a buscarlo?
Me coloco el bolso en mi hombro y salgo de mi oficina, todavía insegura de mi curso de acción.
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Amira
Decido esperar un día antes de hacer alguna locura. Después de eso, todas las apuestas se cierran porque es el Día D. Día de vencimiento.
—¿Qué quieres que te tatué exactamente qué en el trasero? —El gigante barbudo me mira con más sorpresa en los ojos de lo que hubiera esperado en un salón de tatuajes de Nueva Orleans llamado Voodoo Ink.
—No es como si te importara, ¿verdad?
Se inclina hacia delante, apoyando sus gruesos antebrazos con tinta sobre el mostrador.
—Mire señorita, para empezar, tengo los siguientes seis meses completamente reservados.
Cruzo los brazos y lo miro como si no estuviera impresionada, pero realmente lo estoy. ¿Quién sabría que este lugar era tan bueno?
—No puede llevarte más de quince minutos hacerlo. Tienes que poder encajar eso en tu apretada agenda.
Alguien se ríe desde la parte de atrás y unos tacones chocan contra el suelo de cuadros blancos y negros hacia el frente de la tienda. Una hermosa mujer con el flequillo de Bettie Page teñido de azul brillante me evalúa.
—La única razón por la que una mujer quiere PROPIEDAD DE NINGÚN HOMBRE tatuado en su trasero es a causa de una mala ruptura.
—¿El tipo de ruptura que termina con un esposo infiel muerto en un auto incendiado en el Noveno Distrito? —Los miro a los dos, mi pecho se estremece para poder expresarlo sin corazón, pero los hechos son los hechos.
El hombre se aleja del mostrador y los ojos de la mujer se abren como platos. Su cambio de comportamiento me hace pensar que ahora saben exactamente quién soy. La muerte de Brett definitivamente fue la noticia de las once.
—Me temo que no podremos ayudarte hoy, y tengo el presentimiento de que la mayoría de las tiendas en la ciudad te darán la misma respuesta —dice con su voz áspera un poco más suave.
La mujer da un paso alrededor del mostrador.
—¿Qué tal si vamos a tomar una taza de café al lado y puedes hacer eso de “desahogarte con un perfecto extraño” para sacártelo del pecho sin cometer el terrible error de hacerte un mal tatuaje del que te arrepentirás resto de tu vida?
Está en la punta de mi lengua decirle que el resto de mi vida probablemente no sea muy larga, pero en cambio sigo el frufrú de su vestido retro de color rosa con crinolina negra asomándose por debajo de la falda mientras me saca de la tienda de tatuajes.
El café de al lado es en realidad una tienda de donas llamada “Your Favourite Hole”3. Nunca me he detenido allí porque cada dona que como va directamente al trasero que quería tatuar y ya entra ajustado a la mayoría de mis jeans.
La mujer ordena por las dos sin molestarse en preguntarme qué es lo que quiero. El barista entra en acción y sirve las bebidas en un tiempo récord con una bolsa con bolitas de rosquilla4.
—Esa es para ti. —Asiente con la cabeza hacia una taza y toma la otra junto con las rosquillas y se dirige a una mesa.
Recojo mi bebida y la sigo.
—Por cierto, soy Delilah —dice, tendiéndome la mano libre.
—Amira.
—Clear, ¿verdad? Lo supe después de tu historia. No muchas personas pueden duplicar ese desastre. Pero, para ser honesta, creo que te reconocí antes. Haces un whisky jodidamente increíble. Me encanta la malta sola, y ese cóctel que preparas con limonada y una ramita de menta está para morirse, en serio —hace una pausa—, y para que conste, siento mucho tu pérdida. Sin importar nada, eso apesta.
Por alguna razón, la necesidad latente de llorar aumenta, pero la reprimo.
Brett ya ha obtenido más que suficientes lágrimas.
En cambio, simplemente digo—: No tienes idea de cuánto apesta. Toma un sorbo de café antes de dejarlo en la mesa.
—Te creo. Entonces, ¿vas a decirme qué generó la idea del tatuaje? Porque te sorprendería la cantidad de buenas historias que podría contarte que comienzan cuando nos rehusamos a tatuarle el trasero a alguien.
Por un momento, considero contarle la historia del desastre en el que estoy, pero no puedo arriesgarme a arrastrar a otra persona inocente a la pelea. O para ser exacta, a la zona de matanza.
—Tal vez solo siento la necesidad de declarar mi independencia —digo vagamente.
—Lo que implica que sientes como si alguien intentara quitártela. Le disparo una mirada perspicaz por su astuta observación.
—¿Eres tatuadora o consejera?
Se ríe y busca en la bolsa una rosquilla. Y, Dios mío, huelen delicioso. Canela y azúcar y toda esa deliciosa pasta. Estoy tentada de agarrar una, pero me contengo bebiendo el café. Sabe bastante bien como el olor de las rosquillas.
—Soy un poco de ambas la mayoría de los días. He visto mucha mierda y he escuchado mucha más mierda. —Escanea la habitación como si la estuviera revisando para asegurarse de que nadie está escuchando a escondidas antes de continuar—: Sé que no me conoces, pero te voy a dar un consejo. Supongo que no te encuentras en un buen momento, especialmente teniendo en cuenta el auto con las ventanas polarizadas estacionado al otro lado de la calle y el tipo que pretende no verte.
Empiezo a girar la cabeza en dirección a las ventanas del frente, pero ella me detiene arrojándome una rosquilla en la cara. Me rebota en la frente y me distrae.
—¿Qué demonios?
—No mires.
Mi cabeza empieza a latir con fuerza, así que aspiro más cafeína, con la esperanza de que maté el dolor.
—Bien, vale. ¿Cuál es tu consejo? —pregunto mientras pongo mi café entre nosotras sobre la mesa.
—Si bien es posible que desees afirmar tu independencia, o tal vez enviar un mensaje muy fuerte a alguien, sugiero encontrar otra manera de hacerlo que sea un poco menos permanente que un tatuaje en el trasero. No estoy bromeando cuando digo que te vas a arrepentir para siempre.
A pesar de que me dijo que no mirara, de manera indiferente levanto de nuevo mi café y golpeo la bolsa de rosquillas para que se derramen sobre la mesa. Con Delilah distraída, echo un vistazo.
Efectivamente, hay un hombre de traje apoyado en una farola con un periódico bajo el brazo. Un BMW n***o está estacionado en el lugar frente a él.
Delilah se da cuenta de mi táctica.
—Te dije que no miraras.
—¿Realmente importa?
—¿De qué estás siendo perseguida y ahora lo sabes, y él sabe que lo sabes?
—Se encoge de hombros—. No lo sé. Depende de con quién estés tratando.
Dejo caer la mirada hacia la tapa de mi café, jugando con la solapa de la taza.
—Mierda. Es malo, ¿verdad?
Todo lo que puedo hacer es asentir.
—¿Qué tan atrapada estás? —pregunta. Le lanzo una mirada.
—¿Por qué te importa?
—Tendemos a recoger vagos en Voodoo, y aunque nunca consideraría a Amira Clear de Seven Sinners Whiskey como una vaga, hoy pareces un poco menos serena de lo que hubiera esperado dada tu reputación. Pero si hay algo que pueda hacer para ayudar, solo dímelo.
—No hay nada que nadie pueda hacer para ayudar. Quiero decir, a menos que seas rica e independiente con toneladas extra de capital líquido. —Tomo una rosquilla y la meto en mi boca para evitar decir más.
Mientras mastico, Delilah me estudia nuevamente.
—Bien, no me digas, pero si realmente quieres hacer esto, puedo recomendarte a un buen artista de la henna a solo dos cuadras de distancia.
Salgo de la tienda de henna sintiendo que recuperé un poco de control sobre mi vida.
Con o sin deuda, al menos ahora está claro semipermanentemente que nunca seré propiedad de ningún hombre. Esa brizna de positividad me lleva todo el camino a casa, solo para ser rociada por una fría oleada de miedo cuando abro la puerta de mi habitación y encuentro una caja en la cama.
Sin insignia ni logotipo, solo una gran caja negra brillante que tiene el tamaño perfecto para contener una variedad de extremidades cortadas.
Querido Dios. ¿Cuándo comencé a pensar así?
Mi voz interior no se molesta en responder porque la respuesta es obvia. No es que haya ninguna duda en mi mente sobre de quién es.
Tomo mi teléfono y llamo a Magnolia.
—Por favor dime que no hiciste nada estúpido —dice en lugar de saludar.
—Nada irremediablemente estúpido.
Su suspiro de alivio llega a través del altavoz.
—¿No fuiste a buscarlo?
—No, pero estoy mirando una caja en mi cama que claramente él o su gente dejaron.
—¿Qué hay dentro?
—No la he abierto.
—¿Qué diablos estás esperando, chica?
—¿Qué pasa si hay partes del cuerpo adentro? Se queda en silencio por un momento.
—No has intentado huir. No has hecho nada estúpido. No hay forma de que te envíe partes del cuerpo. Abre la maldita caja, Ke-ke.
El hecho de que enumera esas circunstancias de manera tan casual como la razón por la que no he recibido partes del cuerpo me recuerda cuán seria es mi
situación. Mi pequeña excursión a la tienda de henna parece ridícula ahora. Menos mal que no me tatuaron en Voodoo…
—No quiero abrirla. —Mi tono suena obstinado y necio, como un niño que no quiere comer sus verduras.
—No me obligues a ir y hacerlo yo misma porque tu pequeño y obstinado culo irlandés no lo hará. Ponme en el altavoz, deja el teléfono y abre la maldita caja.
—Está bien, está bien. —Lanzo el teléfono con el altavoz sobre mi colcha gris y blanca y alcanzo la parte superior de la caja para levantarla.
—No estás gritando, así que ¿supongo que estamos bien con lo de las partes del cuerpo?
El hecho de que Magnolia pueda ser tan simplista sobre esta situación me supera, pero es otro indicador de que su vida y la mía, al menos antes de esta última semana, son total y completamente diferentes.
—Hay papel de seda. Es n***o.
—Bueno, quita esa mierda, nena. Me estoy muriendo de suspenso.
Alejo el papel, y debajo hay una tela de seda negra que se desliza de entre mis dedos como el agua. Levanto un vestido que tiene que costar más que mi auto.
—Es un vestido. Corto y n***o. ¿Seda tal vez?
—Mejor que una parte del cuerpo. Mucho mejor. Apuesto a que también es
caro.
No me puedo imaginar a un hombre con la reputación de Mount tomándose
el tiempo de elegir lo que quiere que use mientras cobra su deuda. Probablemente no lo hizo. Tal vez tiene un comprador personal para estas situaciones.
Verifico el tamaño. Por supuesto que está bien. Comienzo a preguntar cómo lo supo, pero recuerdo que claramente han estado en mi departamento más de una vez. Y luego me doy cuenta del nombre en la etiqueta. Versace. Jesús. Esto definitivamente vale más que el Honda.
—Entonces, ¿qué más?
—Espera. Estoy llegando a eso.
Dejo el vestido sobre la colcha y encuentro más pañuelos de papel alrededor de un conjunto de lencería negra con incrustaciones de pequeños cristales que brillan como polvo de diamante.
¿Qué tal si son diamantes?
Recuerdo haber leído sobre el sujetador que era diamantes sólidos, y definitivamente he pasado por las ventanas de las tiendas que venden ropa interior hermosa, pero nunca me había molestado en entrar porque apenas podía pagar media tanga.
Ver esto, ser dueña de esto, debería llenarme de entusiasmo, pero todo lo que siento es ira ardiente y resentimiento.
—Escucho más papel. ¿Qué más estás encontrando allí?
—Lencería.
—Por supuesto. Apuesto a que es algo bueno.
—Probablemente cueste más que mi renta —murmuro mientras desenvuelvo otro objeto cubierto de tela en la esquina.
—Y zapatos. —Levanto un tacón con incrustaciones de cristal n***o y examino el tacón de aguja y las delicadas correas que envolverán mis pantorrillas.
—¿De qué tipo?
Por supuesto que querría saber.
—Manolo Blahnik. —Definitivamente nunca pensé que tendría un par de estos tampoco. Y ahora ni siquiera puedo disfrutarlos porque los llevo porque él lo ha decretado.
—Maldita sea, chica. Fue por cosas buenas. Lo tomaría como una buena
señal.
El nudo en la boca del estómago no concuerda completamente con ella.
—¿Algo más?
Levanto el otro zapato para encontrar una nota en la parte inferior escrita con
la misma letra negra que todas las demás Un conductor te recogerá a las 9 p.m. Leo para Magnolia.
—Mejor déjame ir y comienza a prepararte. Tienes que noquearlo hasta la
muerte, Ke-ke. Juega con su mente en lugar de que lo dejes jugar con la tuya.
Pienso en la parada que hice más temprano el día de hoy.
—Lo haré lo mejor que pueda. —Otro pensamiento golpea mi cerebro, y lanzo algunas palabras más—: Si… si algo me sucede, le dirás a mis padres y a mis hermanas…
Magnolia me interrumpe.
—No vas a morir esta noche, nena. Lo juro. Dale a ese hombre lo que ni siquiera sabe que quiere, que es todo lo que eres tú, y estarás bien. Ahora, ponte en marcha. Ponte esa armadura y ve a matar a ese dragón con forma de hombre.
Cuelgo el teléfono y miro fijamente la colección de alta costura esparcida sobre la cama. Debería sentirme como una princesa vistiéndose para un baile, no como una prisionera de camino a su ejecución. Pero ninguna princesa jamás se enfrentó con Mount. Al menos, que yo sepa.
Recojo la nota.
No hay firma. No hay instrucciones u órdenes para usar la ropa provista. Nada más allá de la simple información que indica a qué hora me recogerán. La palabra misma aviva el fuego en mis venas.
Este hombre está absolutamente acostumbrado a obtener lo que quiere, que nunca esperaría nada menos que el cumplimiento total de sus órdenes, explícito o implícito.
Que se joda.
Todo en mí me implora que me rebele. Luego está la pequeña parte que grita: “Lanza algunas cosas en una bolsa y corre al aeropuerto y toma un avión a Madagascar”.
Cierro los ojos y pienso en las imágenes que he recibido durante la última semana. Mis hermanas. Mis padres. Magnolia. Mis empleados
La imagen de una mujer bailando sobre cristales rotos. Las pesadillas que se convertirían en realidad si no cumplo. Correr sería el último acto de egoísmo, y soy mejor que eso.
Mount puede tomar su libra de carne, pero eso es todo lo que obtendrá de mí.