Los aires de grandeza, solo son eso, aires en la cabeza

1621 Words
Podría ser que Carlota, sus ganas desenfrenadas de yacerse con cualquier desconocido era solo por despecho, pero para Hazard que nunca habia hecho eso a pesar de ser hombre, y siendo hombre con principios, solía hacer el choco choco solo con la mujer de quien se sintiera enamorado. Hazard se levantó en la madrugada de la cama dejando a Carlota dormida y se fue, pero antes, dejó un guardaespaldas cuidando que nadie entrara a su habitación. Ya sentía que debía marcar territorio con ella como si fuera su posesión más preciada, no quería que nadie más tuviera acceso a ese cuerpo, aunque la dueña de ese cuerpo fuera una mujer fácil. Más tarde cuando Carlota despertó, ella se levantó extrañada de no ver a nadie a su lado, recordaba remotamente que había estado con alguien, pero no recordaba bien el rostro de ese desconocido hombre. No se culpó a sí misma por ello, porque de recordarlo, tendría que ignorarlo, así se evitaba llamar o rechazar cuando la buscaran, "es mejor así" pensó mientras se vestía por la mañana. Se dio un baño limpio miro que había un paquete, lo reviso y era ropa limpia era de su talla exacta cómo es posible pensó, pero en vista de que lo necesitaba lo utilizó le quedaba entallado como si fuera hecho para ella misma. Desde afuera del otro lado de la calle estaba estacionado un vehículo, un Ferrari rojo, dentro estaba sentado el señor Hazard, él miraba a la mujer salir y pedir un taxi. Hazard siguió al taxi, se sentía mal consigo mismo porque aunque dejó aquel hotel en la madrugada, no quiso ir a su propia residencia teniendo su hija esperando por él. Se quedó solo para ver qué hacía esta mujer desconocida para él, por eso se sintió molesto con el mismo por dejar a su hija esperando y estar detrás de los calzones de una desconocida. Porque lo pinte a como lo pinte, eso era esa mujer, una odalisca que no tenía principios. Y lo que él quería realmente era bajarle los calzones o romperlas y tomarla y poseerla. Desde que la abrazó y sintió su cuerpo suave y aterciopelado quería estar así pegado a ella. Carlota fue directo al edificio, la instalación de la marca exclusiva que manejara su madre, ahí se sentó en frente de la enorme ventana que daba a la vista hacia el resto de la ciudad, su mente estaba llena de telarañas. Era la hora de entrada de todos los empleados, llegaron de uno en uno en menos de diez minutos, ella seguía delante de la enorme ventana. Las paredes eran de vidrio y se podía ver a Carlota sentada de frente a la ventana, todos miraron al llegar, sin embargo, ella seguía perdida en su mente. Alguien entró sin previo aviso y habló a Carlota, la secretaria no había podido detener a este hombre, era Federico. Cuando lo vio frunció el ceño se preguntó qué hacía este hombre tan caradura aquí en su oficina. —Sal ahora mismo de esta oficina —ordenara Carlota, ella ya no podía soportar ver a este sujeto ni mucho menos hablar con él. En el pasado lo había amado, lo había respetado, lo tenía en un pedestal como la mejor de las personas, pero esa percepción que tenía de él había desaparecido. Ahora había sido reemplazado por el asco y la repulsión, esto no era porque todavía lo quisiera, era que con la misma intensidad que lo había amado ahora lo odiaba mucho más. Carlota le dijo. —Puedes irte y dejar de hacerme perder mi valioso tiempo. —Oh, por qué tienes que ser tan déspota conmigo, acepta, todavía me amas —dijo el hombre sonriéndole a la mujer. —¿Estás loco? —gruñó Carlota. —¿Crees que todavía te quiero o te amo? Te quiero si, pero a mil millas lejos de aquí. —Eso solo explica una cosa —dijo Federico —quien puso cara de seductor fatal. —Me amas demasiado que temes tenerme cerca de ti eh —Dijo Federico con una sonrisa de triunfo. —Volvamos cariño, nos casaremos, ahora que ya sabes mis debilidades, me gustan otras mujeres, pero para pasarla rico, solo debes mantenerme el gusto y seremos una pareja extraordinaria ante el resto del mundo —habló de manera descarada. Federico recibió un golpe en la cara, era una bofetada limpia que hasta sonó rico el "Plaff" al oído, el apretó su mandíbula, con cara de pocos amigos, pues no esperaba la reacción de ella así, dijo a Carlota con enojo. —Dejaré que tú misma me busques, porque tu misma me pedirás que vuelva contigo y da gracias que todavía estoy aquí para ti —dijo apretando la quijada. —¡Ah, cuidado! no tardes mucho porque entonces puedo cambiar de opinión, aprovecha que estoy aquí para pedirte que vuelvas conmigo. —dijo Federico. Los ojos de Carlota se abrieron, no de sorpresa bondadosa, sino de odio y repulsión en contra del hombre. —Definitivamente estas pensando demasiado de ti mismo Federico, ni aunque fueras el último hombre sobre la tierra haría eso. —Porque aunque no hubiera otro hombre sobre la faz de la Tierra, yo jamás volvería contigo. —recalcó su decisión. —Eres un ser despreciable un ser desleal nada me ata a ti ni siquiera un sentimiento de admiración y respeto ni atracción eres un pelele un bueno para nada. —Jajaja —Se rió Federico. —Al menos no te soy indiferente, todavía me amas y no lo quieres reconocer —dijo entre risas. Dicho esto Federico intento acercarse para besarla pero ella le dio un rodillazo ahí entre las piernas dándole un golpe en su tercera pierna. Claro que se puso a aullar como un lobo herido aprovechando esto Carlota llamó a los de seguridad y les exigió que no volvieran a dejar entrar ni como cliente a este hombre. Carlota dijo, "consideren que una persona con contagio al que deben evitar a toda costa.” Federico fue expulsado hacia fuera lanzado como un vil leproso a quién todos querían lejos. Él se sintió muy ofendido hasta hace un par de meses él era el amorcito corazón de oro de esta mujer pensó para sí mismo, que cruel son las mujeres son demonios, se dijo. Cuando era su galán su novio le trataba de ángel, lo trataba de tierno, de osito tierno de peluche, mi gatito ron ron, mi cuchi cuchi, pero ahora, lo trataba con la punta del pies. Inventaré algún mal apodo, ya verá, haré un mal apodo para que todo el mundo la llame así Ella no es una mujer ella es un demonio de mujer, es el diablo que vive en Nueva York. Federico estaba hablando solo como que si fuera un loquillo después de tanto quejarse tuvo que tomar un taxi para regresar a su casa. Cuando volvió a casa encontró a su madre ella lo estaba esperando y preguntó. —Doña Santa, ¿Cómo vas a dejar que tu marido el gruñón deje a tu hijito así? —Sin un peso partido por la mitad y mis bolsillos vacíos, mamá regaña a papá —Y todo porque lo hace es para complacer a la familia de esa diabla. —Perdón —dijo su madre, la señora Santa —¿A quién te refieres con que es un diablo? —preguntó la madre. —Pues a mi ex a Carlota esa mujer es el mero diablo, Fui a buscarla para que arregláramos nuestras diferencias, pero prefirió lanzarme a la calle. —¿Crees que era una buena mujer? Esa mujer es mala, si mas bien me he ganado una fortuna al no casarme con ella. —Y tu papá castigándote, pero me va a oír —Dijo la señora Santa. —Porque según mi padre la ofendí y ella vive feliz sin mi. —dijo Federico haciéndose la víctima. —Ay hijo mío, ¿qué puedo hacer por ti? Esta es la decisión de tu padre no puedo ayudarte con eso. —Madre querida, ¿A estas alturas no has aprendido a controlar a mi padre? Puedes hacer todo a tu favor, mami, entre parejas todo se puede arreglar en la cama. —Dijo Federico bien pícaro. Federico le gustaba jugar con su madre. —Debí casarme con esa loca endiablada y luego divorciarme de ella, así hubiera tomado el 50% de sus bienes. —Ahora no me deja ni acercarme a ella —Se quejó Federico. —¿Acaso no te has enterrado? Va de fiesta en fiesta, se ha vuelto una vagabunda, es una zorra y media. —Dijo la madre de Federico. No miraba la cola al hijo y apuntaba al de otras personas. —Hijo yo sí estoy feliz de que tú ya no estés con ella. Ella es una mala mujer con reputación sucia, oscura. —Dijo la madre de Federico. Como una madre alcahuete, allí estaba la señora Santa sin poder ver lo que su hijo hiciera a la chica, pero "Apoyándolo" según ella por que él era el hijito de sus entrañas. Se dice que si todas las madres ( mujeres ) educaran a sus hijos varones como es debido, no habría machistas maltratando a mujeres, mejor dicho, "son las mismas mujeres las que arruinan el carácter de sus hijos quienes. a su vez arruinan la vida a las mujeres. Todo un revoltijo de cosas, pero como en esta vida, se debe ser justo y neutral, obviamente hay que mencionar que también hay mujeres de mala entraña como Federico. Se le cae bien el dicho de que “Dios los cría y el diablo los junta”
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