Fiorella: Encuentro bajo la lluvia

4419 Words
Hoy finalizó mi tercer mes de trabajo. Resistí. Afortunadamente superé el período de prueba. Debería estar feliz porque ello representa mi estabilidad en el puesto de trabajo, solo que esa posibilidad fue opacada con la decisión que me comunicó la Doctora Mondragón en la mañana. Afortunadamente, mientras me mentalizaba para ir a la oficina del Licenciado a ponerme a sus órdenes como me indicó la jefa, me pidieron entregar hoy resuelto con la propuesta que solicitaron un caso que tenía asignado. Ello fue perfecto ya que acordé con la jefa avocarme a este trabajo y postergar para el lunes próximo ir a la oficina del Licenciado. Tendría todo el fin de semana para prepararme mentalmente.  Ayer me entregaron tres asignaciones urgentes. Son tres casos referentes a unas construcciones ilegales, en las cuales hay involucradas tres empresas contratistas reconocidas. Me correspondía analizar y esquematizar a la brevedad posible las opciones para negociar en una mesa arbitral con sus representantes a fin de no llegar a la apertura del procedimiento de imposición de multa y todo el proceso traumático que estos casos generan. Debo tener un informe detallado de cada una de ellas. Si bien el trabajo me ayuda a no pensar, no creo lograr mucho ante el reto tan duro que tengo por delante con la función de asesora del proyecto liderado por el Licenciado y lo que ha venido pasando entre los dos estos últimos meses. Lo sucedido con Oliver aquella tarde me marcó más de lo que cualquiera puede imaginar. Lo que era de esperarse de una inexperta como yo. Me he sentido triste, deprimida.  Como cuento con poco tiempo para analizar las opciones y redactar el informe y en vista que no tengo planificada ninguna salida para este fin de semana, aproveché a sacar copia de los documentos más importantes y llevármelos a casa para trabajar en la tranquilidad de mi hogar. Mi mamá y mi hermana trabajan el día sábado. Tienen libre los domingos. No es que hagamos mucho ese día. Por lo general, ellas lo dedican a descansar. A raíz de mi actual empleo, planificamos que los días sábado, como los tengo libres, me encargaría de hacer los quehaceres que demande la casa. Me ha costado disimular para que mi mamá y mi hermana no se den cuenta que algo me sucede. No quiero preocuparlas. Ciertamente no soy una niña, pero siempre han sido muy cuidadosas de mí. Siempre están al pendiente de que nada malo me suceda. Últimamente he sentido ganas de llorar. No sé cómo procesar todo esto que me está sucediendo.  Hoy viernes, tratando una vez más de evitar encontrarme con Oliver y de adelantar algo del trabajo que debo entregar con urgencia, salí de la oficina un poco más tarde de lo habitual. Aproximadamente a las 5:40 p.m., iba subiendo la calle que conduce a la vía principal donde debo tomar el transporte que me llevará al centro de la ciudad para allí tomar el otro hasta mi casa. Justo en el momento que me detuve a esperar el cambio del semáforo para cruzar a la calle donde está la parada del transporte, comienzan a caer gotas de lluvia, eso me impacienta, al punto de ver una y otra vez a los lados buscando donde resguardarme, cuando de pronto frente a mí se detiene un automóvil color plata, observo que lentamente se empieza a bajar el vidrio del copiloto, y de manera automática el corazón se me acelera al darme cuenta que el objeto de mis evasivas por días está a pocos metros de mí, el Licenciado Aguirre es quien lo maneja, aparentemente viene solo. No veo a nadie en el asiento de ese lado. Como una avalancha, los recuerdos se agolpan en mi cabeza y el corazón no me deja en paz, se acelera al punto de dificultarme la respiración, las piernas empezaron a temblarme, si me tocara correr no podría pues siento que no me obedecen. Mi cuerpo traicionero responde volviendo a ese día, como si por mi mente pasara una película repitiendo la escena, despertando en mí un deseo irrefrenable de ser tocado por él.  - La puedo dejar en el lugar que me indique –dijo así sin más, volviéndome a la realidad-. Sin razonar rechacé su oferta: - No se preocupe Licenciado voy por aquí cerca –le mentí, de solo recordar nuestro último encuentro no soportaría estar otra vez a solas con él y menos dentro de su automóvil-. - ¿Segura? –preguntó con duda - Mira que parece que va a llover fuerte –alzo la vista al cielo a través del parabrisas y luego volvió la mirada a mí con la ceja derecha levantada cómo prediciendo que al momento terminaré retractándome-. Tarde me di cuenta que mientras conversaba con él, el semáforo dio el cambio que estaba esperando para llegar hasta mi parada. Ya cuando observo no me da tiempo de irme sin ser mal educada y dejarlo allí, y para cuando termino de reaccionar del todo empezaron a caer gotas de lluvias con más persistencia. No traía paraguas. Al salir en la mañana el cielo no anunciaba lluvia, ni siquiera en el noticiero que normalmente escucho antes de salir de casa informaron sobre tan inoportuno evento climático. Escuché el seguro de las puertas del automóvil liberarse, seguido de ello vi como el Licenciado se inclinó para abrir la puerta del copiloto alentándome a que subiera al automóvil. La intensidad y persistencia de las gotas de lluvia no me dejaron más opción que acceder, sino terminaría empapada. Con algo de incomodidad me ubicó en el asiento, él me ayudó a ajustar el cinturón de seguridad. Avanzó unas calles en silencio y luego se estacionó en un lugar más tranquilo. Apagó el vehículo. Volteó y buscando mi mirada preguntó: - Mi estimada Doctora ¿es impresión mía o ha estado evitándome estos días? –preguntó en voz baja-. - No. No es eso Licenciado, es que he estado algo ocupada tratando de adaptarme al trabajo –mentí. Su presencia me altera. No sé cómo manejar su forma tan directa de decirme las cosas. En el trabajo sé qué, cómo y cuándo responder, con él me bloqueo, me quedo en blanco, me cuesta razonar-. - Ja, ja, ja –se ríe a carcajadas, lo que lo hace ver más atractivo aún-, es buena para mentirle a otros mi Doctora Quintana, pero a mí no, no le creo –responde con voz firme-. - ¿Por qué habría de mentirle? –le pregunto con nervios-. - Porque sabes que me atraes, te pongo nerviosa. Yo sé que también te gusto y no voy a descansar hasta conquistarte –típico de él, lanzo esa piedra sin previo aviso. Me puse aún más nerviosa, lo que me produjo un exceso de tos- Le da miedo lo que le hago sentir. - ¿No cree usted que se está excediendo con sus comentarios Licenciado? –fue lo que pude responder cuando la tos cesó- ¿Por quién me toma?, ¿Cree que porque soy pequeña cualquiera puede venir a deslumbrarme, engañarme con falsas palabras? –le digo casi a punto de llorar. Él casi lo estaba logrando deslumbrarme, solo que no se lo iba a admitir-. - No te enojes. No hago ningún daño con decirte lo que estoy sintiendo por ti, por expresar mis deseos. Es normal cuando a un hombre le atrae tanto una mujer decírselo. Somos adultos, para qué ocular lo evidente. Ambos sabemos que nos atraemos –dijo todo esto de manera pausada y en voz baja como si analizara cada palabra y a la vez como esperando que yo asimilara cada una de ellas-. Justo en el momento que dijo esas palabras tomó mi mano izquierda, sentí una descarga eléctrica recorrer mi cuerpo, parecida a la que sentí el día de la entrevista y el encuentro en el cuarto de reproducción, mi cuerpo está tembloroso, estoy asustada como una niña. El pareció percatarse de ello y soltó despacio mi mano. No sé si es o no impresión mía, pero me pareció que al tocarme él sintió la misma descarga eléctrica. “¿Qué hago?”, me preguntó mentalmente mientras volteó a mirar por el parabrisas y encuentro que cae una lluvia torrencial. Si no fuera por ello saldría de ese automóvil corriendo. Huiría del cumulo de sensaciones y emociones que ha despertado en mí. - ¿Pudiste sentir eso? –preguntó un Oliver contrariado-. - S..s..si –finalmente pude responder-. - ¿Vez a lo que me refiero? ¿Ahora me entiendes? –preguntó nuevamente volteándose hacia mí- esta es la tercera vez que me pasa lo mismo y solo ha sido contigo. Las palabras se atoran en mi garganta. Quisiera hablar pero el corazón me late tan deprisa que no puedo razonar. Sin darme oportunidad de reaccionar Oliver suelta su cinturón de seguridad, con delicadeza voltea mi rostro y me besa con ternura, como queriendo disipar los nervios que me carcomen, al mismo tiempo busca abrazarme, me mantengo rígida intentando no dejarme llevar. No puedo permitirme volver a caer. “¡No Fiorella, él es un hombre corrido de mundo nada bueno vas a lograr si cedes!”, me repetía mentalmente una y otra vez. Como contradiciéndome, mi cuerpo no coordinaba con mi mente porque me dejé arrastrar por el deseo de ser besada por él, de ser acariciada. Él cómo percibiéndolo sin dejar de besarme, soltó el cinturón de seguridad de mi asiento y como si fuera una pluma me tomó en sus brazos sentándome de frente a él en sus piernas, pude sentir la rigidez de su erección pegada a mi centro y en vez de asustarme anhele sentirlo más de cerca. Él me abrazó aún más fuerte, parecía no querer dejarme ir, yo tampoco quería que lo hiciera, dejé que me acariciara, que recorriera mi cuerpo con sus manos. Cuando poso su mano en mis pechos sobre la blusa sentí la necesidad de que el contacto fuera más directo, sentir sus manos sobre ellos desnudos, lo cual me hizo soltar un gemido aun prendada a sus labios, Oliver percibiendo mi deseo bajo las manos hasta el final de la blusa y metió sus manos debajo de ella, como pudo  desabrochó el brasier y libero mis senos urgidos por sus caricias, hizo un camino de besos desde mis labios hasta mis pechos donde sin darme cuenta había alzado la camisa y se dispuso a disfrutar de ellos como cual niño prendado al seno de su madre en busca de alimento. Si antes había sentido éxtasis con solo un beso, esto era extraordinariamente maravilloso, el besaba, jugada, succionaba mis senos disfrutando como si fuera lo más preciado, como si su vida dependiera de este gesto. Yo no dejaba de gemir de moverme encima de su m*****o. Seguido desabrocho mi pantalón y sin bajarlos descendió hasta el centro de mi mayor tesoro. Poco a poco fue acariciando la parte baja de mi vientre hasta tocar mi centro, sin detener el juego que sus labios tenían pasando de un seno a otro. ¡Qué delicia! No podía pensar en nada, solo sentir. ¡Wow! Abrí los ojos de par en par cuando sentí su dedo moverse en ese punto más sensible de mi centro. Eso basto para que explotara la desesperación en mí. Quería más. Oliver despertó algo dormido en mí que rogaba por ser saciado. De pronto se escuchó un trueno que nos trajo a la realidad. Nos miramos fijamente sin movernos pero conscientes de lo que sucedía y de donde estábamos, lentamente el sacó sus dedos de mi entrepierna. En lugar de buscar algo para limpiarse los dedos, fui testigo de la acción más íntima que pude haber visto en la vida, metió sus dedos en su boca chupando el líquido de mi excitación que chorreaba por ellos. Lo saboreo con placer y luego de ello me dio un tierno beso en los labios y en ambos senos. Me arreglo el brasier y la camisa y luego me ayudó a volver al asiento del copiloto. Por segundos no dijimos nada. En lugar de sentirme apenada, quería más. Mi cuerpo rogaba por seguir sintiendo sus caricias.  En silencio nos dedicamos a ver la lluvia torrencial caer sobre el parabrisas. El rompió el silencio diciendo: - Discúlpame por lo que acaba de suceder. No sé qué me pasa cuando te tengo cerca. No me tengas miedo. No te hare daño –dice muy bajito- Te volviste un pensamiento recurrente. No puedo apartarte de mi mente. Si antes me intrigabas, después de aquel encuentro no te aparto de mi cabeza. Imagínate con lo que acaba de suceder. Anhelo estar contigo. Es algo que es más fuerte que yo. Todos estos días no sabía qué hacer para verte. Quería hablarte, explicarte, que me dijeras qué sentías. Solo quiero que me des una única oportunidad de demostrarte que no soy un mal hombre. Me atraes demasiado. Sé que te asusté. No se reaccionar de una manera diferente. Soy directo. Normalmente a las mujeres que he frecuentado eso no las intimida más bien las alienta a seguir adelante. En cambio contigo surte el efecto contrario. Todo lo que hago para acercarme a ti se traduce en un error, mientras más te digo lo que siento, más te alejo. Permíteme abrazarte por favor –dice esto casi en un ruego. Sin esperar respuesta me abraza. Siento como besa la coronilla de mi cabeza. Aprieta aún más el abrazo. Quisiera apartarme pero no tengo voluntad de mí. Me siento débil. Él se aparta un poco tomando aire y vuelve a besarme pero no de manera tierna sino con exigencia. Reclamando que le correspondía. Su lengua invade mi boca invitándome a un juego de reconocimiento, de demarcación de un terreno que más nadie había osado recorrer. Muerde mis labios. La sensación era única. Vuelve a besar el área donde me da mordiscos. Acaricia mis mejillas. Siento que una sensación indescriptible recorre toda mi espina dorsal. Mi entrepierna se siente húmeda nuevamente. Mi cuerpo tiembla. Inconscientemente caí en su juego. Me sorprendo respondiendo otra vez a su beso, aferrada a sus hombros sin saber qué hacer. Mientras más me besa aumenta la necesidad de él. “Dios ¿qué me pasa con él?”, pienso, “este hombre va a acabar con la poca cordura que traía”. Cuando la respiración no nos da para más, nos separamos.  Él me apoya en el respaldar del asiento y se acomoda en el suyo tratando de volver en sí, respirando con dificultad, como si hubiera acabo de recorrer el maratón del siglo. - ¿Te das cuenta del efecto que causas en mí? –me dice con dificultad para hablar- ¿Te das cuenta lo que ambos sentimos? No puedo ignorarlo, tampoco quiero. No le respondo, solo me limito a tratar de normalizar mi respiración, mi vida, la poca la cordura que creo conservar. Tengo ganas de llorar, salir de allí lo más rápido posible. Afuera parece caer un diluvio. - Dime algo mi pequeña –me ruega-. - ¿Qué te puedo decir? –le respondo contrariada- Esto es nuevo para mí –continúo, tal vez él no me crea pues no es normal que una mujer de mi edad nunca haya sido ni siquiera besada, sino hasta que él tuvo la osadía de contradecir todas mis creencias y llevarse por delante mis barreras-. - Dime ¿qué hago?, pero por favor no me pidas que me aleje de ti –dice mirándose las manos apretadas al volante-, no sabes lo difícil que han sido estos días teniéndote cerca y no poderte ni ver. Estuve unos días fuera del país, ante de irme te busqué para despedirme y no tuve existo –voltea a mirarme diciendo- sabes cómo evadir a alguien pequeña. Sino es que me decido a esperar desde temprano en la esquina aun estuviera padeciendo el no verte. Toma una pausa y continúa diciéndome -  Sé que es muy pronto. Te pido me disculpes por lo que pasó aquella tarde y lo de ahora si de alguna manera te sientes ofendida. No voy a decirte que estoy arrepentido, al contrario, estoy feliz de que haya pasado. Puedo comprobar que ambos sentimos lo mismo –respira profundo- Pensarás que lo planee. No fue así, se dio en el momento. Al verte mis sentidos se alteran. Solo quería estar un rato a solas contigo ese día en el cuarto de reproducción. Que conversáramos sin ninguna distracción. Sé que te apena que te aborde en los pasillos. Vi la oportunidad de hablar aunque sea unos minutos. No preví lo que sucedió. Aunque para mí fue lo más exquisito que he podido vivir reconozco que debí frenarlo pero hay algo en ti que nubla mis sentidos –guardó silencio por unos segundos-, solo te pido me des la oportunidad de que podamos ver qué es esto que sentimos –toma otra pausa-, si en algún punto sientes que no aguantas, que no me quieres cerca de ti, dímelo, yo me alejo si es tu decisión; pero no me lo pidas ahorita cuando no sé qué es lo que sentimos el uno por el otro, no sin medianamente haber experimentado qué tan lejos podemos llegar y qué tan fuerte es esto que siento aquí –dicho esto toma nuevamente mi mano izquierda, se acerca un poco a mí, la pone en su pecho, del lado del corazón, el cual se siente como si fuera a salirse de su lugar. “Si supiera que yo estoy igual”, piensa una Fiorella triste. Nos quedamos callados por un minuto aproximadamente. Ambos vemos la lluvia caer. Yo tratando de pensar qué decir. Obviamente no estoy preparada para decir nada. El miedo me carcome. Temo admitir que si siento atracción por él, que su aroma me tiene en las nubes. No quiero chocar con la realidad al darme cuenta que para él solo soy un juego en el que solo él salga victorioso una vez yo le permita cumplir tal vez con un fetiche, si nunca ha experimentado qué se siente estar en la intimidad con una mujer de talla baja. El no haber tenido nunca pareja y los comentarios hirientes de algunas personas sobre mi apariencia, han creado una especie de complejo en mí que me impide verme como una mujer deseable, admirable por el sexo opuesto. Hasta ahora me atrevo a admitirlo. Nunca había recibido la atención que este hombre me ha dado en estos minutos ni en las veces anteriores. No sé cuáles son sus intenciones reales. Sin ánimos de responderle y tratando de cambiar el tema le digo: - ¿Podría dejarme en un lugar cercano para tomar el transporte hasta mi casa por favor? –rompo el silencio intentando cambiar de tema-. - No. No voy a hacer eso –respondió con firmeza-, dame tu dirección y te llevo hasta tu casa. No puedo dejarte por ahí en medio de esta lluvia. No me sentiría bien sabiendo el peligro que correrías a esta hora y bajo este torrencial. - No es la primera vez que me toca mojarme para llegar a mi casa –respondo en tono muy bajo. No me había percatado, el reloj del tablero del automóvil marca las 6:58 p.m., ya estaba oscureciendo-. - Seguro estoy de que es así, pero justo ahora estás conmigo y  no voy a permitir que hoy sea uno de esos días. Dame la dirección por favor pequeña –pidió mirándome a los ojos con ternura-. Termino accediendo, le doy lo que me pide y me acomodo en el asiento esperando encienda el automóvil, nuevamente asegura mi cinturón de seguridad y luego el suyo. Antes de poner en marcha el automóvil escucho cuando me pide algo más: - ¿Podrías darme tu número telefónico por favor? Sin pensarlo mucho se lo doy, él toma nota como niño juicioso. Acto seguido pone en marcha el automóvil. Se detiene en una pastelería y antes de bajar me pide que espere un momento. En esta parte de la ciudad solo llovizna, aparentemente ya había pasado el diluvio. Siento mucho frío. Me abrazo. Mientras espero, apenas él deja el automóvil tomo una bocanada de aire profundo, exhalo y nuevamente lleno mis pulmones y expulso el aire como si él me hubiera robado el oxígeno. Me siento confundida. Tengo muchos sentimientos encontrados. Así como siento frío en mi cuerpo mi corazón parece que estuviera en medio del polo norte. La incertidumbre me abruma, me hace sentir nostálgica, triste. No quiero sentirme así. Solo quiero llegar a mi casa y encerrarme en mi habitación. Afortunadamente mañana es sábado y no debo ir a trabajar. Mi trabajo no me incomoda. Oliver sí. Alborota mis hormonas, mi mundo. Llevo mis manos a la cabeza. “¿Cómo pudo haberme sucedido tanto en tan poco tiempo?”, me pregunto mentalmente. Tan sumergida estoy en mis pensamientos que no me doy cuenta cuando él abre la puerta del automóvil e ingresa con dos bolsas de papel. Me entrega una. - Esto es para ti. Espero te guste. Vi que te encantan los dulces –este gesto me dejó aún más confundida-. - Gracias, no debiste haberte molestado –dije con timidez-. - Abre la bolsa y dime si la pegue –dice ignorando mi comentario-. Abro la bolsa y quedo boca abierta con el contenido. Adentro hay tres dulces de los que estaba comiendo en el cafetín y tres brownies en forma de corazón. Se me hizo agua la boca. No sabía qué hacer. Me agarró con la guardia abajo. Estos dulces son mi debilidad. Disimilando mi asombro cierro la bolsa y nuevamente le digo: - ¿Por qué haces esto? –pregunto intrigada-. - Porque quiero, porque me nace, porque me gustas, quiero halagarte ¿Es malo eso? –responde de forma natural-. - No es normal. Apenas nos conocemos –digo sacudiendo la cabeza tratando de aclarar mis pensamientos-, bueno ni nos conocemos –corrijo-. - Cierto que apenas nos conocemos pero es una forma de ir rompiendo el hielo y empezar a conocer cosas uno del otro –dice con tranquilidad. Admiro su capacidad de mantenerse tranquilo ante este tipo de situaciones. Pareciera estar disfrutando y yo hecha un manojo de nervios-. - Por favor llévame a mi casa. Mira ya la hora que es –digo señalándole el reloj del tablero de su automóvil y volteando a ver por la ventana-. - ¿Te espera alguien en casa? –pregunta como con un tono de queja-. - Ahorita no, pero no suelo llegar tarde. Es peligroso para mí –le confieso-. - ¿Con quién vives? –sigue indagando-. - Con mi mama y mi hermana –respondo sin decir más-. Aparentemente queda satisfecho con mi respuesta, enciende el automóvil y se adentra en el tráfico de la ciudad que ha generado la lluvia. Enciende el reproductor de música y al fondo se escucha una canción romántica que inunda el ambiente y me pone más triste y confundida de lo que ya estaba. Al ver que no hablo ni hago más nada me alienta: - Veo que tardaremos para salir de este tráfico ¿Por qué no pruebas uno de los dulces que te compré? Están ricos –pide animándome amablemente-. - Será –le digo con tono de falsa resignación. Dio donde más me duele. Los dulces son mi pasión, en especial estos dos-. Me decido por uno de los brownies y lo llevo a mi boca. Por Dios. Al simple contacto del glaseado del chocolate con mi paladar siento una explosión de sabores que me hace emitir un gemido. Esto está delicioso, de muerte lenta, como diría Fernanda. El me observa triunfante. - Ya sé cómo convencerte cuando te enojes conmigo –dice sonriendo. Me entrega un jugo de lata que había comprado. No lo había visto. Lo destapó, tome un sorbo y él me ayudó a ubicarlo en el portavasos del automóvil-. Tardamos una hora en salir del tráfico. Por un momento olvidé mi incomodidad y me sentí a gusto con él. Desvió el tema de conversación a temas diferentes, tales como donde vive, su familia, el tiempo que tiene trabajando en Ingeniería Municipal, entre otros temas. Yo, a diferencia de él, vivo en un sector de la ciudad un tanto peligroso, a Dios gracias mi casa está ubicada en la avenida principal, pero igual no deja de tener sus peligros. Al llegar según las indicaciones que iba dándole, se bajó primero, le permití ayudarme a bajar del automóvil. Sin esperarlo me sorprendió dándome un beso de despedida en los labios. Yo sin reaccionar entro a mi casa. El esperó a que yo entrara e inmediatamente arrancó su vehículo. Como si mi vida dependiera de ello me acosté en el sofá, respire profundo sin poder creerme todo lo que me paso en tres horas que estuve con él, mejor dicho en todo estos tres meses. No quiero ni imaginar todo lo que podría pasar en más tiempo. Ese hombre me encanta, pero no puedo creerme el cuento de que yo le guste. Tal vez esté buscando algún provecho. No creo que esté atraído por mí. Eso es imposible. No quiero ilusionarme. En ese momento caigo en cuenta que nunca me habló de tener una esposa, hijos o alguna novia. Imposible que un hombre tan apuesto ande solo por la vida. Ha de tener a alguien y tal vez me lo oculta. Oliver con lo atrevido que es, no creo que este libre. Olvide por completo comentarle la noticia que me había dado la Doctora Mondragón sobre la nueva designación. Él tampoco dijo nada. Todo lo que nos sucedió fue tan rápido que ni nos acordamos de hablar al respecto, ni siquiera de pensar en otra cosa sino en sentir lo que nos provocamos el uno al otro. Ya ni modo, el lunes hablaremos al respecto. Por lo pronto necesito descansar y tratar de asimilar todo lo que sucedió hoy. Debo darle un alto a Oliver sino terminaré herida. Como bien lo dijo mi jefa soy diligente, pues pienso mantener una distancia prudencial entre los dos que impida correr más riesgos como hasta ahora. Oliver es una bomba de tiempo. A su lado no sé en qué momento va a estallar, no sé en qué momento me vaya a salir con cosas raras. No tengo la capacidad para asimilar tanta tensión en mi vida.    
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD