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La Ejecutora - Plan B

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Blurb

Segunda parte de "La Ejecutora".

Con nuevos trabajos y contactos, Cló debe enfrentarse nuevamente a su compañero, relatarle cada cosa que ha hecho durante todo su tiempo desaparecida y rogar que la perdone...

¿Qué clase de plan ha trazado ahora en su extraña mente?¿Por qué Iván no la deja sola ni a sol ni a sombra?¿Cuánto sabe, en realidad, Nate del mundo de los cambiaformas? Iremos respondiendo cada pregunta en esta segunda entrega.

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Capítulo 1
Aquella noche, de luna escondida y temperaturas congeladas, llevó adelante el plan trazado hasta el último detalle por su Beta. Primero se colocó uno de los cinco pares de botas y comenzó a recorrer los alrededores, asegurándose que las suelas quedaran impregnadas en el barro, pero no lo suficiente para que se hiciera evidente que estaban hechas a propósito. Realizó el mismo procedimiento con los pares restantes, ninguno de su talla exacta, hasta algunos varios talles más pequeños que le hicieron doler los dedos del pie al meterlos dentro del calzado a la fuerza. Lista la primera, y más sencilla, parte, procedió a alejarse unos cuantos pasos y arrojar esas bolitas grises por la superficie, asegurándose que cada una se adhiriera al suelo gracias a ese extraño sistema implantado por Nate. Bueno, el imbécil era un despreciable ser que ella, con todo el amor del mundo, mutilaría lentamente, pero debía admitir que era una bastardo inteligente. Con cada bolita en su precisa ubicación activó el sistema, se alejó varios metros y saltó una extraordinaria distancia, cayendo elegantemente sobre aquel techo, en el punto exacto donde las cámaras no la registraban. Por supuesto no llevaba calzado y sus pies se estaban congelando al contactar el metal helado de la superficie, pero era indispensable que fuese así. Con elegancia se deslizó por la primera de las siete ventilas que estaban alineadas, descendiendo con fluidez a las entrañas del edificio a la vez que dejaba más explosivos adheridos a la superficie. Al llegar al ventilador que funcionaba durante las veinticuatro horas del día, debió respirar profundo antes de actuar. Un solo error y se podía despedir de su mano, o cabeza. Dios, esperaba que el inútil de Nate haya hecho un  buen trabajo con aquella extraña bomba de no más de dos centímetros que debía introducir en el pequeño hueco por donde se alimentaba todo el sistema. Inhaló. Uno, dos, tres… introdujo sus dedos con la misma rapidez que los quitó. Ahora solo era cuestión de aguardar cinco segundos. La explosión, silenciosa y controlada, detuvo al instante aquel aparato. Con rapidez Cló se deslizó entre las paletas y continuó su camino descendente hasta el final del tubo. Observando la rejilla de ventilación que daba a la sala de mando, se mantuvo en alerta. Nadie. Bueno, eran las dos de la mañana, posiblemente el guardia estuviese durmiendo en algún armario. Quitó la rejilla con cuidado y dejó caer su ligero cuerpo al suelo. Cayó doblando ligeramente las rodillas, amortiguando el golpe y el ruido. Analizó su entorno. No había nadie. Bien, la señal de la falla en el ventilador no tardaría en activarse. Dejó unas cuantas bombas más adheridas a la parte inferior de aquel escritorio y otras más detrás de las pantallas. Ahora a hacer uso de toda su concentración. Debía caminar hasta el tercer pasillo, doblar a la derecha, luego cinco pasillos, izquierda, finalmente una escalera al tercer subsuelo. Derecha nuevamente, tres pasillos, derecha. Al llegar debía ver la jodida puerta de acceso. Rogaba que la tarjeta funcionara. Bueno, en ese momento era imposible que supiera que el mismísimo Nate la había conseguido para ellos y se la había entregado a la Alfa Nia. La puerta se abrió haciendo un extraño clic y el olor a otros cambiaformas le golpeó la nariz, haciendo que la arrugara en una involuntaria muestra de asco. Analizó las jaulas, esos hombres y mujeres la miraban dispuestos a asesinarla. Bueno, si ella hubiera sido uno de ellos también actuaría igual. Ignorando los insultos que murmuraban por debajo los canes y las súplicas de sus pares felinos, caminó hasta el final del largo pasillo. Allí estaba esa jodida ventila. Momento de poner en práctica lo que su padre le había enseñado cuando apenas era una niña y jugaba en el equipo de béisbol, equipo que la terminó sacando por conducta antideportiva cuando se abalanzó sobre esa niña que le golpeó la cara con la dura pelotita blanca. Bueno, por eso y otros sucesos de igual magnitud. Primera bolita, dentro. Segunda y tercera con iguales resultados. Jodidos presos, estaban comenzando a hacer demasiado bullicio. No tuvo más opción que liberar su aplastante aura y conseguir que se quedaran en silencio. —¡Mierda, gatita! — gritó el que estaba más cerca de ella —. Eres ardiente con ese poder. —Calla — Simplemente dijo intentando concentrarse en terminar de ubicar las siguientes bolitas en su posición. Al terminar su labor se giró sobre sus talones y encaró a la fila de jaulas. Sabía que varios de los que estaban allí adentro la querían bien muerta. "Bueno, espero que lo intenten", susurró muy divertida dentro de su mente. —Vengo a sacarlos de aquí. A todos— dijo con voz firme. Nadie se atrevió a respirar si quiera si ella no lo permitía—. Pero esto no significa su jodida libertad. Claro que no. Irán directo con los zorros y ellos les enseñarán sus bonitos hogares nuevos. Se parecen bastante a estos, salvo por la experimentación con sus cuerpos, claro está— exclamó con esa extraña sonrisa de lado. —¿Y por qué no nos dejas libres y nosotros decidimos qué hacer? — propuso con socarronería un lobo. —Calla — pidió su compañero de celda que conocía a la castaña y bien sabía que no había liberado toda su aura. —Ella no me dirá qué hacer — replicó. —Ven, lobito— susurró Cló con ese extraño semblante de amenaza y muerte—. Ven que te cuento un secreto — dijo frente a la celda, muy pegada a la rejas negras. El lobo miró extrañado a su compañero que se acurrucó en el extremo opuesto de la celda. ¿Acaso le temía a una ejecutora de pacotilla?. ¡Qué imbécil!. Caminó dos pasos hasta enfrentar a la hermosa mujer y sonrió con perversión. ¡Oh, sí! Se podía divertir mucho con esa gata. —No jodas mis planes que solo tengo tres minutos para sacarlos antes que el lugar vuele por los aires — gruñó liberando, ahora sí, gran parte de su potencial. El lobo palideció al momento al enfrentarse a esos ojos rasgados y brillantes que lo observaban con una sentencia de muerte segura. —¿Alguien más quiere decir algo? — preguntó girando sobre sus talones. Tal como lo esperaba, el resto de los reclutas se mantuvo en silencio. —¡Bien, cobardes!¡Deben correr por el pasillo hasta la segunda entrada, de allí a la derecha. Sigan hasta el final. Algunos zorros aguardarán por ustedes. ¡¿Entendido?! — gritó al mejor estilo militar. Al no obtener respuesta caminó de nuevo al escritorio de mando y abrió todas las jaulas. —Quien no recuerde el camino terminará aplastado por siete pisos de concreto. ¡Corran! — gritó y todos los reos se pusieron  en marcha. Bueno, si no llegaban no la podían culpar, ella les explicó el camino. Corrió a la salida, dobló a la izquierda. Cuatro pasillos, derecha, dos pasillos, derecha. Otra puerta, más reforzada que la anterior pero con igual sistema de seguridad. Miró a la cámara y sonrió. Sabía que el imbécil de Matt estaba controlando todo. ¡Maldito hacker! Debía ser divertido ser él. La nueva puerta se abrió y entró a paso lento. Estaba oscuro y olía demasiado extraño. Pudo divisar a un sujeto que conocía demasiado bien. El jodido Sam MacLloid, vendedor de drogas de todo tipo y nacionalidad, había sido arrestado hace más de ocho años y llevado a la cárcel de mayor seguridad de la ciudad. Él escapó y siguió haciendo de las suyas, hasta la noche que se encontró con Cló en un oscuro callejón. Ella, haciendo perfectamente su rol de mujer indefensa, lo dejó acercarse demasiado, corroborando lo que la castaña sospechaba, estaba dispuesto a violarla. Claramente no llegó a cumplirlo y se vio encerrado nuevamente en la cárcel, pero esta vez no era la que manejaban los humanos, no, claro que no, esta cárcel pertenecía a la manada y debías ser demasiado fuerte para sobrevivir. El cabrón sobrevivió siete años, hasta que Arton decidió venderlo a la mierda de Lewis. Ahora MacLloid no parecía reconocerla, solo quería asesinarla por el simple hecho de tenerla enfrente, no importaba su nombre, solo debía morir. Analizó el resto de las jaulas y se volvió a encontrar el mismo panorama. Trató de hablar, desplegó su aura, pero nada hacía efecto. Bien, mierda de decisión que le encajaron. Respiró profundo, giró sobre sus talones, depositó unos artefactos explosivos más y salió sin mirar atrás. Ahora solo debía ir a buscar la investigación de Aly. El pasillo de los laboratorios estaba demasiado iluminado. En un rincón oscuro mutó a su forma animal y en cuanto se presentó delante de aquellos científicos sonrió internamente por el estupor que les causó. Rugió con fuerza y los obligó a abandonar la sala, dejándola a ella encerrada dentro. Bueno, por suerte en su forma animal llegaría sin problemas hasta aquella ventila ubicada a unos cuantos metros del suelo. Revolvió los escritorios pero era demasiado difícil lograr avanzar rápido en esa forma. Observó la cámara que se movió rápidamente de derecha a izquierda y volvió a su forma humana. Ahora Matt se deleitaría un rato con su desnudez. La computadora a su izquierda parpadeó y supo que allí estaba el jodido informe. Volvió a mirar a la cámara y sonrió. Sí, Matt seguro estaría queriéndose arrancar los ojos. Buscó con todo lo que su limitada habilidad informática le permitía hasta que halló aquellos reportes, junto con una descripción detallada de su hermana y toda su rutina, tanto en aquella ciudad como en su nuevo hogar. Copió todo en aquella pequeña tarjeta de memoria y colocó una bomba al aparato, sabiendo que jamás estaría conectado a Internet porque contaba con demasiada información delicada que no debía ser robada. Bueno, no esperaban la astucia de los leones y del mierda de Matt con sus increíbles habilidades informáticas. Si bien el hombre pudo dar con la computadora, no tenía forma de acceder remotamente al aparato ya que contaba con diferentes capas de seguridad. Lo mejor era que, ya que la castaña estaba dentro, la sacara ella misma junto a otros datos que pudiera encontrar. Un nuevo movimiento en la cámara la hizo ponerse en movimiento. Era hora de partir. Mutó nuevamente y saltó hacia aquella rejilla, primero para sacarla del lugar y luego para ingresar por ella. De allí debía arrastrarse por ese tubo hasta la siguiente salida, bajar, caminar hasta el siguiente pasillo y de allí directo a la salida norte, al congelado centro de la ciudad, no sin antes pasar por una corta visita a su querido amigo Matt. Todo el asunto le llevó menos de treinta minutos. Cuando hubo salido y avistado a Matt entre la arboleda, volvió a su forma humana, divertida por la cara de fastidio del hombre. —Podrías haber esperado a que me fuera — escupió extendiendo su mano así ella depositaba la tarjeta. —¿Y perderme tu cara de enfado? Por supuesto que no — respondió sonriente. —¿Qué encontraste? —Míralo tú y dime. Esos porquerías están bastante avanzados. Esperemos que sea solo aquí que desarrollaban el suero, porque sino estaremos verdaderamente jodidos. —Bien. La Beta seguro te llamará. Cló asintió y giró sobre sus talones. Ahora a buscar a un policía que la arreste y le dé la coartada perfecta.

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