Destino

1792 Words
—¿Quieres fingir que nada paso?—, le grite, tomando con fuerza mi celular—. ¡Si no hubiera sido por eso no hubiéramos estado en esa situación! —¡Sí! ¿¡Nos besamos!?—, me jalo del brazo, impidiendo mi paranoia—. ¿Crees que por eso paso todo esto? —Creo, que si no hubiéramos jugado eso, no habríamos llegado a la casa de playa tan temprano—. Le recordé—. Y si, nada hubiera pasado. —¿Te das cuenta de lo absurda que sueñas Taylor?—. Me soltó, enojado—. No podremos cambiar lo qué pasó. —¿Crees que no lo sé? —Creo, que estás loca. Taylor, y no quiero verte de nuevo. Actualidad: C A P I T U L O U N O —Deja de perder el tiempo, Taylor—, Nelly quito la taza de café, mientras se sentaba frente a mí—. Si llegas tarde, alguien más tomará el puesto. Lo sabía ya, y mi hermana no dejaba de recordarme que debía de salir de las cuatro paredes de aquí. Aunque desearía que no fuera así. —¿Por que no puedo quedarme en la cafetería?—, interrogué. Cerrando el libro de golpe—. Era más sencillo para la abuela ir a donde nosotras, es más tranquilo que esta ciudad. —Sí. Pero la abuela nos necesita aquí—. Añadió, dándole un trago a mí café—. ¿No sabes de la existencia del azúcar? —Por dios, Nelly. Estamos en una cafetería diez horas al día, hazte tu propio café—. Le quite mi taza, para resoplar, terminé por cerrar los ojos con pesadez—. Lo siento. Entendía el tema de la abuela, pero no quería volver, y estar aquí me hacía ruido, demasiado ruido en la cabeza. —Han pasado cinco años, Tay. Las personas seguro lo olvidaron ya—. Tomó la taza y caminó hacía el fregador, abriendo la llave—. No podrás esconderte aquí por toda la vida. —Y aparentemente, tampoco puedo beber mi café—. Le dije con una sonrisa fingida—. y me agrada este lugar. Escuché el sonido de la campanilla del lugar, mirando por el rabillo del ojo, notando a Katie, entrando con dos chicas más. —¿Sí? Anda—, Se burló, terminando por colocar sus manos en la cadera, exasperada—. Vete, y no vuelvas si no tienes firmado aquel contrato. Rodé los ojos para tomar las llaves del auto de la abuela, saliendo de aquella cocina pequeña, con la sangre hirviendome un poco. Apenas el aire choco en mi rostro me sentí pequeña, volver a Nueva York. Tome valor para subir al auto viejo de la abuela, recargando mi frente en el maniubro, claro que quería ayudar a la abuela y, quería verla. Pero volver aquí... Comencé a conducir con un poco de inquietud, sabía que era el lugar perfecto para ejercer aquella carrera, eso sí lo sabía. Me detuve fuera de la empresa donde Nelly y yo habríamos visto que necesitaban nuevos rostros, quizá era la oportunidad. Pero, regresábamos al punto uno. Mirando hacia la empresa, con mis dedos presionando con fuerza aquel manubrio viejo, mirando las puertas de aquel lugar. —Vamos, Taylor—, Me animé, con el corazón latiendo con una fuerza irracional—. Estuviste fuera cinco años, ya te habrán olvidado—, dije. Olvidado… Tomé el portafolio de fotografías y baje del auto, dando un portazo, sosteniendo este entre mi pecho y mis brazos. Levante el mentón para con seguridad subir aquellas escaleras, mordiendo la punta de mi lengua, con rudeza. Cuando entre noté como tal cual decía internet, se sentía un caos, pero, trabajar aquí, me abriría ambas puertas. Caminé hacia la recepción para ver hacia aquella mujer, presionando aquel portafolio entre mis dedos. —¿Te puedo ayudar en algo?—, pregunto desinteresadamente, sin mirarme. —Tengo una entrevista. Franco Cameron—, respondí borde. Esta ciudad, era un desastre. Podía no ser pequeña, ni un pequeño pueblo, pero, dentro de esta ciudad, todo mundo parecía conocerse. —Ya, sí—, Dio un par de clics y me miró con poca paciencia—. ¿Cual es tu nombre? Presione un poco más aquella carpeta, para verle a los ojos. —Taylor Smith—, Su ceja se arqueó, más no me dijo nada. Tecleo un par de cosas y aquella impresora arrojó la hoja, para dejar aquel gafete en el escritorio. —Tercer piso, es la única oficina. Deslice aquel gafete por el escritorio para tomarlo, mi nombre… Y aquella mirada juzgadora de la chica de la recepción, cinco años no habrían sido suficientes para que el destino no nos quedara marcados en la piel. Camine por aquel pasillo, con la mirada en alto, a pesar de aquel nudo en la garganta. Sin duda alguna, habría regresado a Nueva York. Apenas las puertas se abrieron entre, torpemente estrellándome con un hombre, a lo que solté un insulto entre dientes apenas sentí como mi portafolio de caía al piso, me coloqué de cuclillas tomando las fotografías. —No trabajas aquí—, señaló él ayudándome—, ¿Cierto? —No—, Quite el cabello de mi rostro, para levantarme, notando aquel traje y sus ojos burlones. Aquellos ojos me resonaron, pero no tuve tiempo de indagar, puesto que el freno mi curiosidad. —Se nota. Fue lo ultimo que dijo, para salir de mi campo de visión, rodé los ojos con desdén para adentrarme al elevador, presionando aquel botón del piso tres, recargando mi cabeza en el cristal. Sabía que mi perdición era regresar a Nueva York, pero… Todo por la abuela. Pasaron un par de semanas y yo me fui de aquí con Nelly, intentando que el pasado no me alcanzara, supe por Miranda que él se fue dos semanas después que yo. Así que, mi mayor preocupación no era encontrarme a Hades en esta ciudad… Las puertas del elevador se abrieron y mire con lentitud para caminar hacia una de las secretarías. —Buenos días, tengo cita con el Sr. Cameron—. Informe mostrando el gafete a lo que ella asintió, tecleando un par de cosas en su celular, sin mirarme por completo, solo para leer mi nombre. —Toma asiento, te llamaré—, dijo, tomando el teléfono fijo. Camine hacia dicho sillón, escuchando cómo rechinaba ligeramente bajo mi peso. Mis ojos analizaron el lugar, tomando aire, y tomando notas. Las personas aquí se encontraban desesperadas, a tal punto que creía que podría ser que se podía oler el aroma a desesperación. No le había dicho a nadie de mi regreso, aunque quizá a las únicas personas que pude habérselo mencionado era a Luke, Ashley o Miranda, pero mantenía mi perfil en lo bajo aún. —Taylor, puedes entrar—, exclamó la chica frente a mi, a lo que me levante, siguiéndola—. Suerte, dicen que ser contratada por el Sr. Cameron es complicado, pero hay un rumor, que dice que el nuevo jefe será peor. —¿Nuevo jefe?—, curioseó siguiendo su paso, ella se detuvo frente a la puerta a lo que imite su acción. —Él Sr. Cameron se ha retirado. Si tienes suerte serás la ultima chica que él firme—, Toco la puerta—. Su sucesor, es el diablo en persona. Antes de poder preguntar más, escuché como una voz ronca nos daba luz verde, a lo que ambas nos adentramos, aunque la única que se quedo dentro de dicha habitación, fui yo. —Taylor Smith. Siéntate—, Tomo su taza humeante entre los dedos y me miró—. Vi tu portafolio, como también leí toda la información de ti en Google. Todo un caso. —Tal parece—. Con tranquilidad me senté frente a él—. Se que voy comenzando pero se que tengo la experiencia suficiente para… —Podemos darte una oportunidad. Estoy viejo para estas cosas—, suspiro cansado, levantándose—. Será mi última semana aquí, si fallas, no será mi problema. Arque mi ceja, presionando mis dientes, para no decir nada. Era un completo caso, sabía que él se retiraba, había estado cincuenta años siendo el mejor en lo que hacías. —Solo he contratado una vez a una chica como tú—, expresó leyendo unos papeles. —¿Cómo yo? —Novata—, dijo con desdén, sin mirarme—. El mayor triunfo de mi carrera. Si me lo preguntas. Los novatos se esfuerzan lo doble. —Ya…—, alargue con las cejas fruncidas. El asintió, para mirarme de nuevo. —Serás mi regalo—, se mofó. No pude evitar fruncir las cejas—, él no las tendrá fácil si cree que es tan sencillo reemplazarme. —Ah…—, mire hacia el portafolio, presionando este ligeramente—, ¿Él? —Taylor Smith—, Alargó, frunciendo las cejas ligeramente—. ¿Cuantas Taylor Smith podría haber en esta ciudad? Apenas dijo eso su sonrisa se ensanchó, para tomar el teléfono fijo. —Greta; cancela las demás entrevistas, quiero el contrato en menos de quince minutos aquí con los datos que Taylor a dejado. Quizá, dicen que las cosas se nos colocan en frente con brusquedad para darnos una cachetada de guante blanco. Así fue. Y si no hubiera estado tan distraída, habría notado eso. Tres minutos y diecinueve segundos llegó Greta, casi corriendo con los papeles en mano. —Llega en quince minutos—, Dejó los papeles sobre el escritorio—. Debes darte prisa, abuelo. Él extendió el contrato frente a mis ojos, noté como sus dedos cubiertos por el paso de los años se mantenía firme, seguí a sus ojos notando como es que se encontraba completamente divertido ante la escena. —Sólo tienes que firmar. Podía mencionar la idea de lo que sería un canto maléfico en los oídos, el sentimiento agridulce. Como si fuera a punto de firmar aquel trato que me arrastraría directo al infierno. Terminé de leer el contrato, para firmar. El destino juega sucio, al favor de alguien, menos de mí. La puerta se abrió, escuché un par de pisadas y… —Franco, me dijo la secretaria que has encontrado a la modelo—, la voz. Su maldita voz—. ¿Ha firmado el contrato ya? Cerré los ojos bruscamente, con el corazón a punto de salirse de mi pecho, consternada. Y no necesité girar, para saber, que no era yo la única que volvió. Hades también lo hizo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD