Capitulo 2. Una orden.

1560 Words
—¿Estás loco? ¿Secuestrarla? Todo mundo se encontrará raro su desaparición, es una mujer conocida en su ambiente laboral como escritora. — Darío lo cuestionaba. —Solo haz lo que te pido, no más. No me importa quien sea, no le puedo dar chance a que saque un artículo sobre mi afectando mi imagen. Y no podemos perder el tiempo— —Pero si en unas horas es capaz de publicarlo. ¿Cuando crees que...— El empresario lo interrumpió. —Por eso lo haremos esta noche. Son las diez de la mañana, tienes dos horas para averiguar incluso hasta su color favorito. Quiero saber todo de ella, donde vive, con quien, si está casada o no, si tiene hijos, cuando nació, que auto tiene, color y matrícula, TODO. — le ordenó con gran autoridad haciendo a Darío enloquecer. —Esta noche no podemos secuestrarla, es muy poco tiempo para que armemos un plan excelente que se pueda llevar a cabo. Tu no trabajas así— Darío trataba de eliminar esa idea de la cabeza de su jefe. —Pues hoy si trabajaré de esa forma. — estaba totalmente decidido. —Tienes asuntos que atender esta noche, ¿se te olvida que hoy es tu última entrega, el cargamento de droga? Es lo único que te falta por hacer para que puedas retirarte de la mafia— Leandro Macintosh a sus 35 años tenía como plan retirarse de la mafia. Luego de haber cometido un sin número de atrocidades. Después de la muerte de su padre decidió dejar ese mundo atrás en honor a él, por lo que para salir de esta tuvo que iniciar un contrato que había llevado por un año, el cual terminaba hoy con una sumamente importante entrega que sellaba su salida. —Yo mismo haré esa entrega, tú te encargaras de ir por ella. Nadie tiene por qué saber nada— le contestó. —Es mejor que la mate, así se acaba todo este rollo. Ni se ve afectada la empresa ni tu mucho menos. Un secuestro solo traería problemas— su amigo y mano derecha estaba dispuesto a terminar con la vida de Ariadna. —No quiero que la mates, ni si quiera le vas a poner un solo dedo. La van a lograr dormir y la van a llevar conmigo. — habló simple. —No hay almacenes ya, todos los lugares a donde llevábamos los rehenes lo hemos vendido, ¿a donde diablos la llevaré contigo? — —A mi casa— recogiendo unos papeles y adentrándolos en una carpeta le contestó. —Te has vuelto loco. ¡Se supone que te retiras de la mafia! ¡No que te enlias hasta la coronilla! ¡Mátala! ¡Dame la orden! ¡Pero no la lleves contigo, te saldrá caro! ¿Qué harás con ella? ¿Detenerla para que no pueda publicar nada de ti y luego qué? ¿Como la callarás? — —¡Maldita sea Darío, solo haz lo que te pido! ¡Secuéstrala! ¡La quiero en mis manos esta noche! ¡La quiero conmigo por desafiarme! ¡Por retarme! Le voy a enseñar quien verdaderamente es Leandro Macintosh y luego me ocuparé de ella. ¡Ahora me importa una mierda el contrato y el retiro! ¡La quiero en mis manos! ¡Es una orden, y sin ponerle un solo dedo encima para agredirla! — De inmediato Darío no tuvo de otra que seguir las órdenes de su jefe y en menos de lo que se pueden imaginar, empezó a indagar sobre la vida de Ariadna Davis, una escritora de 25 años que trabaja para la prensa y que además, es autora de más de una novela romántica. Cuenta con grandes capacidades intelectuales, dentro de ellas está a punto de graduarse de Mercadeo. Su currículum muestra que está muy bien preparada, habla tres idiomas y cuenta con muy buenas recomendaciones. Ha trabajado para grandes editoriales, y también ha sido maestra de lengua y literatura en el cuarto grado escolar. Con lo que Darío iba leyendo sobre esa mujer quedaba totalmente alucinado, era muy joven y muy capaz, ahora se daba cuenta de por qué tantas agallas y seguridad. Pensaba que no había razón para que ella pudiera sentirse insegura, no era una arrastrada, lo que agravaba las cosas aún más, Ariadna no se detendría por nada del mundo hasta confirmar quien verdaderamente es Leandro y lo que guarda su empresa bajo la manga. Por eso Darío no tardó en poner en marcha un plan para capturarla. Luego que la escritora salió de la reunión con el señor Macintosh muy enojada se dirigió a su departamento. Vivía sola, y de vez en cuando podía trabajar desde casa, por lo que al llegar a su hogar estaba dispuesta a comenzar a digitar el artículo siguiente al caso de la compañía Macintosh y su dueño. Ella estaba completamente ofendida de que aquel señor la haya invitado para querer humillarla con un disfrazado "chantaje", no podía olvidar la manera en que la miraba y aunque en uno que otro momento se le hizo imposible no sentirse nerviosa por tremendo ser, pudo contenerse. Sus ojos azules recorriendo cada rasgo de su piel la hizo sentirse diminuta, y sobre todo, su sospecha más grande era pensar que él podía estar sumergido en el mundo ilícito y que eso pudiera afectarle en algo, sin embargo se dejó llevar por su enojo y tomó su computador para empezar a escribir sobre Macintosh, pero el aparato no le quiso encender. Intentó cargándolo pero tampoco le resultó. Preocupada porque no tuviera tiempo de enviarlo a la prensa para que lo publicaran mañana en primera plana, intentó ideárselas marcándole a su novio. —Lo siento mi amor pero no estoy en la ciudad. Tuve que venir con mamá a visitar a la abuela que ha estado mal de salud estos últimos días. Se me olvidó avisarte, pero regresaré mañana, compramos otro ordenador o te presto el mío todo el tiempo que quieras mi vida— Ariadna pensó que podía usar el de su novio ahora para redactar su artículo. —Lo necesito justo ahora cariño, justo ahora. Es algo muy urgente que quiero publicar mañana, no te preocupes, iré a casa de Lia para que me preste el suyo. Chao, cuídate y me saludas a tu madre y a tu abuela— Colgó la llamada con su novio y entonces se calmó un poco y pensó en que tal vez estaba exagerando demasiado, así que decidió tomar un baño y comer algo. Mientras comía no podía evitar recordarse de aquellos ojos azules, así que sacudió su cabeza teniendo en cuenta que su manera de tratarla no fue la mejor. Marcó el número de su amiga pensando que hablar con ella antes de caerle a su casa podría calmar sus ansias. —¿No crees que te estas apresurando? Es un artículo que podría poner en juego la carrera de ese señor, él es muy exitoso Ariadna, ¿no consideras investigar un poco más sobre el caso? — su amiga le preguntó al teléfono. —Es demasiado prepotente, orgulloso, altanero, arrogante, pedante... ¡ah! Es un grosero que merece que en el artículo solo hable de su mal manejo y carácter. ¡Es obvio que no sabía cómo llevar la situación! — grité al teléfono como si lo tuviera al frente. —¿Estas así porque no supo tratarte bien o en realidad porque no supo manejar la situación? Siento que ahora te estas yendo por lo personal, Ariadna. Es la prensa, algo que lo verá todo mundo y sabes que luego que una noticia se publica no se puede devolver el tiempo. — —Lo voy a publicar, iré a tu casa para redactar el artículo y así pasar un rato juntas. Me visto y te caigo. — Si algo tenía Ariadna es que era tan decidida como Leandro. Y si, habían planeado que el secuestro debía hacerse lo más tardar en la noche, pero como Macintosh no jugaba, tan pronto como Darío supo la dirección de la escritora, se ubicó fuera del edificio en la espera de verla salir. Y tal vez que la secuestraran fue culpa de ella, si no hubiese tenido tanta prisa por escribir aquel artículo y enviarlo a la prensa para el siguiente día ella no hubiera tenido que salir de su departamento a nada. Pero claro, la computadora no le ayudó y la mente maestra de Macintosh tampoco. Ya había un encubierto en el parqueo esperando señales del objetivo. En cuanto Ariadna bajó las escaleras del edificio, un moribundo le impidió que siguiera avanzando hacia su auto pidiéndole alguna limosna, lo que le dio tiempo a Darío y a sus hombres a avanzar rápidamente aparcando la Tahoe negra al lado del auto de la escritora, tapando que la escena se presenciara al cruzar la calle. Dos hombres se bajaron de la jeepeta, uno descargó electricidad en el moribundo y el otro cubrió la boca y la nariz de Ariadna con una droga no maligna, subiéndola todavía no inconsciente al auto. Se aseguraron de que nadie presenciara lo sucedido mientras que Darío arrancó de allí a toda velocidad. Ariadna pataleaba y gritaba ante el agarre de aquellos hombres que le obligaban a respirar aquella droga que en menos de tres minutos la dejó inconsistente.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD