—Buenos días ¿Usted es la señora Flores? —Era una señora regordeta con gafas, tenía una cara muy maternal y una bonita sonrisa.
—Hola querida, ¡oh vaya! Por ese sobre en tus manos asumo que estás interesada en el anuncio del periódico —la mujer la mira con curiosidad y cautela.
—Sí, bueno yo… ¿Era un falso anuncio? —Palideció al instante, ¿había hecho el ridículo o algo así?
—Oh, no, no. Es muy cierto. Mi jefe está buscando una joven que esté dispuesta a alquilar su vientre. Pero a pesar de la publicación solo han venido cuatro chicas, eres la quinta. Supongo que muchas no se creen lo del anuncio.
—Entiendo. ¿Entonces le dejo mi currículo?
—¡Oh, no mi querida niña! Él está desocupado en este momento, así que arreglare una entrevista ahora mismo.
¡¿El mismo?! Pensó.
—Espere por favor —Le dijo a la mujer—. ¿No será usted la misma que me entreviste?
—No pequeña, es mi jefe el que se encarga personalmente de ese asunto, sabe que yo no estoy de acuerdo. Tranquila que él no muerde, solo se sincera con él, ha rechazado a las otras chicas que han venido porque no lo han sido.
La mujer le pica un ojo y se encamina hasta una enorme puerta de madera.
¡¿Ha rechazado a todas las demás?! entonces era un hombre bastante exigente, ¿que quedara de ella cuando sepa su situación? ¿Estaría a tiempo de escabullirse? Pero la señora Flores tenía su currículo, podrían llamarla luego.
No, no podía ser una cobarde tenía que terminar ese asunto de una vez, para eso había ido.
Mientras la señora Flores entraba en un despacho, Amelia se dio cuenta de su alrededor, la oficina era muy lujosa y espaciosa. Trabajar allí sí que daba gusto, de seguro pagaban bien.
Pensó que debería hablar con la señora Flores y preguntarle si no había una vacante para algún puesto. Aunque no, porque tuvo que tomar dos transportes para poder llegar hasta allí.
Porque todo tenía que ser complicado… sentada en un cómodo mueble pensó que podría llevárselo a casa encantada, en eso salió la señora Flores de la oficina, ella se levantó rápidamente dejando un hueco en el sofá por causa de sus voluptuosas nalgas.
—Bien mi niña, él está esperándote. Ya le entregué tus papeles, así que buena suerte— Le dijo con una cálida sonrisa
—Muchas gracias —Camino hacia la puerta de roble, suspiro y luego respiro hondo hasta que la abrió.
Pero jamás en su vida había imaginado encontrarse con un hombre así detrás de aquella puerta, sentado detrás de un escritorio; con los labios tensos y la mirada afilada. Amelia entro en el despacho de Erick con los nervios de punta y al verlo su nivel de tensión incremento.
Pero tenía que calmarse a como diera lugar, aunque ya no sabía si estaba nerviosa por la entrevista o por ese hombre tan impactante que se encontraba ante ella. Parecía un Dios griego, no era posible que existiera un hombre tan hermoso, no había visto nada igual.
Era tan sexy y demasiado masculino. Su cabello oscuro medio alborotado, sus cejas espesas, tenía un mentón fuerte, pero firme, era muy obvio que era un hombre con mucha experiencia.
Su traje era oscuro, más su saco reposaba en el espaldar de su sillón, la camisa azul claro la tenía remangada hasta los codos, estaba bastante informal en su oficina para ser las diez de la mañana y mucho más para una entrevista que se suponía que era importante para él.
—Buen día señorita Trevol, pase y siéntese por favor —su voz era increíblemente fuerte y bastante cautivadora.
—Gracias —Que estúpida, se había quedado parada en la puerta mirándolo como una niña mira un caramelo.
—Bien, podemos comenzar con la entrevista tengo un buen rato libre para dedicárselo a usted.
Él se portaba como todo un galán y ella que estaba como la gelatina y actuando ridículamente. Tenía que tranquilizarse porque si no arruinaría todos sus esfuerzos.
—Cuénteme señorita Trevol ¿Por qué desea este empleo?
—¿Empleo? —ella frunce el ceño.
—Yo lo veo como un empleo, usted será mi empleada en caso de que decida seleccionarla a usted —Amelia parpadea varias veces, nunca lo vio de esa manera, pero era un alivio saberlo.
—Seré sincera señor Marchals, necesito el dinero —Vio que él no hizo ningún gesto ante la mención del dinero.
—¿Puedo saber por qué razón necesita el dinero?
¿Qué clase de pregunta era esa? ¿Es que tenía que dar explicaciones de porque necesitaba el dinero? Eran sus asuntos personales, pero que otra opción tenía. ¡Rayos! No era propio de ella contar sus problemas personas a extraños.
—Tengo algunas deudas, y los dos empleos con los que cuento no son suficiente para cubrir todos los gastos.
—¿Dos empleos? Vera señorita Trevol, estoy buscando una buena chica sin ningún tipo de complicaciones. ¿Está involucrada en algo ilícito?
¿Pero que estaba insinuando? ¿Que era una mujer de los bajos mundos? Le había molestado su comentario. Aunque quizás solo se aseguraba de que no fuese una prostituta.
—Son deudas familiares señor Marchals, no estoy involucrada con nada ilegal. Soy una mujer honrada que tiene dos empleos para salir adelante.
—Entiendo —Parecía muy interesado en su historia porque había puesto los codos en el escritorio juntando las manos bajo mentón —. ¿Y qué tipo de deuda tiene que pagar? Sé que son preguntas muy personales, pero entenderá que si va llevar a un hijo mío en su vientre, no puedo permitir que tenga conflictos con nadie y resulte lastimada mientras lleve a mi bebé en su interior.
Que antipático hombre pensó Amelia. No pensaba en su salud sino en la del niño, debía estar loca para aceptar un empleo así o, mejor dicho, teniéndolo a él como jefe. No obstante, no estaba en posición de reclamar nada.
La señora Flores le dijo que fuese sincera.
—Mis padres poseían una cafetería y yo les ayudaba atenderlas, la tenían hipotecada e igual que la casa. Por lo tanto, el banco se quedó con todo por no pagar los atrasos. Yo no estaba al tanto de nada de eso, mis padres no me comentaron nada. Así que en resumidas cuentas tengo que encargarme de todo.
Él la miró fijamente y ella se fijó por primera vez que el color de sus ojos era de un verde como de las hojas de los árboles en primavera. Eran preciosos e intimidantes a su vez.
—Muy bien, entiendo. Lo que no comprendo es porque usted debe encargarse de todo, ¿Dónde están sus padres? ¿están al tanto de que usted quiere hacer este tipo de trabajo para mí?
—Mi padre era un excelente bombero, pero murió en servicio cuando yo tenía cinco años. Y mi madre murió hace seis meses.
La expresión de él cambio de estar completamente serio a una expresión de comprensión y solidaridad.
—Lamento mucho tu perdida, es una carga muy difícil la que está llevando.
—¡Hago lo que puedo!
—¿Y esto es lo que desea? Como sabrá no podrá cumplir los horarios de sus otros dos trabajos.
—Estoy completamente clara, señor Marchals.
—Me parece bastante joven, ¿Qué hay de sus estudios?
El sin querer metió el dedo en la llaga, así que reprimió las lágrimas.
—Señor Marchals, trabajo desde los quince años, logre terminar el colegio, pero por razones obvias mis padres no podían pagar la universidad. Y sobre la edad, en el anuncio no especificaban nada de la edad.
—Ya veo, creo que mis preguntas están fuera de contexto. Soy un poco exigente, solo que las mujeres a las que he entrevistado han sido un poco mayores. ¿De qué se tratan sus empleos? —la mira de una manera que le hace temblar el cuerpo.
—Soy mesera en un restaurant y, por las noches trabajo en un bar atendiendo la barra.
—Hmm…—Erick frunce el ceño luego de oír aquello —. Cuéntame ¿No tiene novio u esposo?
Su vida giraba en trabajar y pagar cuentas, su vida amorosa era nula, ¿quién quería estar con una mujer como ella con tantos problemas encima? Pero era obvio que esos detalles no pensaban dárselos a Erick Marchals.
—¡No!
—Entiéndame que no querré un novio celoso o esposo tratando de querer matarme porque insemine a su esposa—Le dedica una sonrisa seductora que la paralizo al instante, definitivamente ese hombre era un Dios griego.
—No se preocupe, no tendrá ningún tipo de problema.
—Ok, confiare en su palabra. En vista de que trabaja en un bar me pregunto ¿Si tendrá algún vicio? Pero al final eso lo confirmare en caso que la seleccione y le realicen los exámenes pertinentes.
—Ningún vicio señor Marchals, créame si no, no estuviera aquí.
—¡Bien! ¿Hace cuánto fue su última relación? —La miro fijamente como buscando algún indicio de que pudiera mentir, ese hombre intimidaba.
—¡Hace mucho tiempo!
Él le sonrió de una manera burlona, dudo mucho que él le creyera. ¿Acaso una mujer mayor de edad no podía querer estar sola?
—Le diré que, si la llegase a seleccionar, todos los gastos médicos correrán por mi cuenta y mis abogados le harán firmar un documento donde conste que me cede todo derecho del niño dejándola a usted fuera de todo, no tendrá contacto con él bebé cuando sea adulto, todo estará estipulado en el documento.
—Comprendo.
—La cantidad que ofrezco por este trabajo será ostentosa, le daría la mitad cuando el médico me confirme que se quedó embarazada y la otra mitad al nacer mi hijo.
¿Su hijo? Le pareció tan íntimo todo aquello, si la aceptaba iba a tener un hijo del hombre más sexy que había conocido y ni siquiera le había tocado un pelo. Ella asintió con la cabeza y permaneció callada.
—Al nacer él bebé le daré dos semanas con él para que lo alimente y le suministre las vitaminas que contiene la lactancia. Por supuesto estará bajo mi supervisión en esas dos semanas.
Esa condición la alarmo, su casa no era acta para cuidar de un bebé y mucho menos para recibir a un huésped por tanto tiempo.
—¿Las dos semanas en donde las pasare? Mi casa es muy pequeña para tener un bebé, y para un huésped no creo que sea…
—Estará en mi casa desde luego, ¿Dónde más? Mi casa tiene todas comodidades para usted y él bebé, además solo estará dos semanas.
¡Oh, dios mío! ¿Su casa? como se las iba arreglar para sobrevivir dos semanas en la casa de ese hombre, tendría que replantearse algunas cosas.
—Si me acepta, ¿los meses de embarazo los pasaría en mi casa? —él dudo un momento mientras el silencio reinaba entre ambos.
—Sí, asumo que su casa es adecuada. Lo único que le pediría es que se cuidara, y siguiera al pie de la letra las instrucciones que el médico le dé. Culminando su embarazo, una semana antes tendrá que mudarse a mi casa.
—De acuerdo —Dijo en voz baja —Entonces ¿el trabajo el mío? —Se atrevió a preguntar, sacándole una sonrisa al encantador Erick.
—Mi secretaria le llamara si decido aceptarla para que se realice todos los exámenes necesarios.
Dicho aquello se levantó a su vez, ella lo imito dando por terminada la entrevista.
De pie era mucho más imponente su atractivo, su espalda ancha y esos brazos que se escondían debajo de esa camisa eran impresionantes, hasta creía que podría abrazarla completamente sin dejar ni un solo espacio sin cubrir.
Nunca se había atontado tanto por un hombre. Camino detrás de aquel cuerpo que la ponía nerviosa hasta la puerta, él se la abrió, tendiéndole la mano y regalándole una sonrisa.
—¡Un placer conocerte Amelia!
El contacto de su mano y al escuchar su nombre salir de sus labios la electrizo, era un seductor innato y él lo sabía, le apretó la mano y luego se la soltó.
—Gracias por atenderme señor Marchals.
Salió disparada con el corazón revoloteando a mil por horas, ¿Qué había pasado? Se despidió de la señora Flores con mucha prisa, sentía la mirada de Erick a sus espaldas mientras esperaba por el ascensor ¿Por qué tenía que tardar tanto? Pensó.