nerviosa a morir

2143 Words
Bajar las escaleras era una buena opción, pero la haría ver como si estuviera huyendo y no era así. Por fin sonó el timbre que anunciaba que el ascensor había llegado, abriéndose las puertas, entro velozmente para cuando se giró y las puertas estuvieron a punto de cerrarse observo que Erick aún seguía en la puerta de su despacho mirándola con los brazos cruzados y una media sonrisa en los labios. ¿Qué le parecía tan gracioso? Pensó ella, cuando el ascensor llego al último piso de abajo antes de salir, se volvió a mirar en el espejo. Ella quedo muy sorprendida por su expresión, ahora si entendía porque él no dejaba de mirarla, estaba tan nerviosa que no se le había cruzado por la cabeza que estaba tan sonrojada como nunca se había puesto en su vida. Y eso solo podía significar algo, problemas. […] Erick volvió a sentarse en su sillón, tenía una reunión en unas dos horas, pero después de la visita que recibió no le apetecía asistir a ninguna junta. Era una mujer encantadora, tan llena de vida que se había quedado atónito cuando la vio entrar en su despacho vestida de esa manera, la ropa que se había puesto le ceñía muy bien a su figura y esos risos tan hermosos ¿serian naturales? Le gustaba el color de su cabello tan rubio como el mismo sol de la mañana, y esos ojos ámbar tan hermosos, lo invitaban a querer conocerla mucho más, era muy bella, no podía negarlo. Sencilla y con una pizca de inocencia que desprendía que lo hacía sentirse confundido. Le gusto esa mujer, de eso no había duda. Tenía muchísimo tiempo que no admiraba a una chica sonrojarse simplemente por darle la mano, Erick se reclino en su sillón. Quizás su búsqueda había acabado, le gustaba mucho la señorita tímida. De ponto sonó su teléfono. —Señor Marchals, otra chica está aquí por el anuncio del periódico. ¿La hago pasar? —No Yeni, ya es suficiente. Había tomado ya una decisión sobre Amelia. […] Cuando Amelia llega a su casa lo primero que hace es despojarse de esos zapatos de tacón que la estaban volviendo loca. Cuando toma asiento, suelta el aliento y cierra los ojos. —No creo que me llame, de hecho, no debería de hacerlo. Por todo el camino estaba pensando en Erick, era un hombre que tenía mucho carácter y poder. Pero sobre todo masculinidad, hablaron muy poco y ella se sintió como si estuviera flotando en las nubes. —¿Qué diablos me paso? Tan solo me agarro de la mano y mis mejillas se coloraron al máximo. La joven niega mientras que piensa en ese suceso, si tan solo con una agarrada de mano se ponía así, no quería imaginarse teniendo un vientre abultado y que ese hombre quisiera tocarlo. —No puedo, no puedo hacer esto. He cometido un gran error al dejar mis documentos en esa empresa. ¿Qué pasara si me llaman? Ella abre los ojos abruptamente sintiéndose muy nerviosa, estaba tan asustada, no había caído en las consecuencias de ser una madre de alquiler. —Por dios, que hice… […] Al día siguiente Amelia debía volver a la realidad y este era regresar a su trabajo como de costumbre, el resto de su día libre del día anterior lo había pasado durmiendo reponiendo fuerzas después del encuentro con el apuesto Erick. Por alguna razón la había dejado agotada, ese hombre era todo un sueño para cualquier mujer ¿y porque no para ella? Todas las chicas tenían derechos a tener fantasías con un hombre así, aunque fueran desaliñadas como ella. Mientras se duchaba pensaba, seguro que tendría un millón de mujeres detrás de él, seguramente de ese tipo de mujeres todas refinadas, rubias, de largas piernas y vistiendo ropa de marca… Salió de la ducha temblando del frío. —Aunque si ese fuese su caso, ¿Por qué razón no escoge a unas de esas estiradas para que haga de mamá sustituta? Si él está como quiere, ¿Por qué no se casa con alguna de esas chicas? No tenía sentido la actitud de ese sujeto, buscar una mujer extraña para que le diera un hijo. No comprendía porque razón estaba haciendo todo aquello. Sin embargo, sus razones tenía, y ella no era nadie para cuestionárselo. —Es rico, y puede hacer lo que se le venga en gana. Se vistió deprisa, estaba perdiendo demasiado tiempo pensando tonterías, a ella solo le interesaba que la contratasen, los asuntos personales de Erick Marchals no eran de su incumbencia y con esa determinación abandono el apartamento, su amiga Laura la esperaba en la entrada del edificio como todas las mañanas. —¿Qué tal tu día libre? —Le pregunto tomando un sorbo de café. —Descansando. ¿Y el tuyo? Odiaba mentirle a su amiga, pero si le contaba sus planes de seguro que la hacía cambiar de opinión. Si no era seleccionada no pasaba nada y todo seguiría igual que siempre. —¡Qué bien! Yo salí hacer unas compras, y un chico en el súper se interesó en mí, era muy guapo, pero no ignore. —Y me dices que yo tengo que salir más, y vas tú y desprecias a un admirador. —¡No era mi tipo! —¿Y cómo es tu tipo de hombre? —Pregunto Amelia con curiosidad. —Bueno veras, me gustan altos, morenos y muy musculosos. ¿Y a ti? — La pregunta la pillo desprevenida, lo primero que se le cruzo por la mente era el atractivo Erick Marchals, pero eso era algo que no le diría a su amiga. —La verdad nunca me he fijado en esas cosas tan irrelevantes. —Que mentirosa eres, debe haber algún tipo de hombre que llame tu atención. Claro que lo había, pero estaba totalmente fuera de su alcance. —Ya te he dicho que no me fijado en eso. Y dejemos el tema, ya estamos llegando al trabajo. —¡Qué aguafiestas! Algún día tendrás que conocer a alguien, enamorarte, tener decepciones, llorar un poco, amar un poco… es parte de la vida amiga. —Por ahora mi vida es salir de deudas. —Siempre las deudas—Laura sonríe con burla. Cada día era muy largo en el restaurante, no se quería imaginar cómo sería en el bar un viernes por la noche… para cuando llego al mismo, Vanesa estaba bajándose del coche de Jaime. —Hola Jaime ¿Nos vemos esta noche? —Amelia saluda a su amigo desde la distancia. —Lo siento cariño, ya le di a Vanesa para el taxi de esta noche. Tengo guardia y no podría escaparme un rato para venir por ustedes. —¡Oh no! Bueno está bien, cuídate. —Descuida Am, nos iremos en taxi las dos —Pero eso no era precisamente lo que le preocupaba —. Tengo suficiente dinero para que nos lleve a ambas. —Tranquila ya nos las arreglaremos. —Por cierto, te traje pastel de chocolate. —¿Pretenden engordarme o algo así? —Le dijo riendo y recibiendo la vianda con el pastel. —Bueno, sé que eres una amante del chocolate. Mientras se preparaban, Amelia se comía con ganas el pastel. Recordó que si la elegían para la inseminación tendría que dejar el bar, extrañaría mucho a sus compañeros Vanesa y Jaime. Pero el lado bueno de todo eso era que saldría de muchas deudas y preocupaciones, tal vez hasta pueda hornear sus propias tartas, con la falta de dinero le era imposible preparar sus platos favoritos. Cuando ambas estuvieron listas, entraron en la barra, el bar ya estaba bastante lleno esa noche y eso más que suficiente para saber que tendrían un dolor de cabeza. —Buenas noches, ricitos—la voz de aquel hombre sobresalta a Amelia quien se da la vuelta de inmediato para verlo—. Hoy me puedes servir una soda —Ella lo miro topándose fijamente con la mirada de Raúl, que persistente ese hombre pensó. Guardaba la esperanza de que no fuera al bar esa noche. —¡En seguida! —Le tendió la soda y él le dio gran sorbo. —Ayer te me volviste a escapar. Temo pensar que no quieres que te vea salir, no soy un asesino en serie ¿sabes? —No lo sé, no te conozco. Si me disculpas tengo que trabajar. —¡Son muy hermosos! — Ella lo miro un momento y él le hizo seña con su dedo que se refería a su cabello.—. Me gustan, asumo que son naturales, lástima que los tengas atados con esa coleta. Ella no respondió, si la pillaban hablando más de la cuenta la despedirían antes de que ella misma lo hiciera. —Dame otra soda, por favor —Dedicándole una nueva sonrisa. ¿Pensaba tomar solo soda o qué?, se la sirvió y se quedó viéndola un momento luego volvió la mirada hacia la gran pantalla. ¿Que pretendía ese hombre? no podía negar que era algo galante y no se había portado grosero como muchos que habían tenido que sacarlo a empujones al establecimiento. Pero no podía ser tonta y dejarse engatusar por su atractivo, bien podía ser un psicópata violador de jóvenes. Siguió con su trabajo normalmente mientras observaba como Raúl la miraba de vez en cuando sin importarle que ella lo pillara, parecía un hombre bastante maduro y siempre llegaba al bar vestido de traje y sin corbata. Bueno el bar era bastante elegante y muy concurrido, el ambiente era muy bueno. —¿Cuándo podre saber tu nombre, ricitos? Prometo que será nuestro secreto. —Lo siento, no insista. —Cuando termine tú turno ya yo no seré tu cliente. —¡Siempre será cliente del bar! —Eso no me da más alternativa no querer regresar más. —No estaría de acuerdo que deje ser un cliente, lleva mucho tiempo asistiendo al bar —Dijo sin mirarlo a la cara mientras que le sonríe a otra persona entre tanto, entrega una bebida. —¡A mí no me sonríes cuando te pido algo! ¿Tienes preferencias por los clientes? La perspicacia de sus palabras la puso en alerta de inmediato, era cierto que lo trataba diferente al resto. Sin embargo, no podía permitir que la acusara con su jefe de no tratarlo con igualdad. Aquello si era un verdadero problema, irritante y molesto… —Lo siento mucho, no volverá a pasar —le dice dedicándole una sonrisa sincera. El hombre la miro con ojos de sorpresa, nunca espero que actuara de esa manera tan solo por una pregunta. Era evidente que las chicas de ese lugar tenían muchas prohibiciones, pero también se encontraban entre la espada y la pared. Tratar bien a un cliente era como darles alas, y eso era un problema para ellas y su trabajo. Quizás se estaba propasando con su intensidad, la verdad es que metería en problemas a esa joven que le parecía bastante dulce. […] Ninguna de las dos amigas se había percatado de la hora, tenían tanto trabajo que estaban metidas de lleno, entre servir bebidas y atender a clientes molestos, Amelia y Vanesa ignoraron la hora de salida. Pero Amelia se sentía tan agotada que fue ella la que se atrevió a mirar la hora fijándose que ya era muy tarde, sus ojos se ensanchan al instante —¡Vanesa! Ya se nos ha pasado la hora para irnos —la rubia coloca la mano sobre el hombro de su amiga para llamar su atención. —Es cierto, ¿dónde estarán estos dos metidos para que nos sustituyan? De pronto llegaron sus sustitutos apresurados, de forma inmediata hicieron el cambio de turno y ellas volvieron a la parte de atrás para recoger sus bolsos y llamar a la línea de taxi para que las llevara a casa. —Creo que ese chico sigue allí sentado en la barra —Dijo a su amiga mientras se mordía una uña de los nervios, aun ambas estaban en los vestidores. —Cálmate Am, no pasa nada. Quizás intenta ser amistoso contigo —dice Vanesa mientras se cambia la camiseta—. Le tienes miedo a todos los hombres. —Ni se te ocurra darle mi nombre— La acuso con el dedo —. Se nota que está bastante interesado en mí, y no tengo ningún tipo de interés hacia él. —Sabes que está prohibido, sin embargo, no puedes negar que es muy guapo, amiga —Vanesa sonríe con picardía mientras que la observa. Amelia mira a su amiga y luego niega, Vanesa estaba loca, conocer a un hombre en un bar de esos no era la mejor de las opciones. No se podía esperar mucho de un sujeto como esos.
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