hola ricitos

2125 Words
—Bueno chica te veo al rato y no te distraigas—Le dijo su amiga mientras se aleja para detenerse frente a una pareja de ancianos y tomarle la orden. Amelia suspiro y pensó que tenía que haber algo más para ella que simplemente estar allí como camarera, no es que su trabajo fuese degradante, por lo menos le daba para vivir y a duras penas pagaba las deudas. Pero ella quería más que aquello, le hubiese encantado estudiar y ser alguien de éxito en la vida. Pero ya comenzaba a divagar de nuevo así que termino poniendo fin a sus pensamientos y se dirigió a una mesa para atender a una familia. Por ahora debía conformarse con trabajar de mesera… […] Ya había terminado el turno de Amelia y la joven se encontraba en el vestíbulo cambiándose para salir deprisa a su próximo trabajo, solo tenía una hora para llegar. Cuando estuvo lista Laura entro diciéndole que la vería al día siguiente, ella asintió, se marchó prácticamente que corriendo para tratar de tomar el autobús que la dejaba relativamente cerca del su segundo trabajo. Cuando vislumbra su trabajo suspira pesadamente. —Que cansada estoy, quisiera volver a casa y no tener que ir a trabajar a ese lugar. Encima de lo agotada, estaba hambrienta, el día había sido muy duro en el restaurante y pensar que tendría que trabajar hasta la madrugada, el día anterior era su día libre al menos había descansado un poco o lo que su sofá le permitió. Se encamina hasta su lugar de trabajo y al mirar la entrada suspira nuevamente, no le gustaba ese empleo ya que se trataba de un bar y debía estar allí metida hasta altas horas de la noche. Al entrar en el mismo a la primera que observa es a su compañera. —Hola Vanesa, ¡llegue a tiempo! —Le sonríe a su compañera, era muy amable con ella y eso le agradaba, era como hablar con Laura. —Si con tiempo de sobra, diría yo… —ambas trabajan atendiendo la barra sirviendo trago a los clientes. —No creo que bastemos tú y yo esta noche en este lugar— Amelia le dice con mucho pesar a su amiga. —¡Si lo sé! Por cierto, Jaime te dejo algo, deberías echarle un vistazo antes de que abran las puertas —Vanesa le sonríe a su amiga con picardía. —De acuerdo ¿Qué podrá ser? —Jaime era el novio de Vanesa, pero ella lo había conocido a través de Amelia. Desde entonces eran inseparables ese par de locos. Advirtió un envoltorio en la parte de debajo de la barra, lo tomo y observo que era algo que a ella le encantaba, eran donas de chocolate y una malteada de chocolate con almendras. —Ese Jaime, no debería gastar su dinero en cosas así ¿Por qué lo dejas hacerlo? —Amelia niega mientras le d un sorbo a la malteada. —Para el rollo, él quiso hacerte el presente, y yo lo apoyo —le dijo riendo, Amelia sonríe y le ofrece una dona, pero su amiga la rechazo.—. Ya me he comido tres al venir aquí, no puedo más. —Entiendo, entonces guardare unas pocas para cuando este en casa— Se tomó la malteada con gran satisfacción junto con una dona. Se sintió feliz y con muchas energías. Al final, la noche se hizo eterna y conforme pasaban las horas el bar se llenaba más y más. Muchos clientes habituales y otros nuevos llenaban el local. —¡Por favor dos cervezas! —¡Oye dulzura, dame una cerveza! —¡Guapa dame tres cervezas! —Que nochecita pensó Amelia, le faltaba muy poco para irse a casa y eso era un alivio para ella. —Hola ricitos, dame una cerveza y si es posible tu nombre. Amelia giro el rostro para observar detenidamente al hombre que se le pidió la orden, sabia de sobra que hablaba con ella porque era la única rubia de cabello ondulado en el bar, su amiga Vanesa era castaña. La rubia fija sus ojos en aquel sujeto, no podía negar que era formidable, su cabello era oscuro o eso creía ya que en la oscuridad del bar no se podía apreciar, e igual que el color de sus ojos. No era fácil saber si eran claros u oscuros. De lo que si estaba segura era que sus facciones eran muy elegantes y vestía de traje sin corbata, realmente era un hombre muy guapo. Pero Amelia no sintió interés hacia él. Su mente no tenía tiempo para hombres que le hablaran bonito. Además, estaba allí únicamente para trabajar, no para flirtear con los clientes, cosa que estaba estrictamente prohibida. Se centro en atender al cliente como a cualquier otro, sin mostrarse más que amable. —Por supuesto, ya se la sirvo. —También me gustaría saber cómo te llamas, ricitos. —No tengo permitido hablar con los clientes excepto para servir tragos, lo siento mucho —le responde de manera seria. Vio que los labios de aquel sujeto se curvaban en una media sonrisa luego de que le respondiera, pensó si es que estaba jugando con ella… había muchos de esos clientes en el bar. ¡Los detestaba! Ella le sirvió la cerveza, la entrego y se retiró para atender a otro cliente. No tenía por qué entablar una conversación con él, además, si su jefe la pillaba podía meterse en serios problemas. Amelia le dedica una última mirada al cliente y hace amago de girarse. —Raúl Troyas —l la miró fijamente y le dedico una encantadora sonrisa que la deja un poco desconcertada —. Es mi nombre, pero puedes decirme solo Raúl. No podía distraerse con hombres guapos que con una sonrisa se creían que tenía el terreno ganado. Esa era la regla del bar, nada de flirtear con los clientes o estas fuera. Amelia opto por ignorarlo el resto de las horas que le quedaban de trabajo. Pero por alguna extraña razón ella se fijó que él no le quitaba la mirada de encima. Típico acosador, por supuesto, ahora tenía un nuevo admirador en el bar, pero este era de los peores. De esos que terminaban siendo expulsados del bar y ella recibiendo regaños ya que el jefe cree que se les dio alas a los clientes. —¡Genial! Lo que me faltaba… —¿Qué dices? —Vanesa susurra a su lado cuando la oye balbucear. —No es nada, ya quiero que termine mi turno para poder irme. —Pienso lo mismo, las chicas del otro turno aun no llegan, son unas desgraciadas. Pienso que lo hacen apropósito solo para fastidiarnos la noche. Vanesa sirve un trago mientras que saca su frustración, los del segundo turno siempre les hacían lo mismo, eran unas pesadas. Amelia niega y luego frunce el ceño, gira el rostro y ve que aquel sujeto aun la estaba observando fijamente mientras que bebía un sorbo de cerveza, lo extraño era que llevaba mucho rato con una sola. La joven rubia niega y decide no prestarle más atención a ese idiota acosador… Horas después, finalmente el turno de Amelia termino… la joven se despide de Vanesa y Jaime que la dejaban siempre en su edificio. Por suerte su amigo Jaime tenía coche y podía llevarla a casa, de ese modo no se expondría en la calle. Nuevamente en su casa miro el sofá y suspiro, la verdad es que su cama le quitaba el sueño, pero estaba tan cansada que dejo de pensar que su sofá era una mierda. Era lo único que tenía y no iba a perder las pocas horas de sueño que le quedaban. […] Al día siguiente, la luz del sol golpeo el rostro de Amelia quien frunce la mirada e intenta girar el cuerpo para escapar del sol, pero aquel giro fue un grave error ya que la joven termina cayéndose al suelo. —j***r, que dolor… Como puede se pone en pie, frota su rostro y camina hacia el cuarto del baño, otro día más de trabajo… —¡Buenos días bella durmiente! —Le dijo Laura alegremente ofreciéndole un vaso de cartón con café en la entrada del edificio —. Que mala cara tienes, ¿Qué ha pasado? —Me he caído de la cama y he tenido una mala noche. Pero del resto, estoy bien. —Deberías hacer el esfuerzo por cambiar ese sofá, un día de estos te matara, pero del puro coraje. —Ojalá pudiera, creo que sería lo primero que cambiaría en ese apartamento. Ambas se echan a reír mientras se encaminan al trabajo, esa era su rutina de todos los días. Y aunque el trabajo fuese pesado, Amelia no se quejaba de las amistades que había hecho. Por suerte para ambas amigas, era que su trabajo no quedaba tan lejos, lo bueno de vivir Manhattan era que se había mudado a una zona céntrica donde los trabajos quedaban muy cerca. Bueno, excepto el bar, ese si le quedaba lejos… pero las propinas de ese lugar eran mucho mejor que las del restaurante, así que entre ambos trabajos debía conservar era ese, aunque no le gustase. —¿Qué tal tu noche? ¿todo en orden? Algún pervertido se propaso contigo —le pregunta su amiga a modo de burla. —Por suerte no, pero ya sabes cómo es ese lugar, siempre aparece uno que otro a molestar. —Es el costo de trabajar en un bar nocturno amiga, ¿Qué esperabas? —Y por si eso no fuera poco, un hombre no paraba de flirtear conmigo. Un día de estos esos clientes harán que me echen del bar. —¿Y era guapo? —Pregunto con mucha curiosidad su amiga. —¡Sí que lo era! Pero sabes que tengo mejores cosas en que pensar. —¡Oh! Pero eso no quita que puedas observar o sonreírle a alguien Amelia. —El coqueteo está prohibido en el bar y no tengo tiempo para enredarme con un hombre. —Bueno amiga, pero mirar no es un pecado, y menos si el hombre esta guapísimo. Tienes 23 años, en algún momento tendrás que conseguir un buen hombre que te amé y cuidé de ti. —Pero de momento no necesito un caballero andante con el montón rollos que tengo encima. ¿No lo crees? —Tal vez ese caballero te ayude a solucionar algunos de esos problemas. Le dijo dándole un codazo. Su amiga estaba completamente loca, no creía que un hombre fuese la solución a sus problemas. —¿Te has vuelto loca? No quiero un hombre para que solucione mis asuntos económicos, sino más bien para que me ame y este junto a mí. —Nadie ha dicho que simplemente sea para solucionar ese problema, tonta —Le dijo en tono jocoso, para luego abrazarla. —¡Qué chistosa eres! En serio, a veces no sé cómo te soporto. El día paso normal en el restaurante, ese día Jack no estaba como un troglodita, a duras penas y lo habían visto en todo el día. Por lo tanto, trabajaron en paz, pero la única mente que no se encontraba en tranquilidad era la de Amelia. Esa mañana antes de salir reviso su correspondencia y vio una notificación que le anunciaba que dentro de unos cinco días debía cancelar la cuota correspondiente de las deudas pendientes. Y lo peor de todo es que aún no había cobrado el sueldo y las propinas que había recibido habían sido tan pocas que solo sirvieron para el transporte y para comer. ¿Qué podía hacer? —Deja de fantasear despierta, Amelia— le Grito Jack para sacarla de sus pensamientos. —¡Estoy en mis quince minutos de descanso! —musita con voz de queja. —Descansos, descansos, da igual con sus descansos. Lo único que hacen es hablar y hablar…—farfulla mientras que se aleja. Jack era un papanatas, le encantaba molestar a sus empleados. ¿Es que era tan difícil tratar a alguien bien? el señor Foster y Jack eran unos hombres horribles pensó. En eso entro a toda prisa Laura pidiéndole que le cubriera un segundo mientras iba al baño. La joven tira el periódico del día en la mesa y sale corriendo al cuarto del baño, Amelia mira el anuario y piensa que seguramente algún cliente lo había dejado olvidado. Cuando Amelia se disponía a salir para cubrir a su amiga, observo por un segundo el periódico e inclino un poco la cabeza hacia abajo divisando un anuncio muy llamativo, en eso su amiga salió del baño a toda prisa sin decir una palabra.
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