Veo a mi alrededor. Lucie no aparecía por ninguna parte. Solo su copa a medio beber flotando junto al inflable en forma de cisne. La sombra de Alexander se proyectaba detrás de mí, tan imponente como su presencia misma, aunque no pronunciara palabra. Sentía su respiración cerca. Él no se había movido, pero me sentía rodeada por él. Tragué saliva, aún temblando un poco por la forma en que me había hablado antes… ese “te quiero comer” aún vibraba en mis oídos, como una promesa sucia que me apretaba entre las piernas. —Podemos desaparecernos un rato… —le dije con la voz baja, como si se lo estuviera susurrando al pecado mismo—. ¿Qué dices? Además… me voy a quedar con mi amiga, está borracha, no puedo mandarla así a su casa. Él no contestó enseguida. Sólo me observó. O mejor dicho… me desnu

