Kamil
Lo vi ahí, sentado con el tío Norbert y Cecylia en la mesa del comedor, una más de las reuniones de mi padrastro. Él bebió un sorbo de su café antes de levantar la vista y mirar a Cecylia con esa sonrisita que solo había visto con mi madre. Odiaba cuando ella venía, siempre que tenía que decirle algo, lo tocaba como si no supiera su nombre. Odiaba que lo tocara con tanta coquetería, odiaba que a él le gustara ella, odiaba que fuera capaz de llamar su atención. Decidí volver a la cocina, agarré un vaso de la alacena, pero se me resbaló y cayó al suelo quebrándose en mil pedazos. No tardé en escuchar los pasos de mi padrastro adentrarse en la cocina.
—Lo siento, papá, se me cayó...
Me agaché para levantar los trozos de cristal, pero uno me cortó apenas lo tomé. Solté un quejido sintiendo resbalar la sangre por mi dedo.
—Kamil, ten cuidado. —Abrió la canilla de agua del fregadero, tomó mi mano y la puso bajo el agua—. Ve a ponerte una bandita, Kamil. Deja que yo me encargue de esto.
Asentí dejando que me lavara la mano con suavidad, como cuando era niño. Lo miré de reojo, disfrutando de la cercanía que teníamos, aprovechando que su atención estaba en mí y no en Cecylia. Cuando cerró la canilla, volví a la realidad, él, sin darse cuenta de nada, se alejó para limpiar lo que quedaba del vaso. Fui hasta el baño, abrí el botiquín y cubrí la cortada que tenía en el dedo con una bandita antes de salir del baño para volver a la cocina, mi padrastro ya no estaba ahí, estaba de nuevo al lado de Cecylia, hablando sobre el caso que tenían en el juzgado, un defendido difícil al parecer. Me serví el dichoso vaso con agua y subí a mi cuarto. Bebí un sorbo mientras cerraba la puerta, dejé el vaso en la mesa de luz antes de tirarme a la cama con el celular entre las manos. Me puse los auriculares, esperé a que se conectaran al celular antes de poner música y revisar mis r************* . Tenía mensajes que nunca contestaba, algunos ni siquiera tenía ganas de verlos, sabía para qué me querían y ahora mismo no me llamaba la atención nadie más que mi padrastro. Me perdí un rato entre los posteos de cuentas que seguía, de las cuentas que no, de tonterías, de David. Le mandé un mensaje preguntándole cuando podíamos salir, tenia ganas de salir de casa, Cecylia no solo se quedaba por trabajo, después la iba a tener que aguantar un par de días más dando vueltas por la casa. No tenía ganas de quedarme acá a verlos se melosos. David no tardó en contestar invitándome al cine. Una tarde descontada, no iba a tener que verlos acaramelados. De repente, unos golpes en la puerta me hicieron bloquear mi celular y sacarme los auriculares.
—¿Qué?
—¿Tienes hambre, Kamil? —La puerta se abrió un poco y él se asomó—. ¿Quieres pizza? Pedí de cuatro quesos para ti.
Asentí sonriendo, él entró en mi cuarto con un vaso de gaseosa y un plato con tres porciones. Dejó el plato y el vaso, en la mesa de luz, me besó en la frente. No pude evitar sonreír, me gustaba cuando podía disfrutar de su cercanía, sus atenciones, su perfume que se quedaba conmigo horas. Lo miré queriendo que se quedara conmigo, pero él simplemente sonrió antes de irse dejándome solo de nuevo. Solté un suspiro, aunque no estaba del todo molesto, sabía que iba a volver con Cecylia, pero al menos me había dejado su perfume flotando por la habitación, había pensado en mí incluso con ella al lado. Tomé el plato y empecé a comer lentamente. Busqué mi celular, saqué una foto y se la mandé a David.
—"Espero que me atiendas igual o mejor que él mañana".
—"No tengo tanto dinero, Kamil".
Le envié un par de emojis riéndose, pero él continuó escribiendo.
—"¿Por qué no le pides a él que te lleve al cine?".
—"Su trabajo, ya sabes".
—"Y tu próxima madrastra. No te enamores de ella también".
—"No va a pasar, ella no me provoca nada más que rechazo". —Le di un mordisco a una de las porciones de pizza antes de escribirle otro mensaje—. "Además, no querría una madrastra jamás, menos que sea Cecylia. Parece de esas madrastras malvadas de los cuentos".
—"Te va a encerrar en una torre para que tu príncipe azul te rescate".
—"Tú sabes cuál es el príncipe que quiero".
David envió unos emojis riéndose antes de cambiar de tema a la salida de mañana, iba a necesitar dinero para ir al cine e intentar perdernos un rato en el centro comercial. Bloqueé mi celular después de arreglar la hora en la que nos íbamos a ver y donde, aunque el lugar siempre era el mismo: la fuente dentro del centro comercial. Nos juntábamos ahí desde primero de preparatoria. Me apresuré a comer. Agarré mi plato y salí de la habitación para bajar, Cecylia y el tío Norbert estaban en la mesa del comedor comiendo, así que fui directamente a la cocina, donde estaba mi padrastro preparando tragos y programando la cafetera. Dejé lo que había usado para comer en la mesada y lo miré.
—Papá —dije llamando su atención—, saldré con David mañana.
—¿A dónde irán?
—Al cine. ¿Me das dinero?
Me miró unos instantes sin decir nada, creí que no iba a dejarme salir, a pesar de tener dieciocho, a veces seguía tratándome como un niño, a veces aún me castigaba o me prohibía salir. Esperé a que dijera que no me dejaba con cualquier excusa que se le ocurriera en el momento, pero él solamente suspiró, metió la mano en el bolsillo y sacó su billetera, buscó sesenta zlotys y me los dio.
—¡Gracias!
—Creí que estarías en casa mañana.
—Cambio de planes.
Se quedó mirándome de nuevo, me acerqué y le besé en la mejilla consiguiendo que una sonrisita asomara en sus labios. Me quedé lo suficientemente cerca de su cara como para sentir la tentación de robarle un beso, ese que deseaba hacía varios años. Pero la voz de Cecylia llamando a mi padrastro desde el comedor me obligó a retroceder. No hice más que mostrar una sonrisita frustrada antes de volver a mi cuarto. Guardé el dinero en mi billetera, después me puse mi pijama y me tiré en la cama. ¿Cuándo iba a ser capaz de decirle lo que sentía? Yo era un adulto y no teníamos lazos sanguíneos, podía declarármele sin problemas, pero ¿después qué pasaría con nosotros? Si me rechazaba tendría que irme de la casa. Si me quería como algo más, ¿cuál era el siguiente paso? La gente que nos conocía nos vería como bichos raros, un padrastro con su hijastro. Habíamos vivido muchos años así, no podíamos empezar una relación amorosa como si nada sin despertar las me sospechas de la gente y, sobre todo, los chismes. Ya los imaginaba hablando a nuestras espaldas sobre cómo mi padrastro había estado con mi mamá y, después de que ya no estuviera, estuviera conmigo.
—Lo siento, mami, pero al parecer tenemos los mismos gustos.
Susurré mirando el techo, como si mi mamá estuviera ahí. ¿Qué diría ella si le dijera lo que sentía? Probablemente me odiaría, me echaría de la casa cuando tuviera la oportunidad. Tal vez nunca hubiera tenido el valor de decirle nada, ella estaba muy enamorada de él, no habría sido capaz de romperle esa burbuja, mucho menos si su enfermedad la hubiera dejado vivir un tiempo más.