Adam
Miré la hora, empezaba a hacerse un poco tarde. Sabía que Kamil no era un niño pequeño, pero no podía evitar preocuparme por él, sobre todo desde que cumplió dieciocho, salía más y volvía cada vez más tarde, sobre todo cuando salía con su amigo. Me alejé un poco de la pantalla de la computadora restregándome los ojos con cansancio, había estado trabajando todo el día revisando papeles y archivos, mi vista ya estaba cansada. De repente, escuché la puerta principal abrirse, giré la cabeza a mi derecha, Kamil tenía que pasar forzosamente por en frente de la puerta de mi despacho. Efectivamente, después de escuchar cómo colgaba las llaves haciéndolas tintinear entre sí, sus pasos se acercaron y su figura apareció en la puerta. Lo observé, no se veía borracho ni parecía haber consumido nada que no debiera. Se acercó con paso cansado, se inclinó a mí con su "hola, papá" de siempre y me besó en la mejilla, cerca de la comisura de mis labios. Volvió a mirarme, estaba en completo silencio, pero parecía que algo rondaba en su cabeza. Mi celular rompió el silencio, lo tomé encontrándome el nombre de Cecylia en la pantalla, era una llamada que, ahora mismo, no quería contestar, pero me obligué a hacerlo. Luego de contestar, escuché un pequeño suspiro de parte de Kamil y sus pasos salir de mi despacho. No le caía bien. Desde que le dije que me interesaba ella y que estábamos saliendo, se empezó a comportar así si la nombraba. Incluso se volvía arisco si solo estaba ella aquí conmigo. Podía entenderlo, debía odiar la idea de que me olvidara de su madre, esa mujer había sido la luz de mi vida, pero era momento de que siguiera adelante. Hoy no tenía el ánimo ni la energía para hablar con Cecylia, aun así, no le corté la llamada ni le puse excusas. Todavía seguía convenciéndome de estar en una relación me haría bien, después de haber estado solo todo este tiempo.
Cuando por fin colgué la llamada, dejé mi celular en el escritorio y me levanté. Subí las escalera y me paré justo frente a la puerta de su habitación, no escuchaba ruido dentro, ni el televisor ni su música, que solía sonar todo el tiempo. Di unos golpecitos a la puerta y esperé. No escuché nada, ni siquiera un mínimo movimiento. Decidí abrir la puerta lentamente y entrar con cautela, no quería encontrarme con algo que no quería ver. Kamil estaba acostado dándole la espalda a la puerta. Me acerqué intentando no hacer ruido, tal vez se había quedado dormido. Le pasé la mano por el cabello haciendo que se sobresaltara, se quitó los auriculares antes de mirarme.
—Me asustaste... —Se sentó en la cama dejando el celular de lado—. ¿Sucede algo?
—No, solamente venía a hablar contigo. Hace mucho que no estamos juntos.
Me senté en el borde de la cama mirándolo con una sonrisa.
—¿De qué hablas, papá? Nos la pasamos bajo el mismo techo.
—Pero ya no hablamos como antes.
—Papá, crecí, ya soy un adulto, no necesito que me vigiles tanto.
Sentí una punzada en el pecho, era verdad, acababa de cumplir dieciocho años y estaba a punto de graduarse de preparatoria, pronto iría a la universidad. Me pregunté qué sentiría Monika ahora, seguramente lo mismo que yo: la sensación de ser inútil ahora que Kamil ya no me necesitaría. Lo había criado yo solo desde que era un niño de seis años, me era difícil pensar en el día en el que ya no me necesitara más, aunque parecía que este era el caso ahora.
—¿Estás bien? —preguntó poniendo su mano sobre la mía, por un segundo sentí que era Monika y no él.
—Sí, Kamil. —Me quedé unos segundos buscando las palabras correctas—. No lo sé, tal vez no me puedo hacer a la idea que pronto entrarás a la universidad o que podrías irte de casa.
—¿No quieres que me vaya? —Sonrió acercándose a mí para abrazarme colocando su cabeza en mi pecho—. Si no quieres, no me iré nunca.
Enredé mis dedos en su cabello besando su cabeza. Sentía que algo había cambiado entre nosotros, aunque no supiera exactamente qué era. Nos quedamos así un rato en silencio. Luego, empezó a contarme la salida que había tenido con su amigo y la película que habían visto. Esperaba que me dijera algo más, o bueno, algo diferente. Lo había visto salir tantas veces con David que parecían novios a esta altura. Pero no me dijo nada, no sabía si era por vergüenza o quería tener su relación en secreto, de todas maneras no le iba a preguntar. Siempre había dejado que me hablara cuando se sintiera a gusto y las cosas no habían salido del todo mal, me tenía bastante confianza con las cosas, incluso cuando se trataban de travesuras que sabía que le traerían un castigo. Lo dejé hablar un rato, no tanto porque me interesara demasiado lo que decía, si no para quedarme más tiempo con él, así como estábamos. Tenía que admitir que extrañaba al Kamil pequeño que siempre quería estar pegado a mí y le encantaba que lo abrazara, aunque, juzgando como estaba abrazado a mí ahora, las cosas no habían cambiado demasiado desde aquel entonces. Me separé poco después, besé su frente nuevamente, me levanté y salí del cuarto para volver a mi despacho. Me senté frente a la computadora sin dejar de pensar en Kamil. Solté un suspiro obligándome a prestar atención a lo que debía hacer: revisar los papeles para el caso que teníamos con Ewa, Norbert y Cecylia.
***
—¿Sigues despierto, papá?
Me sobresalté cuando escuché la voz de Kamil, me giré encontrándome con él en su "pijama", no era más que una camiseta vieja mía que le quedaba lo suficientemente grande para lograr cubrir parte de su bóxer.
—Sí, cariño, debo terminar de trabajar.
—Es tarde. —Asentí quitándome los anteojos—. ¿Quieres que te prepare un café?
—No, Kamil, vuelve a la cama. —Le sonreí—. De todas maneras, gracias.
—Voy por un vaso con agua, puedo dejar la cafetera encendida. Busca la taza cuando quieras.
Dicho esto, en lugar de ir a la cocina, se acercó a mí para besarme en la mejilla, casi en la comisura de mis labios. Luego, se separó lentamente de mi rostro, dejando el suyo lo bastante cerca para pensar que me besaría en los labios. No lo hizo, simplemente me saludó antes de salir de mi despacho. Me quedé inmóvil en mi silla. Últimamente hacía eso cada vez que tenía la oportunidad, no quería pensar que me iba a besar, era mi hijastro, no podía pensar que había una doble intención en sus actos. Respiré profundo apartando cualquier idea parecida atribuyendo su aparición al cansancio que tenía por el trabajo. Me levanté y caminé a la cocina, Kamil estaba ahí todavía, preparando la cafetera como lo había prometido.
—Déjalo.
—¿No dijiste que seguirías trabajando?
—Cambié de opinión. —Le pasé la mano por el cabello—. Ve a la cama, yo haré lo mismo.
—Está bien, papá.
Tomó su vaso de agua y salió de la cocina en dirección a las escaleras. Apagué la cafetera y las luces antes de dirigirme a mi despacho para apagar todo. Luego, subí a mi habitación, me cambié, me metí en la cama sin perder un segundo. Cerré los ojos, pero no pude dormir, seguía dándole vueltas a mi primer pensamiento: Kamil haciendo cosas apropósito por alguna razón. Volví a obligarme a dejar de pensar en eso y dormir de una vez. Por la mañana vendrían Ewa y Cecylia para terminar de preparar los alegatos, no tenía mucho tiempo como para andar distrayéndome en cosas que, probablemente, solo sucedían en mi cabeza.