Prólogo

1298 Words
Caminaba rumbo al altar, aferrada del brazo de aquel ser despiadado que se había atrevido a entregar, a vender a su propia hija, a ofrecerla al mejor postor, a simplemente un día arrastrarla hacia su incierto y obscuro futuro como la esposa de Dios sabe quién, con la única y vil finalidad de asegurar unos pocos centavos, y aun así, ella se aferraba a él como aferrándose a la esperanza de que la rescataría en el último momento, sus ojos estaban rojos e hinchados de llorar durante toda la noche, sus piernas flaqueaban con cada paso por ese enorme camino empedrado que la acercaba rápidamente a su destino, no lo entendía, por más que lo pensara y lo analizara, no entendía como su propia familia la estaba entregando a un perfecto desconocido, ¿Cuánto ganaran por esto?, pensaba sin siquiera intentar disimular su tristeza y su dolor, mientras su padre la obligaba a apresurar el paso, era evidente que el pago sería sustancioso, se lo confirmaba la enorme sonrisa y la arrogante postura del hombre al saludar a toda la gente que se aglomeró a las afueras de la iglesia para ser partícipes de lo que estaba a punto de suceder, y si bien la noticia de su matrimonio no era lo suficientemente desconcertante, si lo eran los gritos de la muchedumbre. --¡Es Marianne! ¡es Marianne! Es la hija de Conrad, el comerciante —gritaban con alegría al tiempo que hacían una reverencia ante la chica asustada por tales demostraciones de júbilo --¡Eres bendecida Marianne! ¡viva Marianne! ¡hurra por la señorita Marianne! – los gritos taladraban hondo en su cabeza, por lo visto la única que desconocía la identidad de su futuro esposo era ella, porque todo el mundo a su alrededor ya estaba al tanto de todo       Quería gritar, deshacerse del agarre de su padre y salir corriendo, correr con todas sus fuerzas para salvarse de esa vida que le esperaba detrás de las anchas puertas de la catedral, salvarse de la esclavitud que significaba su matrimonio, quería buscarlo a él, a su caballero amable, al único hombre al que podría amar y entregarse en matrimonio, ¿Dónde estaba su caballero?, lo buscó entre la gente, lo buscó con desesperación, pero su rostro no apareció, ni siquiera podría despedirse de él, ni darle una explicación, sus posibilidades de escapar eran nulas, estaba rodeada por toda esa gente y su padre apretaba tan fuerte de su brazo como anticipándose a un posible arranque de locura y valentía de su hija menor. --Te juro que no pude conseguirte un mejor partido, Marianne, yo sé que estás muy molesta por cómo están siendo las cosas, pero con esto, hija, toda nuestra familia va a tener asegurada una vida más que digna por varias generaciones—con horror volteo su rostro hasta encontrarse con el rostro sonriente y lleno de orgullo de su padre, no le importaba en absoluto si ella estaba de acuerdo o no con esa boda, solo le interesaba lo que obtendría a cambio, luego observó a la gente que aplaudía y gritaba su nombre al mismo tiempo que la reverenciaban, si bien Marianne no había asistido a muchas bodas, si estaba segura que a ninguna novia se le hace reverencia, a menos que… sacudió su cabeza ante tales pensamientos y sus lágrimas volvieron a brotar.      Ni siquiera pudo despedirse de él, su corazón se sentía destrozado, dolía, dolía mucho, tanto que podría desvanecerse en cualquier momento, sentía que sus pies pesaban y apenas podía mantenerse consciente, ella si soñaba con casarse y formar una familia con hijos, de hecho, lo empezaba a considerar apenas, hasta hacía poco más bien soñaba con viajar y conocer lugares lejanos y probar su comida y conocer gente nueva, tenía tantas cosas por aprender, pero él estaba logrando que reconsiderara sus prioridades, pero ahora, estaba obligada a asegurar el futuro de la familia que la rechazó durante veinte años, que la consideró como un estorbo y condenó a recibir solo las sobras de sus hermanos y hermanas mayores, no podía entender como estaban siendo capaces de obligarla a hacer tal sacrificio, cuando ni siquiera se dignaban a dirigirle la palabra o mirarla a los ojos, su corta vida había estado a la sombra de aquellos seres egoístas y resentidos contra una joven que por tanto tiempo solo buscó una pizca de cariño de su propia familia.        El apretado corse se empezó a enterrar en sus costillas al no poder ser capaz de controlar su respiración, su primera impresión fue de una gran angustia al ver tan majestuoso vestido lleno de finas costuras y la tiara que a pesar de ser tan delicada, significaba sin duda una pieza de arte de gran valor, tales lujos estaban muy lejos de las posibilidades monetarias de su familia, y estaba segura que esas prendas tan lujosas, no provenían del bolsillo de su padre, él no tendría el más mínimo interés por darle siquiera una dote digna, mucho menos por ataviarla en tan magnifico atuendo.     Las miradas de sus hermanas la confundían aún más, podía notar un dejo de envidia al verla tan hermosa, nunca antes había vestido prendas tan finas, nunca antes había sido tan bien atendida por nadie que no fuera su vieja y cansada abuela, pero al mismo tiempo, podía notar en sus miradas una especie de satisfacción, como si disfrutaran de los acontecimientos, como si se alegraran por la suerte de la pequeña al encontrar un buen partido, como si disfrutaran de la frágil calma que sin duda estaba a punto de partirse en pedazos, y eso las hacia disfrutar el momento, sin mencionar la acaudalada vida que les esperaba a expensas del sacrificio de su hermana menor, de la que siempre se sintieron resentidas por acaparar belleza y sabiduría, a pesar de los sencillos vestidos que usaba, y que por cierto eran los vestidos que ellas despreciaban por estar viejos y gastados, Marianne lucía siempre encantadora ante la mirada de cualquiera que la viera, incluso las comparaciones con sus hermanas no se hicieron esperar, ella les robaba siempre las atenciones, los halagos y en todo momento quedaban como unas tontas ante su magnífica elocuencia.     Estaban de pie frente a las puertas de la catedral y a lo lejos se lograba vislumbrar una figura soberbia y erguida a la espera de su llegada, tenía la vista borrosa por las lágrimas que no dejaban de brotar de sus ojos y no podía distinguir al hombre que la esperaba en el altar, pero si fue capaz de reconocer a los miembros de la alta sociedad que estaban de pie ante ella y sonriéndole como si ella fuera uno de ellos, conforme avanzaba se daba cuenta que el hombre con quien debía casarse, sin duda debía ser alguien muy importante, como para que todas esas personalidades se dieran cita para presenciar el enlace.   --¡No puedo! -- alcanzó a hilar apenas un susurro ahogado pero lleno de desesperación, tenía tanto miedo que incluso estaba dispuesta a recibir la furia de su padre, antes que estar unida a alguien que ni siquiera sabía cómo se llamaba. --¡no te atrevas a hacer una locura!, no tienes idea de lo que te espera, deberías estar agradecida conmigo por conseguirte tan buen partido, así que, ¡vas a casarte con él! Y, ¡te vas a comportar a la altura!, de eso depende mucho que tu querida abuela siga teniendo un techo sobre su cabeza—el agarre en su brazo se hizo más fuerte, si es que eso era posible, y la obligó a agilizar el paso, el hombre que no dejaba de sonreír en ningún momento, estaba desesperado porque la unión se celebrara, muchas cosas dependían de ello.
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