Capítulo 1

1645 Words
Actualidad... Atenas, Grecia. Aaron. Soy un resentido. No solo del mundo, sino de toda la existencia. Un ser que se deleita en su propio veneno. Hay algo hermoso en saber que el odio y el rencor son lo único que me mantienen con vida, como si una sombra oscura fuera lo único que da forma a mi ser. Y cuando veo el sufrimiento ajeno, un placer grotesco se despierta en mí. El dolor de los demás es el único bálsamo que me reconcilia con mi propio vacío. No soy el tipo de ser al que deban invocar, ni mucho menos a quien pedir perdón. Pero, irónicamente, me buscan. Me llaman. Siempre lo hacen. Como si esperaran que les salve del mismo mal que yo mismo soy. Una mala decisión. Una traición. Una guerra. Lo que tú desees, yo lo seré. Siempre estoy, acechando en las grietas entre la luz y la oscuridad. Soy el mal donde se esconde el bien, y por eso decidí ser bombero. Un fuego que quema las esperanzas ajenas. Solo yo decido quién merece el perdón. Ella, la mujer sentada en la esquina, con su taza de café humeante, riendo como si el mundo no estuviera condenado… Me repugna. Cada fibra de mi ser se estremece por la rabia que me provoca ver su felicidad, esa paz inmunda que emana como una luz cegadora. Quiero destruirla, arrastrarla al abismo donde no quede rastro de su bondad. —Aaron, tenemos que regresar en diez minutos —Parker me arrastra de mi trance, golpeándome ligeramente el hombro. —En diez minutos, una guerra ya habrá comenzado —le respondo burlón, observando su cara de incomodidad—. No pongas esa cara, eres mi sirviente. Y como tal, me debes respeto. —Soy tu amigo, ¿recuerdas? —suspira, exhausto—. Aunque parece que de eso ya ni te acuerdas. Y, por cierto, fuiste tú quien me mató y me convirtió en tu... pañuelo de lágrimas cuando te pones a lamentarte. —Soy un tipo genial —respondo con un tono casi jocoso. —Y me obligas a ser tu sombra, tu eco en el inframundo. Yo no quería ser bombero, pero me arrancaste de mi descanso y me dejaste atrapado en este putrefacto mundo y me quitaste a Cerbero —se queja, volviendo a su postura desganada. —Soy un tipo genial con un cachorro increíble y un sirviente llorón —le señalo con un gesto hacia la chica que me ha estado perturbando—. Mira a esa mujer, Parker. Tan llena de vida, de esa radiación de alegría que podría derretir el hielo de cualquier demonio... —¿Ahora eres Peppa Pig? —me lanza un comentario mordaz, lo miro con asco—. No me mires así, cariño. Tú comenzaste. —Dime cariño una vez más, y te arranco el corazón. Ah, espera… ya lo hice —mi voz se oscurece, y las luces de la cafetería parpadean, se apagan por un momento. —Eres un niño, como siempre, el eterno castigo —se queja, con una sonrisa torcida, antes de ver cómo la chica se levanta, perdida por la oscuridad de mi arrebato. En un abrir y cerrar de ojos, detengo el tiempo. Me levanto de la silla, y con la mano, aprieto el cuello de Parker con tal fuerza que escucho el crujir de sus huesos. Un sonido cálido que me hace sentir... cómodo. —Te aprovechas de mi nobleza —murmuro, liberando su cuello cuando escucho el crujido final. —Suficiente, imbécil. Ve detrás de la chica, antes de que te salgas de control —se queja, empujándome lejos, levantándose de la mesa y saliendo hacia la puerta. —¿No vas a pagar la cuenta? —le pregunto, mientras él me saca el dedo medio sin ni siquiera voltear—. Qué vulgaridad, que Dios te perdone, porque yo no. Parker… Él es el hermano menor de la mujer de Velkan. La mujer que fue un ángel caído, tan hermosa como peligrosa. Ella que sedujo al miserable de ese perro rabioso, quitándome mi primer juguete. Y por ello, le quité a Parker, le arranqué el corazón y lo convertí en mi sirviente eterno. Bueno, después de matarlo un par de veces… Y ahora, es mi conciencia. Parker cuida a Nerón, el cachorro de tres cabezas, que no es más que una criatura que limpia mis desastres. Pero él no es mi amigo, ni lo será jamás. El tiempo regresa a su curso, y sin quererlo, me topo con la chica. Mis pasos incontrolados la derriban, los libros caen, ella se estampa contra el suelo. Y por un segundo, la miro… una chispa de algo oscuro pasa por mi mente. Ella se enamora de mí al instante. Se cree que soy Harry, el chico más popular, el hermoso del lugar… Un juego delicioso. Los gritos de la multitud me arrancan de mi éxtasis. Vuelvo a la realidad, y ahí está ella, tirada en el suelo, con el cabello n***o como la obsidiana, extendiéndose como un manto oscuro sobre el asfalto. Su piel es pálida, tan blanca que parece de porcelana, casi irreal. Los ojos… esos ojos. Uno de ellos es un verde tan profundo que parece un abismo, y el otro es un dorado opaco, casi metálico, como si un sol moribundo brillara en su iris. El conductor del coche que la atropelló corre a su lado. Muevo la cabeza, sonriendo por lo bajo. No me importa. Una gota de sangre recorre su sien. Me acerco, asegurándome de que solo es un golpe, pero el miedo en su mirada me excita. Siento la aceleración de su corazón. Sus manos, frías y temblorosas. Esto… esto me atrae y me gusta. —¿Te encuentras bien, chica? —le pregunto, su voz no sale, sus ojos me miran aterrados, y me causa curiosidad si ella puede sentir el abismo que habita en mí. —No vi venir esto... ¿quién... quién eres? —balbucea, con la respiración agitada. —¿Te duele en algún sitio? —le pregunto nuevamente, mi mirada se cruza con su brazo izquierdo, donde se está formando un moretón, y su pie también está torcido. La miro con una mezcla de indiferencia y diversión—. Vamos al hospital, te tratarán. Después, debes denunciarlo a la policía. —No puedo... —dice, apretando los labios—. Mi padre es el jefe de la policía, y me prohibiría salir sola por la ciudad. No le gustará que... que me pase algo así. Interesante. —Entonces vamos solo al hospital —mi voz es tranquila, pero mi mente va más rápido—. Te dolerá un poco, pero pronto estarás bien. —Puedo caminar —dice, sonriendo. Esa sonrisa que me irrita tanto. Cada vez que lo hace, siento la necesidad de borrarla de su rostro. ††† Tras la revisión, la chica está en la camilla. La enfermera sale, y yo me acerco a ella. —Los hospitales apestan —comento con desdén. Ella sonríe y es desagradable. —Mi papá llegará pronto —dice, sin mucho entusiasmo—. Pasé demasiados años en hospitales. Es como si la desgracia me persiguiera. Sí, querida. Yo también soy parte de tu desgracia. —¿Todo bien por aquí con tú padre? —le pregunto, con un tono de amabilidad falsa. —Creo que te lo dije. —Sí, pero no me respondiste si estabas bien —la hago sonreír—. ¿Tienes nombre, chica de cabellos largos? —Me llamo Hanna. Muchas gracias por ayudarme y traerme al hospital —extiende el brazo—. Es costumbre estrechar las manos cuando estamos agradecidos con una persona, ¿o no lo sabías? Me fijo en su muñeca y un pequeño tatuaje de diamante rojo. En su cuello también hay otro. Siento la oscuridad crecer dentro de mí. —Encantado de conocerte, Hanna —tomo su mano. Ella frunce el ceño, sintiendo mi toque helado. La piel de su brazo se eriza.—. Yo soy Aaron y me alegra haberte ayudado. —Gracias, Aaron —susurra, y suelta mi mano. Un hombre entra por la puerta con la prisa de un animal cazador. Es su padre y el jefe de la policía. Mi sonrisa interna crece y juego acaba de comenzar. Así que ella es tu adorable hija. —Lo siento por entrar así. Es que sentí muchísimo temor al saber que Hanna tuvo que venir al hospital —me extiende su mano, también veo que tiene un diamante pequeño en la muñeca—. Soy Scott, de verdad que muchas gracias por salvar a mi hija. —No hay problema, también salvo la vida de las personas —miento—. Soy Aaron y me alegra saber que la dejaré en buenas manos. —¿Te vas? —me pregunta, Scott. —Sí, es que debo regresar a trabajar. De hecho, creo que me harán algún tipo de castigo porque llegaré muy tarde —me río. —¿Estarás bien? —cuestiona, Hanna. —Sí, nada que no pueda solucionar haciendo mi deber. Espero que te recuperes pronto y todo vaya bien por aquí —me despido y los dejo solos. Scott es el hombre que lidera la caza de demonios más grande del país. Un cazador que no tiene idea de lo que está a punto de suceder. Pertenecen al clan de cazadores de demonios número uno del mundo. Son los elegidos del Vaticano para erradicar a mi r**a y Hanna, es la heredera de ese imperio. Por eso ella sintió mi presencia, aunque siempre la he ocultado muy bien. Ahora entiendo que con ella, tendré que esconderla mucho mejor. Me agrada mi juguete y su bonito pasatiempo. Hanna, eres una cazadora de demonios y casualmente, yo soy el dueño del Inframundo.
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