POV de Jamie-Lee
Como se me ordenó, he frotado, afeitado y arreglado cada centímetro de mi cuerpo. No tengo ni idea por qué esto es necesario, quien venga a reclamarme está ordenado por la Diosa misma a desearme, podría parecer un yeti y aún así querría dejar su marca en mí.
Saliendo del baño de mi ducha caliente, camino por el pasillo hacia mi antiguo dormitorio que ahora tiene la bicicleta de ejercicios de mi madre, una cinta para correr con ropa colgada sobre ella como un tendedero improvisado y unas pesas colocadas en fila junto a la pared que tienen un nivel de polvo notablemente grueso.
—Entonces, el nuevo gimnasio en casa parece estar dando buenos resultados —comento de forma sarcástica mientras me acerco a la tocadora que se le permitió quedarse y me dejo caer en el taburete a juego.
Mi madre me mira con furia por un segundo antes de continuar rebuscando entre la enorme caja de botellas y maquillaje que ha traído de Dios sabe dónde. ¿Fue puerta a puerta con los miembros de la manada pidiendo donaciones para ayudar a que su hija sea lo suficientemente atractiva como para que alguien la tome?
Bailee entra alegremente, arrastrando dos sillas, una de las cuales tiene las planchas para el pelo equilibradas en el asiento.
—¡No puedo creer que sea esta noche! —chilla, acercando las sillas a mi lado y dejándose caer en una de ellas, sonriendo ampliamente.
—Woohoo —digo con voz apagada, levantando las manos débilmente para enfatizar el efecto.
—Deja eso, esta es una noche importante —ordena mi madre, mirándome de forma significativa, la misma mirada que todos sabemos que significa siéntate, cállate y no avergüences a tu padre.
Aprieto los labios, enderezándome, preparándome para ser pinchada y examinada durante las próximas cuatro horas, o incluso más.
Mi hermana de diez años, Lauren, aparece en la puerta, levantando las cejas mientras observa la escena.
—¿Qué pasa? —pregunta con curiosidad.
—Me están torturando, ayúdame —respondo rápidamente, ganándome un agudo codazo en las costillas.
—Tu hermana se está preparando para su reclamación —responde tercamente mi madre—, esta noche encontrará a su compañero destinado.
Lauren arruga la nariz.
—Puaj —murmura—, los chicos son asquerosos, ¿por qué incluso querrías hacer esto? —añade mirándome como si estuviera loca.
Quiero gritar que estoy de acuerdo con ella, que es una idea delirante, pero la mirada ardiente de mi madre en mi cabeza me hace sonreír débilmente.
—Será divertido —murmuro, intentando infundir entusiasmo en mi voz—, tendré un mejor amigo de por vida.
Lauren niega con la cabeza.
—Sí, creo que seguiré manteniendo a Tyler como mi mejor amigo, él no quiere besarme —responde pensativa antes de desaparecer de nuevo.
—Entonces, ¿qué dices de empezar esta fiesta? —sonríe Bailee, alcanzando un cepillo y procediendo a domar mi nido de pájaros en algo que se parece vagamente a un peinado.
Ahogo un gemido, cerrando los ojos mientras mi madre se abalanza sobre mí con una brocha de maquillaje, vuelvo a cerrar los ojos cuando se acerca peligrosamente a mi globo ocular.
—Deja de moverte —me regaña mi madre mientras me retuerzo, sintiendo cómo el pincel abandona mi párpado y se desliza por mi piel hacia mi oreja.
—Esto es tan innecesario —murmuro, pero dejo de moverme, necesito quedarme quieta cuando mi hermana tiene una máquina que puede quemarme de segundo grado a milímetros de mi cabeza.
Dos horas muy largas e insoportables después, mi madre se aparta, chillando emocionada mientras junta las manos delante de su pecho, lágrimas brillando en sus ojos.
—Oh, mi niña, te ves tan hermosa —se deshace en elogios, secándose debajo de los párpados mientras le lanzo a mi hermana una mirada que dice —qué demonios—.
Bailee encoge los hombros, enrollándose el cable de las planchas, y acariciando el hombro de su madre al pasar junto a ella.
—¿Podemos comer ahora? —me quejo, apenas echando un vistazo al espejo para ver qué me han hecho.
—Sí, pero nada que te dé mal aliento —responde mi madre, cogiendo un pañuelo de la caja de la tocadora y dando unos toques suaves en sus ojos—. Te pintaré los labios después, no tiene sentido ponértelo para que te lo quites de nuevo.
Reprimo el impulso interno de recordarle a la mujer ante mí que me importa un bledo mi pintalabios, sé muy bien que no debo enfrentarme a Mary-Anne Sparks cuando está en una misión.
En lugar de eso, le sonrío forzadamente.
—Suena genial —respondo, levantando el pulgar como muestra de aprobación.
Poniéndome de pie, dejo caer la toalla que todavía me rodea el cuerpo sin preocuparme mientras mi madre se sorprende y corre hacia la parte trasera de la puerta para cogerme una bata.
—¡Jamie-Lee! —me regaña, empujándome el material por los brazos y atándolo firmemente a mi cintura.
Saco la cabeza, somos hombres lobo, nos desnudamos todo el tiempo delante de los demás para transformarnos, ahora es la noche de mi sentencia de muerte, perdón, quiero decir, mi emocionante noche de reclamación, ¿y de repente se supone que debo fingir ser tímida?
Caminando detrás de mi madre y mi hermana por las escaleras, entro en la cocina donde mi padre está leyendo el periódico y hay una taza de café frente a él en la mesa.
Alzando la vista, veo cómo se sorprende al levantar los ojos y verme, su nuez de Adán subiendo y bajando mientras traga saliva con dificultad.
—Hola —digo, acercándome a él y plantándole un beso en la mejilla.
—Hola, JJ —responde papá, aceptando mi abrazo pero mirándome como si fuera una criatura alienígena.
—¿Estás bien, papá? —pregunto, retrocediendo y tomando asiento junto a él, oliendo el aire y mirando esperanzado hacia el cocedor lento del que desprende un aroma increíble.
Tomando mi evidente insinuación, mi madre se acerca a la olla, saca tazones del armario y sirve lo que parece ser un guiso en ellos, luego vuelve y los coloca frente a nosotros.
—Bailee, por favor llama a tu hermano y hermana —pide, mientras regresa a la olla para tomar más tazones.
—¡Philip! ¡Lauren! ¡Vengan acá! —grita Bailee, sin siquiera levantar la mirada del teléfono que tiene en la mano mientras sus dedos vuelan sobre la pantalla, sin duda enviando mensajes a su mejor amiga sobre mi noche tortuosa.
—Bailee Erin Sparks, si quería una bocina de niebla habría comprado una en lugar de tenerte a ti —gruñe mi madre, dejando el tazón de Bailee en frente de ella con un poco más de fuerza que el mío y el de papá.
En ese momento, nuestros hermanos entran corriendo en la habitación, deslizándose en sus asientos en la mesa. Bailee levanta las cejas hacia nuestra madre como diciendo: —¿Por qué te quejas, ellos están aquí?—.
—No me contestes de mala manera —resopla nuestra madre, colocando comida frente a Philip y Lauren.
—¡No dije nada! —protesta Bailee.
—Tus ojos hablaron mucho —responde nuestra madre, tomando su propio tazón y un tablero de cortar cubierto de pan casero untado con mantequilla.
Llenándome la boca con el guiso, alzo la mirada y veo a Philip frunciendo el ceño.
—¿Qué? —exijo.
—¿Qué te hiciste en la cara? —pregunta confundido.
Dando palmaditas en mis mejillas, miro a mi madre preocupada.
—¿Por qué? ¿Qué pasa, se ve mal? —murmuro a punto de empujar mi silla hacia atrás y buscar un espejo.
Tal vez mi madre no intentaba presentarme a un chico, ¡tal vez me estaba saboteando haciéndome ver horrible! Estaba totalmente de acuerdo con eso, créanme, pero no quería bajarme del coche en la casa de la manada sabiendo muy bien que cada guerrero al frente del edificio estaría mirándome a través de sus ventanas, ¡tendré que enfrentar a esta gente en unas horas!
—Luces hermosa —interrumpe mi mamá con una mirada ceñuda hacia mi hermano, quien se hunde en su silla cautelosamente.
—¿Papi? —susurro, sabiendo que él me dirá la verdad.
—Cariño, te ves hermosa tal como dijo tu mamá —responde papá, dejando caer su cuchara y colocando su mano sobre la mía—. De hecho, me dejaste sin aliento cuando entraste, mi pequeña niña ya está crecida, creo que realmente no me di cuenta de que ya no serás mi bebé después de esta noche —agrega, sus labios se curvan ligeramente hacia abajo.
Lo abrazo, aferrándolo a mí.
—Siempre serás mi papá —respondo en su cuello antes de retroceder—, y quién sabe, ¡quizás tenga que hacer la caminata de la vergüenza de regreso al coche porque nadie viene!
Las expresiones en la cara de mi familia me dicen que fui demasiado entusiasta acerca de esa opción y rápidamente me retracto.
—Lo cual sería desgarrador, creo que si eso sucede mejor me quedaré aquí con ustedes, ¿está bien?
—No te quedarás sin respuesta —responde mi madre calmadamente—, eres la hija del Beta, tu compañero vendrá por ti. Skarla tiene el poder de contactar a las manadas cercanas, como el resto de nosotros, así fue como tu papá me escuchó —agrega, sonriendo a mi papá quien le mandó un beso.
—Ninguna barrera de manada iba a impedirme reclamarte, mi amor —se emociona mientras los niños más pequeños hacen ruidos de arcadas con su comida.
—Quédense callados los dos, ya les llegará su turno y entonces sabrán —gruñe mi madre a Philip y Lauren.
—Sí, pero nadie quiere saber qué hacen sus padres, mamá, eso es simplemente asqueroso —responde Philip con disgusto.
Termino de comer las últimas gotas de mi tazón, meto un trozo de pan entre mis dientes sosteniéndolo en su lugar mientras me pongo de pie para colocar mi plato en el fregadero.
—Subiré a la habitación —murmuro con la boca llena antes de dirigirme hacia las escaleras, sin alejarme lo suficiente como para no escuchar a mi madre suspirar mientras se queja.
—Espero que su compañero pueda manejar esos modales, juro que les enseñé a todos ustedes a no hablar con la boca llena.
—Sí, no creo que el compañero de Lee tenga problemas con que hable con la boca llena mamá —dice mi hermano Philip con una risita—. Probablemente lo tomará como un bono... ¡ouch!
—¿Por qué lo golpeaste, qué quiso decir? —se queja Lauren, odiando que la dejaran fuera de la broma.
—Nada, cariño, Philip solo está tratando de excusar los malos modales y no toleraré eso de mis hijos —replica mi madre, y puedo imaginar en mi mente cómo ahora mismo le está lanzando una mirada asesina a mi hermano.
Riéndome a carcajadas, subo las escaleras y vuelvo a la habitación para terminar de arreglarme.