Sara
Había dormido poco después de aquel recuerdo tan doloroso. No pude dormir, pues cada vez que cerraba mis ojos, la cara de mi pequeño venía a mis sueños. Ha pasado ya un tiempo desde que estuvo en mis brazos y la herida sigue abierta, como si hubiera sido ayer. Pero sé que algún día lograré mi cometido; de eso estoy completamente segura. Y él sufrirá como mi pequeño ángel y yo sufrimos aquella noche. Salgo de mis pensamientos cuando escucho que alguien toca la puerta.
—Adelante.
—Señora, disculpe que la moleste, pero su madre necesita que vaya. Dice que le urge.
Yo solo asiento y termino de retocar mi maquillaje. Tomo mi bolso y de inmediato salgo hacia la habitación de mi madre. Cuando entro sin tocar, ella me sonríe. Yo me acerco a su cama y tomo su mano.
—¿Qué sucede, madre? ¿Te sientes mal?
Ella niega, pero yo sé que miente, pues se ve pálida y ojerosa. Creo que pasó una peor noche que yo.
—No, Sarita, no es nada, cariño. Necesito que me hagas un gran favor.
—Claro que sí, tú dime qué deseas y yo lo cumpliré.
—Sabes que en un par de semanas mi hijo cumple 15 años de haber fallecido. ¿Podrías, por favor, mandar a comprarle un enorme ramo de rosas y otro para el pequeño ángel?
Yo sonrío y beso la frente de mi madre.
—Por supuesto que lo haré. Yo haré todo lo que tú me pidas. Ahora tengo que ir a trabajar, pero prométeme que si te sientes mal, me llamarás de inmediato. ¿Lo prometes?
Ella sonríe y asiente. Yo me pongo de pie y empiezo a caminar fuera de su habitación. Cuando empiezo a bajar las escaleras, Jason ya se encuentra ahí, dándole órdenes a la chica del servicio. Pero antes de que ella se marche, yo la detengo.
—Hey, tú, niña, ven acá.
Ella se acerca a mí con miedo. Jason solo suspira y niega.
—Dígame, señora, ¿qué se le ofrece?
—No me importa lo que tengas que hacer, lo vas a dejar todo en este momento. Te vas a la habitación de mi madre y no te separas de ella para nada. ¿Entiendes? En cualquier momento que veas que se siente mal, me llamas a la oficina. No quiero errores. Si algo le pasa a mi madre, tú serás la culpable.
Ella asiente y yo empiezo a caminar fuera de la casa. Jason viene tras de mí. Cuando llegamos al coche, él lo abre y yo de inmediato me subo. Yo suspiro, sé lo que tengo que hacer, pero reconozco que me cuesta pedir disculpas. Así que suspiro y miro a Jason por el retrovisor.
—Jason...
—Ya no importa, Sara, está bien.
Yo lo interrumpo porque no me deja hablar.
—Mierda, guarda silencio un momento. ¿No ves que jamás pido disculpas y ahora pretendo hacerlo?
Él sonríe y niega.
—Es que realmente no tienes que pedirlo. Sí cometiste un error, pero yo también lo hice. Sé que lo más valioso para ti es tu hijo y te entiendo completamente. Creo que yo no hubiera actuado tan tranquila como tú; ya los hubiera matado a todos.
Yo sonrío de lado. Vaya que es lo que más quisiera, pero no soy una asesina. Hay maneras más decentes de hacerlos sufrir y no manchando mis manos de sangre, o al menos no a un...
—Gracias. Gracias por entender y gracias por perdonarme. Sé que cuando me lleno de rabia soy una persona completamente diferente, pero no debería olvidarme de que tú siempre has estado a mi lado.
—Olvidemos esto, Sara. Te tengo una sorpresa en la oficina. Créeme, logré lo que me pediste.
Yo lo miro con una ceja alzada y asiento. Cuando llegamos a la oficina, Melissa viene tras de mí. Apenas tomo asiento, le digo:
—¿Qué tenemos para hoy, Melissa?
Ella voltea a ver a Jason y yo no sé qué está pasando aquí. Jason carraspea un poco y su sonrisa no se borra de su rostro.
—¿Qué sucede?
—Señora, Jason me hizo que cancelara todas sus juntas. Solamente hay algunos contratos que tiene que firmar encima de su escritorio y respecto al abogado...
Yo vuelvo los ojos y suspiro. Mierda, ese abogado es un gran grano en el culo. Miro a Jason y él suspira.
—Sí, sí, lo sé. Lo lamento. Con todo lo que pasó ayer, olvidé llamarlo y pedirle una cita dentro de un par de semanas. Ahora, Melissa, ¿podrías llamar a la chica que estaba en la cafetería? Por favor, dile que su jefa ha llegado.
Melissa sale de mi oficina y yo volteo a ver a Jason, algo preocupada de qué chica está hablando y por qué se supone que yo soy su jefa.
—Jason, ¿de qué se trata todo esto?
—Recuerda que me pediste a alguien para infiltrar la empresa de Arturo. Pues justo anoche la conseguí.
Cuando estoy a punto de preguntar de quién se trata, alguien toca a la puerta. Me recargo en mi silla y cruzo los brazos.
—Adelante.
Cuando la chica entra a mi oficina, mis ojos casi se quieren salir. ¿Pero qué diablos?... La miro de arriba a abajo. Es imposible no hacerlo. Traigo más ropa yo cuando me pongo un bikini. Está maquillada como si fuera un maldito payaso y masca chicle. Dios, ¿pero qué le pasó a este hombre?
—Y bien, ¿qué te parece?
Yo suspiro y niego. Me pongo de pie y tomo un kleenex. Me acerco a ella y se lo ofrezco. Ella lo toma, me sonríe y suena su nariz. Ay, por Dios.
—No, niña, es para el chicle. Tira ese maldito chicle. Jason, ¿de dónde has sacado a esta muchacha? ¿Cómo crees que me puede servir una chica con su estilo?
Jason suelta una carcajada y yo lo quiero matar, pero esto no es gracioso. Él toma asiento y se ve tan relajado, y yo tengo muchas ganas de... ¡Mierda!
—Sara, tienes que relajarte. Mira, ella es Flora, es hija de la comadre de mi esposa. Es una buena chica, solo que ha tenido una vida difícil. Solamente tenemos que arreglarla. Resulta que tu esposo...
Yo lo miro con una ceja alzada y me cruzo de brazos. Él carraspea y se corrige.
—Tu exesposo, perdón, se ha quedado sin secretaria. Flora, ¿cómo la ves? Toma un pequeño curso para ser recepcionista. Solamente vamos a alterar un poco su currículum y con ella de secretaria vamos a poder tener toda la información que necesitas.
Yo suspiro y niego.
—¿Y de verdad es de confianza? Porque sabes que necesitamos a alguien que esté de nuestro lado y que no se deje engañar por los atributos de Arturo. Recuerda que le gusta acostarse con el personal de su oficina.
Jason está a punto de contestar cuando la chica nos interrumpe.
—Hey, acá estoy y estoy presente. No hablen de mí como si no existiera, señora. Todo esto, que ve la ropa, el chicle, el peinado, el maquillaje, todo es un personaje. Soy más inteligente de lo que parezco. Y sí, soy fiel a las personas que nos ayudan, y usted, sin saberlo, nos ha ayudado demasiado. Así que estoy a sus órdenes. Usted me dice cuándo empiezo y yo me pongo en marcha.
Yo miro a Jason, algo confundida, pues no sé a qué se refiere la chica, pero eso después lo averiguaré. Vuelvo a tomar asiento en mi lugar y respiro un poco, pues todavía no estoy segura de que realmente eso sea un personaje. Aunque cuando toma asiento, es algo elegante en sus movimientos, así que quiero pensar que esta chica nos puede servir.
—Está bien, necesito que vayas al centro comercial. Jason te va a comprar toda la ropa que necesites. La ropa, te quiero discreta y elegante, claro, con ese toque sexy. Tu maquillaje, por favor, que sea elegante y sombrío. Jason te ayudará con el currículum. Él se encargará de todo. Tú solo tienes que presentarte a pedir el trabajo y ruega a Dios que te lo den. De igual manera, desde este preciso momento, ya trabajas para mí. Y una última cosa: no me gustan los errores. Soy muy clara, ¿cierto?
Ella sonríe y asiente, se pone de pie y me extiende su mano.
—Claro que sí, señora. Estoy a sus servicios. Haré de inmediato lo que me ha pedido. Con permiso.
Ella se da la vuelta y empieza a caminar, tan diferente a como entró aquí. Su postura es recta y, a pesar de todo, su caminar es sensual. Definitivamente creo que vamos por muy buen camino. Jason se pone de pie y está por salir de la oficina, pero yo de inmediato lo detengo.
—Antes de que te vayas, ¿por qué has cancelado todas mis citas de trabajo?
Él se da la vuelta y sonríe. Se acerca hasta mi escritorio y se sienta frente a mí.
—Claro, lo había olvidado. Tengo los nombres de las empresas que harán negocios con Arturo y justo ahora tienen una comida importante. Obviamente, Arturo no está invitado, así que es tu gran oportunidad para tener un encuentro casual con ellos.
Yo sonrío y me pongo de pie. Tomo mi bolso y empiezo a caminar fuera de la oficina. Esto será bastante interesante. Cuando llegamos al restaurante, obviamente aquí todo grita lujo. Jason me ayuda a bajar del coche y un hombre muy amable nos recibe.
—Buenas tardes, ¿tienen alguna reservación?
Yo sonrío, algo dulce, y agacho un poco la cabeza con vergüenza.
—Lo lamento, olvidé decirle a mi secretaria que me reservara una mesa. ¿Tendrá algo para mí? Muero de hambre. Soy Sara Betancourt.
La sonrisa del hombre se hace más grande. Él asiente y me guía hacia una mesa. Jason viene detrás de mí, tomo asiento y le agradezco al hombre. Él se retira y Jason se coloca enfrente de mí y sonríe.
—Justo dos mesas tras de ti están los cuatro hombres. Es Eduardo Velázquez y el otro, su hermano Emiliano. Los hombres más mayores son Miguel García y su primo Juan García con ellos tienes que tener cuidado.
Yo sonrío y lo miro con los ojos entrecerrados.
—¿Por qué tendría que tener cuidado con ellos?
Él suspira.
—Porque eres una mujer hermosa y ellos son unos viejos verdes. Les gustan las chicas muy jóvenes. Tienen una reputación un tanto dudosa. Los otros dos chicos son herederos y, como son apuestos, pues tienen a las mujeres que ellos quieren.
Yo asiento y suspiro.
—De acuerdo, solo dime cuándo un mesero esté a punto de acercarse a su mesa.
Él asiente y yo tomo mi teléfono para levantarme pronto. Cuando él me da la señal, me pongo de pie y empiezo a caminar hacia su mesa, con mi rostro metido en mi teléfono. De pronto, choco con el mesero y varias copas se caen, derramando una sobre mi hermoso vestido y varias sobre la mesa de estos hombres. Yo de inmediato pego un grito, obvio, nada exagerado.
—¡Dios mío, qué vergüenza! Perdón, no fue mi intención. Estaba tan distraída que no me di cuenta. Mil disculpas, yo pagaré toda su cuenta. De verdad, perdón.
Y como dijo Jason, uno de los hombres se pone de pie y me sonríe. Mi vestido se ha pegado demasiado a mis senos. Sí, un alto precio que tengo que pagar, pero eso no importa. Él se acerca a mí y me ofrece su servilleta.
—No se preocupe, señorita. No pasa nada; por supuesto que no vamos a permitir que usted pague la cuenta. Al contrario, la invitamos a comer. Viene acompañada.
Yo niego y sonrío con la estúpida servilleta. Empiezo a tallar mi vestido, que obviamente está manchado ya no se quitará.
—No, justo venía hablando con mi amiga. La muy descarada me ha dejado plantada. Estaba a punto de retirarme, pero agradezco su invitación; por supuesto que acepto. Gracias.
Y así se hace un lindo espectáculo, chicas. Ahora solo falta conseguir esos contratos para sacar a Arturo de la jugada. Parece que esto está resultando demasiado bien.