Capitulo 1
Sara
Habían pasado cuatro años desde que mi bebé se había ido, cuatro años desde que, llorando en su tumba, prometí vengarme de todos los que nos habían hecho daño. Pensaron que me quedaría de brazos cruzados; pues, qué equivocados estaban. Había sido una tonta; me había casado con un hombre gentil y amoroso, pero esa era solo una careta que, poco a poco, después de nuestra boda, se fue quitando. Había recibido golpes y humillación. Y ustedes se preguntarán por qué había aguantado tanto: por mi pequeño Ángel, ese bebé que llegó a alegrarme la vida, pero que para mi esposo había sido el mayor error que había cometido.
—¡Ay, Sarita! ¿En qué piensas?
Yo miro sus hermosos ojos azules, ya cansados, y le sonrío. Sé que no la puedo engañar, pero siempre lo intento.
—En nada, madre. Solo estaba dejando mi mente volar, recordando.
Ella suspira y niega.
—Sara, no puedes vivir siempre con tanto rencor en tu corazón. Eres una mujer buena y noble. ¿Por qué no olvidar y pasar página? Te estás haciendo daño a ti misma.
Yo me acerco a su silla de ruedas y mi sonrisa no se borra.
—La mujer buena y noble se murió hace mucho tiempo, el día en que mi hijo murió. Ese día se murió aquella Sara junto a él. Tú no tienes nada de qué preocuparte. Estoy tan agradecida contigo; sin ti, no sé qué hubiera sido de mi vida. Pero sabes que tengo un propósito y que lo tengo que cumplir. Después de eso, me olvidaré de todo y de todos, no antes, madre.
Ella toma mi rostro entre sus manos y suspira cansada.
—Aquel día en que te encontré en el cementerio, sabía que algo había cambiado en tu mirada. Se veía tanta rabia y coraje. Solo espero que tu alma no se dañe y que algún día encuentres la paz que necesitas.
Yo beso su mejilla y me pongo de pie.
—Estoy segura de que algún día lo encontraré, cuando los destruya a todos.
Me doy la vuelta y salgo de su habitación. Camino por el largo pasillo hasta llegar a mi habitación. Cuando cierro la puerta, me recargo en ella y suspiro. No tengo que olvidar mi propósito; todos ellos tienen que pagar. Me acerco a la cama y tomo la revista de sociales que había llegado por la mañana, donde estaba mi exesposo con una enorme sonrisa en su rostro y la mujer por la que me cambió, aquella que él aseguraba solo era una socia de su empresa. Jaja, qué estúpida. Lanzo la revista, golpeando la pared y cayendo al suelo. Se abre justo a la mitad cuando veo demasiadas fotos de ellos rodeados de las dos familias felices por las próximas nupcias. Qué idiota; se le ha olvidado que aún sigue atado a mí y eso no cambiará, o al menos no muy pronto.
Me paro frente al espejo y veo a una hermosa mujer de cuerpo escultural, tez blanca y hermosos ojos grises, con su larga cabellera negra azabache, enfundada en un vestido rojo carmín pegado a su cuerpo, dejando a la vista cada curva de él, exponiendo un poco sus generosos senos y ese pequeño dije que significa tanto: unas lindas alas. Sí, son las alas de mi pequeño Ángel, son las alas de un ave fénix que revivió de las cenizas. Más hermoso e imponente. Sonrío con mis lindos labios rojos solo al pensar en el rostro que pondrá Arturo Villaseñor al ver a su esposa resucitada después de creerla muerta. Sonrío solo al imaginar su cara. Suspiro porque ha llegado el gran momento de enfrentar ese pasado tan doloroso.
Salgo de mi habitación y bajo las escaleras. Tomo mi bolso que se encuentra en la sala y Jason se acerca a mí con su cara de malhumorado, como siempre.
—Señora, el coche ya está listo. ¿Usted está lista?
Yo bufó; este hombre me cuida como si fuera una pequeña a punto de romperse.
—Sabes perfectamente que he estado lista desde hace tiempo. Vamos, no quiero perder más tiempo.
Empiezo a caminar hacia la salida de la casa. Cuando subo al coche, él me ve por el retrovisor. Yo solo asiento y empieza a conducir. Jason es mi escolta prácticamente desde que llegué aquí y agradezco su compañía. Él me ha visto llorar, reír, prácticamente volverme loca, y su hombro siempre ha estado para apoyarme.
—Sara, ¿estás segura de lo que piensas hacer?
—Jason, lo hemos hablado infinidad de veces. Por supuesto que estoy segura. Solo te voy a pedir un favor.
Él me ve con una ceja alzada y su estúpida sonrisa torcida. Yo solo volteo los ojos con fastidio; desgraciadamente, me conoce tan bien.
—Lo sé, Sara. No me alejaré de tu lado, aunque me lo pidas.
Yo sonrío. Jason es un hombre de unos 40 años. Él y mi madre, o sea, Rebeca Betancourt, me rescataron cuando estaba a punto de morir en la misma tumba donde se encuentra mi hijo. La esposa de Jason es una hermosa mujer latina que adoro porque, igual que ellos, siempre ha estado conmigo. Siento que el coche se detiene y Jason empieza a dar órdenes a los otros escoltas. Yo solo suspiro; no me gusta traer tanta gente conmigo, pues llamo más la atención de lo que quisiera, pero sé a lo que me voy a enfrentar, así que tampoco puedo andar por ahí sola con gente tan peligrosa pidiendo mi cabeza.
Él abre la puerta del coche y extiende su mano. Yo la tomo y agradezco. Coloco mis gafas de sol y sonrío levemente. Sé lo que provoco en las personas; me miran sorprendidos, algunos con lujuria, otros con admiración. Yo solo los ignoro y empiezo a caminar hacia aquella gran empresa que de vez en cuando solía visitar, pero justo en esta empresa fue donde pasó todo, donde mi vida se arruinó completamente. Cuando llego a recepción, una mujer rubia que ni siquiera me mira, pues sus uñas son aún más interesantes, me recibe, si así se le puede llamar. Yo carraspeo y ella levanta la mirada con desinterés.
—Necesito hablar con Arturo Villaseñor.
Ella mastica una maldita goma que quisiera quitarle y tirarla, pues se ve de lo más vulgar.
—Está ocupado, así que no puede atenderla.
Yo sonrío y miro a Jason, que se pone enfrente de mí, y ella deja de masticar su estúpida goma.
—Escúchame, señorita. Mi jefa no tiene mucho tiempo. Si el señor Villaseñor no la recibe, perderá una gran oportunidad para un contrato muy importante. Y si eso pasa, ¿tú quién crees que sería la culpable? Así que, linda, ¿por qué no lo llamas y le preguntas si nos quiere recibir?
Ella solo asiente con la boca abierta. Yo solo volteo los ojos, pues, a pesar de que Jason es un hombre maduro, es muy guapo y haría babear a quien fuera. Ella, de inmediato, nos da dos pases de visitantes y empezamos a caminar hacia el elevador. No voy a mentir; mis manos sudan, mi respiración está un poco agitada, pues han sido cuatro años de querer tenerlo frente a frente y decirle la porquería de hombre que es, y de regodearme del infierno que le haré pasar, porque lo que yo viví es poco con lo que le voy a hacer.
Cuando las puertas del elevador se están cerrando, Jason toma mi mano. Yo lo miro a los ojos y suspiro.
—Gracias.
Él solo asiente y, justo cuando suelta mi mano, las enormes puertas se abren. Yo sonrío y salgo de la enorme caja metálica. Me acerco a la secretaria y ella me mira con una amable sonrisa.
—Buenos días, bienvenida a Corporación Villaseñor. ¿En qué le puedo servir?
Yo sonrío.
—Vengo a hablar con el señor Arturo Villaseñor. ¿Se encontrará en este momento?
—Por supuesto que sí. Solo deme un momento para avisarle que se encuentra aquí. ¿Aquíen anuncio, perdón?
Mi sonrisa se expande porque, aunque le diga mi nombre, ni siquiera sabrá quién soy.
—Sara Betancourt.
Ella asiente y toma el teléfono, pero justo cuando lo hace, se abre la puerta y sale una rubia despampanante, acomodando su minifalda y su blusa que casi trae un seno fuera. La secretaria me ve con vergüenza y yo solo bufó, pues la mujer que justo está saliendo no es su prometida, pero ¿qué se puede esperar de un hombre así? La secretaria se pone de pie y se acerca a Arturo.
—Señor Villaseñor, la señorita Betancourt quiere hablar con usted. Algo muy importante.
Él me ve de arriba a abajo con una mirada lasiba y yo tengo que retener las ganas de vomitar. Él asiente y se acerca a mí con esa sonrisa brillante que estoy segura moja muchas bragas, pero a mí solo me produce repulsión.
—Buenos días, señorita Betancourt. Bienvenida a mi empresa. Si gusta, pasamos a mi oficina.
—Por supuesto.
Empiezo a caminar delante de él y estoy completamente segura de que no deja de verme el trasero. Cuando Jason quiere entrar con nosotros, él se lo prohíbe.
—Lo lamento señor, pero usted espera afuera.
Jason sonríe y niega.
—Discúlpeme, señor Villaseñor, pero yo no entro sin mi escolta.
Él solo suspira y asiente. Jason entra y yo me quedo de pie frente a su escritorio. Él toma asiento tras de este y me ve a los ojos. Cuando me quito mis gafas de sol, veo que frunce el ceño, algo confundido, pero lo deja pasar, así que me hace una seña para que tome asiento y yo lo hago. Cruzo mis piernas y él sonríe.
—Discúlpeme, señorita, pero no tengo el placer de conocerla. Conozco a la familia Betancourt, pero no había tenido el placer de conocerla a usted. Solo que su rostro...
Yo sonrío y lo interrumpo.
—¿Se le hace conocido?
—Justo iba a decir eso. Nos conocemos de alguna parte, pero no lo creo. No olvidaría a una mujer tan bella como usted.
Yo suelto una carcajada y él me ve aún más confundido.
—Por supuesto que nos conocemos. De hecho, nos conocimos en la universidad. ¿Ya lo has olvidado?
Él niega y empieza a desabrochar su corbata. Parece que, después de todo, sí me recuerda.
—No, eso no es posible. En la universidad conocí solo a una Sara, pero ella ha fallecido. Era mi esposa.
Yo lo miro molesta. Era... jaja, idiota.
—Pues lamento decirte, Arturo, que tu esposa no ha fallecido. ¿Ya no me recuerdas? ¿Ya te olvidaste de todo lo que me hiciste? Pues adivina qué: vengo a recordarte cada uno de esos días que sabes perfectamente fueron un infierno.
Él se pone de pie, alterado, y sigue negando. Se empieza a acercar a mí, pero Jason se interpone. Empieza a gritar como loco y mi sonrisa no se borra; justo así quería verlo descontrolado, nervioso, con miedo en su mirada.
—¡No! ¡No! Tú estás muerta. Yo vi tu cadáver. No, esto no es posible.
Me pongo de pie con una enorme sonrisa en mi rostro y susurro en su oído.
—Pues que crees, he revivido solo para hacerte pagar todo el daño que me has hecho, para verte enterrado en ese mismo panteón donde se encuentra mi hijo. Pedirás a gritos que te mate, ¿me entiendes? Me rogarás que ya no te haga sufrir, justo como yo te lo pedí tantas veces.
Él se queda con la boca abierta y yo me doy media vuelta. Jason lo suelta y viene tras de mí. Esto apenas empieza y quiero que sepa que cada cosa que le suceda será porque viene de mí y de nadie más. Justo el día que esté en ese panteón, yo seré liberada y podré ser feliz. No antes de eso, me voy a encargar.