**GRAYSON: LEONEL** Pero eran precisamente ellos los que me daban razones para seguir dudando. Y luego estaba Oliver. Desde su rincón, su mirada estaba fija en Jade, su expresión endurecida, llena de una molestia que trataba de contener. Era obvio. Oliver no soportaba verme a su lado. Lo que sea que hubo entre ellos, lo que sea que todavía permanecía oculto bajo la superficie, estaba ahí, vivo en la forma en que él la miraba, en el ligero apretarse de su mandíbula, en la tensión de sus manos sobre sus rodillas. Jade no parecía notarlo, absorta en su propia felicidad, convencida de que todo estaba en orden, que nuestra boda era inevitable. Yo, en cambio, seguía observando, memorizando cada detalle, cada gesto, cada pequeña fisura en la imagen que querían proyectar. A corto plazo,

