En la guerra y el amor todo se vale

1278 Words
Fue una decisión intempestiva la que acabo de tomar, pero viéndolo desde un punto de vista objetivo y tomando en cuenta el hecho de que Rachel está esquiva y desconfiada, no puedo permitir que la brecha entre nosotros se abra y termine perdiéndola. Será una tarea ardua y complicada lograr que vuelva a confiar en mí, pero estoy dispuesto a hacer cualquier sacrificio para conseguirlo. Ella es mi vida y su lugar está a mi lado. ―Vamos a vestirte, cariño, Jacob vendrá a buscarnos dentro de poco ―le digo al sentarla a la orilla de la cama―. Sé que querías tomar un baño antes de salir de aquí y que las enfermeras podrían haberse encargado de ello, pero lo haremos al llegar a casa ―sus ojos se abren como platos. Sonrío con disimulo, porque ni siquiera se imagina lo que le espera cuando gocemos de toda la intimidad que necesitamos para comenzar a aclarar nuestras diferencias―. Será mucho más fácil hacerlo, mientras disfrutas de un baño de espuma en la bañera. Hace un mohín de enfado que me parece de lo más encantador. ―No te hagas ilusiones, Lud ―protesta con altanería―. En el caso de que necesite de un niñero, puedo llamar a una agencia y pedir que me envíen a uno calificado. Sobre mi cadáver. Imaginar a otro poniendo sus manos sobre ella, hace hervir la sangre a borbotones dentro de mis venas. Ahueco su rostro entre mis manos y la obligo a que me mire directamente a los ojos. ―No necesitas de un jodido desconocido para hacerse cargo de ti, porque estoy a tu disposición para todo lo que necesites ―le digo con un tono feroz―. Eres mi mujer, Rachel, y no voy a permitir que nadie se meta con lo que es mío. Me mira, por un breve lapso, con asombro, luego reacciona y rueda los ojos con fastidio. Quizás me estoy comportando como un maldito obseso del control y un maniático posesivo, pero no voy a permitir que nada ni nadie se interponga entre nosotros. ―Tuviste tu oportunidad, Ludwig Reeves ―me choca cuando me llama de esa manera tan fría e impersonal. Joder, esa etapa la superamos hace mucho tiempo―, sin embargo, decidiste lanzarla al retrete y bajaste la cadena cuando te confesé mi amor y me entregué a ti sin pedir nada a cambio ―clava su daga en el centro de mi corazón y la retuerce para hacerlo mucho más doloroso―. Así que, viéndolo desde mi perspectiva, tú y yo, ―me apunta con sus dedos y niega con la cabeza―, no somos absolutamente nada. Aprieto los dientes y, cada arteria que hay en mis sienes y en mi cuello, palpita con intensidad. Era consciente de que esto pasaría, que ella se revelaría ante mis intentos por recuperarla, pero por muy preparado que estuviera para ello, no puedo evitar calentarme y enojarme por su rebeldía y la súbita crueldad con la que me ataca. Una que nunca antes vi en ella. Ya no quedan rastros visibles de la dulce e inocente chica que conocí en el pasado. Será mi objetivo más importante recuperar a la tierna criatura de la que me enamoré en aquel tiempo y a la que sigo amando con todas las fuerzas de mi corazón. Ahueco su rostro entre mis manos y fusiono su mirada con la mía. ―Estoy dispuesto a pasar toda una maldita eternidad pidiéndote perdón por el terrible error que cometí ―le digo sincero, con un tono de voz contenido y libre de la ira que me carcome por dentro―, incluso, si necesitas que te entregue mi corazón en una bandeja de plata para que lo destroces en miles de pedazos, te lo daré sin titubear ―entreabre sus labios y aspira una profunda bocanada de aire, mientras mantiene su mirada aturdida sobre la mía―. Pero tengo que advertirte, Rachel, no voy a retroceder ni me harás renunciar a mi decidida intención de reconquistarte ―le indico sin que me tiemble el ojo―. Incluso, con el pecho vacío y el corazón destrozado, seguiré amándote hasta el final de mis días y, ni tú ni nadie podrá impedirlo. Aplasto mi boca sobre la suya con furia decidida y la beso con ansias, desesperación y desenfreno. Me veo sorprendido cuando corresponde con la misma vehemencia. Hundo mi lengua dentro de su exquisita boca y la recorro palmo a palmo, de extremo a extremo; tanteándola, saboreándola y disfrutándola con absoluto fervor. Rompo el beso cuando nos quedamos sin aire en los pulmones. Pego mi frente contra la suya y cierro los ojos. Nuestros pechos suben y bajan agitadamente debido a la intensidad con la que nos hemos entregado en este beso. ―Establezcamos una tegua por favor ―le ruego. Abro los ojos y los enfoco sobre sus falsos ojos azul cielo―, al menos mientras te recuperas y cuido de ti ―recorro su mejilla izquierda con la yema de mi pulgar derecho―. Necesito que me des la oportunidad de demostrarte que he cambiado y que estoy arrepentido por todas las equivocaciones que cometí en el pasado ―niego con la cabeza―. No volveré a cometer el mismo error. Dame la oportunidad de demostrarte con hechos lo mucho que te amo ―no dice ni una sola palabra, pero me siento conforme y satisfecho, por ahora, en cuanto la veo asentir con un leve e inseguro movimiento de cabeza―. Bien, ya que estamos de acuerdo con esto, déjame quitarte la bata que llevas puesta para ponerte la ropa y abandonar esta clínica cuanto antes ―se tensa cuando pongo las manos sobre sus muslos gruesos e intento subirla para sacarla por sus brazos―. No sientas vergüenza de mí, nena ―le indico de manera comprensiva―, conozco cada palmo de tu cuerpo y no hay nada de ti que no conozca a fondo. Adoro la manera en la que sus mejillas adquieren un color rojo vergüenza que la hace ver como la chica tímida y pudorosa que conocí hace algunos meses. ―¿Vas a seguir haciéndome sentir como una chiquilla que aún no aprende a hacer las cosas por sí misma? Protesta con malcriadez. Una sonrisa cínica tira de las esquinas de mi boca. Me inclino, apoyo las manos sobre el chonchón, a cada lado de su cuerpo, y pongo mi boca al pie de su oreja. ―No te imaginas lo que me pone imaginarte vestida de niña ―percibo una súbita sacudida detrás de la cremallera de mi pantalón. Es mi polla secundando mi repentina e ingeniosa idea―, verte gateando a cuatro patas por mi habitación y ponerte sobre mis rodillas cuando hagas un berrinche para propinarte unos cuantos azotes en ese culito redondo y precioso que tienes, hasta ponerlo de un color rojo muy intenso ―inspira profundo al narrarle los hechos con voz seductora―. Finalmente, cuando ya no puedas más, hundir un par de dedos en tu interior y hacerte chillar con un nuevo orgasmo antes de follarte con todas mis fuerzas. Gime bajito, lo que provoca que mi polla se endurezca en un santiamén. Espero poder hacer mis fantasías realidad en cualquier momento. Por ahora, solo descanso y cuidados hasta que esté completamente recuperada. ―Estás jugando sucio, Lud. Indica con la voz agitada. ―En la guerra y el amor todo se vale, cielo, y no estoy dispuesto a perder ni una sola de las batallas.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD