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La vida de Jared

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Blurb

Esta historia sigue la vida de Jared, un chico de 17 años que por circunstancias de la vida, termina viviendo con sus tres hermanastros, los cuales movidos bajo rencores del pasado, hacen que cada día de su vida, sea un interminable ciclo de abusos psicológicos y físicos. Sus hermanos le obligan a moverse dentro del bajo mundo de las drogas en donde conocerá a Seth, un chico que no es lo que aparenta a simple vista, pero a pesar de todo, cambiará su vida por completo.

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Capitulo 1
 —Muy bien—Se detiene para reírse—Ya está listo, ahora solo falta lavarte el cabello para quitar el tinte—Exclama el hombre sin dejar de reírse, mientras sostiene con fuerza la cabeza de un joven desafortunado, solamente para hundirla en la tina, que ya tenía preparada para dicho acto.   En aquel pequeño baño apestoso, de azulejos amarillentos y poca ventilación, se encontraban dos hombres más, viendo en medio de ruidosas carcajadas, como el chico se estremecía intentando escapar para poder respirar, sin embargo el que le “lavaba” el cabello, lo sostenía con tanta fuerza, que este lo único que hacía era mover sus manos y pies de manera histérica, en un inútil intento desesperado por salir a flote, mientras el agua sucia de la tina se esparcía en el suelo sin cesar.     —Ya, tampoco lo mates, no queremos que muera ahogado—Dice uno de los hombres, acercándose al otro que, muy concentrado en su trabajo, no parecía tener intenciones de sacar la cabeza del muchacho de aquella agua sucia teñida de rosa.   —Okey, okey. Solo quería divertirme un poco—Murmura con fastidio el sujeto que, con mucha cizaña, hundía la cabeza del muchacho bajo el agua.   Y así de esa manera, luego de escuchar las palabras del otro hombre que parecía ser más sensato, el victimario entra en razón, y finalmente deja libre al chico que cae al suelo empapado, tosiendo desesperadamente, y temblando mientras se aleja de esos hombres como puede.  Sin embargo, uno de ellos se acerca a él para levantarlo fácilmente, sosteniéndole por su empapada camiseta.   —Al jefe le va a encantar tu nuevo cabello color rosa. Ahora falta la perforación en la lengua ¿Quién lo hará? —Pregunta el tipo, sintiendo como el muchacho comenzó a temblar más de lo que ya estaba minutos atrás.   —¡Yo lo hago, es mi turno de divertirme con nuestro hermanito! —Exclama uno de los tres hombres, saliendo del baño para ir por el pequeño pircing que había comprado para esa ocasión.   16 años atrás   Faltaba poco para que su primer hijo cumpliera un año, la madre veía a su bebito en el corral, este no lloraba a pesar de que no le había cambiado el pañal durante todo el día, sin mencionar que era un milagro, que el pequeñito ni se quejara por el poco alimento que su madre le había proporcionado, ya que después de todo, ella tampoco había probado comida en el transcurso del día, y las veces que se levantó de la cama, habían sido exactamente tres. Sin embargo en esta ocasión, decidió hacerlo por cuarta y última vez.   La madre se sentó en la punta de la cama desordenada, viendo fijamente a su bebé, esté se chupaba sus deditos índice y medio al mismo tiempo. De manera distraída, mientras pataleaban  sus menudas piernas, el angelito vio a su madre, observando cómo está se levantó para cargarlo. De forma casi robótica, la mujer sacó al chiquillo del corral llevándolo hacia el baño en completo silencio, y al llegar dejó al bebé dentro de la tina, como que si esta fuese su cuna. Acto seguido, la mujer abrió el grifo, observando en silencio, como poco a poco la bañera se llenaba con el bebé dentro. Sin mostrar ni un rastro de sentimiento, esa extraña madre supo que el agua estaba helada, por supuesto, el bebé también lo notó y en poco tiempo comenzó a llorar, mientras el agua ya cubría parte de su cuerpo.   La mujer esperó y esperó, escuchando como el bebé sollozaba a todo pulmón, hasta que el agua no terminó de cubrirle la cabeza al pequeño, dejando solamente su rostro fuera del agua, la madre cerró el grifo con una mínima sonrisa en sus labios, viendo como el bebé, su primer hijo, continuaba llorando sin consuelo, pataleando agitado posiblemente por querer salir de allí.   —Vas a morir congelado, y yo ahorcada—Murmura la mujer levantándose de donde estaba, para salir del baño, no sin antes cerrar la puerta.   En la sala, ella encendió un pequeño reproductor de música, colocando su canción preferida, marcando la opción de repetición indefinida, para después buscar un taburete en la cocina. Ya tenía todo listo, puesto que en la segunda vez que se levantó de la cama, había preparado la soga con la cual rompería su cuello al momento de colgarse, justamente frente a la puerta, para que cuando su esposo llegara del trabajo, viera su cadáver segundos después de abrir la puerta. Bajo la animada canción de Marilyn Monroe , I Wanna Be Loved By You  a un volumen lo suficientemente alto, como para no escuchar los llantos del bebé, ni tampoco la fuerte lluvia que caía afuera, la mujer se montó sobre el taburete, acomodando la soga alrededor de su cuello. Cuando sintió que estaba bien atada, suspiró profundo, cerró sus ojos, y sin más, pateó el banquito para quedar colgada hasta conseguir lo que ella estaba buscando: la muerte.   ***   Dos horas más tarde, el esposo de aquella mujer llega a su casa. Eran aproximadamente las 6 de la tarde, y lo primero que ve al abrir la puerta es a su esposa colgada frente a él.   —¡Ruth! —Grita el hombre lanzando a un lado su maletín y el paraguas empapado, para correr hacia su esposa y bajarla de allí.   Con una rapidez nerviosa, producto del shock emocional por el que estaba atravesando, el hombre coge torpemente el taburete para así poder soltar la soga, pero esta se encontraba tan bien atada, que hacerlo sin una herramienta para cortarla, sería imposible.  Esto ocasionó que el hombre comenzara a llorar desesperado, pero luego otro detalle muy importante llega a su mente, haciéndole bajar rápidamente del taburete.    —¡Jared! —Grita más fuerte el hombre de su bebé, corriendo hacia la habitación.   Al instante que llegó a la desordenada recamara, busca por todos lados sin encontrarlo, ocasionando que el nerviosismo de ese pobre hombre llegara a niveles extremos.  Y así, completamente alterado, regresa a la sala, viendo como ahora su mujer se mecía de un lado a otro, luego de que él, minutos atrás, intentara soltarla, pero al saber que ella ya era un caso perdido, lo único que piensa es en encontrar a su hijo.    El esposo jamás pensó que Ruth se suicidaría, ya que luego del embarazo de Jared, ella se mostraba algo extraña, lucia algo triste,  pero jamás pensó que fuera al punto de quitarse la vida ¿Qué podía hacer? Admitía que hablaban poco, pero él que ir a trabajar, no contaba con dinero suficiente para darse el lujo de pasar todo un fin de semana en casa, aparte de que no tenían personas cercanas para que viniera a echarle un vistazo todos los días, y además Ruth gracias a su nueva actitud depresiva, lo que hizo fue alejar a los pocos amigos que tenían.   De esa misma forma, el exasperado padre buscó en cada rincón de la sala, hasta que decidió apagar esa canción que continuaba sonando por toda la casa, esa canción que era la favorita de su esposa, y cuando hizo aquello, miró hacia el baño, la puerta estaba cerrada, nunca la puerta del baño estaba cerrada, a menos que alguien lo estuviese usando. El padre, con su rostro rojo y ojos llenos de lágrimas, corrió hacia el baño y cuando entró vio a su bebé boyando dentro de la tina.   —¡Por Dios, mi hijo! —Grita yendo rumbo al bebé, el cual continuaba llorando débilmente.   5 años más tarde   —Jared, saluda a Aris, Arthur y Austin. Ellos dentro de 3 meses serán tus nuevos hermanos, cuando me case con su mami—Susurra el padre al chiquillo que tiene en sus brazos.   Luego del incidente que ocurrió hace 5 años, donde la esposa de aquel hombre se había suicidado, por milagros de la vida, el bebé logró sobrevivir luego de haber permanecido 2 horas, con su cuerpecito casi hasta el tope de agua fría. El hombre con su hijo, lograron salir adelante, se mudaron a otra ciudad, y el padre buscó un empleo de medio tiempo, solamente para permanecer más tiempo con su niño, ya que mientras él trabajaba, el bebé permanecía en guarderías. Y así luego de cuatro años de soledad, en los cuales el hombre trataba de olvidar el suicidio de su esposa, conoció a una mujer. Al principio solo eran simples citas, sexo eventual, nada especial, pero conforme pasaba el tiempo, y se conocían mas, el amor surgió entre los dos. El nuevo amor del hombre se llamaba Nora, y esta al igual que él también era viuda, luego de que su esposo muriera por una enfermedad en el corazón.   Nora tenía tres hijos, el mayor tenía 18, 16, y el ultimo 14 años.  Los tres adolescentes no les agradaba en lo absoluto que su madre estuviera saliendo con hombres, principalmente porque todas las citas y encuentros que tenia, siempre terminaban mal, pero en esta ocasión, la “pareja de turno” de la madre de aquellos jóvenes, parecía ir muy en serio en esa nueva relación, Nora lucia feliz, y ellos en esta ocasión no se mostraron tan represivos, principalmente porque aquel sujeto a simple vista, parecía un idiota inofensivo que no podría hacerle daño. Sin embargo luego de un año de noviazgo, la relación fue más allá, hasta el punto que la pareja decidió contraer matrimonio. Los tres adolescentes, por supuesto que detestaron la idea, principalmente el menor de los tres que, aunque tenía 14 años, odió mucho el hecho que aquel hombre tuviese un niño de 6 años, el cual posiblemente su madre adoraría, porque era extremadamente tierno, tranquilo, y además muy lindo físicamente. Por supuesto, a todos les gustan los bebitos rubios de ojos azules, pensaba el jovencito con mucha rabia.   El padre de Jared fue abierto con ellos, y les comentó su pasado, acerca del suicidio de su esposa, entre otras cosas de su vida privada para que no hubiesen secretos, al igual que Nora, la cual le explicó que el comportamiento de sus tres hijos no era el mejor, estos eran rebeldes y la gran mayoría del tiempo se metían en problemas. El hombre comprendió, y aceptó el reto o que conllevaba casarse con Nora, y  simplemente prosiguió con el plan que era casarse con ella porque la amaba, y además deseaba que su pequeño tuviera una madre.   —Hola—Saluda Jared, mientras abraza el cuello de su padre, viendo como esos tres jóvenes le miraban seriamente.   —Hola Jared, yo seré tu hermanito mayor—Saluda Aris, el hijo mayor de Nora, con una sonrisa bastante falsa, en el fondo no le agradaban los niños tan pequeños.   1 año después   Llovía a cantaros, y todos vestidos de n***o bajo paraguas del mismo color, comenzaban a irse lentamente, no sin antes darles el debido pésame a esos tres muchachos, y el chiquillo de 7 años, que lloraban frente al par de lapidas de Nora y el padre de Jared.   Luego de la luna de miel, y los recién casados regresaron a su nueva vida de esposos, el padre de Jared, llamado Kyle, comenzó a mostrar extraños comportamientos los cuales solamente Nora conocía, puesto que Kyle no los mostraba frente a los tres jóvenes. A puertas cerradas, Kyle actuaba extraño, de la noche a la mañana comenzó a tener actitudes paranoicas, y siempre decía que en cualquier momento, no se sorprendería que ella terminara colgándose, posiblemente a escondidas de él ya pensaba suicidarse, y sus hijos junto con él tendrían que recoger su cadáver. Nora pensaba que su esposo estaba atravesando una fase, es por eso que en secreto de todos, con apenas unos cuantos meses de matrimonio, la mujer decidió ir a terapia de parejas, para erradicar los demonios de Kyle, los cuales despertaron al instante que ambos contrajeron matrimonio.   La pareja asistía a las terapias secretas en sus tiempos libres, mientras en casa los tres chicos se divertían molestando y lastimando al pequeño Jared. Los tres hermanos, detestaban al chiquillo, incluso odiaban que este comenzó a llamares “hermanitos”, lo que ocasionara que le golpearan, pero de una manera tan sutil, que Nora y mucho menos Kyle lograban darse cuenta,  principalmente porque ambos estaban muy enfocados en solucionar sus problemas maritales. Y así a unos 7 meses después de matrimonio, en la noche cuando todos dormían, Kyle asesinó a su esposa asfixiándola con la almohada, porque según él, prefirió adelantarse a los hechos, y él, luego de consumar aquel silencioso asesinato, decidió acabar con todo disparándose en la boca, con un arma que había comprado en secreto de su esposa, unas semanas atrás.   —Tu asqueroso padre, debe estar quemándose en el infierno en este mismo instante…—Le susurra Arthur, el hermano del medio, al niño que continuaba llorando viendo el lote de tierra lodosa, donde habían enterrado a su papá.   —No… él era bueno, él no hizo nada malo—Susurra el pequeño, viendo como Arthur se colocaba de cuclillas para estar a su altura, aprovechando así para cubrirlo con su paraguas.   —¿Qué no hizo nada malo? Ese mal nacido asesinó a mi madre —Responde de forma irónica, sujetando con fuerza uno de los menudos brazos de Jared.   —Ah… me duele—Murmura el pequeño, sintiendo como el chico de 17 años, le apretaba con más fuerza.   —Cuando lleguemos a casa, te daré una golpiza que no olvidarás jamás. Esta vez nadie te va a defender, rubiecito. Aris será nuestro representante legal, y viviremos juntos por siempre—Le susurra más cerca, no sin antes darle un beso en su mojada mejilla.     Tiempo actual   Jared se mantenía callado mientras Arthur, uno de sus hermanos, o mejor dicho, hermanastros le colocaba de una manera muy rudimentaria, una perforación en su lengua. El chico quien actualmente tenía 17 años, mantenía sus ojos cerrados, para no observar ese rostro sádico que tenia Arthur en ese instante, mientras le colocaba esa perforación en su lengua.   —Que fastidio… este imbécil ya ni llora—Se queja Aris, el hermano mayor de 29 años, el cual estaba fumando un cigarro, y aprovechando que el más joven de todos estaba desnudo, se acercó a él quemándole el hombro con la punta de su cigarro, y en esta ocasión Jared, si hizo un quejido de dolor—Te quejas pero no lloras. Era más divertido cuando chillabas como una niña. Espera que venga tu dueño… ese si te va hacer llorar, rubiecito, o mejor dicho “rosadito”—Agrega escuchando como los tres hombres comenzaron a reírse.   Desde que su padre, y la madre de esos hombres murió hace 10 años, la vida de Jared se había convertido en un completo calvario. Sus hermanos, Aris, Arthur y Austin, en vez de una familia, se habían convertido en sus verdugos, verdugos que, habían transformado el maltrato físico y psicológico, en su más preferido pasatiempo. Todos los días le culpaban por la muerte de Nora, e incluso por el suicidio de su propia madre, tanto que conforme pasaron los años, Jared comenzó a creer que él había sido responsables de dichas muertes, y por ende comprendía porque sus hermanos le odiaban tanto, al punto que ya aceptaba todos sus malos tratos, porque él pensaba que se los merecía.   Los tres hombres no trabajaban en empleos demasiado convencionales, ya que estos se dedicaban al negocio de las drogas, vendiendo metanfetaminas, y cualquier tipo de drogas que Jared se encargaba de distribuir todos los días a distintos clientes, mientras ellos se quedaban en casa, esperando las ganancias que el chico les traía. Aparte de que, el jefe que les proveía la droga, mantenía una relación retorcida con Jared desde que este tenía 11 años, por supuesto cada encuentro el hombre se lo pagaba a Aris, el hermano mayor, siendo ese un negocio redondo en el cual, Jared era la principal fuente de ingresos, ya que este vendía la droga y mantenía alegre al jefe en aquella extraña relación, donde el chico, era el “gatito” de aquel hombre.     —Bien, ya está listo—Dice Arthur luego de terminar de colocarle la perforación en la lengua—Anda a vestirte. Ya es mediodía y a esta hora en la universidad hay buena clientela, ya sabes que hacer “micifuz” —Dice Arthur entre risas, no sin antes golpearle con un manotazo, la cabeza al chico.   Este de inmediato corre lejos de ellos, yendo hacia el rincón de la cocina, donde tenía agolpada la poca ropa que tenía. Con rapidez, se colocó unos jeans enormes que le pertenecían a Austin, quien era el que le heredaba una que otra prenda. Luego de ponérselo buscó un cordel de zapatos, para amarrarlo en su delgada cintura, después de eso siguió con la camiseta, más su chaleco enorme de cuero, el cual dentro de este tenía varios bolsillos donde guardaba “la mercancía”, que vendería dentro de poco. Cuando ya estaba listo, se dirigió a la mesa para guardas las 20 bolsitas que vendería en las afueras de la universidad local. En ese lugar ya tenía clientes fijos, más que todo chicos que les gustaba comprar mariguana, y una que otra de su ilícita mercancía.   —Ya me voy…—Susurra Jared con la vista baja, esperando que Aris se acercara a él, para que este verificara que toda la mercancía estaba donde debía estar. Él ya sabía donde Jared la guardaba, pero era como una especie de ritual por parte del mayor.   —No quiero ver tu pálido culo aquí, hasta que no hayas vendido toda la droga, imbécil—Amenaza el hombre, sujetando al chico por la camiseta, levantándole un poco.   —Sí, hermano. Venderé todo…—Musita Jared sin ver a los ojos cafés de Aris, detestaba ver cara a cara a las personas.   El hombre suelta al muchacho con más fuerza de la necesaria, solamente para que este cayera al suelo, Jared observa como Austin se acercaba peligrosamente posiblemente para hacerle algo, y es por eso que él rápidamente se levanta saliendo, o más bien huyendo de ese lugar que nunca había sido su hogar.   ***   Mientras caminaba, tenía la vista baja viendo sus pies descalzos, sus hermanos nunca se habían preocupado por comprarle algún tipo de calzado, y su “dueño” mucho menos, puesto que cuando estaba con él, permanecía desnudo todo el tiempo. El mayor sueño de Jared era tener zapatos, pero sabía que eso sería imposible porque la talla de calzado de sus hermanos era demasiado grande, y no tenía dinero para adquirir unos, así que dejando a un lado sus inalcanzables ensoñaciones, continua caminando hacia la universidad.   Una hora después cuando llega a las instalaciones abiertas del lugar, se coloca en el mismo árbol donde sus clientes sabían dónde encontrarle, ese lugar era perfecto porque era fresco, tenía grama y así sus pies podían descansar. Mientras los minutos transcurrían, Jared aprovechó para coger un mechón de su cabello anteriormente rubio, ahora tenía un color rosa opacado. Ni siquiera entendió el porqué sus hermanos le tiñeron el cabello, posiblemente como parte de sus castigos diarios, porque todo el proceso fue terrible como siempre, sin mencionar de aquella perforación en su lengua. Esta dolía como los mil demonios, apenas y podía hablar, sin embargo tenía que hacer su mejor esfuerzo porque a lo lejos, veía acercarse a un cliente recurrente.   Jared cambió su habitual expresión asustada y tímida, para sustituirla por una segura de sí misma, debía lucir  fuerte, porque de lo contrario muchos se iban sin pagarle, le había ocurrido en el pasado, y la paliza que le esperaba en casa, era algo que no deseaba repetir.   —¿Lo mismo de siempre? —Pregunta Jared, sacando disimuladamente una bolsita llena de polvo blanco—Son 15 dólares—Agrega con la bolsita en sus manos. El muchacho que a simple vista parecía un joven común y corriente, alza ambas cejas.   —¿Qué? Hace una semana estaba a 11 dólares el gramo—Se queja el cliente, mientras se acomoda sus lentes de pasta negra.   —Son 15 dólares, lo tomas o lo dejas—Acorrala el chico sin dar demasiados detalles, viendo como el otro frunció sus labios sacando su billetera.   —Espero que la semana que viene no suba de precio…—Refunfuña el chico extendiendo su mano, para que aquel sucio drogadicto le diera su vicio.   —Págame primero—Exige el chico de cabello rosa, al instante que su cliente le entrega el dinero de manera disimulada, justamente Jared hace lo mismo entregándole la droga.   Y así sin decir una sola palabra, el joven se va guardando la bolsita en uno de sus bolsillos, y Jared, guarda los 11 dólares que realmente costaba aquel gramo de perdición, mientras que los otros 4, los pretendía utilizar para comprarse algo de comida más tarde, porque si no hacia eso, prácticamente moriría de hambre.   Las horas transcurrieron, y desde aquel chico no había tenido más clientes, eso comenzaba a preocuparle, tenía que hacer la tarifa de 100 dólares, y al parecer la universidad el día de hoy no fue una buena elección, es por eso que decidió ir a otro lugar donde él sabía que las ventas podrían ser buenas. Mientras caminaba, como siempre venia sus pies con las manos dentro de los bolsillos de su chaqueta inmensa, la cual le encantaba porque su “dueño”, se la regaló un día en navidad. Ese hombre no era para nada una buena persona, también le lastimaba de distintas formas, pero cuando le regaló aquella chaqueta, el hombre se tomó el tiempo de guardarla en una caja como un regalo, y ese detalle tan simple le hizo sentir a Jared, como si realmente su vida importara, y que ese hombre, en el fondo le quería.   Y así, mientras caminaba distraído, sintió como alguien le sujetó el brazo para voltearle. Jared se alteró de inmediato, viendo que la persona que le había sujetado era un muchacho, quizás uno de la universidad, aun se encontraba en esa manzana, es por eso que se sorprendió un poco. No era un cliente recurrente ¿Qué quería?   —¿Tu eres el drogadicto que vende porquerías a los estudiantes? —Pregunta el muchacho haciendo estremecer a Jared.   Nunca le habían preguntado su “oficio” de esa forma ¿Era un policía? ¿Le iba a robar? Además, él no era drogadicto, jamás lo seria, sin embargo siempre le confundían con uno de ellos, quizás porque todo su aspecto gritaba ese estereotipo.   —¿Qué quieres? ¡Suéltame! —Pregunta y grita Jared soltándose de un solo jalón, olvidando su leve temor, para mostrarse fuerte como siempre.   —¿Qué quiero?  Lo clásico, cannabis no estaría mal—Pide el muchacho con una sonrisa que no convenció demasiado a Jared.   —Ya no tengo, se me terminó todo—Miente, pensando que ese tipo tenía el aspecto de los que no le pagaban, así que mejor no se arriesgaba.   —Deja de mentir, te vi todo el día, y solo tuviste un cliente—Confiesa el joven, haciendo estremecer al otro muchacho, el cual de inmediato mostró una expresión asustada en su rostro.   —¿M-Me estabas vigilando? —Pregunta retrocediendo un poco, no le agradaba demasiado ese chico. Quizás era un policía infiltrado, o un loco, no lo sabía con certeza, y tampoco se quedaría mucho tiempo para averiguarlo.   —¿Por qué pones esa cara? Cualquiera pensaría que eres un niño miedoso. Por cierto—Se detiene para verle de pies a cabeza—Tienes dinero para teñirte el cabello y usar perforaciones ¿Pero no para comprar ropa decente y zapatos? Deja de consumir todas tus ganancias en drogas y estupideces—Reclama entre una risa irónica que se esfumó, al instante que el vendedor de drogas salió corriendo, huyendo de él —¡Hey! —Grita el muchacho sin ánimos de seguirle el paso—En fin… da igual—Murmura dando la vuelta, en dirección contraria de donde Jared había escapado.   El joven que había “emboscado” a Jared, siempre lo veía todas las tardes, ya que el dealer era muy rutinario, este llegaba al mediodía, se colocaba en ese árbol, que estaba justo al frente del edificio donde se encontraba su salón de cálculo, y permanecía horas vendiendo drogas a un extenso grupo personas que, iban desde alumnos, hasta profesores. Todos en la universidad conocían al dealer de aspecto andrajoso, pero nadie le reclamaba, echaba, ni delataba, porque muchos necesitaban consumir su “mercancía” en algún momento, y él era la fuente más fácil para obtenerla.   A la misma hora de siempre, el muchacho vio llegar al dealer, pero esta vez se sorprendió que su cabello rubio abundante, ahora tuviera un color rosa pálido. Ver aquello le hizo reír, porque no le encontró demasiado sentido, quizás esa fue la razón principal por la que se acercó a él, y cuando lo hizo, se dio cuenta que al verlo cara a cara, el chico lucia más joven  de lo que imaginó, sin mencionar que, no tenía idea que sus ojos eran de un azul verdoso bastante peculiar.   —Parecía un gato, uno callejero—Se burla el muchacho en voz baja, mientras camina tranquilamente, ya era hora de irse, tenia cosas que hacer .

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