CAPÍTULO XIV Cuando me desperté por la mañana, la ira me había abandonado, pero estaba nerviosa pensando en lo que tendría que enfrentar. Apenas subí a mi habitación, la noche anterior, Angela había golpeado a mi puerta, pero no respondí por un momento. —Estoy cansada, Angela— le dije—, y no quiero hablar esta noche. —Déjame entrar un momento— rogó ella. Creí que no podría soportarlo, que en ese momento no podía dar explicaciones ni responder a las preguntas que, con seguridad, ella me haría. —Por favor, Angela— supliqué—, déjame ahora. Mañana te lo contaré todo— supongo que se enfadó o se sintió defraudada. —Como quieras— dijo por fin. La oí como se alejaba escalera abajo. No sé por qué me sentí tan furiosa en la sala. Tal vez fuese la única reacción posible después de la noche dif

