Los dioses del pasado

2862 Words
Las niñas me llevaron a un cuarto en la planta alta del palacio donde organizaron todo para darme un baño de agua caliente. Una de las dos niñas se quedó conmigo y me ayudó a lavar mi cabello, no es que lo necesitara, pero ella no pareció escucharme y continuó su labor. Una vez terminé mi baño las niñas me llevaron al área donde, normalmente, alguien que habitara la habitación, tendría su ropa o mejor dicho sus trajes. Una vez allí las niñas se encargaron de vestirme con un vestido parecido a las túnicas que llevaban todos por allí, solo que este era verde claro con detalles en n***o y oro, el broche era de los mismos colores con una pequeña esmeralda en el medio, mi peinado era sencillo ya que pedí mi cabello suelto y nada de maquillaje. Justo en el momento en el que terminaron con mi vestimenta alguien tocó a la puerta. Una de las dos niñas fue directo a la puerta y la abrió dejando ver a James. James, al verme, sonrió y se acercó. - nunca pensé que te vería en un atuendo así - James se terminó de acercar, una sonrisa suave y dulce yacía en sus labios - no sé dónde estoy, no sé qué hago, tengo miedo, pero de algún modo el pensar que estas aquí y que fuiste tú quien me trajo me tranquiliza - dije mirándome en el espejo - desaparecí por diez años, aún no me preguntas de eso - dijo tomando mí mano derecha entre las suyas - dijiste que contestarías todas mis preguntas, pero que siguiera la corriente por ahora, eh sido paciente, eres mi mejor amigo después de todo - dije mirando nuestras manos James se sentó en la cama del cuarto y dio pequeñas palmadas en la cama en el espacio a su lado indicándome que me sentara a su lado lo cual hice sin mucho pensar. Una vez a su lado, lo miré y esperé a que comenzara a hablar. - durante diez años estuve aquí, tratando de adaptarme a mi nuevo hogar - dijo James sin mirarme - ¿nuevo hogar? - pregunté haciendo que él me mirara con la sonrisa que usualmente me daba - soy el príncipe de este mundo. Aquí no soy James, ni siquiera soy humano - al decir esto me miró a los ojos - no fue mi decisión venir, eso debo decírtelo. Jamás me hubiera ido sin decirte nada - al decir eso alguien más tocó a la puerta - niña, ¿está lista? - escuché la voz de aquel hombre que nos recibió en los portones anteriormente - creí haber dicho que no debías llamarla de ese modo, Oshiro - dijo James en un tono demandante y serio - su majestad, lo lamento - contestó el hombre de una manera distinta a la frialdad que había mostrado cuando llegamos - Lizy, él es Oshiro uno de los guardias del palacio - dijo James levantándose de la cama - el jefe de ellos y el mejor guardián del palacio - mencionó como si fuera parte de su nombre - y aparentemente usted... - - es hora de bajar a cenar - James inmediatamente cortó las palabras de Oshiro, tomó mis manos y me llevó fuera de la habitación No entendía lo que estaba pasando, pero al ser James no le di mucha importancia y dejé que me condujera a donde sea que estuviera la sala de comedor en este inmenso lugar. Una vez allí quedé asombrada con el gran e iluminado salón. Una mesa tan grande como para que veinte personas comieran juntas yacía en el medio del salón decorada con un hermoso mantel fino blanco detallado en oro, candelabros de tres velas extendidas por la misma junto a un banquete de comida. El cuarto brillaba con destellos de distintos colores que se reflejaban por la iluminación de las ventanas las cuales estaban en la parte superior de la habitación en un perfecto y hermoso mosaico. - veo que te gusta - susurró James en mi oído al ver la emoción que yacía en mis ojos - es hermoso - dije mirando los alrededores de la gran habitación - me alegra que el palacio sea de tu agrado, mi niña - escuché la voz del Rey por lo que me volteé a verlo - nos honras tu presencia al comer, gracias - ¿Es propio de un Rey dar gracias? Pero ¿por qué el Rey me daría las gracias? Y, ¿por qué debería yo honrarlos con mi presencia? ¿no debería estar yo honrada de cenar con un Rey? - toma asiento, mi niña - volví a escuchar su voz mientras me hacía mil preguntas mentalmente - gracias - contesté mientras James me ayudaba con mi asiento para luego acomodarse al otro extremo de donde yo estaba y el Rey en la silla aislada del lado derecho de la mesa - no seas tímida a la hora de comer, le eh pedido al chef que prepare tus comidas favoritas - dijo James con la misma sonrisa tan dulce que siempre me daba - ¿recuerdas mis comidas favoritas? - pregunté con una sonrisa - ¿esperabas menos? - preguntó James con la misma sonrisa  - el príncipe Qhendros me ha contado tantas cosas sobre ti. Todas han sido buenas experiencias por lo que, supongo, que son viejos y buenos amigos - mencionó el Rey mientras escogía alguna comida de entre la mesa - James y yo hemos sido amigos desde que tengo memoria - dije sin pensar - ¿James? - preguntó el Rey - se refiere a mí, padre - contestó James y lo miré asombrada al llamar a aquel hombre su padre – Lizy y yo hemos sido amigos desde hace mucho, mucho tiempo. No tengo una sola memoria en la cual Lizy no aparezca, al menos hasta hace diez años atrás - - ¿Lizy? - volvió a preguntar el Rey - Lizy soy yo, su majestad - contesté con una sonrisa - James me ha llamado Lizy en abreviación de Elizabeth desde, bueno, siempre - - tendrán que explicarme muchas cosas, no estoy muy familiarizado con las costumbres humanas - comentó el rey con una sonrisa - por supuesto, su majestad - el Rey me dio una cálida sonrisa la cual yo devolví La comida se dio en mares de risa, recuerdos hermosos y explicándole al Rey sobre nuestras costumbres y el por qué hacíamos ciertas cosas como amigos las cuales, al parecer, no se hacen en este mundo. - bueno, mi niña, creo que es hora de explicarte algunas cosas - mencionó el Rey al terminar de reír por una de nuestras últimas historias - para hacerlo debemos decirte la historia de nuestros ancestros - Mis ojos se llenaron de curiosidad y miré a James quien suavizó su mirada al ver mis ojos. - hace más de mil años atrás nuestros ancestros admiraban a los dioses que les ofrecían protección, alimentos, salud y refugio - comenzó a hablar el Rey - eran catorce dioses en total - escuché a James tras mí El Rey se levantó de su silla, caminó a mí, tomó mi mano para que me levantara igual y me llevó a la sala de al lado seguidos por James. Una vez en la sala nueva, la cual se presentaba oscura, el Rey soltó mi mano y pude ver cómo la extendía haciendo que hermosos destellos de colores brillantes salieran de la misma y llenaran el cuarto oscuro formando con ellos a catorce personas, figuras de respeto, aunque dos de ellas no se podían distinguir bien. - los dioses se destacaban en tierra, mar, aire, salud, enfermedad, fuego, nevada, vida, muerte, sol, luna, batalla y amor - por cada mencionado una figura brillaba más dejándome saber a quién se refería - Ehnas era el dios de la batalla - dijo James y la figura de este quedo aislada ante las demás Este poseía cabello n***o, tes pálida, alto, con tono muscular marcado, se notaban cicatrices por todo su cuerpo y ojos de sangre que no representaban temor alguno. Su atuendo era peculiar, llevaba un pantalón en cuero n***o con detalles rojos, no llevaba una camisa, pero cinturones con pequeñas dagas cubrían su dorso y sus manos eran cubiertas por guantes en cuero que pareaban el estilo de su pantalón. De seguro cualquiera que se presentaba en su camino tendría un temor inmenso con solo mirarlo. Este dios me miró, sus ojos no representaban odio, sino frialdad sin sentido aunque algo suave. - Osmir, dios de la salud - James volvió a hablar y otra figura quedó aislada Este dios tenía ojos de esmeralda, cabello blanco de larga melena, tes canela, su tono muscular no era detallado, no presentaba cicatrices y su mirada era amable y suave invitándote a hablar y pasar tiempo con él. Su atuendo era blanco con detalles en esmeralda y una botella de algún líquido verde colgaba en un cinturón que yacía en su cintura. Al darse cuenta de que lo miraba sus labios se doblaron en una sonrisa amable cerrando los ojos y luego abriéndolos, haciendo que estos brillaran. - Qutses, dios de la luna - la voz de James volvió a aparecer y otro dios se hizo presente mientras Osmir desaparecía y reaparecía junto a los otros dioses Qutses no se detallaba mucho, su tes era azul con destellos blancos como la noche, sus ojos eran blancos opacos, pero brillantes y hermosos como la luna, su cabello era bien apreciado de larga melena, pero con los mismos colores de su piel. Podía destacar que llevaba atuendo, pero no podía distinguirlo pues era igual que su piel. Este dios era el puro cielo estrellado. El mismo, hizo reverencia al verme, sonrió cálidamente tomando mi mano izquierda y depositando un beso en el dorso de esta haciendo que mis mejillas sonrojaran sin poder evitarlo. James carraspeó haciendo que ambos, el dios y yo, lo miráramos. - Egdohr, dios de la muerte - esta vez James habló de manera fría, miré a Qutses quien guiñó su ojo derecho y desapareció James hizo sonido de queja y vi cómo otro dios aparecía frente a mí. Lo primero que noté fueron sus ojos, estos no eran iguales. Uno de sus ojos, el izquierdo, era violeta brillante con cosas que parecían fantasmas... almas giraban alrededor de este, su ojo derecho era color cenizo, opaco si lo comparamos con el ojo lleno de almas, su tes era pálida, tan pálida que se podría decir que el dios estaba muerto igual, su cabello no se notaba al completo ya que la capucha de su vestimenta lo tapaba casi completo, solo podía distinguir un pequeño lado en gris. Su atuendo consistía en una capa negra con bordes en oro y pantalón y camisa negra. Llevaba un cetro creado de una rama color violeta claro con una bola de cristal igual que su ojo izquierdo la cual parecía ser aguantado por el cetro como si tuviera una mano. Este dios me miró intensamente a los ojos, curiosamente no tenía miedo, sino admiración ante sus ojos tan hermosos en cierto modo. El dios, al darse cuenta de que no dejaría de mirarlo o no mostraría temor alguno, retiró su mirada para mirar al frente y mirarme de reojo. - Quldir, el dios del fuego - James parece haber retomado su compostura pues su tono volvió a la normalidad Este dios era de un estilo similar al dios de la Luna ya que su cabello, tes y ropa eran similares, la única diferencia era que la del dios del fuego eran llamas de entre azul, amarillo y rojo. Sus ojos eran anaranjados como el amanecer y, a pesar de ser llamas, se podía notar la humildad y cariño que yacía en ellos. Este dios me miró, sonrío con tristeza y se alejó... fue casi como si siempre estuviera solo y nunca tuviera a nadie. - Inera, diosa de la nevada - habló James nuevamente mientras el cuarto dios se iluminaba de un azul claro con pequeños destellos de igual color cayendo en todas partes Esta diosa era de cabello blanco brillante con un pequeño pedazo en rosa y otro en azul al lado izquierdo de su cabellera, su piel era azul claro con un brillo hermoso haciéndolo lucir como hielo, sus ojos eran de opal y sus uñas largas y puntiagudas la hacían ver tan elegante como espeluznante. Su vestimenta consistía en un traje hecho con pelaje, de lo que parecía una oveja, por sus hombros y el borde inferior del mismo, hasta la rodilla, una tela delicada con los mismos colores de su cabello haciendo figuras como copos de nieve y unas botas que parecieran estar hechas con escarcha. En su mano derecha sostenía una lanza mientras mantenía su postura autoritaria. Esta diosa me miró, sonrió con una sola parte de sus labios y luego hizo reverencia para desaparecer. - Goenar, dios de la vida - volví a escuchar la voz de James mientras Inera volvía a aparecer entre las catorce figuras Goenar... ¿qué puedo decir del dios de la vida? Tiene una larga melena dorada, oro fundido es fácilmente visible en sus ojos llenos de emoción y cariño. Su atuendo era simple, una túnica blanca con una soga amarrada en su cintura. Su compostura era única, lo hacía ver como si pudiera tomarte de la mano y huir junto a ti hasta el fin de los tiempos... ¿será este algún poder del dios de la vida? - Tyxdar, dios del amor - dijo James mientras esperaba a que este dios apareciera - ¡oye! ¿qué haces? - el tono de James parecía uno de protección Inmediatamente, luego de su pregunta, corrió a mi como si su o mí vida dependiera de ello, pero unos brazos llegaron antes, tomándome por la cintura y atrayéndome a un cuerpo casi fantasma. Era Tyxdar, eso explica el cuerpo casi fantasma, es obvio que al ser solo destellos de luz creados por el Rey no se sentirían como cuerpos reales. - ¡oye Tyxdar, suéltala! - su voz llena de frustración llenó el silencio de la sala Tyxdar, en vez de soltarme, fortaleció su agarre como si yo fuera de su propiedad y hubiera algo amenazando mi vida. - Tyxdar - dije en voz baja e inmediatamente el dios debilitó su agarre Me volteé a ver al dios notando de primera estancia sus ojos de rosas tan dulces y llenos de amor, su tes clara, cabello chocolate, postura respetuosa y sonrisa tan calmante como el canto de los ángeles. Su atuendo era similar al atuendo del dios de la vida, la única diferencia es que era un azul cielo suave. El dios me señaló y luego se señaló él mismo con una sonrisa, sus ojos nunca dejaron de radiar amor. - Aléjate - dijo James tomando mi mano mientras Tyxdar desaparecía - Udion, diosa de la tierra - siguió presentando una vez Tyxdar desapareció por completo apareciendo junto a los demás dioses mientras reía Esta diosa era hermosa y extraña si cabe destacar. Su piel estaba hecha en piedra, su cabello parecía ser fango, sus ojos eran como un resplandor verde, no había rastros de una sonrisa en su facción y se podía notar una cicatriz cerca de su corazón. La diosa me miró sin expresión alguna y caminó para apartarse desapareciendo justo antes de salir por la puerta de la habitación. - Basoi, diosa del mar - continuó James sin darle importancia a la acción de la diosa anterior Esta diosa tenía figura de sirena la cual, inmediatamente, cambió para parecer una persona común. Basoi era de melena larga y rubia, ojos de perla, un tridente yacía en su mano derecha lo cual la hacía parecer temible y respetable, una gran líder sin duda. Su vestimenta consistía en dos piezas, ambas hechas en algas decoradas con estrellas de mar y perlas las cuales hacían ver el conjunto un tanto elegante, pero simple al mismo tiempo. Ella me miró, sonrió amablemente y agitó el tridente haciendo un hermoso resplandor de agua. - Goklena, diosa del aire - ahí va otra diosa, la voz de James nunca cambia de su entusiasmo Esta diosa en ningún momento se mostró, cosa que me estuvo muy curiosa y miré al Rey esperando la representación de la diosa. - Goklena nunca se mostró ante nadie - dijo el Rey - por ende, aún nadie sabe cómo era ella - terminó de explicar James - seguiremos con la siguiente diosa. Vuhotz, diosa del sol - Un gran resplandor de luz apareció en el cuarto haciendo que todos entrecerráramos los ojos. Cuando abrí los ojos pude ver una dama de cabello oscuro, tes morena, ojos de miel y líneas iluminadas por todo su cuerpo bien confeccionadas que la hacían ver autoritaria. La diosa sonrió e intentó decir algo, pero al ser una obra de destellos no se escuchó nada. - lo siento Vuhotz, no puedo escucharte - dije tranquilamente y la diosa asintió lentamente con una sonrisa - la última, pero no menos importante, Ghaenta, diosa de la enfermedad - dijo James y miré a mi alrededor en busca de la diosa - Ghaenta era una diosa tímida, siempre que hablaba con alguien o se acercaba a alguien, este enfermaba y en ocasiones fallecían - - la diosa de la enfermedad dejó de aparecer ante nosotros muchos siglos antes de la gran guerra - terminó de decir el Rey - entiendo, pero ¿por qué debo saber todo esto de los dioses? - pregunté e inmediatamente el Rey y James se miraron
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