Valeria El tiempo dejó de tener sentido. Conté los días porque Lucía me obligaba a marcarlos en un calendario, pero en mi cabeza todo era una masa espesa, inmóvil, como si yo viviera dentro de una pecera sucia donde apenas me llegaba el aire. Exactamente, han pasado veintiocho días. No sé en qué momento dejó de gustarme los amaneceres. Al principio esperaba su mensaje, su llamada, su disculpa, una carta, una voz. Ahora… solo espero que se haga de noche para volver a dormir, aunque tampoco es que podía hacerlo. Habían pasado casi cuatro semanas desde aquella mañana. Cuatro semanas desde que escuché el sonido de una bandeja de porcelana rompiéndose contra el suelo. Cuatro semanas desde que vi sus ojos cerrados de placer mientras otra mujer estaba arrodillada entre sus piernas. Y, sin

