Ian

1601 Words
Desde pequeño aprendí que si la vida no te daba la oportunidad de tener algo, tú debías arrancarsela, como un felino salvaje clavar tus garras en lo que deseas, mi visión del mundo siempre ha sido que el éxito no era para los débiles, nacido en una familia pobre de ocho hijos, al propio estilo Irlandés debí desde el principio ganarme mi propio lugar en la vida. Pero eso me permitió triunfar y descubrir para qué soy bueno y es para el arte de la manipulación. —Señor Mcallister, ¿qué le pareció el club?—, pregunta el chofer al entrar al vehículo. —Bien, Eduardo, pero todavía no arranques debo primero realizar una llamada—. —Seguro señor—. Tomo el celular para llamar a mi jefe de seguridad, —Hola Horacio, necesito que busques toda la información sobre una dama, se encuentra en una discoteca acá en londres llamada La fábrica, es alta, delgada, cabello castaño, ojos café y tiene un vestido dorado corto de espalda baja, con tacones altos también dorados, sus amigas les llamaron Lizzie, así que se debe llamar Elizabeth, por favor cuando tengas la información enviamela en un archivos encriptado a mi correo personal, es confidencial así que te agradezco discreción—. —Seguro señor inmediatamente, como lo solicita, ¿algo más?—. —No, espero noticias suyas a la hora que la tenga disponible—. —De acuerdo—. De pronto veo como sale de la discoteca el objeto de mis caprichos y le pido al chofer que la siga un poco, la calle está bastante sola, más allá que la chica me intriga me preocupa su seguridad, no quisiera intervenir más en su frágil tranquilidad por el día de hoy, pero me resulta imposible no brindarle ayuda, más cuando a primera vista se ve que le duelen los pies, intentare ofrecerle ayuda y observarla aún más. —Detente a su lado Eduardo, la joven se ve adolorida, intentemos socorrerla—. Me bajo de la limosina e intento ser lo más amable posible para no asustarla, aunque el solo ver su piel blanca tan tersa me imagino cómo se vería después de azotarla, con pequeños reflejos rojos creados por mis manos, wow, en sus ojos refleja una ambigüedad que me atrae, por una lado se ve sumisa y frágil y por otro lado hay una chispa de rebeldía y de anhelo. —Hola buenas noches, volvemos a encontrarnos, ¿deseas que te acerque a tu casa o algún lugar?—, le digo para observar su respuesta. —Gracias pero no, esperare un taxi—, ya me imaginaba una respuesta así, sería lo normal en una mujer con criterio, no irse con extraños, pero seguiré insistiendo quiero tenerla un poco más, dese un poco más de privacidad para crear más intimidad. —Te prometo que no tengo malas intenciones, no soy un acosador solo me detuve porque veo que te duelen los pies, no tengo problemas en llevarte—, insisto —Señor la respuesta sigue siendo no—, no me queda más que apelar a su sentido común, a mí nadie me dice que no, nunca me he rendido ante nada. —Si es porque no me conoces me voy a presentar soy Ian Mcallister, mi chofer que te está abriendo la puerta se llama Eduardo Herrera, solo somos dos hombres preocupados por la seguridad de una señorita, por favor déjanos llevarte a un lugar más seguro—. —Esta bien, la verdad no aguanto los pies—,al fin logre mi objetivo, me hago a un lado de la puerta para que se suba para luego subir yo, se nota que todavía desconfía, me ve desde el asiento de enfrente con atención midiendo mis movimientos como dispuesta a atacarme, si supieras fierecilla todo lo que haría para domarte pero más aún para ganarme tu confianza, pero mi deseo es que se relaje, está muy tensa y así no logro analizarla. Le digo en el tono más conciliador que encuentro, —No tengas miedo jamás obligaría a una mujer a estar conmigo, no me hace falta y no es por falta de modestia, simplemente cuando me atrae una mujer me tomo el tiempo para conquistarla y que esté dispuesta, ahora si quieres quítate los zapatos para que descansen los pies un poco antes de llegar y dime a donde debemos llevarte—. —Por favor déjeme en Westminster Bridge y le agradezco su atención—, supongo que no es su verdadera dirección pero la verdad no importa, así que vuelvo a realizarle una pregunta que me responderá con una mentira, pero lo que deseo es crear una distracción para que me permita acercarme un poco.   —Nunca me dijiste tu nombre princesa—. —Hanna Braun, mucho gusto—,tomo su mano y de inmediato una corriente de excitación atraviesa mi cuerpo, definitivamente me atrae, algo no muy común, pues me encantan las mujeres las disfruto mientras deseo pero no hago verdaderas conexiones con ellas, pero esta chica dos veces en la misma noche me ha producido ese efecto, así que vale la pena investigarla un poco. Le seguiré el juego por ahora pero pronto sabré quién es en realidad, —Encantado, para mi ha sido un placer, por favor, permíteme quitarte un momento los zapatos—, sin esperar respuesta tomo sus pies, los colocó en mi regazo y después de dejarlos desnudos los comienzo a masajear, me encantan los pies de las mujeres que se los cuidan, suaves, con apenas un brillo y esa línea blanca en la punta, creo que es estilo francés, le da un aspecto delicado. La observó con detenimiento con que clase de hombre estará que apenas al menor contacto reacciona con tal hambre, si ella fuera suya, su sumisa estaría a sus pies la trataría como a una reina, por un momento se deja llevar por las sensaciones que provoco con mis manos se ve aliviada a la par de excitada, pero de pronto se rompe el hechizo, retira los pies y rápidamente se vuelve a colocar los zapatos, está ansiosa lo que le demuestra que ella también se siente atraída aunque no lo conozca. —Señor necesito bajarme—. Intento una salida rápida a la situación para ver si se tranquiliza, pero ya entro en razón—Disculpa mi comportamiento por favor, me deje llevar por el deseo de cuidarte que generas en mi, ya estamos por llegar permite que te dejemos allí—. —Esta bien—. Al llegar al lugar, ella se baja de manera apresurada casi sin dejar que se estacione y luego la veo desaparecer entre las calles como si alguien le persiguiera, volteando constantemente, y así sin más la perdí de vista esta claro que ella está excitada pero para mi mayor sorpresa yo también. Pero lo cierto es que esta fue la distracción de una noche, soy un hombre sumamente ocupado y lleno de responsabilidades esta noche dormiré en mi apartamento pero mañana estaré devuelta a la Isla y todo esto quedará atrás. Hace ocho años me mude allí en busca de un sueño, en ese momento me sentí un conquistador, la isla no estaba habitada y a través del tiempo la habíamos transformado en una de los mejores desarrollos turísticos de la zona, era sustentable, nos permitia vivir bien y el nivel de vida de los habitantes era muy bueno, hemos avanzado mucho, creamos empleo, un sistema de salud envidiable, pero sin duda era mucho trabajo él ejercía como alcalde y el pueblo lo apreciaba.  A través del tiempo habían logrado una pequeña estación de bomberos, una escuela, comercios, aeropuerto y una estación de ferrys, sin embargo, había un área restringida al público sellada por altos muro y altamente vigilada para que no pasará sino sólo personal autorizado y que se decía que hace mucho había sido una área de prueba de bombas y se encontraba contaminado. La vida transcurría sin sobresaltos en ese paraíso terrenal, su mayor fuente de ingresos era el turístico, por lo que eran cuidadosos en ofrecer los mejores servicios y seguridad, no existía estación de policía pero sin un servicio de seguridad privado de alta calidad que no permitía ningún tipo de errores, y allí estaba Ian para dirigirlo todo. Durante tanto años se había dedicado ha hacer su sueño realidad junto con un grupo de empresarios pero de un tiempo para acá eso ya no le parecía suficiente, no tenía una persona que lo esperara por las noches luego del trabajo, alguien con quien compartir en los días libres o solo pasar el rato y a pesar de que tenía quien calentara su cama ya era algo que no le llenaba. Ian pertenecía a un clan que habían hecho un juramento como grupo, pero también se había hecho una promesa así mismo pero ahora sentía que eso se había convertido en una carga pesada que llevar, la mayoría había optado por tener pareja pero él siempre había deseado no involucrarse a ese nivel de compromiso, pues llevaría a su pareja a vivir bajo las mismas presiones con que él lidiaba y eso lo consideraba egoísta. Pero esta mujer que apenas había visto había creado un anhelo en él y ¿si se permitía soñar?, en un universo paralelo ella podría compartir su vida, aceptar su situación, pero debía dejarla ir, pues era una mujer libre, tenía amigos, seguramente un buen trabajo y al menos un buen hombre que le diera seguridad, era mejor dejarla tranquila.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD