1. Pérdidas y dolor
Los reinos situados en el corazón del mundo vivían en armonía y prosperidad, era común encontrarse con escenas gratificantes entre sus habitantes, niños corriendo y jugando en los parques y jardines, parejas felices planeando un futuro, vendedores entusiastas y generosos en los mercados, soldados leales mostrando compañerismo, reyes y reinas dando su mejor esfuerzo cada día para que la vida siguiera tal y como estaba. Desafortunadamente, la ambición de algunas personas detonaría una sangrienta, ruin y peligrosa guerra de la era nada probable salir con la victoria entre las manos, ya que su causante, el Gran Duque Oscuro, como se hacía llamar, gozaba de una inimaginable magia de la que nadie podía huir ni nadie, tampoco, sabía cómo vencer, y, así pues, la oscuridad se fue apoderando de grandes y pequeños reinos. La profecía del enemigo oscuro se había escuchado desde siglos atrás, pero nadie lo creía por lo que, tampoco, nadie se había dado a la tarea de buscar la manera de vencer a tan diabólica magia, y ahora, el mundo yacía perdido entre sus manos. ¿Lograrán sobrevivir?
Con el tiempo, la guerra había terminado al fin, pero había dejado a su paso pobreza, esclavitud y múltiples problemas más que parecían no tener solución. Como todo mundo esperaba, los integrantes de la realeza debían sonreír frente a la adversidad, brindar esperanza a sus pueblos, ser fuertes y continuar con sus vidas, además de demostrar generosidad y amabilidad para inspirar a quienes les rodeaban, pues, luego de que el Gran Duque Oscuro aterrorizara a todos sus reinos enemigos con su destreza en combate, los reinos sobrevivientes, ahora debían encontrar la manera de subsistir y asegurar el bienestar de su gente, pero sobre todo, de hacer prevalecer la bondad y la generosidad de los buenos corazones a pesar del odio, el rencor y la desesperación que la guerra había dejado a su paso.
La guerra oscura había causado grandes pérdidas y dolor, entre ellas, la muerte de un amado padre y adorado esposo era llorada por una pequeña y su amorosa madre que no encontraban consuelo que igualara el tamaño de su pena, tras este hecho desgarrador, la viuda debía tomar muchas importantes decisiones respecto a la economía y la vida cotidiana para poderle brindar la prometida calidad de vida a la pequeña, aún con el recuerdo de ese padre y esposo en su memoria vívida y aún más con el llanto y el luto en el fondo de su corazón.
Por lo que tras meses de guardar el debido luto, una de las reinas viudas, se vio obligada a contraer nupcias, nuevamente, para intentar salvar lo que más amaba de la desdicha y de un futuro incierto y abrumador, ella era hermosa y joven, sus cabellos brillaban como el oro puro, su figura arrebataba suspiros por doquier y su personalidad sencilla y simpática atraía a diversos caballeros que estaban dispuestos a todo con tal de obtener un poco de su atención, por lo que no le costó mucho trabajo encontrar a un hombre que quisiera tomar esa gran responsabilidad, y pronto, su nuevo matrimonio se celebró entre flores y el cantar de las aves, pues era primavera, y algunas personas se regocijaban por la nueva vida que les esperaba, el pueblo entero acudió a la celebración y a todos los invitados se les ofreció un gran y exquisito banquete acompañados de la mejor orquesta de la ciudad, hubo baile, pastel y muchas personas expresaron su alegría con obsequios y bendiciones hacia el nuevo matrimonio, pues todos creían que esta unión acarrearía la armonía y bienestar que habían perdido.
Pese a que ya habían transcurrido tres meses desde la tan festejada boda, aún costaba trabajo acostumbrarse a su nueva vida en compañía de ese hombre que parecía adorarlas, pero en su mirada se escondía un gran odio y devoción por arrebatarles lo que con tanto esfuerzo se había construido por tantos años, él lo disimulaba muy bien, pero tenía personas a su mando trabajando para que un
día no muy lejano, pudiera quedarse con todo lo que a la reina y a su amada hija, la princesa, les pertenecía y, desafortunadamente, ese día se acercaba más y más.
Era el festejo de su séptimo cumpleaños cuando la madre de la pequeña princesa... Isabella, vamos a llamarla, ya que se desconoce su verdadero nombre hasta el momento, le organizó un hermoso festejo acompañado de todas las amistades de la familia, música en vivo, juegos, dulces, piñata y un gran pastel que, luego de partirlo, todo se tornó oscuro de nueva cuenta, pues la familia recibe un aviso de que un enorme pelotón enemigo ha sido visto aproximándose hacia ellas, por lo que ambas deben abandonar el lugar inmediatamente. ¿Será este el comienzo de otra guerra oscura?
— ¡Vamos, querida! ¡Es mi deber ponerlas a salvo! — sugiere el hombre
— Gracias querido, aunque no eres el padre de mi hija, has cumplido tu compromiso de amarla y protegerla ante todas las circunstancias — expresa la reina
— Es una niña encantadora y las amo a las dos, ¡anda, sube! — la carreta estaba más que lista para partir al refugio que había sido preparado con antelación previendo tal situación, un acto bastante astuto por parte del nuevo rey, ¿cierto?
— Pero ¿y tú no vienes? — pregunta la reina mientras el hombre toma la muñeca preferida de la princesa y la coloca en sus manos.
— Lo siento, pero sabes que debo quedarme a proteger nuestro hogar, debo pelear como cualquier otro hombre.
Tras decir esto, el hombre cierra la puerta y ellas se alejan en compañía de uno de los sirvientes, la reina llora temerosa de volver a perderlo todo y la pequeña se encuentra envuelta en la incertidumbre sin lograr entender lo que está sucediendo, el mal recuerdo de la muerte de su padre la acongoja y teme por la vida de las personas que se han quedado en combate, pero nada puede hacer para
ayudarlos. La amorosa madre, tratando de atender las necesidades de seguridad y confianza de su adorada hija, le dirige unas palabras.
— No todo tiene porqué acabar en desgracia, mi amor
— Papá murió en la guerra y ahora mismo empieza otra
— Pero eso no quiere decir que vayamos a perder, nuestros hombres son valientes y se han preparado para esto
— Pero todo mundo dice que la magia oscura es invencible, mamá, no sobreviviremos por más que huyamos
— Mira, hija, — ella se quita la medalla que cuelga de su pecho y lo coloca en el de su hija — la maldad siempre pierde ante la bondad, es ley de la vida
— ¿Según quién?
— Según la historia de la humanidad, así que debes tener fe por más oscuro que parezca el destino
— No lo sé, mamá
— ¿Recuerdas aquella noche en que papá no lograba conciliar el sueño y tú lo encontraste en la biblioteca leyendo?
— Sí, tenía hambre y me escabullí hasta la cocina por un bocadillo, entonces descubrí que él también estaba despierto
— ¿Y recuerdas qué pasó esa noche?
— Mmm — pensaba la pequeña tratando de recordar
— Permíteme ayudarte, esa noche tú y papá se quedaron despiertos hasta el amanecer, ¿recuerdas que antes de que el sol saliera, todo se torno frío y hasta parecía más oscuro?
— Sí, creí que el sol nunca saldría, pero luego el amanecer llegó tan radiante entre su esplendor y su luz fue tan brillante durante el día
— Así es, justo cuando crees que la oscuridad se apodera de ti y del mundo entero, es porque el sol está por salir, sólo debes cerrar tus ojos y creerlo.
Isabella cerró sus ojos por un momento y pronto despertó, pues, en el camino, la velocidad va en aumento, el sirviente ignora las órdenes de su ama, y ambas se asustan por la actitud del rebelde creyendo que las ha traicionado. En cierto momento, ya en medio de la oscuridad de la noche, el sirviente detiene la carreta y se baja de ésta, se quita la capucha dejando ver una marca en su cuello igual a la del marido, sin oportunidad de bajar a enfrentarlo, la reina ve cómo él pone algo sobre los caballos que los hace ir de manera veloz y sin control, ella toma a su hija en brazos y suplica a Dios que la salve, entonces, decide tomar el control de la situación, acomoda a su hija y le pide que se sostenga muy fuerte mientras ella intenta tomar las riendas y controlar a los caballos, abre la parte de enfrente de la carreta y con mucho cuidado se pasa al asiento del conductor, toma las riendas y comienza a maniobrar, pronto se da cuenta que es inútil seguir intentando, pues lo que sea que el sirviente haya puesto en los caballos ha dado resultado, entonces, desata a los caballos poco a poco y uno a uno para que sigan su camino sin ellas, pero en el intento por desatar al último caballo, la carreta se ladea y ella cae pero no puede zafarse, pues su ropa está atorada, el caballo sigue su camino, arrastrando a aquella madre que intenta salvar a su hija de la muerte.
— ¡Ah! — podía escucharse el grito de la niña
— ¡Salta, hija! ¡Ahora! — la pequeña obedece
— ¡Mamá!
A caballo, alguien las alcanza a gran velocidad, se trata de Gerardo, el sirviente más noble y fiel que pudiera existir sobre la tierra, con su espada logra liberar al caballo, Isabella está bien, aunque con un raspón en la frente, mientras que su madre ha sido arrastrada y malherida por las piedras y hierbas del camino, una rama se le ha enterrado en el vientre, al acercarse, Gerardo alcanza a escuchar las últimas palabras de su ama.
— Sálvala, — refiriéndose a su pequeña — por favor — dice agonizante la reina
— Mi señora, así lo haré, se lo juro — responde tratando de ahogar el sentimiento que lo invade con la escena.
Ella pierde la vida en ese momento, Gerardo y la princesa quedan abatidos entre el dolor y el temor de que el enemigo pueda encontrarlos y concluir el objetivo, por lo que luego del llanto de ambos, él le explica a la pequeña lo que deben hacer para salvar sus propias vidas. Él sabe que todo esto ha sido obra del ahora viudo de su madre y no puede permitir que la niña viva a sus expensas,
pues sería como asesinarla allí mismo o condenarla a una vida miserable para siempre, por lo que toma la decisión de hacer pasar a la niña por muerta. Intentando cumplir el objetivo del conductor, coloca el cuerpo de la madre sin vida sobre lo que queda de la carreta
— Perdóneme, mi señora — suplica Gerardo al cuerpo inerte de su reina y la lanza al vacío junto con la muñeca de la niña, así cuando el enemigo acuda a cerciorarse de su acometido, no tendrá ninguna duda de que ambas perecieron como lo tenían planeado.
— ¡MAMÁ! — Grita Isabella luego de ver caer a su madre por el precipicio, ella grita de dolor al haber perdido lo único valioso que le quedaba, Gerardo la abraza e intenta consolarla, luego de un tiempo se van en silencio a un rumbo completamente desconocido.