Cuando llegó la noche, y con ella también llegó mi esposo, aquella pregunta de Matías rondó mi mente durante todo el resto del día. Estaba en la habitación, recostada, porque estaba un poco cansada y extrañamente mareada. Me puse de pie, quería hablar con él. Quizás no me diría nada, pero no perdía nada intentándolo. Aquel miedo que le sentí anteriormente poco a poco se había desvanecido. Empecé a caminar por el pasillo, lo hice con bastante prisa para alcanzarlo en su habitación. Cuando lo alcancé, venía con un portafolio y tenía el semblante cansado. Parecía incluso más mayor. Él bajó la vista hacia mí y dije: "¿Podemos hablar?". "Estoy cansado", murmuró con voz cansina, pasando por mi lado e ignorándome. Cuando estuve a punto de entrar a la habitación, me escabullí entre sus brazos p

