Capítulo 1
En ese instante, todo se oscureció. El sol se fue y mis esperanzas de avanzar hacia un futuro mejor se desvanecieron en el silencio. Quién sabe dónde me encontraba, pero de lo que estaba segura era de que no estaba donde debía estar.
"¿Te vas a apresurar?" preguntó de manera demandante, mirándome con el ceño fruncido. Sus pasos se acercaron a mí, tomándome de la muñeca sin ningún cuidado mientras avanzábamos a través de la larga casa. El tiempo parecía detenerse, pero para mí, todo aquello era un recordatorio de mi situación.
"Estoy aquí," murmuré con la cabeza inclinada hacia abajo, como una señal de respeto hacia él. Mis ojos, como siempre, se llenaron de lágrimas, pero últimamente me había acostumbrado a su trato.
"Está bien, tendremos una cena, así que por favor, prepárate," dijo él. Yo ya estaba vestida para la cena, ¿acaso había algo malo conmigo? Me pregunté mientras me miraba de arriba abajo. Llevaba un vestido n***o que llegaba hasta las rodillas y tenía un tajo a un lado de mis piernas. Aparentemente, no estaba de acuerdo con mi elección.
Decidí subir las escaleras rápidamente para cambiarme. Emilio, el hombre con el que me habían casado por contrato, esperaba abajo. Mi padre se había encargado de organizar todo esto. No podía negar que me sentía completamente destrozada. El tiempo había pasado, pero mi corazón seguía pesado y lleno de tristeza. Me miré al espejo con los ojos tristes y el rostro pálido. Me estaba acostumbrando a esta vida.
Aunque nunca recuerdo el momento en que lo vi, creo que mi memoria se ha borrado. Mis ojos grises se apagan un poco ante la sombra negra. No quiero destacar, si lo hago, él se enoja, y no quiero tener problemas.
Dejo caer mi cabello suelto y ondulado hasta mi cintura. Sé que le molesta, no quiere que mi cabello salga a la luz, y él es así. Mientras bajo, a veces me pregunto por qué me odia tanto. No lo comprendo, ya que no le he hecho nada. Además, había sido un acuerdo entre mi padre y él. Pero desde que estoy a su lado, no he podido salir. Las puertas se cerraron para mí y solo puedo estar en el jardín. De vez en cuando visito a mis amigas, pero todo está completamente vigilado. No entiendo por qué se casó conmigo si me odia.
Al llegar a su lado, él ni siquiera me mira y dice: "Vamos". Yo lo sigo en silencio, sosteniendo una pequeña cartera entre mis manos, y los tacones resuenan en todo el salón, hasta que salimos al exterior. La noche es cálida y el cielo está iluminado por la luna, mostrando su belleza. Las rosas que están en el exterior parecen más rojas que nunca. Sonrío, todo me parece tan precioso, y mi corazón late con fuerza. Me quedo parada frente al vehículo y él me observa.
"¿Pasa algo?" pregunta, y yo niego. Me subo a la parte de atrás del auto, y él hace lo mismo.
"Chofer, llévanos lejos", a veces desearía desaparecer y no volver a asistir, pero cada mañana me despierto en el mismo lugar de siempre. Luego, te maquillaste con esa sombra negra, mirándome con desgano. Te respondí antes de desviar la mirada y él puso los ojos en blanco.
"Prefiero a mis amantes, no se maquillan tanto como tú", escupió sus palabras, y miré por la ventana. Hice lo mismo, intentando evitar cualquier contacto con él, ya que solo vociferaba palabras hirientes. A pesar de todo, mis ojos solo querían sentirse un poco menos tristes. En ese momento, deseé poder escapar, a veces me imaginaba tomando mis maletas y yéndome lejos, pero no lo hacía. Quizás porque soy cobarde, pero una parte de mí solo quería liberarse. Me gustaría verme libre, viajando por el mundo o simplemente en una casa de campo rodeada de animales, árboles y felicidad. Pero no, esa no era la vida que me había tocado, y en parte sentía que me lo merecía.
Tengo 22 años y mi esposo 30. Aunque él aparentaba ser mucho más joven, era atractivo, con cabello rubio, bonitos ojos verdes, largas pestañas y una sonrisa de galán. Nadie podría darse cuenta de quién es en realidad, excepto yo. En cuanto bajamos, él me tomó de la muñeca, lo hace siempre para que no pueda escapar. Me lo ha dicho en repetidas ocasiones, que si lo hiciera, sería el fin para mí.
"Compórtate esta noche", murmuró con desgano cerca de mi oído.