Capítulo 3: Anillos de boda

1703 Words
A medida que los minutos pasaban Solange daba vueltas en el baño. La intensidad de los gemidos de la mujer eran cada vez más fuertes a medida que avanzaba la noche. Por un momento se tapó los oídos para no escuchar. Nunca en su vida había sentido tanta incomodidad en un lugar que se suponía que era para su uso. Se terminó rindiendo sentándose en el suelo y recargándose en la puerta. Sus pensamientos se refugiaron en pensamientos que intentaban formar una triste melodía en su cabeza. Se aferraba a los momentos felices que tuvo con Cristian, cuando se aventuraron juntos por el mundo en busca de hacer realidad sus sueños. Recordó, con una débil sonrisa, cómo la había tratado con delicadeza. Siempre reían y ella terminaba cantando mientras él tocaba la guitarra, a veces en lo hacía en un metro, en un camión o simplemente en las calles pidiendo monedas para poder continuar con su viaje. Al final terminaban entre besos y caricias entre las sábanas cuando podían. Suspiró mientras escuchaba como la mujer llegaba al orgasmo. No podía hacer nada bajo las amenazas de su padre. Cerró los ojos tan fuerte buscando el sueño, que pronto llegó y recibió agradecida. Despertó con la espalda destrozada por haber dormido en el suelo duro. Se levantó tambaleante y abrió la puerta con sumo cuidado. Luka dormía plácidamente dándole la espalda a la desconocida. "es un idiota" pensó la muchacha. Tal vez por ser un completo imbécil es que sus padres accedieron a casarlo con ella. Eso al menos era lo que quería creer la chica, la hacía sentir ¿mejor? Salió del baño tomando de prisa uno de sus vestidos. No quería despertarlos ni tener que enfrentar a Luka. Solo quería irse de ahí. Se puso un vestido n***o que lo combinó con unas sandalias, hacía calor y pretendía caminar hasta que sus pies dolieran. — Veo que por fin te has aparecido —dijo Luka con su voz fría— ¿Acaso te pasaste toda la noche en el baño? —preguntó con cierta burla, sentándose en la cama. — El problema se va a solucionar si tengo mi propia habitación —dijo Solange, tomando su bolsa de mano con la intención de irse. — Tendrás que compartirla conmigo o de lo contrario pagarte una propia —dijo mirándola desafiante. Solange pronto comprendió el castigo al que se refería su padre. Sí, había varias maneras de castigarla, y quitarle ese apoyo económico le había valido su dignidad. Si quería sobrevivir tendría que aguantar los desplantes de Luka. ¿Podría aguantar toda una vida de desdicha? Comenzó a caminar hacia la salida sin decir una sola palabra, cuando una mano firme la detuvo con brusquedad del brazo. — Lilian tiene hambre, ve y compranos algo de desayunar —Dijo Luka tratándola como a una sirvienta. — Puede ir uno de tus hombres —musitó Solange con el corazón desbocado. — No. Quiero que vayas tú, y te ganes la estancia que me obligaron a pagar en éste estúpido viaje. Tendrás que hacer lo que yo digo si quieres comer. Solange cerró los ojos inspirando aire y contando hasta diez, no quería empeorar su situación. Ya tendría manera de ver cómo le haría para sobrevivir. — Está bien —contestó con asco en su voz. Salió de la habitación para llevarles el desayuno. Estaba entre la espada y la pared. Por un lado quería correr y nunca más regresar, pero tarde o temprano sería encontrada de nuevo y el destino sería mucho peor. Cuando tuvo el desayuno en sus manos, no dudó un solo momento en escupirle a los cafés antes de ser entregados a sus dueños. Uno de los guardaespaldas le abrió la puerta de la habitación para que ella pudiera entrar. — Ay finalmente llega tu asistente, si que es lenta —dijo Lilian estaba envuelta en una bata de baño sobre la cama haciéndole cariñitos en la cabeza a Luka. — ¿Asistente? —preguntó Solange fulminando con la mirada a Luka. — Asistente —respondió el hombre tajante— ¿Qué haces ahí parada? Lilian tiene hambre. Lilian se acomodó sobre las almohadas esperando el desayuno. Solange se acercó a la mujer dándole el sándwich y el café con el ingrediente secreto. Veía con la mirada fulminante a Luka quien endureció su mirada al ver cómo su esposa lo retaba. Luka la siguió con la mirada hasta que ella le entregó el desayuno. La detestaba, la odiaba y por culpa de ella su futuro se había vuelto un infierno. Quería probar sus límites y al parecer era una mujer dura de romper. — ¿Necesita algo más señor Lacrox? —preguntó Solange con sarcasmo. — Sí. Lilian se quedará conmigo estos días y estarás a cargo de todas sus comodidades. De lo contrario diré que no quieres trabajar más conmigo y no creo que eso le guste a tu padre. Solange apretó las manos tan duro que los nudillos se le pusieron blancos. Luka lo pudo notar y eso lo hizo sentir bien. Iba por buen camino. La muchacha cerró los ojos aferrándose a la imagen de Cristian en el sueño que él podía realizar y ella no. Tragó amargura que le dolió en su garganta. — Necesito que me hagas una cita en el spa, y ver si la tintorería del hotel ya tiene mi vestido. Mi bebé me invitó a cenar y quiero lucir hermosa —la vio Lilian con una mueca en el rostro— pero ¿qué esperas? ¿es que acaso estás sorda? — Enseguida —dijo Solange sin dejar de transmitirle odio a Luka. — Parece que vas a tener que cambiar de personal bebé. Es una tarada retrasada ésta mujer —dijo Lilian con una voz melosa acercándose a Luka para darle un beso en la mejilla. Solange salió de la habitación sin decir nada. Buscó por internet reseñas de los peores spas de París y le hizo una cita a Lilian en el peor de todos, donde aseguraban que las mascarillas eran crema para pies y que las sábanas les daban hasta cinco usos antes de cambiarlas. Algunos incluso juraban que les había dado tortícolis por el masaje. Al llegar a la tintorería se aseguró de que uno de los tirantes del vestido se rompiera con el uso de esa noche. Una vez que hizo los mandados, se perdió por la ciudad sin decir nada. Quería caminar hasta que sus pies le dolieran, comer queso y vino, y nunca más regresar, pero debía hacerlo. Planeaba pasar sus noches en la biblioteca del hotel, hasta encontrar una manera de ganar dinero durante su viaje y rentar una posada o algo similar. No estaba dispuesta a seguirle el juego del todo. Si lo podía evitar lo haría. Llegó por la noche, después de su salida de desahogo, cuando uno de los guaruras se acercó a ella un poco tímido. — Señora Lacrox, el señor ha dado la órden que la escolte a la habitación. —Los guaruras sabían lo que estaba pasando entre los dos, pero el contrato de confidencialidad los hacían hacerse de ojos ciegos y oídos sordos. Solange asintió agotada. Llegó a la habitación y al cerrarse la puerta tras de ella pudo ver la silueta de Luka que estaba parado viendo la vista nocturna de la ciudad desde la puerta de la terraza. Se dio media vuelta para ver a su esposa en cuanto escuchó la puerta de la habitación cerrarse. — ¿Se puede saber qué hiciste? —preguntó Luka mostrando sus dientes apretados intentando morder los gritos que tenía en la punta de la lengua. — ¿De qué hablas? —preguntó sin saber a qué se refería con el reclamo. — ¿Eres estúpida? ¿o te haces? —se acercó a ella agresivo. — ¿De qué estás hablando? —preguntó Solange desafiándolo con la mirada. — ¡Te dije que tenías que estar al pendiente de Lilian! ¡Te dije que tenías que hacer lo que yo dijera si querías ganarte lo que estoy invirtiendo en ti! ¡¿Dónde madres estuviste cuando le torcieron el cuello en el spa?! — ¡Estuve lejos tratando de evitarte! ¡Estuve lejos tratando de evitar tu cara llena de odio cada vez que me ves! ¡Estuve lejos porque no te soporto! —gritó Solange desesperada. Luka se acercó más a ella. Solange podía sentir los resoplidos de furia de su esposo sobre su rostro. No podía soportar ésta situación. La estaba tratando con la punta del pie y estaba atada de manos y pies ¿qué podía hacer? ¿tratar de defender su dignidad? — Pues si —Luka volvió a mostrar sus dientes perfectos, apretando la mandíbula tratando de no gritar— te odio. Y no sabes cuánto me gustaría verte destruída. Te odio y nunca voy a tratarte como a mi esposa —la vio con una mirada de tanto desprecio que fue inevitable que no le doliera a Solange ¿acaso tan mala persona era ella para que un desconocido la odiara tanto? — ¡Eres un idiota! —gritó Solange sin poder contenerse más. La muchacha intentó darle una fuerte bofetada a su esposo, pero éste le paró la mano en el aire. — Eres patética. Nunca se te ocurra decir que eres la señora Lacrox. Tú y yo no tenemos nada que ver. Solo somos garantía de un contrato que en diez años se va a consolidar por completo. Así que no me esperes nunca para comer. Ni en tus sueños dormiré en la misma cama que tú. Si yo estoy en mi casa, tú estarás encerrada en tu habitación. Nunca te atrevas a decir que eres mi esposa porque te vas a arrepentir. Solange intentó darle otra bofetada, pero falló. Luka jaló de ella a la fuerza y la tiró a la cama con violencia. El hombre enfurecido se quitó el anillo de bodas y se lo aventó a la cara. — ¡Nunca seremos esposos! —gritó furioso antes de salir de la habitación. Luka había logrado romper en llanto a Solange, quien trató de tragarse las lágrimas en silencio.
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