Pasó un mes completo en el que me tocó vivir la experiencia de ser ignorada deliberadamente por quien días atrás me acosaba de manera irracional. Cercano a cumplirse el segundo mes después del encuentro, recuerdo que estaba parada frente a la fotocopiadora cuando llegó una mujer elegantemente arreglada, bonita, de estatura promedio, piel blanca, ojos y cabellos negros como el azabache, y con una personalidad un tanto egocentrista. —Dile a Alejandro que ya estoy aquí -escucho que me dice a mi espalada sin saludar ni siquiera por educación. —Buenas tardes, ¿su nombre es? —Le pregunto volteando a mirarla. —¿Es que acaso no sabes quién soy yo? —Me pregunta con prepotencia. —Disculpe, ¿tendría que saber yo quién es usted? —Le