My Queen

La familia real nuevamente ha causado sensación en toda Moldavia y esto es simplemente por sus increíbles trajes que cada integrante de la familia real vistió en un evento que se realiza en Bélgica, todos ellos poseían ropa del diseñador Adam Lee, famoso dentro de la industria de la moda. Sin embargo, el robo la atención fue el hijo mayor de la princesa Rose, Eduardo, quien con su traje n***o robó la mirada de las invitadas que se encuentran cerca de él, además... —¡Oye, ¿es tu problema con el televisor eh? —Simplemente el reportaje me aburrió. —     ¡Aburrido! ¡Por Dios! ¿Cómo puede aburrirte el príncipe Eduardo? Clarisa simplemente alzó sus hombros y no volvió a decir más. —Dame el control— Jennifer, su compañera de trabajo y también de cuarto tomó el control para ser el reportaje. Clarisa volvió su vista hacia la avenida. Eran las cuatro de la tarde y casi siempre a esta hora no haber clientes en la tienda de café. —Voy por un helado— menciono Clarisa para tomar, aunque sea un poco de aire. Jennifer no respondió, estaba demasiado entretenida viendo a su amor imposible. Uno que jamás haga, aunque sonara duro, esa era la realidad y no solo para ella, sino para las millas de chicas de Moldavia que estaban locas por el príncipe Eduardo. Para Clarisa todo lo relacionado con la familia real no era algo relevante, ella solo se enfocaba en trabajar y estudiar, mientras que las demás chicas, una mujer su compañera Jennifer imaginaban una vida dentro de la familia real y a lado su, el príncipe Eduardo. Eduardo... Si, ese era el nombre de uno de los hombres más cotizados en todo Europa y por supuesto, el príncipe heredero en Moldavia. Por lo general al escuchar su nombre cualquier mujer se nueva loca, sus ojos se abrirían, sin embargo, para Clarisa no era un tipo, artículos de todo lo que por el pueblo, en eso si era bueno, pero por el otro lado que la era un total sabía casanova. Algunas veces sin notas en revistas, periódicos del país en donde se le ve al príncipe con algunas chicas, unas eran jóvenes comunes, otros modelos, etc., Era por eso que algo no le caía bien de él. Caminó hacia la heladería, pidió uno de chocolate, era su favorito, se dirigió a la caja para pagar y mientras que el día su helado observó que en la televisión se mostraba fotos del evento de la familia real. Sin duda su vida era agitada y alrededor de los destellos. --¿Verdad que es guapísimo? — Clarisa volteo para ver quién le dijo y muestra la trabajadora de la heladería. —Hum... claro—tomo su helado la primera mordida. —¿No te gusta? Bueno eso también es válido la chica le dio una sonrisa de que la comprendía— a mí me gusta por lo guapo que es, por el apoyo y la lealtad que nos da a todo el país-. Los ojos y la cara de la chica cambiaron por completo, a Clarisa le sorprendió el cambio tan drástico tuvo que con el solo hablar de él. —Bueno... muchas gracias por el helado, hasta luego- Clarisa salió de la heladería, camino hasta la cafetería con pasos rápidos ya que desde que desde afuera se podrían ver algunas mesas ya estás. —Estoy de vuelta- se quitó su chamarra y se colocó el delantal para ayudar a Jennifer. —Descuida, ya las atendí, eran órdenes pequeñas—esta sonrió. —Gracias. En eso se escuchó la campana indicando de que alguien había entrado a la cafetería. —Yo atenderé esta orden, tu descansa. Jennifer asintió y se dirigió a la cocina por algo de comer, Clarisa se dirigió a la barra y vio a la persona que en la cafetería. Venía de n***o totalmente, toda su vestimenta n***o, con lentes y gorra negra. No se mesa, sino que se dirigió a la caja directo a ordenar. —Buenas tardes, ¿Qué va a pedir? —Un americano sin azúcar por favor- el sujeto que estaba en la playa de ella retiro sus lentes justo cuando iba a dar su dinero para pagar. —Sea un euro por favor-pero justo cuando volteo para recibir el pago, observó con asombro al hombre que estaba enfrente de ella. —Príncipe Eduardo ... Eduardo sonrió al ser reconocido, pero para no causar más ante la chica pelirroja que tenía delante de ella coloco un dedo sobre sus labios, pidiéndole a Clarisa que no hacer un jardín pasillo. Clarisa al tenerlo frente a él hizo que se sintiera intimidada por él, pero era algo justo, ¡Tener frente a ti al príncipe heredero y más a uno muy cotizado! El príncipe no quito la mirada de la chica pelirroja, observaba cada uno de sus movimientos, notar el efecto que el causaba ya que las manos de la chica temblaban y su cara estaba un poco pálida. Su mirada la examinó por completo: ojos cafés, su sobresaliente cabello rojo, piel blanca, nariz, ajuste sin duda para él, esa mujer era  su su tipo ideal. —¿Puede firmar por favor su alteza? El príncipe sonrió por como lo llamó, tomó la pluma y firmó el ticket, Clarisa le entregó su café junto con el billete. —Aquí tiene y gracias por su compra... alteza—esto último lo susurro. —Gracias por atenderme Clarisa. El príncipe formó una sonrisa discreta, tomo sus lentes y salió de la tienda, entró a su auto de lujo y emprendió rumbo de a Clarisa impactada y algo fuera de lugar. Apenas unos segundo captó que dijo su nombre, pero solo si sido porque traía su gafete. —Menudo hombre que Dios creó... — murmuró Clarisa solo para sí misma.