Andrea Los días se deslizaban como sombras a través del tiempo, cada amanecer me encontraba con la misma sensación de pesar al ver a Chris dormir en el sofá. ¿Cómo habíamos llegado a este punto? Nos movíamos en una danza silenciosa de proximidad y distancia, nuestros cuerpos anhelando tocarse pero nuestras mentes absteniéndose. Era como estar en un limbo emocional, donde cada encuentro se tornaba en una batalla interna entre el deseo y el miedo. A veces, nuestros ojos se encontraban y se comunicaban más de lo que nuestras palabras podían expresar. En esos momentos, el peso del silencio entre nosotros se volvía tangible, como un muro invisible que separaba nuestras almas. Y sin embargo, éramos inevitables. Mientras compartíamos una película o salíamos a pasear, nuestros gestos hablab

